Breves apuntes para entender por qué River perdió como perdió contra Palmeiras. Escribe Santiago Núñez.
El gesto de consuelo de Javier Pinola a su compañero Robert Rojas luego del garrafal error del central paraguayo en el segundo gol de Palmeiras fue un resumen contundente de la noche de River. Tristeza, impotencia e incomprensión en tiempos de amor, de un equipo desacostumbrado a golpes como el de ayer, posiblemente la peor derrota de los últimos 7 u 8 años. La noche catastrófica del conjunto de Gallardo es difícil de entender y más aún de explicar, pero, hilando fino, hay varios elementos que permiten ayudar a comprenderla. Y que van más allá de la casualidad.
- Una parte del partido no requiere mucho debate. River mereció llegar a los 26 minutos (momento del primer gol de Palmeiras) uno o dos goles arriba pero recibió una jugada fatal (con error de Armani y mala fortuna en el rebote en De la Cruz) de la que le costó recuperarse. Cuando lo hizo (últimos 10 minutos del primer tiempo) no fue contundente. Al final del primer tiempo River tuvo entre 4 o 5 situaciones de gol claras frente a una de Palmeiras (el gol anulado, porque el válido ni siquiera cuenta), además del dominio claro del balón.
- El segundo tiempo tuvo un minuto y medio para River pero luego dos errores puntuales que se pagaron carísimo frente a un rival de una contundencia magnífica: la falla en lamarca de Rojas y la escasa capacidad y viveza para solucionar el error con una falta táctica y la infantil expulsión de Jorge Carrascal. River tuvo el descuento cuando estaba 0-2 y así cambiar el curso del partido, pero volvió a desaprovecharlo. Lo que pasó después del 0-3 es de difícil análisis, con un equipo diezmado sin tener en claro sus objetivos y derrotado anímicamente por la situación
- Más allá de las rarezas, hay cuestiones de fondo. Aunque haya procesos más largos, difíciles de identificar con certeza en el verde césped, es claro que River no tiene un plantel acorde a pelear Copa y campeonato. Son 14 jugadores con rodaje y varios más haciendo sus primeras armas. Es evidente que el equipo sufre la desvinculación y venta de jugadores cuyos puestos no fueron casi nunca reforzados. Desde la final de Madrid, por ejemplo, se fueron de River jugadores como Maidana, Martínez Quarta, Palacios, Pity Martínez, Juanfer Quintero, Scocco, Pratto. Solamente llegó Suárez como jugador de renombre. Si bien no perdió jerarquía en términos generales, sí le ha ocurrido en algunos puestos y sobre todo ha obligado a muchos jugadores al desgaste físico. No parece por la solidez que ha encontrado Gallardo y su cuerpo técnico, pero desde el punto de vista del plantel River no está para pelear todo lo que está peleando. Eso se paga en errores individuales concretos: Es Martínez Quarta quien tendría que haber frenado a Luiz Adriano en el segundo gol y quizás no Rojas.
- Ese cambio del plantel, a su vez, le quitó herramientas a River para ir en busca de los resultados. En más de una ocasión, ganando más que perdiendo, lo sufrió: hoy River para encontrar la victoria debe encontrarse con el deleite y la magia de mil toques y una posesión del balón de absoluta supremacía. En momentos en los que eso no ocurre (porque el rival encuentra una buena forma de defenderse, porque el otro equipo le saca la pelota o simplemente por un mal día) sufre. Le pasó con Banfield, Boca, Arsenal (en un partido que River mereció ganar 4 a 0 y casi se lo empatan) y ayer. Este tipo de fútbol, seguramente más efectivo, vistoso y contundente, contrasta con otros “River de Gallardo” de menor volúmen de juego pero más herramientas para saltar líneas o hacer goles de pelota parada. Los equipos de 2015 y 2018 ganaban partidos sin superar por tanto al rival y eso es un valor que para la Copa encuentra sentido. En octavos del 2015, River se defendió férreamente y planificó casi de forma teledirigida ganarle 1 a 0 a Boca. Si bien en la vuelta con Cruzeiro y en la final jugó dos partidazos, no fue así la serie con Guaraní (ganada con un córner y dos pelotazos largos). En 2018, la victoria en el Arena do Gremio viene a partir de un tiro libre y un “a la carga barracas” en el final. La “gloria eterna” a veces necesita para ser conquistada esas armas.
- Ayer River no encontró la fortaleza psicológica para sobreponerse a la dificultad. En la Copa a veces hay situaciones insólitas e injustas e igual hay que tener la capacidad para poner la mente en blanco y volver a empezar. Sin ir más lejos, River lo tuvo que hacer tres veces en la final contra Boca del 2018. Posiblemente la salida de Maidana y el paso de Ponzio a ser suplente hayan deteriorado esa fortaleza mental, en un valor que River tendrá que reconstruir. El impacto anímico negativo ante cada gol de los brasileños y las reacciones de Carrascal, De la Cruz e incluso Borré (de lo más destacable de ayer) no son propias de un equipo del Muñeco.
- En River, es evidente, hay un exitismo. Los títulos logrados en los últimos años hacen olvidar que estar entre los cuatro mejores de América por quinta vez en seis Copa es un logro en sí mismo, así como también estar en el centro de la escena todo el tiempo genera un clamor de venganza cuando se pierde por parte de algunos detractores.
Los hinchas, por el contrario, se bancan la que tengan que bancarse. No tienen otra. El amor y el respeto por este equipo así lo ameritan. River, salvo un verdadero milagro futbolístico, se encuentra afuera de la Copa. La vida es así.
Por eso lamentamos que, además de todo, al final haya habido silencio. Nos hubiera gustado que haya miles revoleando trapos, porque no hay lágrima que empape las ilusiones de hoy y de siempre.
Y que esos griten que, jugando bien o jugando mal, a River lo quieren. Que no les importa nada. Que siempre lo van a alentar.
Santiago Núñez