Diego entrenando con un ex campeón sudamericano, en una exhibición con un campeón del mundo, infiltrándose para conseguir videos de un peleador extranjero que iba a subirse al ring con un argentino o yendo al vestuario del Luna Park a pedirle una foto a uno de los boxeadores. Historias para todos los gustos. Escribe Juan Stanisci.
“Me gusta mucho el boxeo. Las peleas de los argentinos las vi casi todas, sino me las hacía grabar y me las mandaban a Italia”, contó en la conferencia de prensa donde promocionaban la exhibición con Falucho Laciar. “Gana el que tiene más técnica, el que más guapo, el que es inteligente. Reúne todas las condiciones”, opinó sobre el deporte.
El Rocky de La Pampa
El ring del gimnasio Petit Luna Park de La Pampa está rodeado de espejos, bolsas de boxeo y puching balls. A un costado del mismo Don Diego Maradona y Fernando Signorini miran a Diego recuperarse después de hacer un round de práctica contra Miguel Ángel Campanino, el dueño del lugar. El ex campeón argentino y sudamericano de peso Welter, se acerca a Don Diego buscando aire y le dice: “menos mal que su hijo se dedicó a la pelota y no al boxeo, sino me llenaba la cara de dedos.”

Durante el otoño de 1994 el profe Fernando Signorini planeó una estricta preparación física en un campo de La Pampa. El objetivo era que Diego llegara a punto al Mundial de Estados Unidos. Las imágenes de Maradona corriendo por los campos, recuerdan a Rocky en los amaneceres de Filadelfia. Para no estar todos los días ejercitándose en la llanura, Signorini se acercó una tarde al gimnasio de Campanino. “Fui a hablar con Miguel Ángel para ver si tenía predisposición para entrenar a Diego”, recuerda Signorini. Al pelusa, admirador del boxeo, le gustó la idea.
“Íbamos todas las tardes, Diego, Don Diego y yo”, cuenta Signorini. Miguel Ángel Campanino le preparó una rutina que incluía entrenamiento con la bolsa, puching ball y algunos rounds con el ex campeón. Para sorpresa de todos los presentes, Diego aprendió rápido las técnicas y se movía por el ring como si lo hubiera hecho durante mucho tiempo.
Cuando su aprendiz más famoso ingresó por primera vez al Petit Luna Park, Campanino tenía 50 años. Estaba retirado desde septiembre de 1978. Un año y medio antes de su retiro tuvo su única oportunidad de pelear por el título mundial. Fue contra el mexicano Pipino Cuevas en la ciudad de México. El 12 de marzo de 1977 en Toreo de 4 Caminos, Campanino cayó en el segundo round perdiendo la pelea por Knock Out técnico. Pipino Cuevas, quién llegaría a pelear con Roberto mano de piedra Durán seis años después, se despedía de su país con el cinturón de campeón mundial Welter. No volvería a pelear en México durante casi diez años. Por el lado de Campanino fue su primera derrota en cinco años, una de las cinco peleas que perdió en toda su carrera y la segunda por knock out.

Ernesto Cherquis Bialo, uno de los periodistas que más conoce de boxeo en nuestro país, definió a Campanino como un “ortodoxo puro del boxeo académico, inteligente, visible, de alta técnica y de enorme caballerosidad.” No era un noqueador, sino un boxeador que ponderaba la técnica por sobre todas las cosas. “Hubo pocas izquierdas en jab como la de Miguel Ángel Campanino”, recuerda Cherquis Bialo y agrega, “Campanino hizo gala de todo el «manual científico» de los seis golpes del boxeo: jab, directo, swing, uppercut, cross y el hook.” Buenos pergaminos para quién fuera el primer profesor de Maradona.
Una foto con el campeón
Cuando fue presentado como técnico de Gimnasia de La Plata le pidieron que comparara la situación del equipo con un boxeador. Eligió a Gustavo Ballas, un desconocido para quienes no siguen de cerca el boxeo de nuestro país. “Tirador, jodido en cualquier parte del mundo”, lo definió Diego comparándolo con su Gimnasia.
La relación, aunque breve, había empezado cuarenta años antes. El sábado 3 noviembre de 1979, Gustavo Mandrake Ballas enfrentaba a Benigno Santos Falucho Laciar, ambos cordobeses. Diego de 19 años recién cumplidos fue hasta el Luna Park a ver la pelea. Todavía jugaba en Argentinos Juniors. Un año antes había quedado afuera del Mundial 78, aunque ese mismo 1979 lo catapultó a la fama mundial con el título en Japón con la selección juvenil dirigida por César Luis Menotti.
Ballas estaba en el vestuario. Acababa de ganar su pelea contra Falucho Laciar cuando golpearon la puerta. Era Jorge Cysterpiller representante de Diego. “Diego quiere sacarse una foto con vos”, le dijo al boxeador de Villa María. “Era yo el que le tenía que pedir permiso”, recordó Ballas años más tarde. Mandrake todavía tiene la foto, que salió en El Gráfico, colgada en la casa.

Pero la relación no terminó ahí. Como Maradona, Ballas tuvo una grave adicción a la cocaína cuando dejó de pelear. Le costó salir de ahí. “Mentiría si dijera que fue fácil”, comentó el ex boxeador, que después se dedicó a dar charlas para adictos en tratamiento. Fue la adicción la que casi vuelve a juntarlos. En una de las internaciones de Diego en Cuba, Guillermo Coppola se contactó con Ballas para que viajara a charlar con él. “Fue algo que no se pudo concretar porque Diego no estaba en condiciones. Decía un día que sí y al otro día que no.”
Pero el recuerdo de Maradona en la conferencia de prensa, fue como una caricia para el ex boxeador. “Fue muy agradable, muy lindo escuchar lo que dijo Diego. Yo digo que por 24 hs Diego me hizo campeón del mundo”, comentó emocionado cuando lo llamaban de todos lados porque Maradona lo había nombrado.

El espía
Hacía dos años de la llegada de Maradona a Nápoles cuando el napolitano, Patrizio Oliva, peleó por el título mundial Welter contra el marplatense Ubaldo Uby Sacco en Montecarlo. Antes de la pelea Diego disparó: “Patrizio Oliva no sabe boxear.” El tema es que Sacco, uno de los mejores boxeadores de la historia argentina, había perdido el rumbo luego de ganar la corona un año antes contra Gene Hatcher en Lombardía. Los excesos le estaban ganando la contienda al entrenamiento y lo pagó caro en la pelea contra Oliva. Sacco perdió el título en el que fue su último enfrentamiento como profesional. “Se lo dedico a Maradona”, dijo Oliva después de ganar.
La tercera defensa del título mundial adquirido por Oliva contra Sacco, sería contra otro argentino: Juan Martín látigo Coggi. Pero Oliva ya no era el mismo, «Después de mi segunda defensa ante el mexicano Rodolfo González -contó-, yo quería dejar el boxeo; no tenía ni ganas de ir al gimnasio.” Le ofrecieron pelear contra Héctor Camacho por una bolsa de un millón de dólares. Aceptó pero a último momento el rival se bajó. En su horizonte apareció Coggi. El combate a doce rounds sería en Nápoles, la casa de Oliva y Maradona.

En aquella época conseguir videos de rivales extranjeros no era fácil. Pero Coggi y Tito Lectuore, dueño del Luna Park y mánager de látigo, tenían un infiltrado en tierras napolitanas. Diego no olvidaba la dedicatoria de Oliva tras ganarle a Sacco. Maradona consiguió los videos y, por si hiciera falta, picanteó la pelea diciendo que Oliva no aguantaría todos los rounds contra Coggi.
Las tareas de inteligencia de Diego, el talento de Coggi y el desgano de Oliva, terminaron en un knock out para el santafecino en el tercer asalto. “Lo agarró Coggi y lo mató”, recordó Diego años más tarde. “Tras dos asaltos de imperfecciones, Coggi encontró tiempo y distancia en el tercer round y casi sacó del ring a su adversario con un zurdazo relampagueante. El mítico relator Paolo Rossi, homónimo del afamado futbolista, sólo atinó a decir en la pantalla de la RAI: “¡Oh…Dío mío!”, escribió Osvaldo Principi.
Oliva habló de la pelea con Coggi y la relación con Diego varias veces. En una visita al país en 1998 le contó a Leandro Murciego, “perder la corona, en aquel 4 de julio de 1987, por KOT en el tercer asalto, fue un dolor muy grande para mí. Pero en el fondo tuve una satisfacción: dejársela a un señor como Coggi. El no sólo fue un gran campeón sino que además es un gran hombre. Desde aquel momento me convertí en su mayor admirador.” Y sobre Diego, no tuvo rencores, “Coggi y Sacco eran argentinos. Era justo que él hinchara por sus compatriotas.” Y también le tiró buena onda, “que un gran campeón como Diego admire nuestro deporte, significa que nuestro deporte puede ser practicado por los jóvenes.” Luego de su retiro Oliva se dedicó al entrenamiento de la selección amateur de boxeo italiana.
La pantera de la paternal
El 3 de abril de 1996 Diego se sube al ring para enfrentar y agasajar al ex campeón mundial de peso mosca Falucho Laciar. La pelea se hizo en el club General Paz Juniors de Córdoba para celebrar los 15 años de la primera coronación de Laciar el 28 de marzo de 1981 contra Peter Mathebula, en su país, Sudáfrica. Laciar fue el primer boxeador argentino en coronarse campeón mundial en dos categorías diferentes Mosca y Supermosca.

Diego en ese momento estaba jugando en Boca, dirigido por Bilardo. La cosa entre Diego y Carlos Salvador no andaba bien. Después de compartir muchos años en la selección, con dos medallas en mundiales, se volvieron a juntar en Sevilla, para la primera vuelta de Diego después del doping en Nápoli. La aventura terminó de la peor manera. Bilardo lo sacó en un partido contra el Burgos, luego de pedirle que se infiltrara para jugar. Diego lo puteó de arriba abajo mientras salía de la cancha. Horas después Bilardo lo vio por televisión y lo fue a buscar a la casa. Se agarraron a piñas. Y no volvieron a dirigirse la palabra.
Pero volvamos a su aventura pugilísitica. Tres días antes Boca le había ganado 2 a 1 a Ferro. Entre semana Diego se calzó los guantes para homenajear a su amigo, Falucho Laciar, ya que consideraba que no tenía entre el público el reconocimiento que se merecía. Maradona armó una típica aventura suya, el fin de semana siguiente tenían que jugar contra el equipo que venía puntero Lanús. Pero eso no importó demasiado. “Después de la exhibición Diego no volvió a entrenar, se quedó un par de días por Córdoba. El domingo jugó y ganaron, así que no hubo problemas”, recordó con humor Laciar años después.
Antes del combate hubo conferencia de prensa, fotos posando con el puño en alto y pesaje. 75.300 para Maradona y 61.450 para Falucho Laciar. La pelea fue relatada por Osvaldo Principi, quien apodo a Maradona: la pantera de la paternal.
Esa noche en el General Paz Juniors hubo más de mil personas para ver la exhibición. Entre ellas Gustavo Ballas, Daniel Willington y Tito Lectuore. Durante el tercer round tanto Diego como Laciar dejaron de pegarse entre ellos para agarrársela con el árbitro: el humorista y ex candidato a gobernador de Santa Fé Miguel Ángel Del Sel. Más allá del show hubo buenos intercambios de golpes, mostrando que Diego no era un improvisado. Principi marcó que su fuerte era el gancho de izquierda.
Al finalizar la velada boxística, varios rumores vinculaban al futuro de Diego arriba del ring. El contrincante sería el múltiple campeón mundial Roberto mano de piedra Durán, quién a los 45 años de edad todavía se encontraba en actividad (dos años más tarde pelearía con Jorge Locomotora Castro).

“La verdad me sorprendió, ha tenido gran fuerza”, elogio Tito Lectuore, ante una pregunta de Principi, a Maradona después de la exhibición con Laciar. Pero cuando le preguntaron si abriría el Luna Park con Maradona como boxeador, dijo que era difícil. Aunque al lado de Principi estaba Guillermo Coppola, por entonces representante de Diego, quién se mostró optimista ante las posibilidades del diez con los guantes. Ante la pregunta por una posible exhibición con Durán dijo que “hay unas gestiones bastante avanzadas, pero la decisión final la tiene Tito (Lectuore). Si él abre el Luna Park lo hacemos, sino no.”
Finalmente el Luna Park se mantendría cerrado y así acabaría la carrera de Diego en el cuadrilátero. Aunque por sus dotes para el deporte en general, si en vez de una pelota en los pies, hubiera tenido un par de guantes, quizás no tendríamos una copa del mundo pero sí un campeón en peso mediano llamado Maradona, la pantera de Fiorito.
Juan Stanisci