Hoy se vuelven a enfrentar Liverpool y Real Madrid como hace dos años y medio en Kiev. Aquella noche terminó con el equipo español campeón y Loris Karius condenado a cargar con la cruz por sus dos errores. Escribe Juan Stanisci.
«Cuida los palos Barbosa
Tabaré Cardozo
Del arco del Brasil
La condena del Maracaná
Se paga hasta morir»
Los únicos que intentaron lavar las culpas de Moacir Barbosa, el arquero del Maracanazo, fueron uruguayos. Al escuchar la canción de Cardozo o leer el texto que le dedicó Eduardo Galeano, la condena que le impuso el pueblo brasileño a su arquero parece cruel y exagerada. Es algo que pasó hace muchos años, pensamos. Eso ya no debería ocurrir.

Pero ocurre. Loris Karius fue el arquero de la final de la Champions League 2018. Aquella noche en Kiev, Karius tuvo según el periodista de El País Diego Torres «la actuación más desastrosa de un portero en la historia de las finales de la Liga de Campeones.» Imposible olvidarlo: un gol servido con la mano a Benzemá y un remate de Bale que se le escurrió entre las manos como el agua, el amor o las buenas intenciones.
Es cierto que Karius tuvo una actuación tétrica aquella noche ucraniana. Él fue el primero en saberlo. Ni bien terminó el partido recorrió los cuatro costados del estadio con las manos juntas a la altura del pecho pidiendo disculpas. No alcanzaban sus ojos para tantas lágrimas. Después de la final, Klopp intentó decir que Karius había sufrido una conmoción cerebral tras un golpe de Sergio Ramos. Le buscamos respuestas lógicas a algo que no las tiene. El ser humano se equivoca de las formas más ridículas. No se elige cómo ni cuándo, simplemente sucede. Pero no es lo mismo equivocarse en un trabajo mundano que siendo el arquero de uno de los equipos más importantes del mundo y en una final de Champions League. Un error en esa instancia puede significar el final de una carrera, sin importar todo lo que el jugador había hecho hasta ese instante. O esos instantes.

Pasaron dos años y medio de aquella final. No volvió a atajar en el Liverpool. Pasó al Besiktas donde fue abucheado por su propia hinchada tras recibir seis goles del Erzurumspor. Estuvo dos años en Turquía, recibió 95 goles en 67 partidos.
Volvió a Liverpool sabiendo que su destino no podría estar ahí. Ni al equipo dirigido por Klopp le interesaba su regreso, ni a él volver a pisar esos pasillos ni cruzarse con esas caras que mezclan lástima con algo de rencor. Ambos esperan que llegue el 31 de junio del 2022, el día que se acaba su contrato con el club.
“Quizás volviendo al pago”, habrá pensado. Armó las valijas y se fue al Unión Berlín, la ciudad donde vive su novia. El día de su presentación no dijo que llegaba a recuperar su carrera, tampoco que quería ser campeón o pelear puestos europeos. Karius llegó al Unión Berlín con la expectativa de ser el dueño del arco. Pero no lo logró. Como pasa con los arqueros suplentes en Europa, le tocó atajar en la Copa de Alemania. Fue un suspiro, en el primer partido el Unión Berlín fue eliminado por el SC Paderborn 07, un equipo de la segunda categoría que se encuentra décimo primero.
Pasaron sesenta y ocho años entre la condena de Barbosa y la de Karius. El fútbol pasó de la radio a la televisión. Las imágenes en blanco y negro se llenaron de color. Se empezó a jugar la Copa de Europa, luego Champions League. La Copa Jules Rimet fue robada, recuperada, ganada por Brasil definitivamente y vuelta a robar. La pelota cambió el cuero por los materiales sintéticos. La globalización se metió de lleno en el fútbol. Aparecieron los capitales extranjeros y llevaron los salarios a niveles obscenos. Pero la misma crueldad sigue ahí, buscando nuevos chivos expiatorios.

Karius se encontraba en el An der Alten Forsterei, el estadio del Unión Berlín, rodeado de periodistas. El equipo recién ascendido presentaba a su nuevo arquero. Los periodistas eran muchos más de los que suele haber en la presentación de un refuerzo para un equipo que acaba de subir de categoría. Karius esperó, como debe hacerlo cada noche antes de irse a dormir, que llegue la pregunta. Ésta no se hizo esperar. El primer periodista agarró el micrófono y la pregunta se hizo carne. “¿Has superado la final de Kiev o temes que aquella noche acabe grabada en tu lápida?” La respuesta de Karius fue corta “lo superé hace tiempo.” No sabemos si es cierto o no. Pero parece que no es el único que debe superarlo.
Para reconstruir su carrera, Karius no depende de sí mismo. Los fantasmas de Kiev vuelven en los hinchas o en los periodistas. Esperamos que dentro de cuatro décadas el arquero alemán no repita las palabras de Barbosa rescatadas por Galeano: “En Brasil, la pena mayor por un crimen es de treinta años de cárcel. Hace 43 años que yo pago por un crimen que no cometí.”
Juan Stanisci
Twitter: @JuanStanisci