En 1997 Diego Maradona estuvo cerca de jugar en Barcelona de Guayaquil. Entre otras condiciones, había puesto vivir en las Islas Galápagos. Este texto forma parte del libro Los Diegos que no fueron. Escribe Sebastián Chittadini.

Entre agosto de 1996 y julio de 1997, la carrera futbolística de Diego atravesó un paréntesis antes de entrar en la que sería su última etapa, pero su nombre seguía sonando para reforzar a algunos equipos de diferentes países. Entre ellos, estuvo el Barcelona de Guayaquil, un grande del fútbol ecuatoriano que de la mano del mismísimo presidente de ese país se permitió soñar tan a lo grande como cuando se sueña con tener a la figura más destacada del fútbol mundial. Abdalá Bucaram, flamante primer mandatario de Ecuador, planteó sus intenciones de también ser presidente del club de sus amores y lo consiguió. Al asumir, empezó a pensar en un proyecto ambicioso con jugadores top que permitirían posicionar al club a nivel internacional.

El excéntrico y polémico presidente se puso manos a la obra en su club con el mismo o incluso mayor entusiasmo que el expuesto para gobernar a su país, para lo que empezó a anunciar fichajes estelares y a hacer gestiones para concretarlos. Y en una historia que hasta hoy se ha movido entre el mito y la realidad, salieron al ruedo los nombres de los refuerzos pretendidos: Carlos Pibe Valderrama –de Tampa Bay Muttiny–, Giovanni Hernández –de Independiente Medellín–, Claudio Caniggia –de Boca–, Gabriel Batistuta –de Fiorentina– y Diego como la frutilla de la torta. De acuerdo a testimonios de la época, el contacto entre el 10 y el otro Barcelona realmente existió y surgió cuando Bucaram le hizo un ofrecimiento durante un programa de televisión en vivo. La propuesta era para jugar un amistoso ante Alianza Lima en el estadio Monumental de Guayaquil el 16 de febrero de 1997, pero el entusiasmo del mandatario lo llevó a decirle que le gustaría contar con él para jugar en su equipo de forma oficial.

Tanto en Argentina como en Ecuador, los medios empezaban a hacerse eco de la noticia. El 25 de enero de 1997, Clarín publicaba que en Ecuador querían a Diego y que Bucaram contaba para lograrlo con la mediación de su amigo Carlos Menem. El presidente ecuatoriano también dejaba entrever su deseo de integrar el equipo titular del Barcelona como centrodelantero al lado del 10 en algunos amistosos internacionales. Al día siguiente, el mismo diario hablaba de que el partido ante Alianza Lima sería una prueba para que Diego pudiera determinar en qué nivel se encontraba y que, si todo salía bien, podría participar en cinco amistosos más, medio campeonato o uno completo. Y en su número 1200, del 28 de enero, la revista ecuatoriana Estadio lucía en su tapa un fotomontaje del 10 con la camiseta del Barcelona con el título “Maradona amarillo” y anunciaba la posibilidad de que se concretara el fichaje más importante de la historia del fútbol ecuatoriano.

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En ese cruce televisivo con Bucaram, Diego le aseguró que jugaría el amistoso y que se reuniría después con él para ver si se convertía en jugador del Barcelona para esa temporada: «Quiero agradecerle la invitación para jugar el partido el 16 y ya nos veremos cara a cara para ver si juego en Barcelona». El presidente redobló la apuesta diciéndole que le gustaría que se quedara a vivir en Ecuador y tenerlo por dos o tres temporadas, pero que sabía que era un jugador muy especial. Firme, Diego le dijo: «Ya está hablado con la familia y si me tengo que quedar a vivir allá, me voy a quedar». Todo parecía indicar que la idea de jugar en Ecuador lo había entusiasmado, por lo que Bucaram mandó a un emisario –el dirigente de Barcelona y diputado nacional Eduardo Azar- a Argentina para conversar con él y con Guillermo Coppola. Ahí, la expectativa se hizo todavía mayor cuando el propio representante de Diego confirmó que había un acuerdo entre las partes. Testimonios posteriores de Bucaram dan cuenta de algunos detalles de la frustrada operación. Diego iba a jugar seis meses en el Barcelona y según el ex presidente ecuatoriano y barcelonista, se invirtieron 500.000 dólares –el 50% de lo que percibiría por jugar el amistoso y eventualmente seguir jugando el campeonato– para convencerlo.

También trascendieron algunas de las exigencias del 10. La más notoria y extravagante era la de vivir ese semestre en las Islas Galápagos con su familia, rodeado de leones marinos y las famosas tortugas gigantes en un entorno natural exuberante ubicado a 972 kilómetros de la costa continental ecuatoriana. Tal vez en aquel momento Diego haya pensado más en la posibilidad de que sus hijas vivieran esa experiencia inolvidable, pero seguramente no tuvo en cuenta un detalle no menor: el tiempo promedio de vuelo para ir de las Islas Galápagos a Guayaquil es de una hora y 50 minutos, esto es casi cuatro horas para ir y venir al entrenamiento. En todo caso, no era lo más descabellado del plan de Bucaram.   

En un documental de 2015 del periodista ecuatoriano Diego Arcos, el hombre cuenta que ya tenía amarrada la posibilidad de que Giovanni Hernández, Carlos Valderrama, Gabriel Batistuta y Claudio Caniggia se convirtieran en jugadores del equipo que presidía. Y confirma que veía a Diego como el puntillazo final para el soñado posicionamiento internacional: “Lo traigo a Diego Armando por seis meses a este equipo y financio a este equipo para el resto de la vida”. Pero, volviendo a 1997, el polémico Bucaram y su perfil alto no caían bien en ciertos sectores. Ni como excéntrico presidente del Barcelona, ni por sus medidas populistas como presidente de los ecuatorianos. Mientras, él aparecía cantando y ayudaba a alimentar la idea de sus opositores acerca de que no estaba en sus cabales.

El 6 de febrero de 1997, diez días antes de que se jugara el amistoso contra Alianza Lima donde supuestamente Diego iba a estar, el presidente de Ecuador –y del Barcelona– fue destituido por el Congreso Nacional por “incapacidad mental para gobernar”. Sin el aval de ningún psiquiatra ni psicólogo, Bucaram directamente era depuesto por loco y se veía obligado a exiliarse en Panamá, de donde volvería recién en 2017. En su mente, como testimonia en el video de 2015, la envidia “porque estaba brillando demasiado” y la posibilidad de llevar a Maradona al Barcelona fueron detonantes para el golpe de Estado. Lógicamente, no hubo súper equipo para los hinchas del equipo más popular de Ecuador, se cayeron todas las negociaciones y el medio millón de dólares depositado como adelanto de la transacción nunca fue devuelto, aunque Guillermo Coppola se comprometió a retribuirlo con la presencia de su representado en algún partido que nunca llegaría.

Tiempo después, Diego confesaría que en aquellos primeros meses de 1997 no sabía cómo vivir sin fútbol. Además de aquellas conversaciones con Bucaram, también negoció con Peñarol al mismo tiempo que empezaba a charlar con Boca y expresaba su intención de seguir jugando al menos un año más. Claudia Villafañe, su esposa, iba más allá y aseguraba que lo veía jugando hasta los 40 años. El 21 de abril de 1997 llegaría el momento de la firma de su último contrato como futbolista, aceptando las condiciones impuestas por Mauricio Macri, quien exigía exámenes médicos para que el contrato por una temporada fuera realidad.

El día de la firma del contrato con Boca, le preguntaban cuáles eran sus sueños. Radiante, respondía entre risas que quería ser campeón con Boca y jugar el Mundial, invirtiendo el orden de aquellas famosas declaraciones de niño lleno de ilusiones. A continuación, reconocía tener muy pocas probabilidades de llegar a la selección, aunque en su cabeza ya estaba trazado el plan perfecto para la recta final de su camino en el fútbol. El 9 de julio de 1997, 332 días después de su último partido oficial, terminaría concretando su regreso en un amistoso contra Newell’s Old Boys. En las tribunas, 20.000 personas gritaron con el alma su gol de tiro libre y soñaron junto con él que todo era posible. El último sueño loco de Diego, a tres meses de cumplir 37 años, estaba en marcha. Primero, jugar todos los partidos para agarrar ritmo. Luego, salir campeón con Boca y jugar el Mundial 1998, para despedirse definitivamente con una gira mundial. 

Sin embargo, tras un auspicioso rendimiento en sus primeros partidos, él mismo descartaba la posibilidad de jugar en Francia ’98 en declaraciones a la prensa desde Mar del Plata, aunque el mismísimo Julio Humberto Grondona dijera en el número 4062 de El Gráfico, el 12 de agosto de 1997, que la felicidad completa sería tenerlo a Diego en Francia ‘98. «No tengo esperanzas en jugar el Mundial de Francia. Aunque sé que depende en gran parte de cómo me vaya en el torneo Apertura, no es algo que me quite el sueño», se pudo leer en La Nación el 17 de agosto de 1997. Veinte años después de Argentina ’78, el Diego mundialista en Francia ’98, se convirtió en otro de Los Diegos que no fueron, entre otras cosas porque el plan de la retirada soñada quedó por el camino. Jugaría solo 5 partidos durante el Torneo Apertura 1997 antes de colgar los botines, aunque un mes más tarde declararía a los cuatro vientos que pensaba en volver a jugar, como publicaba El Gráfico tras un partido entre Argentina y Colombia en el que el Pibe Valderrama –que, al menos en la mente de Abdalá Bucaram pudo haber sido compañero suyo en Barcelona de Guayaquil– le regaló su camiseta.

Sin el 10 y sin ninguna de las estrellas prometidas por su ex presidente, Barcelona terminaría de todas formas consagrándose campeón de la temporada 1997 del fútbol ecuatoriano el 25 de enero de 1998 y también sería finalista de la Copa Libertadores de 1998 –perdió ante Vasco da Gama–, cuando el Maradona futbolista ya había terminado de escribir su historia y el ideólogo del Dream Team esperaba en el exilio que prescribiera su causa. Al día de hoy, los hinchas amarillos piensan en que pudieron haber tenido al mejor del mundo en su equipo si la locura de su presidente no hubiese sido tan grande como una de las famosas tortugas que habitan las Islas Galápagos que Diego nunca pudo habitar.

Sebastián Chittadini
Twitter: @SebaChittadini

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1 Comments

  1. Realmente es una página brillante, emotivas y fantásticas historias que el mejor del mundo hizo realidad. Gracias por deleitarnos a los lectores, tanto como los momentos inolvidables que el «10» nos ofrendó durante todo el tiempo que le tocó jugar al Fútbol. Eternamente.

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