El tipo que solo quería jugar a la pelota. Sin importar como ni cuando ni donde. Un héroe de barro y de barrio. Una leyenda que no puede morir, simplemente porque las leyendas no mueren. Escribe Martín El Lakkis tirando paredes con la poesía.

“Ladran mi’ dogo’ porque entraron lo’ bobo’ (Eh)

Ladran lo’ bobo’ porque entraron mi’ dogo’ (Eh)

Se pincha el globo, no hay piñata

Ya lo delata, mansión de lata

Prefiero vivir con las ratas

Que con los dueños de toda las gatas (Eh)eh)”

El fútbol tiene un d10s, un Messías y varios reyes.

Pero hay un ser, con los mismos o peores defectos que nosotros qué simplemente ama jugar a la pelota. Lejos de la cima del mundo del espectáculo, incluso de los lujos y las súper modelos que rodeaban a otro carpintero del balón como George Best, este hombrecito sencillamente es feliz cuando sus pies acarician el esférico.

Me entero que convocaron a Carlovich a la selección de los cielos, donde juegan los eternos.

“Bichi, no sé qué nos miras por eso no filmo, uh-oh, uh-oh

No quiero cheto ni gringo (Uh)

Turro de fiesta en el bingo (Uh-ah)

Dice que traigo buen ritmo

Yo quiero ser como Ringo (Yeh, yeh)”

Parece que de un golpazo le hicieron el llamado, el medio fue bastante injusto, la maquinaria de la desigualdad se lo llevó puesto, lo golpearon para robarle la bicicleta. El fin evidentemente era el correcto. Inmortalizarlo, canonizarlo en el corazón de los desconocidos de siempre, en las mentes cautivas que idolatran la libertad. Me sueltan por cucaracha que algunos ángeles se manifestaron en las nubes porque querían verlo jugar.

Pelé, Beckenbauer y Johan Cruyff, han mutado en oro el suelo que pisaban. Diego Maradona convertía el agua en vino. Lionel Messi hace caer imperios con solo una mirada, de perro escueto, pero fiel. En cambio Tomás Carlovich solamente juega a la pelota. Como si fuera poco. Un canino también, pero de esos con la costumbre de no contentarse con los restos.

Y como todo jugador a veces podes meterla en un ángulo o colgarla a la tribuna.

“Wacho, acá estoy yo

(¿Si o no?)

No me hagas calentar

Si me hablás me mirás

Lo que digas vos no va a ser verdad

Lo que digas vos va a ser una mierda-da-da-da”

Otro predicador de los valores inquebrantables de la vida me cuenta la siguiente anécdota: “Fuimos con mis amigos a la cancha de Atlanta para ver si podíamos rescatar una pelota Pintier. Jugaban Central Córdoba contra algún equipo. Pateó Carlovich, nos llegó la pelota y la encanutamos. Nos volvimos caminando, antes que termine el partido, atravesando el parque Los Andes.”

El de la anécdota es mi viejo, el de las botellas al mar un tal Trinche.

Una vez el gordo Juan en una de esas tardes jugando a la pelota en La Cullen, colgó del primer puntinazo la número 5 que me habían regalado ese día para mi cumpleaños. Un globo, horrible, pero se podía haber jugado al fútbol con ella. Probablemente el que la encontró le dio buen uso.

Héroes anónimos (o casi) que juegan para la tribuna en el mejor sentido de la mal bastardeada frase.

“Yo cuento gata, no quiero saber lo que dice (Don’t tell me)

No sé cómo hace para dibujar tan crazy (Oh, no)

No te conviene seguirme los pies (No, bichi)

Bichi, no escucho tus cosas, mejor si la anotan después”

Como nunca trabajó de futbolista nunca pudo colgar los botines. Pelotas. El Trinche colgaba pelotas al océano de la humanidad de los sedientos de fulbo. Los pibes de ayer y de hoy, y el niño que habita en nosotros las van a recuperar siempre para armar el trono de cuero en el Olimpo del santo de los que no se creen ninguna.

¿La habrá colgado sin querer esa tarde en el barrio de Chacarita, lejos de su rosario natal, el inventor del caño de ida y vuelta?

Las leyendas no pueden morir. No tienen la capacidad, simplemente no lo hacen.

“Así que corre, ve y dile

Que ahora estamo’ en el cine

Hacemos que el mundo gire

No, no, no, no delire (No-no-no-no-no-no)”

En algunos casos se eternizan, dejando jirones de lo que fueron en un grupo de pibes que se apropia de una pelota colgada al infinito.

Y no le llegan los roca, por suerte.

Esta noche juega el trinche.

Martín El Lakkis

La canción es «A mí no» de Paco Amoroso y Catriel.

1 Comment

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