Ir para adelante y para atrás en la línea temporal de un tiro libre puede ser un viaje hermoso. Homenaje de un hincha a dos años de uno de los partidos más importantes de la historia de su club. Escribe Santiago Núñez.

Cuando Gonzalo “Pity” Martínez miraba de frente al arco local del Arena do Gremio, ni el más optimista amante de la banda roja suponía más de lo que expresaba la cruel pero coherente realidad: a River, esta vez, no le iba a alcanzar y por más esfuerzos y mística no sería capaz de de hacer dos goles en 9 minutos (sin descuento) si no hizo ninguno en los anteriores 171. 

Nadie, absolutamente nadie, pensaba que la lluvia que venía a aguar las fiestas se convertiría en símbolo de eternidad, ni que una noche más de derrota lógica se transformaría en una victoria insaciable. Pero el fútbol, el destino y la vida demostraron como tantas otras veces que les importa tres carajos lo que los hinchas piensan o razonan e hicieron lo que se le cantó. O, para ser más preciso, hubo otra vez un delirio divino de un par de muchachos, siempre capaces de cambiar el rumbo elemental y causal de los acontecimientos.

En la sombra de Madrid

Si la final de la Copa Libertadores del 2018 no hubiera sido contra Boca, el partido que River le ganó 2-1 a Gremio en Porto Alegre el 30 de octubre del 2018 por las semifinales de ese torneo podría haber sido  el más importante de su vida y de su historia deportiva. Las razones para ello son varias.

Soccer Football – Copa Libertadores – Argentina’s River Plate v Brazil’s Gremio Semi Final First Leg – Antonio Vespucio Liberti stadium, Buenos Aires, Argentina – October 23, 2018. Gremio’s Michel celebrates with team mates scoring their first goal. REUTERS/Marcos Brindicci

Primero, las formas y el orden que tomó el encuentro. River perdió en el Monumental sin tener una buena actuación, mientras que en Brasil revirtió la imagen en el inicio pero se fue derrotado al entretiempo. En la segunda parte, si bien intentó dar vuelta el partido, no tuvo casi chances de gol como sí Gremio, con una tapada monumental de Armani a  Everton en el minuto 66. Recién cuando el reloj marcaba 81 con 27 segundos, después de una falta producida porque Pratto tuvo que bajar casi hasta la mitad de la cancha para recibir la pelota Borré hizo el gol desviado un centro casi perfecto de Martínez, en lo que sería el inicio de una remontada épica.

A su vez, el panorama de River era siempre adverso en tierras verdeamarelas. Si bien encontraba un antecedente auspicioso en la serie de Cuartos de Final del 2015 contra Cruzeiro, lo cierto es que de 14 partidos por la máxima cita continental River había ganado sólo 3 veces y en 9 ocasiones se había ido derrotado de Brasil. En el historial general, a su vez, perdía por 16 a 10.

River encontró, por otra parte, un gran rival que hacía de su mayor virtud la astucia y la eficacia. Solamente por mencionar un dato, hasta el gol de Borré al arquero de Gremio Marcelo Grohe lo entró a atender el cuerpo médico cuatro veces. El equipo gaucho propuso un esquema friccionado de juego cortado, cediendo la pelota a un River que jugó con el balón en los pies el 78% del tiempo pero que podía hacer poco. Gremio le cortó todos los circuitos de juego y aprovechó tanto de local como de visitante la pelota parada, con dos goles.

El equipo millonario, a su vez, no tenía a su técnico estrella, Marcelo Gallardo, en el banco. 

Todo hacía pensar que sería una magra noche de derrota digna que impediría lógicamente el morbo que significaba una final con Boca, que ya había ganado la ida de su serie con Palmeiras por 2 a 0. Todo indicaba que así sería.

Dos frases, un sentimiento

A las palabras puede llevarselas el viento o pueden quedar guardadas para siempre. También puede ocurrir que no pasen ninguna de las dos cosas, pero no es este el caso. 

“Vení, vení, sacame bien la foto”. Marcelo Gallardo tenía que enfrentar el destino de saber que lo encontraron incumpliendo la regla, que la sanción llegaría y era, aunque injusta, ya a esa altura inevitable. Decidió tomarse con ironía al periodista que lo retrató saliendo del vestuario del Arena do Gremio en el entretiempo cuando por la sanción recibida 24 hs antes no podía tener ningún contacto con el equipo en el estadio. Mientras se iba, uno de los asistentes del local le gritó: “Que tramposo, un hombre como tú Gallardo”. Al muñeco poco le importó.

Cuando se lo preguntaron, Gallardo explicó lo que se le pasó por la cabeza. Dijo que sabía que era incorrecto, pero que el sentimiento pudo más. “Incumplí una regla pero los jugadores lo necesitaban. No me iba a privar de estar en el vestuario en el momento en que los jugadores más lo necesitaban”. Las demostraciones de amor a veces pueden más y logran que un perjuicio individual sea dejado de lado en beneficio del sentimiento colectivo.

La conferencia de Prensa lo tenía acongojado, enojado, como sabiendo que no logró el objetivo. Era 23 de octubre. Venía de perder con Gremio la ida en el Monumental y la clasificación a la final era casi imposible. Todos creían eso. Todos menos Gallardo que dijo, con el micrófono pegado a su traje negro y con ganas de hablarle sola mente a su pueblo: “Que la gente crea porque tienen con qué creer”

Antes y después

Antes del tiro libre del Pity pasaron muchas cosas. Como se dijo, River perdió con Gremio la ida. Antes de eso, le ganó a Independiente una serie de cuartos de final durísima con un 3 a 1 en el Monumental con todas las emociones en un segundo tiempo en el que a 25 minutos del final del partido se estaba quedando afuera. Antes de eso, pasó a Racing con un baile bárbaro en el Monumental y una goleada 3 a 0. Antes de eso, pasó la primera ronda con un invicto de seis victorias y tres empates. Antes de eso le ganó la final de la Supercopa Argentina a Boca, en la segunda final oficial que jugaban entre ambos. Antes de eso, le ganó a Atlético Tucumán la final de la Copa Argentina en una fecha particular: 9 de diciembre del 2017. Antes de eso, se perdió de entrar a la final de la Libertadores 2017 en un partido catastrófico contra Lanús en el que le hicieron cuatro goles en media hora.

Por más emocionante que parezca, no se compara con lo que pasó posteriormente. Después de ese tiro libre y de la victoria de River, el equipo del Bajo Belgrano jugaría una final infartante con Boca que duró un mes y tuvo que ganar en Madrid, también un 9 de diciembre. Después de eso, iría a jugar un mundial de Clubes olvidable, pero en algún punto lógico. Después de eso, hizo la fiesta de Navidad gallina más linda del mundo, con una caravana inolvidable y una cancha llena para recibir al campeón. Después de eso, ganó la Recopa y la Copa Argentina. Después de eso jugó otra final de Libertadores.

La vida les fue algo convulsionada, antes y después.

Ya se va la caravana

Minuto 81 y tiro libre para la Banda. “River ya no muestra una idea de juego”, dice el comentarista, que critica que Pratto tuvo que tirarse atrás y conducir. El Pity toma carrera en el ángulo perfecto y exacto entre una línea recta vertical y otra horizontal a la pelota. Inclina su cuerpo canchero como esos enganches zurdos talentosos. Tira el centro, la pelota cae perfecta en el medio del área chica, sin abrirse mucho, en dirección al segundo palo. Borré la desvía y el arquero la toca pero se le mete. Gol de River, que ahora está a solamente un tanto de la clasificación. El milagro es posible para la gente que desde la última tribuna del estadio alienta. 

Borré corre gritando para atrás tocándose la cabeza, no se si dedicándoselo a Pinola que es pelado o marcando que él mismo es un buen cabeceador. Pratto agarra la pelota en el arco mientras River se mueve rápido y se forma en su campo, porque sabe que puede, mientras que Gremio no sale del golpe y quiere hacer tiempo, porque sabe que se le viene. Scocco aplaude, Borré imita y grita “vamos”. Biscay se agarra el pecho. Aguantá corazón.

La repetición muestra que Borré no estaba en offside, que el centro del Pity fue cada vez más magnífico y que Gremio, esta vez, tiene menos marca que un juego trucho de consola. Pero ya está. Empieza otro partido. 

La televisión muestra a la tribuna de River enloquecida con miles de camisetas y una bandera que dice “Boulogne” que cantan al grito de “Señores yo soy del gallinero”. Es testigo también de cómo la parcialidad gaúcha canta en un portugués inentendible para un argentino pero de forma cada vez más tibia.

Gremio saca del medio y ataca, gana un lateral y se la tira a correr tras la última línea de los centrales de River, pero la pierde, y le queda a Pratto en tres cuartos de cancha propia para atacar. Al «Oso» se le va larga pero se tira al piso a trabar y se la da a Borré, que gana un lateral. Lo saca Palacios para Enzo Perez y River tiene nuevamente la pelota. Se tira atrás Scocco que la quiere meter en el área pero que encuentra a una defensa de Gremio que rechaza nuevamente al lateral. El nerviosismo aumenta a tono con el ritmo cardíaco de millones de corazones en Brasil, en Argentina y en el mundo. Otra vez lo saca Palacios para Enzo Pérez.

La pelota la tienen los centrales de River y Pinola agarra la lanza y avanza hasta tres cuartos. No hay más jugadores de Gremio en su área y alrededores porque no es reglamentario y porque ya casi no entran, pero sino los pondrían.  Pinola gambetea y la pierde. Recupera Maidana que se la da a Casco que tira centro. Gremio decidió que no va a tener la pelota, el partido es un “Pinball” para River. Lateral para la Banda. River toca y viene otro centro, finalmente la bola la tienen los gaúchos. Les dura dos segundos, la pierden de lo nerviosos que están. Se viene de vuelta River. 

Maidana limpia para Montiel, que encara y tira un centro preciso. La para Scocco, ahí está, media vuelta y se va por arriba, por mucho. Nacho dice que tocó en el jugador de Gremio y pide córner. El árbitro vio lo propio y concede.

Los jugadores no se ubican porque el árbitro por enésima vez frena el encuentro. El 9 Jael se tira en el círculo central diciendo que no puede más y pide que lo elonguen. Montiel le levanta la pierna para apurar el trámite. Armani protesta. El engaño de Gremio queda expuesto cuando nos damos cuenta que Jael será sustituido por un mediocampista, como si le faltaran. Se va rengueando con la parte derecha del short levantado. 

Ahora parece que sí. Se va a patear el corner. El Pity está parado ya con la carrera calculada en la esquina izquierda para tirar el centro al área que da a la tribuna de Gremio que tiene la bandera “Inmortal Tricolor”. Pero algo raro ocurre: todos miran hacia el costado, por algo que nadie entiende ni nadie explica el partido sigue frenado. El nerviosismo es total para quienes sienten que pierden tiempo y para quienes los minutos son eternos y más eternos serán si se sigue tardando porque van a adicionar.

El Pity da una señal de relajación, como entendiendo que la cosa va a tardar y se acerca a acomodar la pelota. Los jugadores de River salen del área y se acercan al banco. De repente, la transmisión muestra al árbitro uruguayo Andrés Cunha en la dramática pantalla del VAR. Los relatores no entienden nada, pero si uno observa detalladamente, se ve que el tiro de Scocco al menos pasa cerca de la mano de Bressan, que lo marcaba para que no diera media vuelta hacia el arco. Todos se quedan atónitos, nadie vio eso en su tiempo real. Empiezan a razonar todos que existe la posibilidad fehaciente de que el árbitro de penal para River. En la nueva repetición me parece que no quedan dudas. 

Cunha se mete en la cancha con su pelo mojado por la lluvia. Tiene la mirada de aquel que sabe que se va a armar un quilombo bárbaro por lo que está por venir. Es curioso, solamente una persona, por unos segundos, sabe buena parte del destino de muchos millones. Todas las cámaras están en él. Da 10 pasos. Se lleva el silbato a la boca. Hace el gesto que marca un cuadrado con las dos manos, haciendo alusión a la televisión del Var. El silbato suena acompañado con una seña que apunta al área. Un relator dice una de esas frases que quedarán para siempre. “Penal para River aquí en Porto Alegre”.

Como si  no hubiera problemas, el árbitro le saca amarilla y por ende expulsa (ya había sido amonestado) a Bressan. Hay una marea de jugadores de Gremio que lo rodean. Salta, camina, incluso recibe una agresión física de Bressan, que quiere enterrarse bajo la tierra y no salir nunca más en su vida. Alguno se acuerda de como el VAR que perjudicó a River en 2017 ahora le da una mano. Ya todos se acordaban que el árbitro era el mismo de aquella vez, por todas las puteadas que le dimos hasta que cobró el penal. 

El tiempo pasa y el penal no se tira. En el punto de tiro hay una reunión. Los jugadores de Gremio quieren poner nervioso al lanzador como si ya no tuviera suficiente con el momento más tenso que hayamos visto y 56 almas portuguesas insultando. Biscay y Buján charlan con gente de la administración. Los minutos pasan y nadie, de verdad ya nadie, entiende por qué. La CONMEBOL habla con la policía mientras el estadio se calla. Se escucha a los hinchas de River cantar que esa hinchada se merece ser campeón.

Desde los 84 el partido no se juega. A los 84 Cunha adiciona 9 más, trece en total. El Pity agarra la pelota protegido por Scocco. El área se limpia y Cunha le dice giladas al arquero. La personalidad que hay que tener para patear un penal así excede los parámetros normales. “Va a quedar en la historia de los dos equipos este penal, sea gol o no”, se escucha. El Pity toma carrera hasta el área grande y mira fijo. Tiene una suerte de ADN riverplatense. El silbato suena. La pelota infla la red desde su ángulo superior izquierdo y la locura se desata como si un carnaval pudiera efectuarse al lado de un velorio. El Pity corre y señala a los de River. Lo van a buscar todos a él. En el festejo lo mira a Enzo Pérez y hacen gestos de locura, en alusión a la canción de hace meses de “El Pity Martínez que loco que está”, una remake en cover de un clásico de la popular gallina que dice “ahí viene la hinchada que loca que está”. River es jolgorio. Es abrazo. Es enfermedad. Es un banco que sale entre la alegría y la preocupación de empezar a dar indicaciones, todo a la vez.

Parece loco, pero todavía quedan al menos ocho minutos de partido. Los jugadores de Gremio se quejan de que el Pity hace tiempo, en una burla muy ridícula del destino. Se escucha de fondo que los pibes son de River, “vagos y atorrantes” y que van a prender fuego no se que cosa. Gremio tira pelotazos a la nada. Armani se toma su tiempo para hacer un saque de arco. Ni Hitchcock pensó un guión tan dramático. El baile sigue, al compás del tamborín.

El Pity gana un lateral que se grita. Gremio tiene menos fútbol que un documental de arte clásico barroco alemán pero gana una falta y acá sí, se define todo. Faltan dos minutos. El centro es peligrosísimo. Pero va a las manos de Armani. “Nunca entierren a River y Gallardo”. Entre Borré y Scocco erran el tercero. Terminó el tiempo pero Cunha (vaya a saber por qué) le da un minuto más. Vienen nuevos pelotazos. Pratto saca de chilena en el área un centro desde la estratósfera y empieza a ganar a todos los corazones la sensación sacrosanta de que nuestra vida y la lluvia de Porto Alegre son hermosas. Sensación que es aumentada cuando una pelota queda en las manos de Armani y cuando si bien no se escucha un silbato sí se ve al banco de River entrando, eufórico, a la cancha.

Estamos en la final de América, otra vez. La Policía rodea a Cunha. Los jugadores mezclan sus lágrimas con la lluvia torrencial de cara a su hinchada, a nuestra hinchada. “Emociona este momento de River”, dice un relator. Un periodista hincha de Boca que está al aire en un programa de debate político se sorprende y admite miedo cuando se da cuenta de que, si mañana gana, jugará el encuentro final contra River. hay una hinchada que no se quiere ir y que, cuando se va, lo hace al ritmo siguiente. “Ya se va la caravana de Porto Alegre, ya corrimos a la Academia y a Independiente, de la mano del Muñeco y de Biscay, te esperamos en la final”.

9 minutos y el descuento

Estamos en problemas. Que garrón. Me parece que nos quedamos afuera, no queda otra. Encima los bosteros van a llegar a la final y van a Arabia a jugar con el peor Real Madrid de la historia. Lo perdimos en el Monumental igual. No va a importar de nada la final de la Supercopa, esa que les ganamos, me quiero matar. ¿Y si volvimos a esa normalidad de mierda en la que en el mejor de los casos caíamos en Semis? En definitiva, sólo ganamos una de las importantes. Y eso que yo la veía, tenía esperanzas, pero mirá cómo jugamos. Igual si llegamos hasta acá, es por el Muñeco que es un crack. Antes jugábamos contra Aldosivi y Atlanta, por lo menos esto es mejor. 

Epa che, es para amarilla. Falta contra Pratto. Este tiro libre esta bueno pero es frontal, no tiene mucha sorpresa y ellos de arriba son infalibles. Ahí va el Pity pero me parece que ya estamos al horno. Faltan 9 minutos y el descuento

PD: En algún momento del segundo tiempo triste hasta el minuto 81, un hincha de River recibe por mensaje que perdió un trabajo que tenía. Pobre iluso, se fue a vivir sólo cuando el dólar estaba a 18 pesos y ahora vale 20 pesos más. Pensó que con el sueldo que ganaba le alcanzaba y ahora sin esa plata (que no era mucha) le va a costar más aún. Ojalá no lo vea hasta que termine el partido.

Santiago Núñez

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