Un 13 de abril de 2015 Gabriel Jesús debutaba en la sub 20 de Brasil con un gol contra Qatar. Así empezaba su camino en la selección con la que ya ganó un oro olímpico y una Copa América. El mundial de 2014 lo había visto descalzo con pincel en mano. Escribe Juan Stanisci.
Con la ilusión como bandera, los colores de Brasil van pasando del balde de pintura al cordón de la vereda. Se acerca el mundial y las calles de Jardim Peri, la favela al noroeste de San Pablo, tienen que vestirse para la ocasión.
El pibe pincel en mano va pintando rectángulos. Uno amarillo. Uno verde. Uno amarillo. Uno verde. El pibe ni idea tiene, dentro de tres años publicará esa foto en Instagram y cosechará 290 mil corazones. Tampoco sabe que un año después de que le tomen la foto, debutará en la primera del Palmeiras. También ignora que en 2016 su pase será comprado por el Manchester City de Pep Guardiola. Durante el Mundial de Brasil 2014 Gabriel Jesús regó de pintura las calles de su barrio. Durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, lo regó de gritos de gol y alegría.
“Siempre fui un soñador”, escribe Gabriel Jesús en la publicación. Entonces quizás haya soñado con ver su cara festejando un gol, pintada en tamaño gigante en el medio de Jardim Peri. O que al mundial siguiente, Rusia 2018, sería titular con la 9 en la espalda. Esa que usó su ídolo Ronaldo.
Gabriel Jesús, el pibe que pintaba las calles de su favela, no olvida sus raíces. Ni afuera, ni adentro de la cancha. Cada vez que hace un gol y las cámaras se posan sobre él, lleva su mano derecha a su cara con el índice apoyado en la boca y el pulgar en la oreja. Hace como que llama. “Ola máe”, la frase que le gritaba al teléfono cuando vivía en la pensión del Palmeiras y telefoneaba a su mamá para decirle que todo andaba bien. Y que se quedara tranquila, que sus sueños seguían ahí. Listos para cumplirse.
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Juan Stanisci
Twitter: @JuanStanisci