En medio de la pandemia del Covid-19 volvió el fútbol en Brasil, el segundo país en el mundo más golpeado por el virus. Se dio en el aniversario número 70 de la fundación del Maracaná, estadio que hoy alberga un hospital de campaña. Durante el partido hubo dos muertes a pocos metros de los goles del Flamengo. Escribe Julián Álvarez Sansone.

El estadio Maracaná fue inaugurado el 24 de junio de 1950. Originalmente se lo llamó Estadio Municipal do Maracaná. En 1964, se le dio el nombre actual: Estadio Mário Filho, en honor al periodista deportivo fundador del Jornal dos Sports, un diario local. Pero para los cariocas y para cualquier otro, el estadio sigue siendo llamado «Maracaná», nombre que remite a un barrio llamado así dentro de la Ciudad de Río de Janeiro. El nombre, cabe mencionar, viene precisamente de un pájaro que habitaba esa zona, llamado Maracaná por los nativos.

El estadio es un hito mágico, lleno de historia y mística. En ese estadio se disputó la ronda final de la Copa del Mundo de 1950, entre las selecciones de Brasil y Uruguay. Dicho encuentro ostenta el récord de público en partidos oficiales: 199.854 personas. El triunfo, aquella noche, fue para los uruguayos, quienes lograron meter 2 goles en los últimos minutos del partido, obteniendo una victoria épica que les permitió alzar por segunda y última vez la Copa del Mundo.

En medio de una pandemia que conmueve y preocupa al mundo entero, las autoridades tomaron la polémica decisión de autorizar el fútbol en un país que es uno de los más perjudicados por la pandemia del coronavirus.

El Flamengo, vigente campeón de la última Copa Libertadores, logró una aplastante victoria 3 a 0 ante el humilde Bangú, en un partido  propio del Campeonato Carioca que supuso el regreso del fútbol a Sudamérica tras tres meses de parate debido a la pandemia.


Los jugadores de ambos equipos tuvieron que medir su temperatura al llegar al estadio, mientras que los periodistas que cubrieron el encuentro debieron pasar por un túnel de desinfección y trabajar con barbijos.


Por respeto a las 50.000 víctimas que hasta el momento dejó el coronavirus en Brasil, los dos equipos guardaron un minuto de silencio. El Flamengo, por su parte, también rindió homenaje a su masajista Jorginho, quien falleció a comienzos de mayo debido al COVID-19.

Un dato curioso en este particular día fue que el uruguayo Giogian De Arrascaeta, quien el 14 de mayo había marcado el último gol del Flamengo antes de ponerle una pausa al fútbol debido a la pandemia, abrió el marcador a los 18 minutos de arrancado el partido. Posteriormente vendrían los goles de Bruno Henrique, en el minuto 66, y de Pedro Rocha, cerca del final. Al menos, eso informaron los periodistas deportivos que habían concurrido a cubrir el encuentro.

Lamentablemente, un dato no tan curioso es que dichos periodistas no dijeron nada de lo que ocurría a las afueras del estadio. Mientras se desarrollaba la goleada 3 a 0 del Flamengo, en el mismo predio, dos personas habían muerto de Covid-19 en el hospital de campaña que se ubica pegado al estadio. Dos personas olvidadas por los medios, ignoradas por los jugadores, el cuerpo técnico y muchos más. Dos personas que dejan un vacío en sus familias, en sus grupos de amigos, y compañeros de trabajo. Dos personas que, en la próxima fecha, recibirán seguramente un minuto de silencio. Dos personas que con sus muertes silenciosas llenan de dolor a una celebración que intentaba llevar alegría en medio de tanta tristeza.


Julián Álvaerz Sansone


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