Ayer cumplió 22 años el zurdo extremo de Banfield, que hoy se juega sus chances de clasificación en Copa Sudamericana contra Unión La Calera. Una excusa para contar su historia de vida. Una nueva edición de nuestra sección “Pongamos a Razzotti” llena de diversión, fútbol y barrio. Escribe Lucas Jiménez.

Cuando aparece un futbolista en Primera División con desequilibrio individual rápidamente llama la atención. Si encima le agrega otras características a su juego como puede ser gol, buen pase o sacrificio en la marca, ya los medios más importantes llenan horas hablando de su futuro en Europa o si va a jugar en Boca o River. Todo eso le pasó a Agustín Urzi después de su irrupción en la primera de Banfield el primer semestre del 2019.

El equipo dirigido por Hernán Crespo tenía una propuesta ofensiva muy interesante, con muchas sociedades por las bandas siempre pensando en el arco rival. Urzi apareció en un partido que terminó 4-4 contra Tigre y jugó de lateral izquierdo, entrando por Adrián Sporle cuando el Taladro iba en busca de la victoria porque el Matador se había quedado con un jugador menos. Las primeras pelotas que tocó mostró atrevimiento encarando para adelante y dejó una buena impresión, que potenció cuando jugó en su posición de extremo izquierdo, los próximos partidos.

“Con Hernán tuve un muy buen rendimiento porque su estilo es ideal para mis características. Le gusta el juego prolijo, con salidas limpia desde el fondo y transiciones rápidas en la mitad de la cancha. Podía explotar más cómodo mi velocidad y buen dominio. Tuve un rendimiento muy regular con él”, contó Agustín en una entrevista con el diario La Nación. Lo que más le quedó de aquella etapa es la manera de entrenar y trabajar toda la semana la salida del fondo y cómo encontrarle la vuelta a las jugadas moviendo la pelota. “Los delanteros aprendimos mucho con Hernán. Nos enseñó a conocernos entre nosotros. Jugábamos bien, pero lamentablemente no se nos dieron los resultados”, expresó en el Instagram de la Liga Profesional.

El equipo de Crespo no pudo trasladar a victorias todos esos buenos conceptos tácticos y movimientos en ofensiva que realizaba. Pero Agustín sí aprovechó su oportunidad y convirtió dos goles en aquella segunda parte de la Superliga 2018/2019, uno a Atlético Tucumán de afuera del área y otro a Newell´s tras recuperar una pelota en la salida del rival y entrar al área con pelota dominada.

Toda la desfachatez del joven de 19 años llamó la atención del técnico de la Sub 20 Fernando “Bocha” Batista que lo llevó al Mundial de Polonia, por más que no había sido parte del Sudamericano. Urzi arrancó el torneo como suplente y con sus buenos ingresos se fue ganando un lugar.

El último partido del equipo en el torneo contra Mali por los octavos de final lo tuvo como protagonista. Entró al final del tiempo reglamentario por Julián Álvarez con el partido empatado y en el alargue le imprimió desfachatez al equipo. Inició la jugada de un gol anulado a Gaich. En la misma quedó al lado del técnico que le dio un abrazo paternal cuando la pelota cruzó la red.”Yo justo me doy vuelta, él queda al lado mío, lo abrazo y le doy un beso diciéndole que el gol había sido suyo. Que lo había hecho Gaich pero la jugada era de él. Eso demuestra lo que es Agustín. No solo las condiciones futbolísticas que tiene, que es un jugador atrevido con mucha velocidad, sino que tiene mucha colaboración con el equipo”, expresó el Bocha en una entrevista en el programa de radio Todo Banfield por AM 1550.

Sobre el final del tiempo suplementario Mali tuvo un tiro libre a favor. Urzi estaba dado vuelta mirando el área y no se paró delante de la pelota, el africano sacó rápido para Aboubacar Konte que picó a gran velocidad a su espalda. Entró al área y definió cruzado. El partido fue a los penales y ganó Mali. La Selección Argentina que soñaba con pelear el título se quedó afuera rápidamente y las redes sociales atacaron fuertemente a los chicos por esa jugada final donde no pudieron defender la ventaja.

Algunos jugadores de ese plantel tuvieron revancha dos meses después en los Juegos Panamericanos de Lima donde ganaron la medalla dorada. Urzi se dio el gusto de abrir el marcador en la final contra Honduras. Como en su segundo gol en Banfield, olfateó dudas en la salida rival, agarró la pelota, encaró hacia el área, la abrió para la zurda y le pegó recto, como con una regla. La pelota entró al primer palo. Luego se fue lesionado y casi llorando. Sus compañeros se encargaron de completar el resultado final con un 4-1 contundente que emparchó el dolor del Mundial de Polonia.

Agustín siempre se muestra muy agradecido a Batista por haberlo considerado y darle minutos de juego en la Selección. “Me da mucha libertad para que yo pueda desarrollar mi estilo de juego y pueda gambetear. Es un técnico que le gusta salir de abajo jugando y atacar con mucha gente. Y a mí gusta correr con la pelota en los pies”, contó el año pasado.

Mientras sus buenos partidos en la Selección lo colocaban en la vidriera futbolística del mundo a mediados de 2019, Banfield ya estaba jugando el torneo. Había arrancado mal el equipo de Crespo. La urgencia del resultado hizo que a pocos días de haber vuelto al país y sin haber hecho la pretemporada lo ponga de titular contra Argentinos Juniors en La Paternal. Toda la expectativa estaba en ver al nuevo crack de las juveniles argentinas, pero le costó desequilibrar en una derrota por 3-2. Ese apuro del club le jugó en contra en su proceso formativo. No es fácil para un chico con potencial de selección jugar en un equipo que pelea el descenso. El murmullo y la presión pesa como un gamulán mojado.

Crespo dejó el cargo porque ya Banfield se hundía en los promedios y volvió el técnico de siempre: Julio Falcioni. En el último partido de su anterior ciclo, una fría noche de diciembre en el estadio Florencio Sola contra Argentinos Juniors, el Pelusa había hecho debutar a Urzi en Primera. El pibe no pudo ayudar al equipo a empatar aquel partido que terminó 0-1 pero se dio el lujo de tirar unas paredes con Darío Cvitanich en su último partido de su segunda etapa Banfield, al torneo siguiente pasaría a Racing. Para Agustín ese partido queda como un recuerdo valioso y ahora disfruta de volver a tener como compañero a Darío, de quien le llamó la atención su jerarquía apenas lo subieron a entrenar con Primera.

Si Crespo lo mejoró como futbolista, Falcioni le dejó muchas enseñanzas humanas y profesionales. El estilo del Emperador remarcó más sus cualidades solidarias en el retroceso ya que el equipo defendía más de lo que atacaba. Así sumó muchos puntos y comenzó a alejarse de los puestos de descenso. «Julio es un fenómeno. Y aunque la gente no lo crea, es muy chistoso. Un fenómeno en todos los aspectos. Con él aprendes todos los días y no solo de fútbol. Es un ejemplo para todos pero sobre todo para los más chicos del plantel», declaró el zurdo en el diario Clarín.

La anécdota que siempre cuenta Agustín de sus días con Falcioni fue cuando se quedó dormido y llegó media hora tarde a un entrenamiento un día lunes después de una derrota. Apenas lo vio venir Julio le dijo “tómatelas nene, anda a tu casa”. Urzi juntó valor y le golpeó la puerta para pedirle disculpas y decirle que no se había ido de joda sino que se había quedado dormido. La insistencia en el pedido hizo que el DT le creyera y al final la charla le dijera “bueno anda a entrenar”, mientras le daba un toque fuerte con su mano de arquero en el cachete, al estilo Timoteo Griguol.

Urzi llegó a Banfield a los 8 años. Antes había jugado en Club Sitra, el club de baby de su barrio. En el Taladro hizo todo el camino desde papi, pasando a cancha de 11, hasta la Primera División. Siempre se destacó. Cuando jugaba en Baby a su papá Mario le ofrecieron para llevárselo a Vélez después de un partido contra Argentino de Lomas, club que tiene convenio con el Fortín porque de ahí salió el ex jugador y actual técnico de la Reserva, Marcelo Bravo. También hubo sondeos de equipos grandes.

Pero la familia Urzi siempre priorizó ajustarse a la realidad. Para jugar en Banfield solo tenía que tomarse un colectivo y a cualquier otro lado había que llevarlo, cosa que era imposible porque su papá y su mamá trabajaban. Así se quedó jugando en el barrio donde se crió y donde vive actualmente, entre Lomas de Zamora y Banfield. El tiempo le dio la razón con el camino que eligió porque Banfield es un club que apuesta mucho a la cantera y al crecimiento de los jugadores que forma. “Yo conocí rivales de clubes importantes, con muchísimas condiciones, que ni siquiera tuvieron chances de debutar en primera”, contó en una entrevista Caniche, apodo que le quedó por los rulitos que tenía, antes que adopte el look con pelo cortito al ras.

En los torneos de baby de Lomas de Zamora ha jugado con chicos que llegaron a Primera en clubes grandes, como el arquero de River que debutó en pandemia Alan Leonardo Díaz y Marcelo Weigandt de Boca. Con el Chelo tenía duros cruces ya que uno era la marca personal del otro. El lateral derecho lo solía cagar a patadas y al final terminaron haciendo una buena relación cuando fueron compañeros en la Sub 20. En un Banfield-Gimnasia del 2020 el defensor se fue expulsado por un patadon al delantero. Una jugada que recordó aquellos cruces jugando torneos cuando eran nenes en Lomas de Zamora. Ya adultos, Weigandt no sabía cómo pedirle disculpas a Agustín que se revolcaba de dolor en el piso.

Que le peguen patadas solo le da más ganas de pedir la pelota de nuevo para volver a encarar. Eso es lo que más destaca de sus referentes Ricardo Centurión y Neymar. Es el estilo que le gusta y a quienes trata de imitar. Velocidad y gambeta para adelante.

Obviamente su ídolo máximo es Lionel Messi, a quien nunca pudo cruzar por más que hace años que juega en las juveniles de la Selección. Siempre que iba al predio de AFA, la mayor estaba viajando, y viceversa. La única vez que coincidieron en Ezeiza fue en la previa de los Juegos Olímpicos de Tokio y de la Copa América de Brasil, pero no podían cruzarse por los protocolos por el Covid. Queda pendiente una foto que es un tesoro para cualquier futbolista argentino. “Cuando lo vea no sé cómo voy a actuar”, dijo el año pasado en una nota en Fox Sports. Su máximo anhelo es llegar a la Selección mayor, el sueño que tiene cualquier futbolista pero que se potencia aún más para aquellos que hicieron el camino de sub 19, sub 20 y sub 23.

A la edad de la Sub 17 Agustín no pudo ser convocado por un problema en el hombro que lo volvía loco. Cuando llegó el primer llamado para la Sub 19 que se preparaba para los Juegos Sudamericanos de la Juventud en Cochabamba, Bolivia, fue algo único. Se lo comunicaron en el club y apenas llegó al barrio le fue a contar a su mamá Silvina que trabajaba en una panadería a la vuelta de su casa y del otro lado del mostrador no pudo parar de llorar. También lo llamó a su papá Mario, quien se puso tan contento que le prometió que si jugaba un partido en la Selección, se afeitaba su larga barba metalera. “Mi viejo dice que si salí bueno para el fútbol es gracias a él. Yo nunca lo vi jugar, pero me contaron amigos y familiares que era un crack”, contó en La Nación.

Antes que juegue ni un minuto con la Argentina sus vecinos del barrio ya le empezaron a manguear ropa de la Selección. Pablo Aimar, DT de la sub 17, dijo hace poco en una entrevista que les suele decir a los chicos que valoren y disfruten estar en la Selección, porque están usando gratis una ropa que la gente compra en cuotas para tenerla.

El último paso en la celeste y blanca de Agustín fue en la Sub 23 jugando los JJ.OO. de Tokio. Antes participó del Preolímpico de Colombia y marcó el gol del 1-0 en el partido que el equipo logró la clasificación y el título ante el local. Agarró una pelota por la izquierda, después de una recuperación de su compañero en Banfield Claudio Bravo, la acomodó un par de veces y sacó un zurdazo al ángulo imposible para cualquier arquero. El Tanque Gaich le dio un abrazo que casi lo ahorca, hacía gestos de que estaba loco. Y un poco lo estaba. Tanto que a los pocos minutos se fue expulsado por una patada. Se pasó de rosca con la locura.

Soccer Football – South American Olympic Qualifiers – Alfonso Lopez Stadium, Bucaramanga, Colombia – Colombia v Argentina – February 6, 2020 Argentina’s Agustin Urzi celebrates scoring their first goal with Adolfo Gaich REUTERS/Luisa Gonzalez

En un torneo en Santa Fe en el baby de Banfield ya le había pasado de hacer un jugadon para un gol propio y a la siguiente jugada ser expulsado por pelearse con un rival. Juega al límite y mete para el campeonato del mundo. Es un habilidoso que tiene incorporado el retroceso y realiza muy bien las transiciones defensivas. Se tirar a barrer si lo pide la jugada y pelea si la cosa se pone brava. Así suele ser amonestado bastante seguido. Esta Copa de la Liga solo Luciano Lollo y Nicolás Domingo tienen más amarillas que él en Banfield.

Todo lo lindo que le pasó en la Selección tuvo un pozo en Banfield cuando se fue Falcioni y agarró Javier Sanguinetti. Inicialmente el DT no lo pensó como titular porque lo iban a vender, después Urzi se esguinzó el tobillo y no estuvo en el inicio del torneo que el equipo arrancó ganándole a River en cancha de Independiente. Como equipo que gana y rinde no se toca, el “Archu” le respetó la titularidad a Fabián Bordagaray y Agustín solo ingresaba algunos partidos desde el banco. Esa situación se mantuvo hasta el final de la Copa Maradona, donde el equipo salió subcampeón perdiendo la final en San Juan por penales frente a Boca.

La no transferencia no lo había afectado tanto como la falta de continuidad. Él siempre tuvo claro que recién tenía menos de 40 partidos en Primera y que antes de irse a Europa quería afianzarse, agarrar ritmo y experiencia jugando en Banfield. Urzi, tasado en 20 millones de dólares, pasó de dar entrevistas en pandemia donde le preguntaban si prefería jugar en el Atlético Madrid, el Inter o la Roma, todos clubes que lo habían sondeado, a ser suplente de Bordagaray en su club de toda la vida. Esto le generó muchos meses de tristeza y afectó su rendimiento. Su familia y sus amigos fueron el sostén para seguir adelante.

En la cuarentena se volvió viral por los jueguitos que realizaba en el patio de su casa metiendo la pelota en un aro de básquet con distintos lujos. Nació como un juego para pasar el aburrimiento y se generó algo constante.  A veces se pasaba casi una hora hasta que le salía la versión definitiva. Metió tacos de espalda con la derecha, hizo paredes con una mesa con su nombre y muchas cosas más. Lo aprovechó para entrenar la técnica.

Esa locura de los videos y la personalidad carismática la adquirió de su mamá. Mientras Agustín era viral por sus jueguitos, Silvina entró con fuerza a Tik Tok. En un video le sirvió un vaso de chocolatada, a la que en vez de azúcar le puso sal, todo para que “el nene” pise el palito, la tome y la escupa instantáneamente. Todo filmado con unas risas de fondo como banda de sonido.

Urzi pasó la cuarentena en su casa con su mamá, su papá y su hermanita. Sus videos eran los de un chico jugando con una pelota. En una entrevista en La Nación donde le preguntaban si eso no le iba a jugar en contra cuando vuelva el fútbol, él respondió que “más allá de mi profesión, soy un pibe de 20 años que le gusta divertirse. Lo que hago en las redes sociales surgió para hacer más amena la cuarentena y porque me gusta mejorar constantemente la técnica. No me puse a pensar qué pasará dentro de la cancha si las cosas no me salen. El fútbol es para mí una diversión. Y si puedo divertirme jugando al fútbol, voy a crecer futbolísticamente”.

Todos esos chiches lo hicieron más conocido, se mandó videos con periodistas de TyC Sports que lo pinchaban como que estaban trucados y él respondía con lujos más sofisticados. En el verano del 2021 coincidió en un balneario con Ricardo Enrique Bochini y se dio el gusto de hacer jueguitos en la arena con el 10 histórico del Rojo, que en un video casero muestra que conserva intacta la calidad.

Desde la llegada de Diego Dabove a Banfield Urzi recuperó confianza y nivel. El torneo pasado fue elegido el mejor jugador de una goleada 4-1 contra Independiente y este semestre volvió al gol después de más de mil días. Fue en la victoria contra Gimnasia, además metió un golazo de volea contra el Santos en un su primer partido por una copa continental en el club. Agustín necesitaba un golazo en un encuentro importante para mostrarse ante su gente. En Reserva metió goles de todas las formas y en Primera ese ítem estaba en deuda. A los pocos días del tanto por la Sudamericana le metió un caño a un defensor de Patronato descalzo, porque le habían sacado el botín segundos antes. Su buen semestre siguió con un gol contra Talleres por Copa de la Liga. Los cinco goles que tiene en Primera los metió en el estadio Florencio Sola.

Este 2022 también perfeccionó la capacidad de tirar centros, pateó el córner para el gol de Lollo en el último clásico como visitante contra Lanús, jugada que generó polémica porque la pelota la había apoyado por fuera del círculo reglamentario. Nunca perdió contra Lanús desde que juega en Primera, una buena racha que viene de las inferiores ya que le metió 3 goles en un 3-0 de la semifinal de Quinta División en 2018. Después salieron campeones ganándole la final a Rosario Central.

Su salto a primera se detuvo porque estuvo parado casi ocho meses por un problema en la espalda que lo llevó a pensar en dejar el fútbol. El padre le armó un gimnasio en la casa para que haga la rehabilitación. Hoy juega en primera con Jeremías Perales, el 9 de aquella Quinta campeona de Banfield. Juntos trataran de llevar a Banfield a los octavos de final de la Copa Sudamericana. Comparten la delantera con Darío Cvitanich que volvió al club para un objetivo compartido. Salir campeón con la institución que los formó.

Ayer cumplió 22 años. Sigue queriendo divertirse en una cancha, agarrar la pelota y encarar para adelante. Meter algún bailecito cumbiero y dedicarle algún un gol a su familia que está en la tribuna alentándolo. No le importa lo que se diga de él, está tranquilo, disfrutando ser futbolista. Su sueño desde siempre. No tiene ningún recuerdo de chico donde no haya una pelota dando vueltas como juguete favorito. Su papá le armaba un arco con los caños de una pileta, ponía una goma en el ángulo y la ataba con cinta. “Pegale ahí”, le decía. Sin saberlo que estaba criando a un futbolista influencer.

Hijo de los patios conurbaneros, del baby de zona sur y de las inferiores de Banfield. Fanático del fútbol como su papá, desfachatado como su mamá, encarador con Centurión, soñador como Messi. Usa la pelota como red social, seguilo. Lo mejor está por venir.

Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88

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