Hoy se cumplen 23 años del día en el que El Porvenir subió al Nacional B. Un gran equipo comandado por Garrafa Sánchez, pero que también tenía jugadores como Adrián González, Diego Monarriz o El Yagui Forestello. Escribe Santiago Núñez.

Veinte días después de que Zinedine Zidane le terminara de comprobar al planeta entero que su fútbol iba a embellecer al mundo, de que Ronaldo tuviera convulsiones y no pueda lograr que Brasil sea Brasil y de que Didier Deschamps levantase la Copa del Mundo por primera vez en la bohemia París, un pueblo con menos luces y perfumes vive su Mundial. La fiesta no es más que la llegada de un camino que tuvo historias asombrosas, que van desde ganar una final 6 a 0 en el global hasta gambetear al “Cholo” Simeone. Una tarde con baile para el ídolo del gas embotellado y para doce mil almas que viven el momento más importante de su historia. El Porvenir, modelo 98, mira la bandera a cuadros blanquinegra y corta la faja de llegada hacia la eternidad.

El Nacional lo ve venir

Diego Monarriz fue camboyano. Alguna vez debutó en primera de la mano del serbio Milutinovic, disputó un partido contra el Milan y hasta conoció a Nelson Mandela, pero todavía no hizo un gol en una final. Pero no por eso debe sorprender que reciba la pelota por izquierda, haga pasar de largo a su marcador, enganche para el medio y ,sutilmente y desde afuera del área, acaricie el cuero con la parte posterior del pie. La redonda, comba mediante, se coloca al lado del palo, del lado de la red. El fondo de la escena es muy dúctil para semejante obra de arte metropolitana: la playa de estacionamiento de la cancha de Deportivo Armenio, en Ingeniero Maschwitz. Pero lo que se distingue, a un costado, es una marea de almas que se ven en el Olimpo y gritan, al unísono, “Porvenir, Porvenir, Porvenir”.

La escena está a tono con una temporada de ensueño. El Porvenir, de la mano de Ricardo Calabria, fue el mejor equipo de la temporada 97/98 de la Primera B y ascendió al Nacional. En aquel momento, el certamen de la tercera división del fútbol argentino tenía dos torneos (Apertura y Clausura), cuyos campeones jugaban la final por subir de categoría. La segunda plaza para el torneo de ascenso más importante se daba a través de un «Reducido» que disputaban el perdedor de la final y los otros seis mejores equipos de la temporada.

El Porvenir fue el gran dominador del certamen. Ganó el Apertura con cuarenta puntos (trece ganados, un empate, tres derrotas), siete arriba de Argentinos de Rosario, con veintisiete goles a favor y trece en contra. De punta a punta. En el Clausura, por su parte, terminó invicto (siete victorias y diez empates), pero culminó segundo en la tabla, tres puntos abajo de Deportivo Armenio. No pudo conseguir el ascenso directo (algo que hubiera sido factible consagrándose en el Clausura), pero venció en la final para lograr el pasaje a la B Nacional.

El plantel contaba con jugadores importantes para la divisional. La seguridad de Fernando Dubra en el arco (recibió 25 goles en 36 encuentros), la solidez en defensa con pilares como Ivan Delfino, Juan Carlos Lago Estalote y Marcelo Franchini, la aparición de un juvenil Adrián González, que luego triunfaría en San Lorenzo, algunas pinceladas sutiles de Monarriz, la capacidad goleadora de Darío “Yagui” Forestello y el innegable liderazgo talentoso de José Luis “Garrafa” Sánchez. Ellos, junto a Marcelo Placereano, Alfredo Almirón y tantos otros completaban un equipo fantástico.

“Era un equipo de jugadores con la edad justa, muchos de 26 o 27 años, con la maduración perfecta para ir tras un objetivo. Cada uno sabía lo que tenía que hacer en la cancha (no por nada muchos de ellos hoy son Directores Técnicos). Era un equipo solidario, dinámico y lleno de puntos altos en todas sus líneas. Si bien Garrafa (Sánchez) fue la perla, no fue el único que brillaba. Existía claridad para jugar pero también para manejar las situaciones del juego. Además se formó un gran grupo humano, algo fundamental para conseguir cosas importantes.”, cuenta a Lástima a Nadie, Maestro Ariel Feller, editor del fanzine Sentir en Blanco y Negro. Y agrega: “El equipo tenía jugadores de gran categoría y no fue extraño que luego muchos triunfaran en otros clubes o en Primera División. Creo que la dupla Sánchez – Forestello era única y lo reafirmaron en Banfield. Y González era un jugador para romperla en cualquier lado.”.

Por su parte, Aníbal López Guerra, periodista, director del periódico Prensa Libre de Gerli y autor de El Porvenir: Una historia en blanco y negro (2015) recuerda: “En primer lugar, hay que reconocerle a Calabria un proceso que inició una temporada antes, con la base de jugadores del club (Adrián González, Placereano, el Flaco Lago, Almirón, etc.), sumados a los jóvenes que él trajo de San Lorenzo de Almagro (que habían quedado libres), más dos figuras como Forestello, que no venía nada bien en los últimos clubes en los que estuvo y explotó en el Porve, y «Garrafa» Sánchez, que era todavía un desconocido para todos. El juego fue sólido en todas sus líneas, tenía jugadores de recambio en todos los puestos y por tal motivo ganó el Apertura con sólo tres derrotas y el Clausura lo terminó invicto. Sólido en el fondo, con dos puntales como el Flaco Delfino y el Pepo Franchini, batallador en el medio campo y con jugadores de buen pie para inquietar siempre arriba. No en vano subió al Nacional y en las dos primeras fechas, con el mismo equipo, goleó de visitante 3-0 a Estudiantes en Caseros y 3-0 a Defensa y Justicia en Florencio Varela».

La final en sí misma fue una demostración del poderío del equipo. Ganó 4 a 0 de visitante en el Estadio “República de Armenia” (Diego Monarriz, Adrián González, Miguel Coronel y Forestello) y 2 a 0 (Valentini y Forestello) de local en el estadio “Enrique de Roberts” (hoy Gildo Francisco Ghersinich) con doce mil personas blanquinegras alentando, el 1ro de Agosto. “No me esperaba, y creo que nadie, semejante resultado en el partido de ida y que terminó definiendo la final en sólo 90 minutos. Pero creo que tampoco ningún hincha del Porve sentía tras no ganar el Clausura que se podía escapar el ascenso porque el equipo transmitía confianza se lo mire como se lo mire”. Antes del partido de vuelta, en el viaje en auto hacia Gerli, el gran “Garrafa” hizo frenar el auto a su compañero Alfredo Almirón para completar una dieta alimenticia acorde a la circunstancia y a la presión de jugar la final. Así, como quien no quiere la cosa, se clavó dos chorizos a la pomarola. Igual la rompió toda.

El lugar de esta conquista en la historia del blanquinegro es más que importante. Comenta Feller que  “el título del 98 es ese ´gran logro´ palpable por todos. Se vivió en la cancha por distintas generaciones de hinchas, pero también los que no lo vivieron por haber nacido después pueden encontrar material en las redes y en la oralidad del que quiera contarlo en la cancha o en una mesa de bar”. Sostiene López Guerra: “Es el título más importante desde la imposición del profesionalismo en 1937, donde si bien en la vieja Primera B jugamos muchísimos años en una segunda categoría, con el “invento” del Nacional B y la gran inclusión de equipos del interior a la élite general, los históricos clubes metropolitanos del ascenso iban quedando relegados (el Porve, Colegiales, Defensores, Excursio, Argentino de Quilmes) y volver a jugar en la máxima categoría de ascenso ya era una quimera para muchos.” Fue el campeonato que dio lugar al único período de El Porve en el Nacional (No así en la segunda división, en la que estuvo 50 temporadas más cuando no existía el actual ascenso y había cuatro divisionales en el fútbol argentino).

Ese campeonato no se frenó (como suele suceder en el fútbol de ascenso), por el Mundial de Francia. “ El Porve estaba primero que la selección. El día que Ortega le pega el cabezazo al arquero de Holanda y quedamos fuera del Mundial, horas después éramos locales ante Laferrere en Gerli y se ganó por 3-0 pudiendo haber hecho más goles. Primero están el barrio y los colores”, recuerda López Guerra, mientras que Feller solamente enfoca su 1998 en dos momentos futbolísticos importantes: “El grito de campeón,  y el que pegué por el golazo de Zanetti a Inglaterra.”

Ahora el gol de Monarriz ya se festejó. Pero el equipo sigue yendo para adelante. Busca y encuentra. Un rebote encuentra su destino en Adrián González, que la empuja a la red. Otra vez de fondo está el estacionamiento de Maschwitz. Otra vez la hinchada enloquece. Pero, a diferencia del gol anterior, las almas gerlinianas empiezan a gritar otra cosa en la tribuna visitante. No les importa que ni el primer tiempo de la ida de la final haya terminado. Ellos se sienten en la gloria máxima cuando sueltan al viento, entonados y afinados, un “dale campeón, dale campeón”. Es que el Nacional los ve venir. Es el glorioso Porvenir. 

El muchacho del Fiat rojo es más que Bergkamp

Mientras un pueblo grita por un campeonato, en una marea blanquinegra hay un punto verde. En el transcurso de la vuelta olímpica, un muchacho cuya calvicie no le indica vejez muestra una vestimenta distinta al resto.

-Garrafa, ¿por qué tenés la remera de Laferrere?

-Porque doy la vuelta con la camiseta del club que soy hincha

Se llamaba José Luis. Le decían “Garrafa”. El Porvenir campeón del 98 es otra de las páginas de gloria de aquel superhéroe matancero. El Maradona del Conurbano Sur fue monarca de Gerli.  “El Porve siempre tuvo jugadores de buen pie con la Nº 10. De los que vi yo desde 1974 al presente te puedo nombrar a Calderón (1974 a 1976), Alfredo Gómez (1976 a 1980), Pedro Coronel (1981 y 1982) y el más Grande de todos que fue el Beto Pascutti (1983 a 1985 y 1987-88). Garrafa ocupó con creces esa camiseta y encima logró lo que los otros no pudieron: un campeonato, sin dudas el más importante dentro del profesionalismo”, indica López Guerra. Sus propios compañeros lo recuerdan de esa forma. Lago Estalote, en una entrevista publicada en Sentir Blanco y Negro en 2018, sostiene: “Garrafa es el mejor jugador que vi en el Porve, con todo respeto a otros que también fueron cracks. Garrafa para mí está entre los más grandes del fútbol argentino”. Feller, autor de esa entrevista, afirma ahora, con una envidiable poder de síntesis: “Lo definiría como el último gran jugador que jugó como un chico”. Huella blanquinegra.

Sánchez hizo 10 goles en 27 partidos de esa temporada. Fue protagonista también el año siguiente, en el que El Porve clasificó al reducido para llegar a Primera y cayó en octavos de final ante Juventud Antoniana de Salta. De él se recuerdan sus gambetas, sus goles, su capacidad de liderazgo. También el tiempo que se tomaba dentro de su Fiat Rojo, escuchando cumbia, antes de empezar el entrenamiento. Y muchas historias. Tantas, que ni las operaciones mediáticas más burdas pudieron taparlas.

En el diario Clarín del 14 de febrero no solamente había referencias al día de los enamorados. También se indicaba que la selección argentina que se preparaba para el Mundial había jugado un amistoso informal (el “Tolo” Gallego fue el árbitro) contra El Porvenir y que había ganado 4 a 2, con goles de “Ortega, Raúl López, Riquelme y Gallardo”. Pero no fue así. Cuando “el Burrito” contó en la radio que no hubo ningún gol de su autoría las sospechas empezaron. Lo que ocurrió, en realidad, fue lo contrario. Ganó El Porvenir 3 a 1, pero Passarella filtró a la prensa un resultado totalmente distinto. El documental Garrafa, una película de fulbo así lo sostiene, entre otras cosas con declaraciones de Ricardo Calabria. Muchas investigaciones periodísticas así lo reafirmaron y resaltaron que ese día José Luis Sánchez la rompió.

“El partido existió, Garrafa la dejó «chiquita» y los de la Selección preguntaban quién era “ese viejo” porque Garrafa tenía solo 23 años pero estaba pelado y parecía de más edad. El Porvenir tenía plantel para jugar de sobra en el Nacional, como lo hizo en la primera temporada, y hasta para jugar en la A con sólo un par de refuerzos, si mantenía la base que logró el Campeonato.”, sostiene López Guerra. Feller, en la misma línea, remarca: “El Porvenir jugaba muchos amistosos con la selección, imagino que por el vínculo de Merelas con las selecciones juveniles por aquellos años. El partido existió , lo que no existió fue el supuesto resultado a favor de la selección que publicaron los diarios. Ganó el Porve y el Garrafa bailó a unos cuantos. Como suele ocurrir en estos casos el DT y el lobby periodístico hicieron de las suyas para que no salte que al equipo que iba a Francia perdía con uno de primera B. Hasta inventaron los autores de los goles. Pero Orteguita dijo que no había convertido ninguno cuando le preguntaron por su gol. En definitiva, y como decía Obdulio Varela : ‘los diarios traen sólo dos verdades, el precio y la fecha’”. Sánchez hizo un gol y dio dos asistencias. Mejor que Dennis Bergkham en el Mundial, que solamente tuvo un pase gol y un tanto en el marcador ese mismo año.

Pasó a la inmortalidad un enero de 2006. Sigue en las calles de Gerli, que lo recuerda desde 2009 en la página de Facebook de El Porvenir, con este poema de López Guerra, titulado “Al gran Garrafa”. 


José Luis “Garrafa” Sánchez,

aquel mítico “pelado”,

ese del “toque endiablado”

que brillara como enganche;

mezcla de mago y comanche

que acá en Gerli fue triunfal,

brindando un Fútbol Total

Blanco y Negro… corazón…

Cuando el Porve fue Campeón

y ascendiera al Nacional.

Nunca se podrá olvidar

José y su “juego bonito”,

pases, rabonas, taquitos,

que acá nos supo obsequiar…

pues nos pudiste brindar

todo tu encanto estridente,

ese fútbol, que la gente,

reclama con tanto anhelo…

y si bien te fuiste al cielo

hoy en Gerli… estás Presente.

Santiago Núñez

Twitter: @santinunez

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