Mañana comienza el camino de Bielsa en La Premier League y aprovechamos para reflexionar sobre la construcción de un perfil que parece consagrarse en la liga de fútbol más importante del mundo. Escribe Agustín Barbeito.

  Isabel acaba de confesar. Macarena, su hija, mira azorada a su madre mientras escucha que fue concebida en un centro clandestino de tortura durante la dictadura cívico militar en Chile que empezó en 1973 y que hoy 11 de septiembre cumple 47 años. Esta es una de las escenas finales de la premiada película del director Luis R. Vera, Fiestapatria, que como dice en el trailer, es una metáfora al estado social y moral de la Chile de 2007. Y, también, fue la puerta de entrada de Marcelo Bielsa al país que cambió para siempre con su llegada.

  En pleno corazón de la capital trasandina permanece todavía Manquehue, un videoclub desplazado por el streaming y los youtubers que sobrevive, en buena parte, por la venta de películas al exterior. Su dueño es Jorge Díaz, colocolino por herencia y amigo íntimo del entrenador argentino. Es, además, quien rubricó la pasión de Bielsa por el cine latinoamericano y europeo, eje de su amistad y de las charlas que continúan a la distancia.

  “Es el mejor argentino que conocí en mi vida”, dice Jorge entrecortado mientras reestablecemos la llamada vía Zoom. Es sabido que el técnico argentino es un cinéfilo incansable que descubrió en el séptimo arte una manera de adentrase en la idiosincrasia chilena. Por eso Díaz reconoce que, a pesar de su desconfianza natural, forjó una relación de lealtad y transparencia con Bielsa de quien aprendió a creer en esos valores, y que entiende que la felicidad de su amigo a quien conoce hace quince años no siempre está en un campo de juego. De hecho, sostiene que, de no haber sido técnico de fútbol, a Bielsa le hubiese gustado ser director de cine.

  A pesar de su conocida excentricidad y obsesión a la hora de planificar, si algo pone en evidencia el dueño del Manquehue es ese hermético ´lado B´ que Bielsa jamás deja trascender: “Marcelo conmigo nunca tuvo ninguna obligación. Sin embargo, siempre me ayudó. Por ejemplo, pudo conseguir varios medicamentos que un familiar mío necesitaba por el cáncer. Él vivía en Santiago y no salía, prácticamente. Cuando se enteró que mi mamá falleció apareció a la mañana en el funeral. Yo le había dicho que no hacía falta, pero jamás me hubiera dado el pésame por teléfono”, explica Jorge que siguió de cerca la última campaña del Leeds y que reconoció la emoción en la voz en una de las últimas llamadas que tuvo con el argentino cuando percibió que “desbordaba de felicidad, tanto él como su esposa Laura”.

  Ese compromiso desinteresado de Bielsa fue y es moneda corriente. Como también lo es esa minuciosa búsqueda de información ´sherlockholmeana´, que caracteriza cada prólogo de sus ciclos en los diferentes equipos. Harold Mayne-Nicholls, ex presidente de ANFP, la Asociación del Fútbol Nacional Profesional en Chile, fue el responsable del desembarco del argentino en el país cordillerano y quién le presentó a Jorge Díaz. Reafirma esa actitud de investigar a fondo a sus futuros dirigidos como cualidad insoslayable y cuenta que “fue interesante ver que tenía un documento en el que se basaba para justificar su conocimiento e idea”.

  Los medios de comunicación, según Mayne-Nicholls, construyeron varios mitos sobre la figura de Bielsa, y uno de ellos es que “no tenía relación con los jugadores”, o que “muchos dicen que es un fracasado”. La verdad está en la respuesta que la sociedad chilena vociferó en miles de encuestas realizadas. A pesar de tener en Jorge Sampaoli, Juan Antonio Pizzi -o, incluso, en el “Bichi” Borghi- entrenadores con más pergaminos y títulos a nivel club y selección, es el rosarino el espejo en el que quieren reflejarse: “El exitismo es de algunos, es de lo menos. La mayoría quiere algo más, un legado que les sirva para su vida. Y en eso Marcelo es inigualable. Y por eso lo queremos tanto acá en Chile. No son los títulos los que permiten construir los afectos. Los que construyen los afectos son los legados que les dejás a la comunidad”.

  Las reformas del complejo deportivo de Pinto Durán que realizó con dinero de charlas que él mismo encabezó, su trato ultra profesional con sus dirigidos y la revolución introspectiva que generó un cambio estructural en la forma de pensar del pueblo chileno son algunos de esos éxitos que no figuran en su palmarés, pero trascienden cualquier frontera intelectual y perduran -si vale la comparación- mucho más que un título mundial. Es una paradoja en sí misma porque Bielsa, que explica mejor que nadie que se vive siempre en la derrota y cada tanto se gana, hizo del fracaso el cimiento más fuerte del éxito.

  En la previa del Mundial 2002, el diario londinense The Economist vaticinaba cómo conviviría el campeón con una crisis económica. Argentina perdió y se volvió en primera ronda. Fracaso. Faltando dos minutos para ganar la Copa América 2004, el brasileño Adriano y una serie de penales mal pateados hizo que Argentina, inexplicablemente, perdiera de nuevo. Contra todo pronóstico, Bielsa se quedó y logró el título argentino de fútbol masculino con, quizá, el mejor rendimiento desde lo deportivo y lo estadístico de nuestra historia: primer equipo argentino en consagrarse campeón olímpico en la disciplina, de manera invicta y sin recibir ningún gol. Eso es Marcelo Bielsa y así intentan recordarlo siempre los protagonistas, los jugadores, que nunca anteponen los resultados por sobre su capacidad docente, a pesar de que los números existen y, en cierta medida, lo avalan.

  Justamente, antes de convertirse en director técnico de Newell´s, Athletic Bilbao y Lille, entre otros, tuvo que aprender a desandar el camino de la enseñanza. Un sábado por la mañana de 1982, el rosarino se presentó en el gimnasio del colegio porteño San Román, para conocer a Ricardo “Toti” Crosta, responsable en aquel entonces de FICDA, la Federación Intercolegial Católica Deportiva Argentina. “Apareció con un bolso gigantesco y puso sobre el escritorio un montón de carpetas con ´slices´, unas proyecciones que tenía. Eran jugadas para entrenar, otras de táctica. Quiso saber sobre el proyecto de educación física, cómo era el fútbol colegial y los entrenamientos”, detalla Crosta con nostalgia que, en las tres horas que hablaron, tuvo que explicarle que el fútbol colegiado era demasiado amateur para sus aspiraciones.

  Esa decidida vocación de técnico de un joven Bielsa fue la que sorprendió a Crosta y le permitió entender que el rosarino siempre “ve la película, no solo la foto”. Su rol docente se puso de manifiesto en la revolución que generó en el equipo de fútbol de la Universidad de Buenos Aires, donde modificó la modalidad de entrenamiento y realizó pruebas a más de 3000 jugadores juveniles, una señal de vanguardia para la época que recordamos justamente hoy que, valga la redundancia, se festeja en la Argentina el Día del Maestro.

  En el libro del periodista Alejandro Fabbri, Historias secretas de los mundiales, un fragmento explica a la perfección cómo Bielsa intenta desmarañar esa falsa construcción de éxito a la que nos exponemos a diario, cuando les habla a unos alumnos de colegio secundario: “No permitan que el fracaso les deteriore la autoestima. Con la victoria, el mensaje es muy confuso, estimula demasiado el amor hacia uno mismo y eso deforma mucho. Con la derrota sucede todo lo contrario. Hay una tendencia morbosa a ofenderte, a desprestigiarte solo porque perdiste. En cualquier tarea se puede ganar o perder. Lo importante es la nobleza de los recursos utilizados. Lo importante es el tránsito, la dignidad con que se hace un camino en la búsqueda del objetivo. Lo otro es cuento para vendernos una realidad falsa”.

  También es cierto que, como todos, Bielsa tiene debilidades o puntos flacos. Pablo Lunari, ex jugador de Newell´s y reconocida figura de la U. Católica, declaró en más de una oportunidad que “esa forma de entrenar era demasiado dura para esos chicos de 14 años que no estaban acostumbrados”. La dificultad para soportar entrenamientos de una hora y media que con Marcelo duraban tres horas hasta que salieran las cosas era algo habitual, pero Lunari explica la respuesta que alguna vez recibió del propio entrenador: “Usted no se da cuenta que estoy preparando jugadores para primera división”.

  La efusividad del técnico argentino y sus planteos apocalípticos en ocasiones fueron reprobados por sus más cercanos. La derrota del Bilbao frente al Barcelona en la Copa del Rey del 2012 desnudó reproches desmesurados en el vestuario, así como abandonos en prácticas del Marsella por “errores” en el análisis de juego. Por supuesto, esas explosiones de Marcelo Bielsa, según Lunari, ayudaron a varios a forjar su personalidad: “Salí muy fortalecido yo. Todos quisiéramos ser un poquito él. Él te da todas las herramientas sobre el rival. Entrás con ventaja a la cancha”, explica. Y agrega un concepto clave en la ecuación, en el que Bielsa busca que el jugador sienta lo que siente él, lleva todo a la máxima expresión y “no existe nadie en el mundo que transmita esa pasión. Por eso siempre exige un poquito más, porque primero él se exige más”.

¿Pero por qué hasta ahora nos referimos a él evitando su apodo? Alguna vez el periodista Ezequiel Fernández Moores dijo que sabemos que ´loco´ puede ser un apodo cariñoso. Pero también despectivo y que sería bueno sacar las etiquetas. Bielsa, ante todo, nos invita a pensar lo que nosotros no podemos pensar. La RAE define a la locura como la privación del juicio o del uso de la razón. Incluso, si le preguntamos a Google sobre la locura nos dice que es una acción imprudente, insensata o poco razonable que realiza una persona de forma irreflexiva o temeraria. Y, sinceramente, Bielsa no parece temerario ni tener privado el juicio; al contrario, su trato metódico y taxativo de las cosas no coinciden con estas definiciones. Aunque la RAE también explica que la locura puede ser una acción que, por su carácter anómalo, causa sorpresa. Será allí que dieron en el tino cuando lo bautizaron, porque Bielsa siempre desafía la capacidad de asombro y la reinventa.

  La Ética de Aristóteles, al igual que la de todos los filósofos griegos de la época, es una ética “eudemonista”, es decir, se fundamenta en la búsqueda de la felicidad, que no se encuentra en la riqueza ni en el placer, sino en la vida teórica, en el cultivo de la razón y por ende en el trabajo intelectual. Nunca alguien se pareció a Aristóteles tanto como Bielsa en su camino a la Premier, el gran sueño que comienza este sábado frente al Liverpool de Klopp.

Probablemente Marcelo Gallardo se equivocó cuando en Madrid afirmó “después de esto no hay más nada”. Probablemente no sabía que la película continuaba con el gol que Bielsa le “devolvió” al rival. Y probablemente nosotros, que mañana daremos play a la película que tiene a Bielsa como protagonista, seamos los únicos locos de esta historia.

Agustín Barbeito

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