Markitos Zuker le sonreía a las oportunidades, al fútbol y a las insurrecciones. Su ternura de pibe de barrio, hincha de Defe y del Ciclón, no le impidieron tener la bravura necesaria para dar su propia vida a cambio de la vida en la que creía. Escribe Martín El Lakkis.
El “Pato varieté” lo apodaban a causa de su simpatía y su histrionismo actoral. Logró zafar de la cana de los milicos, por intervención de su padre, el cómico/actor homónimo suyo. Entonces tuvo que exiliarse.
“Tal vez te sirva para saber lo mucho que te quiero, decirte tal vez como premonición, que si en una de esas, esa gran amiga mía que es la vida me juega una mala pasada, una de las imágenes que quedará conmigo para siempre será la tuya”. Le escribió una vez a su amada hermana Cristina.
Decidió retornar al país durante la denominada contraofensiva, vestido con la rojinegra a bastones de Defe calada al estilo de Caldas. En sus propias palabras regresó para “luchar por la memoria de los compañeros muertos y nuestro pueblo”.
Un compañero que compartió los últimos años con él lo describió así “el Pato Zuker era un leon africano en serio, emanaba fuerza, valentía, entusiasmo, coraje y convencimiento, nadie lo convenció de nada porque no era un perejil”.
Durante su estadía obligada en Madrid se hizo hincha del Aleti por la cantidad de argentinos que jugaban allí. Y bien argento y peronista imponía cantos como “Bernabéu compadre el coño de tu madre”.
Se convirtió en el lider de los forofos, como denominan a los hincha del Atlético de Madrid.
En el mundial 78, desde España tambien, seguía los partidos y festejó el campeonato; un poco de alegría entre tanta desidia.
De eso estaba hecho Markitos, bravura, ternura y un amor incondicional por el deporte, pero sobre todo el fútbol, que daba sentido a su lucha y su vida.
En cuanto los perros falderos de Estados Unidos gatillaron sus miserables municiones en su cuerpo de mártir Zuker se transformó en símbolo de batalla. El había regresado al país por lxs compañerxs caídos y de la mano de su sacrificio se encendieron miles de luces militantes en su barrio.
Para pintarlo de cuerpo entero hay que rememorar la carta que envía de puño y letra en el año 1979 a un amigo luego que Defensores derrotará 1 a 0 de local a Tigre, postergando su vuelta olímpica hasta la última fecha. Habían venido con el camión de bomberos para celebrar la segura vuelta gloriosa a Victoria:
“Fui a buscar el Clarín al quiosco de siempre, en la Puerta del Sol, frente al Ayuntamiento, en pleno centro de Madrid. Mientras viajaba en el metro, imaginaba lo que me iba a encontrar, estaba seguro de que Defe había ganado. Al abrir el diario busqué desesperado la parte de deportes y al ver ese 1 a 0 con gol del Turco Haffez, de la alegría tiré el diario por el aire y se desparramó todo… El Gallego que atendía el quiosco no entendía nada…”.
El asesino, infeliz y deslenguado del genocida Cristino Nicolaides dijo haberlo interrogado. Tanta era la entrega de “El pato” a la causa y a la vida que rechazó ser vendado en sus ojos cuando le ofrecieron previo a fusilarlo. Recibió las cobardes balas de frente a sus verdugos y de cara al sol. Sin dudas Markitos pudo ver en ese momento a la verdad de pie, logrando transformarse él en ese trance, en un conducto espacio/tiempo uniendo las luchas anteriores a él y las posteriores
Hoy la tribuna local del Club Atletico Defensores de Belgrano lleva su nombre marcado a fuego. Única en el mundo con el nombre de un desaparecido impartiendo justicia popular. Su cara en el mural de la puerta mira a la ex ESMA, brama libertad y dimana vida.
Una agrupación del barrio porteño de Núñez también lleva orgullosa su nombre y lo flamea como bandera a la victoria.
Markitos,el fútbol y la entrega por el otro son el mundo donde caben todos de mundos.
Martín El Lakkis