El Flaco Menotti apenas conoció a Agüero lo comparó con Romario. De entrada le vio pasta de crack. Un repaso por aquel Kun de los inicios en Independiente, que deslumbró a propios y extraños, hasta su consolidación en Europa y la Selección Argentina. Escribe Jonatan Scheffer.
Menotti tuvo comparaciones desacertadas y muy visionarias. Comparó a Musladini con Pasarella, pero también a Paolo Montero con Pasarella. A Ismael Sosa por un partido contra Boca en la Bombonera, en donde se impuso el por entonces equipo del Chino Benítez, lo comparó con Claudio Paul Caniggia. De hecho ese día el ex campeón con el Argentinos Juniors de Borghi en 2010 la rompió toda. Pero sin lugar a dudas la comparación más acertada de César fue la de un jugador que era suplente del Chueco en el primer semestre del año 2005.
Fue en enero de ese año que el Flaco se presentó en el viejo predio de Villa Domínico, cuando al llegar en fila a posición de Sergio “Kun” Agüero le llamó la atención la desfachatez de un menudito punta que lo saludaba como a sus amigos en la esquina del barrio, después de una Coca fría post fútbol 5. Eso lo llevó, una vez traslucida esa picaresca forma en la cancha, a relacionarlo inmediatamente con el Chapulín Romario.
No fue Cesar Luis quien pudo disfrutar desde el banco, como espectador de lujo, toda la brillantez de aquel pibe que puso en primera con 15 años Oscar Ruggeri, sino que fue Julio Falcioni. El hoy también técnico del Rojo, como en aquel tiempo.

En ese Torneo Apertura Independiente arrancaba un difícil momento, porque iniciaba su travesía en la temporada con peligro de promoción. Pero el mismo por aquellos días delantero de 16 años llevó al equipo del cual era hincha de chiquito a pensar en grande. Justamente en ese torneo ocurrió el caso de aquel volante por la izquierda de Vélez Marcelo Bravo. Que dejó las canchas por la misma razón que hoy las deja Agüero.
Su venta apresurada le permitió al club, pese a desaguisados dirigenciales, iniciar la remodelación de su estadio. Pero aún desde afuera, el Kun colaboró para potenciar estructuralmente al predio de Villa Domínico.
En la retina colectiva del futbolero quedará por siempre sus gambetas a Diego Crosa en el clásico de Avellaneda (y a Loeschbor en un amistoso con River en Mar del Plata, donde con dos goles ganó el partido él solo, en el año 2006). Sus paredes con Lionel Messi en las juveniles, en las olimpiadas y en la mayor. Más precisamente en la Eliminatoria hacia el mundial de Brasil, en el que por poco no se dio el título mundial. Sus goles en el Atlético de Madrid y sus jugadas ahí mismo con Diego Forlán. Su récord viviente con Manchester City e insoslayablemente la última Copa América, cumpliendo su anhelo y al mismo tiempo el de todos los argentinos.
No siempre, entonces, las comparaciones son odiosas. Esta, de un prócer albiceleste como lo es el actual secretario deportivo de la Selección Argentina, dio en la tecla. Porque el Kun hasta en la más dolorosa despedida nos entrega el corazón que tantos problemas le trajo en este último escueto tiempo, poniéndole sonrisa hasta a las lágrimas más recalcitrantes. El mismo corazón con el que gritamos sus goles, por los que dejaba la vida como dice la canción que cantó junto a Los Leales.

Quien escribe lo ha criticado y se ha peleado por defenderlo. Pero en el balance lo segundo fue más numeroso. Como creo que en la mayoría de los que hoy lo despiden, pese al dolor, con una sonrisa. Porque eso genera el Kun con tan sólo verlo por tele o diarios.
Jonatan Scheffer
Twitter: @jonischeffer
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