Con la gloria deportiva entre ceja y ceja, el Rey de la NBA es también el portavoz de la comunidad negra en su lucha contra el racismo estructural. A los 35 años, quiere demostrar que sigue siendo el mejor en la cancha, mientras fuera de esta derriba cabezas que parecen haberse quedado en el Lejano Oeste. Escribe Sebastián Chittadini.

En “Django Desencadenado”, el “Spaghetti Western” de Quentin Tarantino, el protagonista es un esclavo liberado en la época de la Guerra Civil que va a la plantación de un terrateniente a vengar los latigazos sufridos y a liberar a su esposa. Al final, son varias las victorias que obtiene Django: una es la venganza, siempre dulce. La otra, es contra el racismo y sus afrentas. Casi 160 años después, y en la vida real, LeBron James entró con varios objetivos similares en “La Burbuja” que ideó la NBA en Orlando para estar a salvo del Covid19. En primer lugar, quiere revancha luego de una temporada pasada en la que una lesión le impidió llevar a los Lakers a la gloria. Y también, aunque parezca increíble, sigue teniendo que luchar contra enemigos que lo consideran un esclavo liberado que debería dedicarse solo a picar una pelota de básquetbol.

El mejor del Oeste

“Trinity”, de Annibale e i Cantori Moderni, es una de las canciones presentes en la banda sonora de “Django Unchained”. Su letra habla de quien podría ser el héroe de la película o también podría ser LeBron. El tipo del que habla todo el pueblo y del que pueden pensar que está cansado, pero que sigue siendo el mejor del Oeste. La única diferencia, es que Django se vale de su Colt 45 para imponerse.

Para LeBron, su arma sigue siendo él mismo. Una máquina perfectamente diseñada para jugar al básquetbol que lucha contra el paso del tiempo y contra los críticos; contra la presión de volver a llevar a una franquicia histórica a lo más alto de la liga con la motivación extra de ganar el título en honor a la memoria de su amigo Kobe Bryant. Irá por el Oeste acompañado de Anthony Davis y un conjunto de jugadores que han sido tildados de “disfuncionales”. Sin embargo, son los favoritos porque tienen al Rey, que sigue teniendo cosas por demostrar. “No estoy al final de mi historia. Me retiraré cuando no pueda correr”, dijo hace poco cuando le preguntaron por el tan anunciado declive.

Siendo la actual su temporada número 17 en la NBA, no hay mucho de lo que el número 23 pueda hacer dentro de una cancha que nos sorprenda. Ya nadie puede discutir el legado de un jugador al que se tildó de poco humilde al autodenominarse “Rey” o “El elegido” y está entre los mejores de la historia de su deporte, pero quiere más. Tiene entre ceja y ceja ganar un campeonato con los Lakers, con lo que sería la primera superestrella en ganar con tres equipos distintos. Como Django, es el Rey del Oeste, conferencia que aspira ganar para llegar a una nueva Final de la NBA. También como el protagonista de la película de Tarantino, se siente cómodo enfrentando al poder con su activismo político y social, reivindicando los derechos de la población negra y desafiando las amenazas de quienes parecen seguir viviendo en el siglo XIX.   

En 2010, había dueños de equipos de la NBA como Dan Gilbert. Cuando LeBron anunció que dejaba sus Cleveland Cavaliers para irse a los Miami Heat, publicó una carta de los hinchas en la que se refería al jugador como “narcisista” y “cobarde” por el simple hecho de elegir dónde quería jugar. De acuerdo al activista y reverendo Jesse Jackson, Gilbert veía a James como “un esclavo que se había liberado”; mientras que Maverick Carter, agente de LeBron, acusaba al propietario de los Cavaliers de utilizar sus contactos en la prensa para volcar tendenciosamente la cobertura mediática y poner a la gente en contra de su representado. No se dio demasiada trascendencia a dos hechos: uno, que los jugadores de la NBA tienen el derecho a optar dónde quieren jugar una vez que terminan su contrato. Dos, que el programa en el que LeBron anunció su decisión de cambiar de equipo recaudó 3 millones de dólares que el propio jugador destinó a organizaciones vinculadas a la niñez.

Los años pasaron desde aquel mediático ingreso en una liga que buscaba un sucesor de Michael Jordan, con un LeBron que terminó convirtiéndose dentro de las canchas en ese King James con el que se autodenominaba antes de haber demostrado nada. Pero al mismo tiempo, supo construir un rol de portavoz de la comunidad afroamericana que empezó a hacerse más notorio en la campaña hacia las elecciones presidenciales que terminaron con el triunfo de Donald Trump, no solo posicionándose públicamente en contra del magnate y a favor de Hillary Clinton, sino participando en un mitin de la candidata del Partido Demócrata.

En 2020, hay presidentes de los EEUU como Donald Trump, al que un LeBron James sabedor del alcance de su voz calificó como “holgazán” y con el que incluso tuvo varios cruces de dardos por Twitter. “Cuando crecí, tenía tres figuras a las que admiraba y me inspiraban: el presidente, el deportista que destacara en el momento y el artista de moda. Pero ahora, con el presidente de los Estados Unidos actual, vivimos un mal momento. No es ni siquiera una sorpresa los comentarios que hace. Son risibles, pero también da miedo”, expresó LeBron públicamente. Pero no es diferente solo por desafiar al presidente, sino por su trabajo social o por la forma en la que utiliza el alcance de sus redes sociales para expresarse sobre temas políticos o económicos y porque piensa en la gente y en romper con muchas cosas que está normalizadas por la sociedad. 

Con un referente como él, la NBA se puede plantear desafiar a Trump y alentar al resto de los deportistas a alzar su voz contra la brutalidad policial hacia la comunidad negra. Recientemente, James se refirió duramente a los dueños de los equipos de la NFL por su prohibición a los jugadores de protestar mientras se interpreta el himno antes de los partidos. De nuevo, ante las críticas y presiones que provenían de la Casa Blanca, la estrella de los Lakers dijo sin miedo que los dueños de la liga de Fútbol Americano tenían “mentalidad de esclavistas”.

Le llamaban Rey

Otra de las canciones que llenan de épica las andanzas de Django es “Lo chiamavano King” (His name is King), del músico argentino nacionalizado italiano Luis Bacalov. Habla de un personaje que va cabalgando por el campo buscando al asesino de su hermano, con los ojos llenos de determinación y de ira.

Hace tiempo que LeBron James no elude la responsabilidad social que lo ha hecho adquirir su enorme dimensión como jugador, y asume con naturalidad el hecho de que su voz es la más escuchada en la esfera del deporte. Sabe que es influyente y lo aprovecha, para que sus mensajes lleguen y el cambio a favor de la comunidad negra sea posible.

Se puede promediar 25.5 puntos, 8 rebotes y 10.5 asistencias, al mismo tiempo que se apoyan fundaciones y se destina mucho dinero a la educación, el deporte y la salud. También se pueden donar 41,5 millones de dólares en becas para que muchos jóvenes de bajos recursos puedan ir a la Universidad y abrir una escuela con la que no solo se beneficiarán los más pequeños, sino también los padres que quieran terminar sus estudios por medio de tutorías y ayuda en la búsqueda de empleo. Esa escuela, apadrinada por el jugador que se sentó a la misma mesa de Michael Jordan, Magic Johnson, Kareem Abdul-Jabbar y todos los grandes de la historia, empezará con 240 estudiantes y espera para 2022 tener alumnos de primero a octavo grado.

Gracias al compromiso de estrellas como LeBron James, todos los jugadores de todos los equipos durante todos los partidos de la NBA –una liga en la que más del 80% de sus jugadores son negros- pueden hoy arrodillarse durante el himno, llevar remeras con la leyenda “Black lives matter” y levantar su puño cerrado porque creen que es momento de alzar la voz contra el racismo. Eso puede lograr el hecho de que un ícono global entienda que no da lo mismo callarse que hablar, siendo consciente de que su rol preponderante puede ser usado como portavoz y ayudar a cambiar una realidad llena de desigualdades.

Rompiendo redes y cadenas

Aunque LeBron es actualmente el jugador más famoso y mejor pago de la NBA, con unas ganancias de más de US$30 millones al año, debe seguir soportando una realidad que no cambia por más que estemos ya por la quinta parte del Siglo XXI. Hace poco, sufrió pintadas racistas en el muro de su casa, algo que lo llevó a decir: «No importa cuánto dinero tengas, lo famoso que seas, la cantidad de gente que te admire: ser negro en Estados Unidos es duro. Es decir, soy un hombre afroamericano con mucho dinero, tengo una casa en Brentwood y tengo la palabra «nigger» en el muro de mi casa. Tenemos mucho trabajo por hacer, y nos queda un largo camino como sociedad y a nosotros los afroestadounidenses para sentirnos iguales en EE.UU.».

Después de casi dos décadas de dominio deportivo, de correr más rápido y saltar más alto, de forcejear para no perder su lugar; el impacto de LeBron James es indiscutible. Dominante estadísticamente y de impresionante vigencia, su grandeza excede al deporte. El hombre al que la revista Time nombró como una de las cien personas más influyentes en el mundo en 2017 sigue rompiendo redes y récords, pero también busca romper cadenas que deberían estar rotas hace tiempo.

Sebastián Chittadini

2 Comments

  1. Gran chance tiene LeBron en consolidarse como uno de los mejores de la historia del básquet para sus detractores. Llevar a la gloria a Lakers después de 10 años y ganar un título con 3 franquicias distintas. Increible.

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