Hoy 20 de junio es el Día Mundial de los Refugiados. Conocé la historia de Yusra Mardini, la nadadora olímpica siria que huyó de su país como millones de personas, su barca naufragó en el Mar Egeo y tuvo que nadar para alcanzar la costa europea. Escribe Esteban Bedriñan.
A quince minutos de zarpar de la costa de Turquía, el motor de la embarcación dejó de funcionar. En medio del Egeo, en una barca pensada para transportar a seis personas pero en la cual viajaban veinte, el agua comenzó a ingresar. Entre sus ocupantes, solo la nadadora siria Yusra Mardini, su hermana y dos adultos más eran quienes sabían nadar. Se arrojaron al mar y comenzaron a empujar el bote por más de tres horas hasta llegar a la isla de Lesbos, en Grecia.
Con la sal marina quemándole la piel y los ojos, con el agua tornándole pesadas sus ropas y los cambios de corriente que hacían imposible mantener el curso hacia tierras europeas, Mardini solo pensaba en que ella no podía morir allí. “¿Soy una nadadora y moriré en el agua?”, se repitió como un mantra varias veces para mantenerse enfocada.

El periplo, que continuó por varios países de Europa hasta encontrar refugio en Alemania, se pudo conocer porque el caso de Mardini tomó relevancia al transformarse en atleta olímpica en Río 2016. Pero es una pequeña historia dentro de muchísimas otras que no se conocen, o de las que se toma noticia cuando esas embarcaciones naufragan en medio del mar y los muertos se cuentan de a centenares. La problemática de los seres humanos desplazados de sus países que escapan por las guerras civiles o por invasiones extranjeras, es un tema que aqueja al mundo desde hace décadas, que año a año se va incrementando sin visos de mejora y que ya ha alcanzado al 1% de la población mundial.
Desde el año 2001 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró al 20 de junio como el “Día Mundial de los Refugiados” para visibilizar la situación que viven. Según datos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), el organismo encargado de proteger a los refugiados y desplazados por persecuciones o conflictos y que vela por promover soluciones para ellos, se contabilizan actualmente en el mundo más de 79,5 millones de personas desplazadas de las cuales el 40% son niñas y niños.
La cifra, que alcanza números intolerables, incluyó a Yusra Mardini, quien con 18 años de edad tuvo que escapar forzadamente de Siria, sumida en una guerra civil interminable. En el año 2012 su casa fue alcanzada por las bombas en lo que se conoció como la masacre de Daraya, una de las peores matanzas que hubo al iniciar el conflicto y que causó cientos de muertes civiles. En agosto de 2015, Mardini, su hermana y unos familiares más volaron desde su Damasco natal hasta El Líbano y de allí hacia Estambul donde fueron embarcados por unos traficantes para cruzar el mar.

Una vez en Europa, siguieron a pie durante varios días, durmiendo en campos, iglesias o donde pudieran. A pesar de contar con algo de dinero, autobuses y taxis se negaban a trasladarlos aunque también recibían ayuda de algunos pobladores, quienes les proveían alimento, ropa y calzado. El viaje continuó por Macedonia del Norte, Serbia, Hungría y Austria, muchas veces en transportes ilegales de traficantes, para llegar finalmente a un campo de refugiados en Berlín.
Allí permaneció junto a su hermana un par de meses hasta que un intérprete de nacionalidad egipcia la contactó con el entrenador de natación Sven Spannekrebs, quien aceptó tomarle una prueba en un complejo cercano y quedó impresionado con sus buenas bases técnicas. Mardini había sido representante de Siria en el mundial de pileta corta del año 2012 y a pesar de llevar meses de mala alimentación se ganó la oportunidad que le cambió la vida.
En octubre de 2015 el por entonces Secretario General de la ONU, el surcoreano Ban Ki-moon, anunció junto al presidente del Comité Olímpico Internacional (COI), el alemán Thomas Bach, la creación de un equipo de atletas refugiados para participar en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Seleccionada junto a nueve atletas de Etiopía, Sudán del Sur, la República Democrática del Congo y de Siria, Mardini formó parte de esa delegación que compitió bajo bandera olímpica.

En una nota muy crítica en The New York Times hacia la hipocresía que genera el tema de los refugiados en las distintas potencias mundiales, el periodista estadounidense Roger Cohen planteó que alentar a los atletas refugiados “no sean palabras vacías ni para limpiar nuestras conciencias. El mundo está siendo tironeado en dos direcciones. La fuerza de la globalización, de la humanidad nómade, del ciberespacio sin fronteras, ha engendrado una contrafuerza igualmente poderosa de nacionalismo, nativismo político y prejuicio anti inmigratorio. Ambas fuerzas se encuentran en un delicado equilibrio.”
Sus palabras hacían alusión, entre otros, a Samantha Power, ex embajadora de los Estados Unidos ante la ONU y del ex presidente Barack Obama, quienes por entonces se expresaron a favor de la creación y la participación del equipo de refugiados en esos Juegos pero cuya administración tuvo un papel preponderante en la guerra civil en Siria.
En los Juegos de Río, Mardini ganó su serie de los 100 metros mariposa aunque no le alcanzó para meterse en las semifinales, al igual que en los 100 libres. Pero la medalla que se llevó de esa competencia fue muchísimo mayor. Aclamada por todo el estadio, la nadadora siria se ganó la admiración de todas sus pares y fue nombrada Embajadora de la ACNUR. Actualmente vive en Alemania con toda su familia, ha publicado un libro que cuenta su historia y brinda charlas en distintas ciudades del mundo.

El pasado 8 de junio, el COI nombró al equipo de atletas refugiados que participará en los Juegos de Tokio. Mardini será de la partida una vez más en las mismas competencias que cinco años atrás, en una delegación que se ve incrementada en su conformación de diez a veintinueve deportistas de variadas disciplinas. Taekwondo, lucha, ciclismo, halterofilia, atletismo, judo, boxeo, karate, canotaje y natación son los deportes que contarán con presencia de deportistas desplazados de once países diferentes como Afganistán, Camerún, República Democrática del Congo, Eritrea, Irán, Irak, Sudán, Sudán del Sur, Siria, República del Congo y Venezuela.
Visibilizar la problemática de los refugiados permitiéndoles competir en un Juego Olímpico, es un mensaje contundente y esperanzador para los tiempos que corren. La masificación que proyecta un evento de tal magnitud ayuda mucho en dar a conocer el flagelo que millones de personas sufren en todo el planeta.
Será cuestión de que las grandes potencias recojan el guante ante la demanda de los propios afectados para que todo el esfuerzo no sea en vano. Porque el mundo, como escribió Roger Cohen, “que se conmueve con el Equipo de Refugiados, es inconmovible ante los refugiados. [Que] mueren en altamar, mueren encerrados en camiones. Mueren de muerte anónima.”
Esteban Bedriñan
Twitter: @ebedrinan
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