Que campeonatos largos, que Nacional y Metropolitano, que Apertura y Clausura. Mejor que se llamen Inicial y Final, aunque solo sea un cambio de nombre. ¿Y si armamos un torneo de treinta equipos? Mejor lo armamos para desarmarlo, con transición en el medio, para llamarlo superliga. Aunque después podemos volver a los treinta, o quedarnos en veintiseis. La histérica organización de campeonatos de AFA, idas y vueltas de un fútbol des-organizante.
En esta época atravezada por la pandemia del coronavirus se volvió a instalar el tema de la reforma de los campeonatos de AFA. Con seguridad no hay nada, solo rumores. Los directivos de la asociación y los clubes bosquejan darle un cierre al 2020: jugar las diez fechas que quedan de la Copa de la Superliga, más las semis y la final, anular descensos, permitir dos ascensos y modificar el calendario de febreo a diciembre para el 2021.
Por el momento, repito, no hay nada firme. Como tampoco lo es la idea de que empiecen a sumar equipos a la primera (sin descensos por dos años o con cuatro ascensos y dos bajas) para llegar a 2023 con treinta equipos otra vez. Y usted, amable lectora o lector dirá, ¿no estábamos desarmando un torneo de treinta equipos? Correcto, en eso estamos. O masomenos.
Y digo masomenos porque el tema descensos fue polémica durante unos meses y hasta revivieron la gloriosa y no por eso insufrible promoción, que no se jugaba desde 2012. Cuatro descensos era el plan, se recortó a tres antes de arrancar, dos y la promo en febrero, volvió a tres para, pandemia mediante, no existir descensos.
Retomemos el (posible) campeonato de treinta equipos en 2021: suena una locura desarmar para armar, pero no lo es si nos ponemos a ver que se repiten varios nombres en la comisión ejetiva de Superliga que le votaron el primer intento en 2014 a Grondona, tras su muerte lo intentaron arreglar y ahora lo quieren volver a armar.
En Superliga están José Lemme (DyJ), Rodolfo. D’ Onofrio (River) y José Mansur (Godoy Cruz). A estos se les suma Matías Lammens, antes como parte del comité de AFA, ahora como ministro de Deporte y Turismo. Pero el más increíble es el actual presidente de AFA, Claudio Tapia, aunque desde otra función.
Vayamos a la historia de los campeonatos de AFA para entender la histeria. Del 31 al 66 largos, a dos ruedas, de marzo a noviembre. Con 18 o 20 equipos, a veces 16 y hasta 14. En el 67 pasaron a nacionales y metropolitanos, con la incorporación de equipos del interior del país. Dicen que el técnico de la selección de ese momento, Carlos Bilardo, hizo fuerza para que se desarme ese formato y pase a ser un torneo largo en calendario europeo (agosto a mayo-junio).
No sabemos si fue el doctor efectivamente pero sucedió. No sin antes la primer desprolijidad: los primeros seis meses del 86 no hubo fútbol de primera. Racing, flamante ascendido, prestó todo su equipo a Argentino de Mendoza para que juege un torneo regional y así no resignar dinero esos seis meses.
Tras cuatro temporadas largas, aparecieron los cortos. A mitad del 90 se inauguró el primer Apertura del futbol argentino, aunque el titulo, solo por esa temporada, se debatiría con el campeón del Clausura. Newell´s y Boca, Apertura y Clausura respectivamente, jugaron una final que se llevarían los de Rosario. A partir de ahí, dos campeones por año.
En el 2012 decidieron hacer un pequeño cambio de nombres y el Apertura pasó a llamarse Inicial y el Clausura, Final. Y agregaron una final que se llamó Copa Campeonato. Pero ambos finalistas sumaron el título conseguido en los cortos. En época de revisión de estrellas y copas, esa idea duró una temporada.
Ya empezaban los cambios seguidos y la siguiente temporada fue la última de cortos. Se aprobó en 2014 el torneo de treinta, metieron uno de transición para cerrar el año y todos contentos. Pero el experimento les quedaba a contramano de Europa. Entonces, con Don Julio ya finado, se mandaron otro de transición y ahora sí: a mitad del 2016, temporada larga como en el viejo continente. En 2017 la bautizaron Superliga, pero ya avisaron que la temporada que terminó recientemente fue la última con ese nombre.
De todos estos años donde el fútbol de primera fue variando histéricamente de formato y cantidad de equipos, entre los más perjudicados se encuentran los equipos de ascenso. Son rehenes de las decisiones de arriba con increíbles cambios en sus formas de jugar, torneos llenos de equipos, descensos multiples y reclasificatorios para reacomodar, metropolitanos e interior con desventajas evidentes y lo más visible: torneos de ascenso con poco entusiasmo.
Así llegamos a nuestros días, con siete cambios en primera división en 30 años y posibles modificaciones a futuro. La centralidad no pasa por cuantos equipos tiene la categoría, si es largo o corto, o el nombre del torneo: el fútbol argentino peca de ambicioso y sufre por desorganizado.
Federico Cavalli