¿Cómo es ser hincha de un club de pueblo? Compartir con el resto de la hinchada mucho más que noventa minutos ¿Qué lazos unen a toda una comunidad para representarla a través de una pelota? Escribe Rafael Sagripanti.

Ser hincha de un club de pueblo ¿En qué nos hace pensar ello? ¿Pueden existir cuestiones heredadas? Cuestiones vinculadas al devenir y la descendencia de estructuras familiares que acrecientan la dinámica de asociación al lugar o las prácticas que se realizan en su interior. La conjunción de un todo, que tiene que ver intrínsecamente con una formación ligada a una Identidad Cultural, la cual atraviesa la vida de una comunidad, de sus instituciones.

¿Y qué tan fuerte es esa identidad en un pequeño pueblo del interior del interior y, quizás, más adentro? ¿Y qué tan fuerte es el arraigo de esa comunidad al club de pueblo? En el pueblo, donde los lazos que nos unen y las redes que formamos son una y sólida; en donde los valores, las creencias, y en este caso, las pasiones confluyen allí nomás en la inmediatez del espacio geográfico urbano limitado, el de las relaciones cercanas que implica al todo, a la comunidad casi en su totalidad. Allí, donde todos saben todo del otro, en las calles del pequeño pueblo donde todos nos conocemos; donde el club del pueblo es único, porque sus fundadores son bisabuelos de nuestros amigos o nuestros abuelos, porque no hay un club rival allí, en los límites del pueblo.

Pocas situaciones han convivido en mí como lo son aquellas en las que puedo desarmarme en un llanto. Pueden ser dos, o tres, como mucho. Todas con un factor común: la derrota, la derrota de nuestro club en las finales de la liga local de fútbol 2004 y 2011 ante rivales que en nuestro caso es un club del pueblo vecino (limitaciones geográficas de la pasión). En primer lugar, cuando el Atletic Club Montes de Oca allá por 2004 a instancias finales de la Liga Cañadense, después de un voluptuoso y deslumbrante juego colectivo en todas las etapas del campeonato, la perdió en manos de Argentino de Las Parejas. La segunda emoción tiene que ver con una nueva edición de una final de la Liga Cañadense, esta vez en 2011 y para deleite de Sportivo de Las Parejas también la perdimos. Pero lo que pasó en mí también pasó en el pueblo, en  los amigos, en las calles, en el bar.

Entonces es allí, en ese punto cuando me detengo a pensar y reflexionar en torno a los aspectos de la cultura, de la identidad, de la dinámica cultural, de eso que nos absorbe y que llevamos dentro estemos en donde estemos y que permanentemente construimos, deconstruimos, reconstruimos en el proceso mismo de la dinámica cultural.

 Y es allí en el pensarnos cuando surge la identidad que se presenta como un concepto que muta de acuerdo a la construcción del “otro”. Rossana Reguillo plantea pensar la identidad como un proceso relacional “que supone simultáneamente un proceso de identificación y un proceso de diferenciación, lo que implica necesariamente una tarea de construcción, la identidad se construye en interacción (desnivelada) con los otros, los iguales y los diferentes. La identidad instaura su propia alteridad.”  Por lo tanto, de la producción de sentidos y significados que se generen en aquellos procesos comunicacionales se podrán ver a partir de los cantos de la hinchada, gritos, insultos, relaciones, conversaciones, vínculos y de la observación en el campo, qué construcción de sí mismos y qué percepción del “otro” se realiza.

En principio, pensar la identidad cultural de una comunidad remite a pensar en aquellos valores, costumbres, aquellas tradiciones, en aquellas pasiones que confluyen en este caso en el club de pueblo como aquel lugar de construcción de identidad cultural sujeto a contextos muchas veces predeterminado por la disyuntivas políticas y que en mayores oportunidades ofrece mecanismos estáticos. La identidad es y se constituye en contraposición a un “otro”.

La comunidad se proyecta hacia el club y el club a la comunidad en una simbiosis propia también de la dinámica cultural e institucional de la sociedad, que implica asociar mecanismos de solidaridad social y filiación que hace surgir eso que llamamos Cultura del Aguante, entendida como un efecto transformador-constructor de identidad y como un puente, un nexo, que posibilita que el sujeto se encuentre identificado con un espacio, un lugar, con ciertas prácticas, con personas, con una comunidad, con un deporte y más bien, con una estética, que tiene basamento en un club. La cultura del aguante en los clubes como éste, hace referencia no a la dinámica violenta sino al aguante ante situaciones que no posibilitan los mejores escenarios, y aun así, ahí conviven. Viajes, horas, dinero, a eso hace referencia la cultura del aguante en clubes de pueblo.

Para terminar, resultaría fructífero pensar estas categorías no aisladas entre sí, sino vinculándose con la importancia de lo que inserta en la comunidad un club, una organización. Entonces, identidad, cultura y pasión se deberían pensar como un todo capaz de trascender esferas políticas, lugares, formas, contextos y sobre todo, capaz de interponerse ante adversidades que muestran una exigencia más allá de lo competitivo, y que, está materializada en el club de pueblo. Ser hincha es eso, trascender y cruzar transversalmente todo espacio, toda estructura, con la certeza de que se pertenece a un núcleo antropológico de identidad, cultura y pasión en la comunidad.

Rafael Sagripanti

Twitter: @rafasagri

Lástima a nadie, maestro necesita tu ayuda para seguir existiendo, suscribite por $200.

También te podés anotar en Pase al Pie, nuestro newsletter semanal completando este formulario:

Deja un comentario