A través de algunos ejemplos concretos de nuestra cultura futbolera y de conceptos teóricos trataremos de abordar el “puto” como insulto, la hombría como la única manera de ser hombre y los poquitos casos de futbolistas profesionales que se reconocieron homosexuales estando en actividad. Escribe Lucas Jiménez.
“El lenguaje es la máscara del pensamiento”
Arnold Hauser
El fútbol es un “deporte que se practica entre dos equipos de once jugadores que tratan de introducir un balón en la portería del contrario impulsándolo con los pies, la cabeza o cualquier parte del cuerpo excepto las manos y los brazos”. Eso reza su definición que no daña a nadie. Lo peligroso entonces no es el juego en sí sino el relato construido alrededor del fútbol que se adueña del deporte.
Una buena manera de analizar las características de la manera de contar y vivir el fútbol en nuestro país es poniendo el foco en lo que el escritor Umberto Eco llama campo semántico o temático. El campo semántico formaliza las unidades de una cultura determinada. El lenguaje futbolero está lleno de frases violentas. Se utilizan bastante las siguientes expresiones: partido de vida o muerte, ejecutar un penal, fusilar al arquero, disparos al arco. La agresividad que traslucen las palabras preanuncia luego la violencia que se termina concretando alrededor de ese deporte. Las palabras están naturalizadas e incorporadas al lenguaje habitual. Entonces sobre ellas no se reflexiona porque el lenguaje establecido no se cuestiona.
El campo semántico también constituye porciones de la visión del mundo propia de aquella cultura. En este caso la cultura sería la futbolera dominada por la hombría y la figura construida del hombre o el macho que a su vez se adueña del juego en sí. El sociólogo Pablo Alabarces en su libro “Héroes, machos y patriotas” marca que “en el ritual futbolero no solo está en juego la gloria de determinado equipo sino que está en juego también la condición sexual de los hinchas”. Y siempre el que gana es el macho. Y el que pierde es “puto y cagón” como decía la bandera exhibida por La 12 en el primer Superclásico jugado en la Bombonera tras el descenso de River. “A golpes se hacen los hombres” tituló el diario Olé tras la derrota de la selección masculina de fútbol contra Brasil el año pasado. Ósea que siempre gana el hombre y el que pierde solo se solidificará en su condición de hombre a los golpes. La dominación discursiva es sexual y violenta. Y esto queda reflejado en montones de cantitos de cancha.

El sociólogo y antropólogo argentino fallecido en 2005 Eduardo Archetti aporta en uno de sus ensayos que “es interesante destacar que los homosexuales son aquellos que se dejan humillar o que no defienden con suficiente energía su identidad masculina…Los vejadores son los hombres de verdad, que no se consideran a sí mismos homosexuales.”
Siguiendo con los campos semánticos, dentro de ellos también aparece la ideología cuyo patrimonio de conocimientos están estructurados justamente en campos semánticos. El ejemplo de la bandera nombrado anteriormente y el título del Diario Olé serían hechos aislados, sin repercusión o repudiados, si esa ideología que representan no fuera hegemónica y dominante dentro de la cultura donde ocurrieron.
En el libro de Umberto Eco “La estructura ausente” hay una parte dedicada a la “Retórica (el arte de persuadir) e Ideología” El autor afirma que una determinada manera de usar un lenguaje se identifica con determinada manera de pensar la sociedad. Si usas el puto como insulto y avalas que a los golpes se hacen los hombres, consciente o inconscientemente, estas eligiendo una determinada visión del mundo que tiene como consecuencia que existan muy poquitos casos de futbolistas profesionales que se hayan reconocido como homosexuales estando en actividad.
El primero fue el inglés de madre y padre nigerianxs Justin Fashanu que fue dado en adopción de muy chico junto con su hermano John. Lo compró el Nottingham Forest en 1981 por un millón de libras tras meter el mejor gol de la liga de Inglaterra jugando para el Norwich. Tuvo roces y peleas con el entrenador Brian Clugh que le recriminaba que vaya a discotecas para gays. Luego de eso tuvo problemas de lesiones y estuvo 2 años sin jugar. Lo volvió a hacer en Tercera División y en ese momento a los 29 años salió en la tapa del diario The Sun diciendo “Soy gay” y así se transformó en el primer jugador profesional en salir del clóset. Su hermano, también futbolista de Primera, le ofreció 100 mil dólares para que no lo haga público. Tras la tapa de The Sun declaró en televisión que no se cambiaría en un vestuario al lado de su hermano Justin y cortó relaciones con él.

Justin Fashanu siguió su carrera con polémicas mediáticas, sufrió discriminación y burlas televisivas. Ya retirado encontró en Estados Unidos un lugar para ser técnico juvenil. Cuando las autoridades del club supieron que era homosexual vino el final. A Fashanu le llegó una denuncia por agresión sexual de un joven de 17 años. La denuncia fue archivada a los pocos meses por falta de pruebas. Justin no llegó a esa instancia. Cansado de tanto sufrimiento volvió a Inglaterra y se ahorcó en un garaje. Tenía 37 años. Su historia está contada en el documental “Forbidden games” (se puede ver en Netflix), que en español significa “Juegos prohibidos”.
Otro caso es el del futbolista uruguayo Wilson Oliver. A mediados de la década del 80 él no lo hacía público pero todo el ambiente del fútbol uruguayo sabía que era gay. “Que te griten ‘maricón’, ‘tragasable’, ‘te la comés’, todo eso, es un insulto, te hace mal, no es gratuito”, reconoció el año pasado en una entrevista al suplemento Enganche de Página 12. Se retiró a los 26 años con una certeza “fútbol y homosexualidad no se puede”. En febrero de 2003 el por entonces futbolista de la selección de Estados Unidos Robbie Rodgers anunció que era homosexual segundos antes de decir que se retiraba del fútbol también a los 26 años. Luego el club Los Ángeles Galaxy lo convenció de seguir y jugó 4 años más para ahí sí colgar los botines.
El relato del fútbol está lleno de construcciones míticas que naturalizan los procesos históricos que cuanto más se propagan, más se naturalizan. Roland Barthes en su libro “Mitologías” dice que los mitos reproducen los privilegios de clase de la burguesía y los transforman en intereses generales y eternos de la humanidad. En la cultura futbolera estos privilegios de clase favorecidos por los mitos pertenecen al hombre heterosexual. Las disidencias sexuales en lo que al relato se refiere son vistas como invasoras que vienen a romper con un esquema consolidado y se las invisibiliza o prohíbe.

Estos privilegios de clase se ven en el siguiente ejemplo. Un hombre heterosexual que no le gusta el fútbol puede ir a un estadio con su pareja y en cualquier momento de su estadía en el mismo la puede besar naturalmente sin que ocurra nada. Una persona homosexual que le gusta el fútbol y va con su pareja a la cancha no le puede dar un beso en público sin que ocurra algo o llame la atención. Estos privilegios y prohibiciones están naturalizados y sellados a fuego. Barthes repite en su obra que los mitos inmovilizan la naturaleza y el mundo.
En el ejemplo de la tapa de Olé nombrada se naturaliza lo cultural. La única manera de ser hombre es a los golpes. En el caso de la bandera de Boca se convierte en ley biológica que el “puto” sea un insulto con connotación negativa y no una elección sexual. Las palabras son elegidas, nunca son neutras. En los ejemplos citados se podría haber utilizado tranquilamente “A derrotas se hacen los hombres” y “Te fuiste a la B por gallina” jugando con uno de los apodos de River. Sin embargo las palabras están cargadas de una de las 9 formas de connotación que plantea Eco que es la ideológica que pone a prueba la unidad cultural bajo uno de sus posibles aspectos.
Antes de explicar qué es Unidad Cultural hay que hablar del concepto sin referente también de Eco. Referente es el objeto nombrado del símbolo dentro del significado. Existen términos sin referente real, perceptible con los sentidos pero en las culturas existen códigos para que un término sea entendido. Puto es un concepto sin referente. No denota determinado objeto sino determinada unidad cultural y en la cultura en la que se vive las cosas las conocemos por medio de las unidades culturales.

Para graficar mejor este punto van los siguientes ejemplos de cómo “puto” adquiere distintos significados en otros países del continente. En Paraguay y en Argentina el puto tiene la misma tendencia homofóbica ya que se usa con connotación negativa respecto a un hombre homosexual. En Colombia es alguien valiente o que está muy molesto. En Nicaragua es alguien que ofrece sus servicios sexuales. En Uruguay es sinónimo de trolo que sería una persona valiente y también se usa para definir a un hombre homosexual con expresiones feminizadas. En Cuba, Guatemala, Venezuela, El Salvador, Perú, Puerto Rico y Honduras puto es un mujeriego e infiel.
En México se utiliza en muchas frases, en su mayoría con connotación negativa. La cultura futbolera mexicana copia mucho de la nuestra y hace algunos años exportamos el “puto” como insulto antes de que saque el arquero rival. México llevó eso a las competencias FIFA. Ya en la Copa América del Centenario la FIFA multó a la Federación Mexicana por el grito homofóbico. Pero el insulto también viajó al mundial de Rusia. Tras realizarlo el primer partido la FIFA no solo le aplicó sanción económica a la Federación sino que le advirtió que si volvían a reincidir le quitarían puntos. Entonces medios e hinchas mexicanos salieron a la defensiva vía redes sociales. Se atajaban con el argumento de que el puto lo usan para muchas cosas, entre ellas como sinónimo de cobardía. No dijeron de donde provenía eso de asociar a un cobarde con un homosexual. Pero capaz si indagamos lleguemos a la bandera “Te fuiste a la B por puto y cagón” de Boca a River exhibida en 2012 ya que los cantitos de los hinchas de México son posteriores a ese año.

Estos ejemplos sirven para certificar una vez más que la comunicación humana es una construcción social y el puto como insulto es una construcción cultural. Si se le borra sus huellas de producción se lo naturaliza y se lo utiliza a diario sin dimensionar el contenido ideológico que carga consigo.
El filólogo alemán Viktor Klemperer solía decir que si no desaparecía el lenguaje del nazismo nunca desaparecerá el nazismo. Lo mismo corre para el machismo que tiene domicilio en Argentina en la cultura futbolera. Este le brinda casa, comida y coche para asegurarle su alcance nacional.
Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88
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