Paula Vasile
Existen muchos libros sobre fútbol: biografías, compilaciones de columnas periodísticas, crónicas… El chico que relataba partidos de fútbol, en cambio, es una novela.
Nacho, su protagonista, es un periodista que, al cumplirse el 28º aniversario de la Guerra de Malvinas, decide escribir una nota sobre un excombatiente a quien le perdió el rastro, el ídolo goleador del equipo de su pueblo: Sosita. Comienza entonces a relatar su propia niñez y repasa, con una mirada inocente, la historia reciente argentina y su relación con los eventos más destacados del fútbol entre 1970 y 1983.
Nacho cuenta que cuando él nació, en lugar del “uuuaaa” habitual gritó un “ooooo” que su padre interpretó como el eufórico festejo de ganar un campeonato. Desde ese entonces, todos conocieron a Nacho por el apodo Campeonato y la particularidad de relatar absolutamente todos los partidos que veía, desde los de Boca hasta los que se jugaban en los recreos.
A los once años, Campeonato fue a la cancha por primera vez y vió al club de su pueblo: el Deportivo de Villa Irala. Bajo una lluvia de papelitos, los hinchas pedían por un tal “Sosita”. Como siempre, Campeonato relató en voz baja el partido entero desde la tribuna,
incluida la aparición de un perro en cancha y el milagro en los pies de Sosita sobre el final del partido que le dio la victoria al Deportivo:
—El loco Tasso que la descuelga y le pega rápido… Sosita la baja de pecho, amaga, elude a dos defensores, el arquero adelantado. Le pegó. Gol. Goooooolll del Deportivo. Es-pec-ta-cu-lar remate de mitad de cancha. Golazo de So-si-taaa…
Así, Sosita se transformó en el centro de sus relatos, dejando olvidados a sus jugadores preferidos de Boca. Imaginaba a Sosita jugando en los grandes clubes, rodeado de gloria.
La infancia de Campeonato estuvo atravesada por la historia argentina: en 1973, a los 3 años, aprendió a gritar “Viva, Perón” y, un año después, el pueblo fue testigo del violento cierre de la fábrica de fideos que empleaba a gran parte de sus habitantes.
El 24 de marzo de 1976, Campeonato escuchó una voz monocorde en la radio que decía “Se comunica a la población que el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar”. Ese día se interrumpieron todas las transmisiones en radio y televisión, excepto una: el partido de fútbol entre Argentina y Polonia que ganamos de la mano de Houseman. “Es el triunfo más importante de un equipo argentino en el exterior”, escuchó decir al relator.
Cuando arrancó el Mundial ’78, Campeonato estaba listo para una ceremonia inolvidable. Vio gimnastas haciendo piruetas al ritmo de marchas militares y a Videla declamando sobre la paz y la convivencia entre hombres en el mundo.
Papelitos y serpentinas, Videla saludando desde un palco, Argentina ganaba el Mundial y estaba “más unida que nunca”.
Un día, su papá le contó sobre Diego Armando Maradona, el nuevo fenómeno del fútbol:
—Cuando firmó para Boca, yo les dije a los muchachos: este pibe se compró un banco. Porque es un elegido. Y la está haciendo bien. Con la primera guita grande que agarró, les compró una casa a los viejos. Casa con pileta, ¿eh? El Cacho me decía, si te venís conmigo, te salvás. Está loco. Él porque conoce a un milico y la pudo hacer. Así cualquiera. Si acá no tenés palanca, te quedás en la lona. Salvo que seas Maradona. Pero nunca se sabe. Menotti lo dejó afuera del Mundial y a nadie le importó. Campeones del mundo igual. Qué alegría fue eso, todo el mundo en la calle. Qué lindo es festejar y que no te importe nada […] Maradona. Un fenómeno. Tres palos verdes le ponían. Pero no. Se quedó en Boca. Maradona no se vende, Maradona no se va. Maradona es argentino, patrimonio nacional.
En 1982, las calles del pueblo se llenaron de banderas. Sosita, que hacía la colimba, dejó el Deportivo Irala y partió a servir a la patria. La señorita Margarita festejaba emocionada:
—¡Gracias al cielo! ¡Las hermanitas perdidas vuelven a casa!
Y, otra vez, Campeonato fue testigo de cómo el fútbol volvía a mezclarse con la política:
La Selección campeona del mundo, con su capitán Daniel Passarella y la gran figura del momento Diego Armando Ma-ra-do-na apoyan a nuestros muchachos que están allá lejos, en nuestras hermanitas recuperadas, en este momento histórico para la patria. Ma-ra-do-na, Dieguito, el Pibe de Oro, dona nada menos que cien millones de pesos […] Con Filos; Olguín, Galván, Passarella y Tarantini; Ardiles, Gallego y Maradona; Bertoni, Kempes y Ramón Díaz vamos a ser imbatibles en el Mundial de España. Ellos también van a hacer patria. Qué emoción, qué orgullo. El mundo entero admiraba a la Argentina.
Argentina perdió contra Bélgica (“¿Cómo que gol de Bélgica? Si estos nunca ganaron un Mundial. ¿Quién los conoce?”) y un nuevo comunicado informó el cese del fuego y el retiro de las tropas. En la escuela, la directora daba el caso por cerrado:
—Como deben saber, la Argentina se rindió en las Islas. Así que sigan con su tarea.
Campeonato no entendía muy bien qué causa apoyar, pero parecía no importar. De nuevo el pueblo se distraía con un Mundial y miraba para otro lado:
¿Pero cómo? ¿Y Sosita? ¿No va a ir ahora a un club grande? ¿Qué hacemos ahora con las Malvinas? Ma’ sí, que se las metan en el culo, si están más lejos que la mierda. Lo que importa es el Mundial. Vamos, vamos la Selección, vamos, vamos a ganar, que somos los campeones del mundo.
Pero Argentina perdió con Italia y quedó afuera del Mundial España ’82.
Campeonato volvió a la cancha del Deportivo Irala con la esperanza de ver el regreso triunfal de Sosita, pero Sosita era otra persona, se notaba que llevaba al hombro una guerra fría, helada. Durante ese partido, Sosita, se agarró a trompadas con medio mundo y, trepado al alambrado, Campeonato le gritó:
—¡La cagaste! ¡La puta que te parió! ¡La cagaste!
Un año después, el Deportivo de Villa Irala se consagró campeón, pero sin Sosita, a quien volvió a ver solo una vez de lejos en una estación de servicio. En 1983, se empezaron a desenterrar los horrores de la dictadura. Supo que algunos de los trabajadores de la fábrica de fideos estaban desaparecidos. Que un conocido había ordenado fusilamientos. Empezó a escuchar historias que le helaban la sangre. Pero solo tiempo después, Nacho pudo entender todo lo que pasó en el país durante sus primeros 13 años de vida.
Campeonato ve pasar estos años tenebrosos de la historia argentina sin tomar dimensión de lo que pasa. Ve a los hinchas vitorear a Videla en la apertura del Mundial y no imagina que esas voces acallan los gritos que retumban en las paredes de la ESMA, a solo cuadras del Estadio Monumental. Es testigo de una guerra sin sentido comandada por un borracho, festeja cuando la señorita de su escuela dice que nuestros soldados luchan por recuperar las islas, y sigue con otro tema cuando la directora, tras la derrota, así lo decide.
Así, esta novela está narrada desde la perspectiva inocente de un nene que va creciendo y descubriendo al mundo, a su familia, a él y especialmente al fútbol, pero encierra una reflexión profunda sobre la Guerra de Malvinas, sobre lo que muchos callaron, y también sobre cómo el deporte más popular del mundo sirvió de excusa para distraer la atención y ocultar los peores crímenes de nuestra historia.
Título: El chico que relataba partidos de fútbol
Autor: Pablo di Pietro
Editorial: ediciones del dragón
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