El final de los años comunistas en Rumania, vino de la mano con la mejor generación de futbolistas que ese país supo tener. Desde la Copa de Campeones de 1986 hasta la eliminación de la selección argentina en Estados Unidos 94. Viajemos a los Cárpatos. Escribe Federico Abbiati.

El miércoles siete de mayo de 1986 no sería un día más en la agenda del fútbol europeo. Esa noche, la extinta Copa de Campeones de Europa tendría un nuevo dueño, el cual saldría del choque entre el Barcelona de Bernhard “Bern” Schuster y el primer cuadro de Europa del Este en arribar a esa cita: el Steaua (estrella) de Bucarest.

El equipo rumano llegaba al juego decisivo jugado en el Estadio Ramón Sánchez Pizjuán, de Sevilla, sin individualidades de renombre, pero muy firme en su convicción de no dejar pasar esa oportunidad histórica. Luego de 120´ sin goles, la serie de penales se cerraría con un famélico 2-0. Nada importaba, el Estrella (o Steaua) era campeón. Claro que a falta de goleadores, la noche andaluza vio al golero rumano Helmuth Duckadam erigirse como la figura, al tapar las cuatro ejecuciones blaugranas. Felicidad incalculable que se desvanecería en sólo cuestión de semanas.

 El domingo 14 de diciembre de ese mismo año, en Tokio y sin Duckhadam, el Steaua caería 0-1 ante River en la definición de la ex Copa Intercontinental, por ese solitario gol de Antonio Alzamendi. Pocas semanas después de la hazaña sevillana, el guardameta había colgado los guantes como consecuencia de una supuesta trombosis en uno de sus brazos.

Así todo, el cuadro representativo de la institución policíaca rumana lejos estaría de ser una simple “steaua fugaz”: a la conquista ante el Barça se sumarían la Supercopa de Europa de ese mismo año, semifinales de Copa de Campeones 1988 y nueva final en 1989. Ocasión, ésta, en la que sucumbiría 0-4 ante el AC Milan de Gullit, Rijkaard y Van Basten.

Junto a Emeric Jenei, entrenador de esa formidable plantilla y encargado de guiar al representativo nacional hacia Italia ´90, muchos de esos jugadores alcanzaron la cita mundialista: Bogdan Stelea, Dan Petrescu, Gheorghe Popescu, Gheorghe Hagi, Ilie Dumitrescu y Florin Răducioiu llevarían al país de los Cárpatos hasta octavos de final, donde se verían marginados al perder en tanda de penales ante la Irlanda de Jackie Charlton.

La performance se vería superada 4 años más tarde, en los Estados Unidos, cuando estos mismos jugadores, ya con Anghel Iordănescu como DT, alcanzaron los cuartos de final dejando fuera a la malherida selección argentina. Al igual que ante Irlanda en 1990, un 4-5 en los penales determinarían el fin de la participación rumana a manos de la Suecia de Thomas Ravelli, Henrik Larsson, Martin Dahlin, Kennet Andersson y, por supuesto, Tomas Brolin, “el albondigón sueco”.

Luego de USA, llegarían los reconocimientos individuales. Hagi, quien ya había pasado por el Real Madrid, se desempeñaría durante dos temporadas en el Barcelona; no obstante, lauros similares a los que obtuviese en Bucarest los lograría en Estambul, militando en las filas del Galatasaray, donde ganaría la extinta Copa UEFA y la Supercopa de Europa, además de varias ligas turcas.

Gheorghe Popescu también recalaría en el Barça, previo paso por el PSV Eindhoven y el Tottenham. Luego, muy probablemente debido al “factor Hagi”, arribaría también al Galatasaray. Dan Petrescu jugaría en Chelsea entre 1995 y 2000. Mientras que Illie Dimitrescu lo haría para Tottenham, Sevilla y West Ham United.

Francia ´98 volvía a ilusionar. Más, después de los primeros dos cotejos, con victorias 1-0 frente a Colombia y 2-1 ante Inglaterra. Cerraría su participación en la fase de grupos empatando 1-1 con Túnez, la “Cenicienta” del grupo. Si bien clasificaba primera en su grupo a los play-off, según palabras posteriores de Hagi ese plantel había hecho “enfadar a Dios”… Pues luego de la victoria ante Inglaterra, el DT Iordănescu cumplió su promesa de raparse el cabello en retribución a los resultados conseguidos hasta ese entonces por sus players… Estos, a su vez, en retribución a que el entrenador había demostrado ser un hombre de palabra, decoloraron sus respectivas cabelleras de amarillo.

En octavos de final Rumania se cruzó con Croacia, segunda en el grupo H compartido con la Argentina. Sería victoria por 1-0 para los croatas, gracias a un penal sancionado por nuestro Javier Castrilli y convertido por el prócer Davor Šuker, quienes finalizarían ese mundial en la 3º posición. Rumania no volvería a participar de una copa del mundo.

Quien volvería a prestar servicios para el Steaua sería el malogrado Duckadam, a partir de 2010. Ya sin la sombra negra de Nicu Ceaușescu, quien en 1989, junto con la caída del régimen dictatorial encabezado por su padre, abandonó el timón del club capitalino. Cuenta la mitología, aún al día de hoy, que la “trombosis” de Duckadam fue en realidad un severo daño en los dedos de sus manos, a manos de la Securitate rumana. Es que fuera de la cancha, el “1” habría logrado lo que todo el poder de Nicu no: ganar el amor de la primera gimnasta en obtener un 10 perfecto en los Juegos Olímpicos de Montreal 76, la rumana Nadia Elena Comăneci. La “dama de elastano”, quien hace poco más de un mes ha cumplido 59 años y su jovial sonrisa está más vigente que nunca.

Federico Abbiati

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