El reloj marcó las 22:04 del sábado 26 de mayo y el respirador artificial se apagó, corrían 90 minutos de partido. Hubo 2 minutos y 20 segundos en los que el Dragón permaneció entre el cielo y la tierra, caminando hacia la luz. El centro rebotó en el brazo de un defensor de la UAI, costilla dijo el árbitro. Córner. La silueta roja del Tano Anconetani irrumpe en el paisaje, como salido de un cuento de Fontanarrosa. Luis Quiroga estaba parado frente a la pelota, ahí viene el Tano tiralo abierto, le gritan desde la tribuna.

Agonizaba el segundo minuto de los 4 que había ordenado Américo Monsalvo que se jugaran. Ante 10 mil personas en el Juan Pasquale el sueño Nacional perecía. El arquero le ganó cabeceando a todos, por el segundo palo se hizo presente la aparición fantasmal y salvadora de Pablo Miranda para empujar la pelota, empatar el pleito y mandar la final por el ascenso a los penales. Para el infarto.

El milagro comenzaba a abrirse paso.

La final de ida del torneo reducido que otorgaba un boleto para disputar el Nacional «B» había terminado 0 a 0 en Villa Lynch. El viejo Club Atlético Ferrocarril Urquiza, hoy fusionado con la Universidad Abierta Interamericana, tras toda una vida en las últimas categorías del fútbol argentino tenía la chance de pelear por un lugar en la máxima categoría del ascenso a base de capitales privados.

Del otro lado del cuadrilatero Defensores de Belgrano: en los 90 una asamblea de socios resistió al remate de las tierras en donde se emplaza su estadio. Ganaron una elección que decidía si el club se mudaba a Derqui, lindante con Pilar, trayendo tras de sí el destierro. De allí en más ese grupo de hinchas que salvó al club del desgarrador exilio tomó las riendas de la dirigencia. En aquellos nefastos años 90 el equipo salía a la cancha con banderas protestando contra la privatización de “Aerolíneas Argentinas” y demás empresas estatales. Durante la dictadura se entonaba la marcha peronista, en su estadio ubicado al frente de lo que hoy es la ex Esma.

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En el 2001 el club bautizó a la tribuna local techada con el nombre de Markitos Zuker, un militante montonero desaparecido por el terrorismo de Estado durante la llamada «Contraofensiva», un operativo clandestino de la militancia para intentar acabar con la dictadura en 1980. Vivía en España tras haber sido secuestrado una vez y liberado por influencias de su padre el cómico Marcos Zuquer. Ya en la frontera para regresar al país, con la casaca Rojinegra puesta debajo de la campera, Marquitos es interceptado por los servicios de inteligencia. Luego se supo que fue fusilado en Campo de Mayo, dictando como último deseo que no le tapen los ojos para mirar de frente a quien lo fusilara. Quienes lo conocieron aseveran que brillaba en su pecho el espíritu de un mundo más justo y una lucha solidaria incandescente emanaba de su mirada, en estos tiempos que nos tocan vivir quienes tomaron la posta y siguen a Defensores hoy en día llevan en la estirpe ese mismo fuego.

En el año 2017 con el intento de mandar genocidas a sus casas de parte del gobierno con el famoso «2 x 1» el club fue el prim2x1ero en expresarse: los jugadores salieron al terreno de juego, por una iniciativa de la Subcomisión de Derechos Humanos del club, con una bandera que rezaba: «El único lugar para un genocida es la cárcel común. DEFE NO OLVIDA». Expandiendo el efecto por todo el fútbol argentino. Sonríe Marquitos.

Volviendo a la actualidad la cosa es que tras empatar el primer partido en Villa Lynch la expectativa en el Bajo Núñez era muy alta, 10 mil almas colapsaron las tribunas como nunca en la historia había ocurrido, abrieron la tribuna visitante para el público local.

A los 18 minutos un baldazo de agua helada: pierden la pelota en mitad de cancha y luego de una linda jugada, la UAI se pone en ventaja. Nadie lo podía creer, así y todo, el aliento de la hinchada no mermó en ningún momento.

Mucho nerviosismo. La visita se defendía y el Dragón iba como podía. Sólo 10 minutos separaban a Defensores de lo que estaba siendo la peor frustración de su historia. Para colmo de males Luciano Goux, luciendo al Che Guevara en su cinta de capiLuciano Gouxtán, estrelló su cabezazo contra el ángulo del travesaño. No era la noche. O al menos eso parecía.

Un proceso de más de cinco años, con siete jugadores por encima de los ciento cincuenta partidos, muy identificados con los colores, se quedaban en la puerta una vez más. Ellos son Albano Anconetani, Iván Nadal, más de doscientos cincuenta, Luciano Goux, Leandro Martínez Montagnoli, Juan Manuel Sosa, Fernando Enrique y Ezequiel Aguirre.

Para colmo en un contraataque Alejandro Noriega quedó mano a mano con Anconetani a campo abierto. Si lo hacía se terminaba todo. Noriega mandó la pelota 5 metros por arriba del travesaño. Defe seguía con vida.

El clima empezaba a espesarse, la esperanza estaba viva, pero la realidad nos escupía en la cara que faltaban un minuto y 20 segundos para que la UAI ascendiera en nuestras narices.

Subió Albano Anconetani a cabecear, en el último partido de su carrera. Quiroga tiró el centro abierto. Impactó la pelota el arquero habilitando al Pájaro Miranda que marcó la igualdad y desató el delirio. Penales.

Fernando Enrique metió el primero para el rojinegro. Mazur empató para la UAI. El remate endeble de Francisco Vazzoler fue contenido por Pietrobono. Prieto metió el suyo. Otra vez abajo. Máxima responsabilidad en los pies del Topo Aguirre, un win de antes con el estilo de Michael Owen, que fue vital durante todo el torneo, golazo al ángulo. Anconetani le atajó el penal a Isack Suárez para comenzar a erigir su propio evangelio, esculpir su busto. Cuarto penal ejecutado por Luis Quiroga, con larga trayectoria en el ascenso y mucha calidad acomodó su remate a la otra punta de donde fue el arquero. Gonzalo Cozzoni debía meter su remate para empatar. Puños de acero para el Tano Anconetani, el hombre que inventó su propia leyenda. En los pies de Miranda, una vez más quedaba el destino del alma de diez mil dragones. Con suma tranquilidad definió su penal para el 4 a 2. Lo que hasta hace 15 minutos parecía un milagro.

San Albano Anconetani se transformó para siempre en bandera de los imposibles, el patrono del Bajo Núñez.tano

Defensores es Nacional y le da otro sentido a la palabra épica. Los festejos en algunos casos duraron hasta la noche del domingo.

Sonríe Marquitos. El barrio en paz: lo público y popular le torció la mano a lo privado, Defe es Nacional.

La resistencia vencerá.

Martín El Lakkis

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