En el día del cumpleaños de Fernando Gago, queremos recordarlo con una de sus mejores facetas. ¿Los pases? ¿Marcar el ritmo del juego? ¿La ubicación? No, su capacidad para nunca rendirse y siempre volver a intentarlo.

El miedo al fracaso, al ridículo, a creer que eso no es para mí; qué no, que mejor me quedo acá cómodo; que para qué me voy a tirar a la pileta, mirá si tiene poca agua y me lastimo. Este tipo de razonamiento suele ser el que hacemos la mayoría de los mortales. No Fernando Gago.

Mientras un ejército de reidores fracasados juega a ver quien es más ingenioso por twitter, el tipo se le planta al destino una y otra vez. Gago es una demostración constante de voluntad y amor por lo que se hace. Porque no es una serie de desgarros o una rodilla hinchada, Gago se lesiona de verdad al punto de no poder volver a caminar. Imaginensé seguir intentando algo, sabiendo que el resultado puede ser meses sin caminar. ¿Cuántos se animarían?

Hace años que en los grupos de whatsapp o en las cervezas post partido circula la misma frase: «Ya está, no puede jugar más. Se retira». Muchas veces sin mala leche, parece lo lógico. Todos vemos que el cuerpo no le da, que lo sensato sería colgar los timbo y dedicarse a patear penales en la costanera con su pibe. Conozco mucha gente que jugando fútbol con los amigos se rompió una vez los ligamentos y no volvió a pisar una cancha ni con los hijos. Pero Gago siempre vuelve. Por amor a la pelota, por amor a dejar solo al delantero, por amor a la incredulidad cuando hace pasar la pelota por donde nadie imaginaba, por amor al hijo que le preguntó por qué no jugaba.

Ojalá tuviéramos las ganas, la voluntad y el ansia de Gago. Ojalá nos plantáramos contra la vida como se planta Gago.
Ojalá tuviéramos la valentía de soportar el ardor de las lágrimas una y otra vez, pero siempre volver a intentarlo.

Yo quiero estar siempre del lado Fernando de la vida, no del lado de los que se ríen y lo máximo que intentaron fue sacarse una foto sin fotoshop.

Juan Stanisci