Marcelo Alejandro Delgado es uno de los jugadores más importantes de la historia reciente de Boca, pero por alguna extraña razón, siempre quedó a la sombra de otros jugadores como Riquelme, Palermo, Guillermo o hasta Aníbal Matellán. Escribe Juan Stanisci.
La noche que Ameal ayudó a Riquelme a volver a Boca, fuimos con Carla a la puerta de la Bombonera a eso de las 3 de la mañana. Había un puñado de gente esperando la salida de Román. No sabíamos si todavía estaba adentro o si ya se había ido, pero valía la pena intentarlo. En eso alguien sale. Son dos. Se abren las puertas. La gente se amucha contra las rejas para sacarse fotos. Es Battaglia. La segunda persona pasa desapercibida. Se va por la vereda confundiéndose en la oscuridad. Es el Chelo. Más gordito, siempre perfil bajo.
Un tipo con una guitarra devoto del Gauchito vino desde Quilmes para tratar de ver a Román. Se acerca a nosotros con el celular en la mano. En la pantalla se ve una foto movida de él, al lado del jugador más ganador de la historia de Boca. «Cuándo le muestre la foto a mi pibe con el Seba Battaglia, se va a querer matar.» dice. «Al lado iba el Chelo» le contesto. «¿Qué Chelo?» me pregunta. «El Chelo Delgado» le digo. El tipo no lo puede creer, se le pasó el Chelo en las narices. Así como Alguna vez le pasó a Karanka, Geremi o Hierro.
Hace poco volví a ver la final contra el Real Madrid y me llamó la atención el poco espacio que ocupaba en mi memoria el Chelo Delgado. Palermo hizo los goles, Riquelme manejó el tiempo y Matellán se olvidó de quién era para comerse a un tal Figo en una baguette.
Pero además estuvo el Chelo. Que lo encaraba a Geremi y lo dejaba de garpe. Que iba a la espalda de Roberto Carlos. Que le jugaba mano a mano a Hierro. Hay una jugada en el primer tiempo dónde El Hombre de los Tres Dedos, arranca a la espalda de Roberto Carlos; lo encara a Karanka y lo pasa; sigue Hierro y pasa; lo intentan cerrar entre todos y Casillas, alcanza a definir aunque la pelota queda en el arquero español. La jugada es muy similar, guarda con esto, al gol de Diego a Bélgica.

Pero El Hombre de los Tres Dedos no solo fue una de las figuras en el partido más importante de la historia de Boca. Seis meses antes le ocurrió algo similar a lo de Japón. Se jugaba la vuelta de los cuartos de final de la Copa Libertadores. La ida había sido 2 a 1 para River en el Monumental. Los primeros cuarenta y cinco minutos pasaron con las redes quietas y las gargantas vacías de gol. Arranca el segundo tiempo y River tiene la primera chance. A los catorce minutos Riquelme encara por izquierda, engancha una vez, engancha dos y cruza un pelotazo sin mirar a la otra punta del área. Sólo entra Delgado que ante la mala salida de Bonano define con el arco vacío. El Hombre De Los Tres dedos abría un partido que se cerraba cada vez más. Luego vendría el caño a Yepes. Faltando cuatro minutos Riquelme de penal pondría las cosas 2 a 0 y el global a favor de Boca. Y en el final Palermo con aquel gol épico y en cámara lenta, pondría el 3 a 0. Delgado volvía a quedar a la sombra de Palermo y Riquelme.
En la Copa Libertadores del año 2001 fue el goleador del equipo con cinco junto a Guillermo. Por la tercera fecha del grupo 8, Boca recibía a un aguerrido Deportivo Calí. El equipo colombiano arrancaba ganando, pero el Chelo lo daba vuelta, primero con un típico gol empalmando la pelota con la cara externa del botín derecho y después con un fierrazo cruzado. En octavos de final le hizo dos a Junior, para ganar 3 a 2 en Barranquilla y encaminar la serie. En la final se venía el Cruz Azul mexicano. 115 mil almas llenaron las tribunas del Estadio Azteca esperando el triunfo de La Máquina Cementera. Iban sesenta minutos, y las redes seguían intactas. Sale Giménez y entra Delgado. A once minutos del final, El Hombre de los Tres Dedos, la agarra de afuera. Bomba. Gol de Boca que se va para Argentina habiendo ganado de visitante. La vuelta sería para los mexicanos. Boca se consagraría campeón en los penales con un Óscar Córdoba brillante.

Seis días antes del anuncio del corralito financiero Boca volvía a jugar en Japón. La final de la Copa Intercontinental contra el Bayern Munich encontró al Hombre de los Tres Dedos frente a una rigurosidad bastante extraña del árbitro danés, Nielssen. Fue expulsado por doble amarilla: la primera por continuar una jugada cuando ya había sido anulada; la segunda por simular un penal. En el mismo partido se vio un juego muy brusco, por lo cual resulta raro que el único expulsado haya visto la roja sin pegar una patada. Pero eso es otra historia. Delgado quedó marcado por esa expulsión como Ortega por la del mundial 98.

Después de una primera mitad de 2002 olvidable, Boca pelea el campeonato frente a Independiente de la mano del Hombre de los Tres Dedos: nueve goles lo dejaron como el goleador del equipo. El 27 de octubre River recibía a Boca en el Monumental. Llegaban los dos como escoltas de Independiente a ocho puntos del equipo de Avellaneda, el que ganara se prendería del campeonato. Ese partido tuvo la rareza de que los dos equipos eran dirigidos por técnicos extranjeros: el chileno Pellegrini en River y el uruguayo Tabárez en Boca; algo que no sucedía desde el Nacional 71. Esa tarde Boca ganó con dos golazos del Hombre de los Tres Dedos: un tiro libre que si bien fue al palo del arquero, llevaba un efecto que lo hizo inatajable; a falta de diez minutos, Bracamonte baja un pelotazo y deja la pelota muerta, que Delgado calza para romperle el arco a Comizzo. Si Boca llegó a pelear ese torneo hasta el final, hasta aquel famoso cabezazo de Pusineri, fue por la presencia del Chelo. En ese equipo comenzó a afianzarse un tal Carlitos Tévez, pero eso también es otra historia.
El Hombre de los Tres Dedos comenzaba a afirmarse más como centro delantero que como acompañante. Para el 2003 volvió Bianchi y dejó de lado el enganche utilizado en el ciclo anterior, para apostar por una delantera tremenda: Delgado, Tévez y Barros Schelotto. Entre los tres marcarían 20 goles en la Copa Libertadores: 16 de ellos entre los octavos de final y la final. El Hombre de los Tres Dedos fue el goleador de la Copa con nueve y, al día de hoy, es el último goleador que tuvo Boca de la Libertadores. Para terminar de cerrar la herida que se había abierto en Japón contra el Bayern Munich, hizo los dos goles de la final de ida contra el Santos y uno en la vuelta. Tampoco le alcanzaría al Chelo, de esa Copa se recuerda más a Tévez o a Guillermo Barros Schelotto.

Marcelo Alejandro Delgado figura entre los cinco jugadores de Boca que más goles hicieron en la Copa Libertadores. Así todo, siempre se mantuvo a la sombra de otros jugadores de aquel ciclo ganador de Boca. Si se le pregunta a cualquier hincha por los futbolistas más destacados de aquellos años, probablemente no figure entre los primeros cinco. Ni siquiera habiendo sido clave en partidos definitorios como la serie con River en el 2000, la final con el Real Madrid, la ida con Cruz Azul o la serie con el Santos.
Las idoloatrías siempre son un misterio y a veces un poco injustas. Pero también puede haber otros intereses. Quiénes gobernaron en Boca durante aquel período, quisieron reescribir la historia del club: a través del museo, homenajes, plaquetas o videos. No se puede pasar por alto que Delgado fue el primero en exponer públicamente que Macri realizaba negocios personales con las transferencias de los jugadores, quedándose con porcentajes de las mismas. Fue durante una gira por Japón: “a lo mejor quiere hacer algún negocio personal para él en este caso. Por eso puede ser que esté tan empeñado a no dejarme ir.” Las declaraciones de Delgado destaparon la olla: Jorge Bermúdez y Antonio Barijho apoyaron al Chelo certificando sus dichos. El delantero fue separado del plantel y sancionado, al día siguiente salió a pedir disculpas diciendo que sus palabras habían sido malinterpretadas. Nunca se supo si hubo algo más que generara esta contradicción en Delgado. Pero lo cierto es que ni antes ni después hubo de parte de la dirigencia el reconocimiento que merecía. Aunque caerle solo a los dirigentes sería injusto, por alguna extraña razón los y las hinchas de Boca no lo reconocen como se debe. O no lo reconocen a secas, como el guitarrero devoto del Gauchito. Quizás esto no le preocupe al Hombre de los Tres Dedos, que siempre apostó por el perfil bajo, pero quién escribe consideraba necesario reivindicarlo.
Juan Stanisci
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