Ayer fue el Dia Mundial de la Salud Mental, la proximidad con Qatar 2022 nos sirve para ir para atrás y repasar fobias, miedos y ataques de pánico en el fútbol y en la vida. Un aporte vivencial psicológico que incluye a Mirko Saric, Bojan, Messi, Almeyda, el Chori Domínguez, Cirigliano, Rodri Rodríguez de la Reserva de Gimnasia y la Selección en Rusia 2018. Escribe Lucas Jiménez.
“El mundial o me mato.” Una frase pegada en una pared de Lanús me acompaña en la vuelta a casa en el 160, me avisa que estoy a mitad de camino entre Puente Alsina y la avenida Yrigoyen, ex Pavón. También me deja pensando, en mí, en el mundial y en toda la carga simbólica que trae con fuerza ese aerosol negro clavando el cemento.
Pienso que si una pelota de Messi se vuelve a ir a centímetros del palo y la copa del mundo no aterriza en Ezeiza, hay una persona que necesita ayuda y la está pidiendo, en forma de deseo futbolero antes de poner una opción de la que no se vuelve. Pienso que muchas veces el periodismo camina de espaldas a la gente que está sufriendo y no se da cuenta lo que se siente en la calle. La salud mental no es un juego, la vida no es eso que pasa entre mundiales. Porque la pelotita pasará y los problemas quedarán. Pero quizás un mundial o una pelotita puedan ayudarnos a enfrentar al lobo hambriento que quiere sumergirnos en la oscuridad. Escribir una pared, o simplemente escribir y hacerlo público, es una forma de querer seguir viviendo.
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El escritor y periodista Osvaldo Soriano, en la mesa de Literatura y Fútbol de la Feria del Libro de 1995, reconoció que sentía “un gran respeto por los jugadores de fútbol porque sienten emociones muy intensas a una edad en la que la mayoría de los seres humanos no sienten. Un chico a los 20 años tiene su problemática que es de por sí muy compleja: rebeldías, broncas, la cosa con los padres, la autoridad. Y encima tiene que enfrentar una responsabilidad gigantesca con la familia, con la sociedad y con su propia carrera. Es inimaginable saber lo que pasa cuando uno sale a la cancha a cumplir con los deseos de otra mucha gente”.
El 22 de diciembre de 1996, en la última fecha del Torneo Apertura, debutó en San Lorenzo el volante de 18 años Mirko Saric. Ingresó por Pipo Gorosito, el 10 emblema del equipo de Boedo. Fue el último partido que vio el Gordo Soriano de su querido Ciclón porque murió el 29 de enero de 1997, a casi un mes del inicio del Clausura. El escritor nacido en Mar del Plata se fue pero dejó aquella frase que acompañaría la vida de Mirko.

El chico de padres croatas había empezado muy joven a jugar en las inferiores de San Lorenzo. Después de destacarse en Reserva dio el salto a Primera División, donde rápidamente se destacó por sus condiciones. Su hermano Martín, también futbolista, en una entrevista en Vermouth Deportivo lo comparó con Fernando Redondo por su elegancia y porque cumplían años el mismo día.
El 4 de abril del 2000 Saric se suicidó en su casa del Bajo Flores. Tenía 21 años. “Mirko estaba deprimido y con tratamiento psicológico, porque era muy sensible; no aguantaba la presión de jugar al fútbol en Primera y le molestaba hasta lo que le gritaban de la tribuna», contó su hermana Mirna. Había sufrido una rotura de ligamentos cruzados. Ya estaba para volver a jugar. No tomaba los antidepresivos recetados por miedo a un antidoping positivo que lo aleje más tiempo de las canchas.

Se pudieron haber hecho muchas cosas para evitar el trágico desenlace. Tuvo problemas en su vida personal que lo marcaron y lo afectaron para profundizarle sus patologías. Hoy el vestuario juvenil del Ciclón lleva su nombre. Es la manera que encontró el club de recordarlo. Contar su historia quizás complete la memoria, para que si hay un Saric por ahí reciba la ayuda necesaria a tiempo.
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Empecé un tratamiento psicológico complejo a fines de 2016 y en pleno Mundial de Rusia 2018 me gustaba compararme con la Selección Argentina, con ese grupo de jugadores que acababa de perder 0-3 contra Croacia y estaba cerca de quedar eliminado en la primera ronda. Ese mismo día, post partido, tenía sesión con mi psicóloga. Después me encontré con un amigo en una cervecería nueva que había abierto en la esquina a tomar birra hasta que calmara el dolor. Al mismo momento que debatíamos sobre cómo podría formar el equipo contra Nigeria, un programa de TyC Sports arrancó con la marcha fúnebre con los periodistas parados, algunos sonriendo. Al llegar casa empecé a escribir el texto que pensaba publicar la noche anterior al partido contra los africanos.
“Yo soy la selección argentina. O mejor dicho ellos son yo. Ellos los de esta generación de futbolistas que se van ahora después de este mundial. Tenemos edades parecidas y realizamos un proceso vivencial semejante. Hasta las 27, 28 años transitamos una vida siempre para adelante con ciertas dosis de felicidad. En el momento que se suele encontrar la madurez vinieron las dudas, las preguntas, algunas respuestas y más preguntas. Escucho por ahí que este grupo quedó agarrado al vestuario en New Jersey después de perder la tercera final consecutiva. Ahí se llenaron de por qué nosotros y cada mínimo golpe u obstáculo que sobrevino a esa noche los dejó sin reacción. Por la misma época empecé a transitar ataques de pánico que como la cerveza en época adolescente, uno llama al otro”.

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Bojan Krkić era la gran promesa del Barcelona en 2007. Lo vendieron y presentaron como “el nuevo Messi”. Tres años después del debut del rosarino, le batió el récord como el futbolista más joven en jugar un partido de liga por el Barsa. Los dos tenían la misma edad a la hora del estreno oficial.
«A los 17 años, mi vida cambió completamente. Fui al mundial sub-17 en julio y no me conocía nadie. Cuando volví, no podía caminar por la calle. Unos días después debuté contra el Osasuna y a los tres o cuatro días jugué en la Champions League. En febrero de 2008, me llamó la selección española”, recordó Bojan en una nota con el diario británico The Guardian en 2018.
En febrero del 2008 España jugó un amistoso contra Francia en Málaga. En el vestuario Bojan empezó a sentir pánico y miedo más allá de lo normal. «La ansiedad afecta a cada uno de manera diferente. Para mí eran mareos, sentirme enfermo, constantemente, las 24 horas del día», lo definió el delantero español. Años después agregó que “cuando me dio un ataque de ansiedad dijeron que tenía gastroenteritis. Nadie quiere hablar de eso. Al fútbol no le interesaba».

A Bojan lo medicaron para que soporte la presión de ser futbolista, pero la presión no se iba. Empezó un tratamiento y siguió jugando en su primer año como profesional. En el medio de las prácticas sentía que se moría. Cerca de finalizar la temporada lo llamó el técnico de la Selección Luis Aragonés para avisarle que iba a estar en la lista de la Eurocopa 2008. El delantero le respondió “me duele decirlo, pero no puedo”. Estaba yendo al Camp Nou. Cuando llegó, Carles Puyol ya había hablado con Aragonés y lo intentó con convencer. “Bojan, voy a estar a tu lado todo el tiempo”, le dijo el defensor. “Puyi, no puedo. Estoy con medicación al límite. Mi cuerpo ha dicho basta. Necesito estar tranquilo y recuperarme de estos mareos”, fue la respuesta definitiva de Krkić.
Al día siguiente un medio deportivo tituló “España llama a Bojan y Bojan dice no”. Eso lo afectó muchísimo. Al día de hoy no se arrepiente de aquella decisión pero recuerda con dolor los días posteriores, por lo que generó la mala intención mediática. Fue a jugar con el Barcelona en Murcia y había gente que lo insultaba. «Aquello fue duro, pero lo que me dolió fue que aquel titular salió presuntamente de la federación. ¿Cómo me puedes convocar, habiendo hablado conmigo el día anterior y sabiendo cómo estaba, y que todo eso saliese? Me sentí muy solo», contó.
Se desconectó del fútbol en las vacaciones y se alejó de los medios de comunicación. Un año después pudo dejar la medicación. Se dio cuenta que antes del partido con Francia ya había sufrido episodios similares a las que todavía no había podido ponerles nombres, ni entenderlos. Realizó un proceso mental que lo sacó del pozo. “Yo era un persona muy sensible, las cosas me afectaban mucho”, se definió ya 10 años después y con más experiencia en el fútbol y en la vida.

Se fue del Barcelona en 2011 y nunca pudo llegar a ser todo lo que decían de él. De los 92 goles que metió en su carrera, casi la mitad (42) los convirtió en sus primeros 4 años en el Barsa. Así y todo nunca se rindió, no volvió a la Selección española pero jugó en la Roma, el Stoke City y se dio el gusto de salir campeón con el Ajax. Post pandemia se fue al Vissel Kobe de Japón, donde juega actualmente.
Bojan Krkić no llegó a ser el nuevo Messi, pero en diciembre del 2020 pudo escuchar al propio Lionel, en una entrevista exclusiva en el programa de Jordi Évole, reconocer que “tendría que haber ido al psicólogo pero no fui nunca. No sé por qué me cuesta dar el paso incluso sabiendo que lo necesito. Antonella me insistió para que vaya. Me guardo todo y no lo comparto, y nunca di el paso. Yo sé que lo necesito por mi día a día, me haría bien, pero no lo hago».

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“¿Cómo funciona la salida a los bajones más profundos? No tengo ni la más pálida idea. Quizás buscándola ya sea algo, algo que nunca alcanza. Los bajones enlazados a hechos del pasado son como los anti Messi, puede parecer que no están, que ya no existen, pero al primer problema salen a flote como pirañas que te devoran con apetito insaciable.
Yo soy esos pibes loco. Esos futbolistas, los que se arrastraron contra Croacia. Escucho que no representan a nadie, a mí me representan tal cual soy, con lo bueno y lo malo. Posta que soy ellos golpeando siempre con la misma pared y no le encuentro la vuelta a la cosa. Este es mi mundial, es mi Rusia 2018. Pienso que este será el momento de encontrar todas las respuestas y sepultar los pánicos. Pero tengo un Wilfredo Caballero adentro que se empecina en querer salir jugando aun en las peores circunstancias.
Soy adicto a la nostalgia, a esa gloria que se escurrió por las manos como arena. De repente alguien me sonríe y la vida me da otra oportunidad de salir. Aparece un nigeriano Musa que desparrama islandeses por el piso. Ellos en una concentración lujosa en Rusia, yo en mi pieza. Somos lo mismo. Con pánico, con las heridas abiertas, esperando siempre la tragedia, el martes contra Nigeria lo intentaremos de nuevo.”
A los 14 minutos del primer tiempo Banega vio a Messi y le dio una oportunidad de enterrar los problemas. El 10 pinchó la pelota, dio un toque hacia adelante y sacó un derechazo cruzado que infló la red. Mientras Leo señalaba al cielo, yo no podía parar de llorar. Qatarsis en Rusia y en el sur del conurbano.

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En pleno octubre del 2011 River estaba disputando la B Nacional, pero no contaba su número 10 Alejandro Domínguez hacía dos fechas. El parte médico decía que tenía un estado gripal que le impedía jugar, pero el diario Muy confirmó que padecía ataques de pánico y lo estaban cuidando. La noticia precisaba que el delantero solo había ido al entrenamiento a hablar con Matías Almeyda y luego se volvió a la casa.
En una nota con Infobae en 2018, el “Chori” reconoció que aquella situación ocurrió. “Gracias a Dios ya lo superé aunque en ese momento en River fue duro porque hubo gente que nos quiso hacer daño, complicar nuestro vestuario, lastimarnos ya que el grupo no sabía lo que me pasaba. Por ejemplo se decía ‘tiene ataques de pánico, es un cagón’, todos lo asocian así y yo te aseguro que lo que te pasa no lo podes manejar hasta que no te tratas. En el deporte esto es más frecuente de lo que se cree solo que no se dice”, contó.
El entrenador y psicólogo social Facundo Sava escribió en ese momento una columna en Página 12 bajo el título “Los ataques de pánico no son novedad”, donde contaba que a lo largo de su carrera como futbolista tuvo cinco compañeros que le confesaron tener ataques de pánico. De los cinco, solo uno recibió dedicación exclusiva del entrenador para que la persona “pudiera sentirse mejor. El resto no pudo entender la situación, qué les pasaba a los jugadores”.

El ex delantero habló del tema con el psiquiatra Hernán Kesselman, quien le explicó que “el ataque de pánico está muy conectado a la angustia de muerte. No querer vivir con ese malestar, tanta angustia, tanto dolor, es un tsunami psíquico y corporal de ansiedad. Por eso necesitan comprensión, contención, ser escuchados.”
En River, el “Chori” Domínguez fue ayudado por el psicólogo deportivo Leonardo Seiref: “me ayudó a encontrar el camino para poder salir de ahí y continuar con una vida normal». Pero también fue importante contar con un entrenador como Matías Almeyda que más desde la experiencia, que desde el conocimiento teórico, sabía de qué se trataban los problemas psicológicos. En uno de los primeros entrenamientos en River le avisaron al “Pelado” que el “Chori” no iba a entrenarse. Entonces fue al vestuario a ver qué le pasaba, lo vio tirado en una camilla y le dijo: “¿Vos sos depresivo, no es cierto?”.
Domínguez le reconoció su situación que ya venía de hace un tiempo. “El Pelado también había sufrido ataques de pánico y entendía perfectamente lo que le sucedía al jugador. El tema es que había llegado a River y nadie le había contado al DT lo que le pasaba», contó, en Cadena 3, el periodista Diego Borinsky, quien escribió la biografía de Almeyda.

En dicho libro, el ex futbolista contó que la depresión y los ataques empezaron en el Inter tras algunas lesiones importantes, pero que se profundizaron después de su retiro del fútbol. En Italia lo medicaron con antidepresivos y ansiolíticos, pero en ese momento no los tomaba. Luego los incorporó a su vida de todos los días. “Tomo un cuarto de antidepresivo y un cuarto de ansiolítico a la mañana y una entera de ansiolítico a la noche para poder dormir. Yo las llamo las pastillas de la bondad, me hacen ser más bueno cada día”, las definió Almeyda.
En aquel River que lo tuvo como DT en el regreso a primera, sacó la mejor versión del volante central Ezequiel Cirigliano, a quien este año lo detuvieron por ingresar armado a un domicilio. Luego de esa noticia conocimos que estaba medicado por un cuadro de depresión y esquizofrenia. Almeyda rápidamente desde Grecia, donde trabaja actualmente como técnico del AEK Atenas, le pidió a su psicóloga personal que vaya a ayudar a su ex dirigido. Ayer en una nota en el programa D Selección (Radio D Sports) expresó: “Estoy detrás del caso Cirigliano, está pasando por un momento muy particular por el tema de la depresión. El 90% de los jugadores de fútbol, sobre todo en Sudamérica, venimos de clases sociales medio-bajas y en dos o tres años la vida te cambia. Y no estamos preparados, ese cambio te provoca cosas. Por eso en cada club que voy pongo psicólogos, para que sean apoyados, contenidos desde algún lugar, que puedan expresar lo que están sintiendo”.
El periodista Roberto Parrottino, en una nota reciente del diario Tiempo Argentino, detalló que solo 6 de 26 planteles de Primera cuentan con apoyo psicológico. En febrero del 2021 se suicidó el delantero de Godoy Cruz Santiago “El Morro” García. El finde semana pasado quiso hacer lo mismo el jugador de la Reserva de Gimnasia La Plata Rodrigo Rodríguez. Sus compañeros del Lobo salieron a jugar el partido contra Banfield con un cartel que decía “Los pibes estamos con vos Rodri. Te queremos!!”.

El padre del juvenil de 19 años llegó justo para evitar que se quite la vida y en el Día Mundial de la Salud Mental dejó un mensaje para concientizar: “Estaría bueno para que le sirva a todo el fútbol juvenil, que sepan que esto puede pasar, que hay que estar siempre con los chicos”.
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Las primeros 3 sesiones la psicóloga me quiso medicar. Ya con la receta en la mano le dije que la iba a guardar por respeto a su recomendación, pero que respete mi decisión de no tomarla. Le pregunté por qué insistía en que la tomara y me respondió que así el proceso que iba a atravesar sería menos doloroso. Le dije que duela lo que tenga que doler.
Pasado el tiempo un día le conté que había tenido un sueño, que ya no fue una pesadilla, donde venía el mismo monstruo de siempre y en lugar de esconderme, esta vez yo lo miré a los ojos. Él me miró fijo hasta que se deshizo. Esa mañana me levanté y traté de escribir qué significaba un ataque de pánico y salió esto: “Es un vicio para nada recomendable, pero sí muy tragador de minutos. No duran más de media hora, todo el resto es rosca que te aniquila cuerpo y mente para llegar fulminado a la noche. Vale la comparación con el fútbol. El partido dura 90 minutos, todo el resto es bijouterie.
Cuando uno vive agarrado a algo del pasado, ya el presente pasa a importar poco, la solución está siempre en el futuro. Siempre la solución será mañana. Y ese mañana nunca llega. O no llega así por deseo. Por imposición. Como el mundial de la revancha porque tenemos derecho a ser felices. Y la vida que fue tan esquiva y dolorosa en el pasado te vive llenando de oportunidades. Aunque hagas poco por merecerla (o eso creas), te tiende puentes”.

Un gol de Messi para hacernos llorar, un graffiti que pide ser leído, una persona tirada sin ganas de levantarse que necesita una mano, un pibe que dice no puedo. Abrí los ojos, la boca y las manos. Cuida tu salud mental. Ocúpate de enfrentar al lobo hambriento y la fobia se irá sola.
Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88
PD: A la memoria de la DR. Olga Castelao del Hospital Ameghino, gran profesional que me hizo compañía en el túnel. El título de la nota es una frase de la siguiente canción de Lisandro Aristimuño, quien para escribirla se inspiró en sus ataques de pánico al llegar a Buenos Aires desde Viedma.
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