Hay pasiones, sonrisas, llantos que la muerte no puede romper. La historia de Seb Lewis, hincha histórico del Charlton, fallecido por Covid-19. Escribe Santiago Núñez.

Cuando se venía el córner, el aliento con el acento inconfundible del idioma inglés baja desde las tribunas, que esperan ansiosas que la próxima jugada les de el empate. Es el minuto 85 y enfrente está el equipo que hasta hace 10 días era el campeón mundial vigente. El tiro de esquina es malo y rápidamente rechazado, hasta que el jugador local que esperaba el rebote en la media luna pasa el balón hacia la derecha. John Robinson recibe de espaldas pero con el mismo impulso en el eje corporal con el que dio media vuelta define cruzado e infla la red, para que todo Greenwich se vista de fiesta. 

“The Valley rocks”, dice el relator, emocionado, mientras muestran la cara de pocos amigos de Sir Alex Ferguson. Su equipo, el de David Beckham, Ryan Giggs, Roy Keane, los hermanos Neville, y otros, no podía con uno de los mejores Charlton Athletic de la Historia del fútbol inglés. 

En las gradas hay 20.043 personas que se guardarán el agónico empate 3 a 3 ante el Manchester United (luego de ir perdiendo por dos goles hasta el minuto 79) para siempre. En una de las tribunas hay un joven de 19 años, que recién empieza una exitosa y fiel vida como hincha.

El Charlton Athletic fue fundado el 9 de junio de 1905 por un grupo de jóvenes londinenses. El club queda a 20 cuadras de “la mitad del mundo”, ya que solamente dos kilómetros lo separan del observatorio que da lugar al “Meridiano de Greenwich”, del cual se derivan los husos horarios del conjunto de los países. Su estadio se llama “The Valley” y es un emblema de la ciudad londinense.

Si bien siempre fue un club en algún punto opacado por los grandes de la capital británica como el Arsenal, el Chelsea e incluso (en menor medida) el Tottenham, el Charlton siempre se las rebuscó para tener alguna incidencia en el fútbol inglés. Salió una vez campeón de la FA Cup (1947), una “Football League War Cup” (1944) y llegó a ser subcampeón de la Liga (1937). No obstante, siempre le costó la estabilidad y osciló entre las principales categorías, con cinco ascensos de tercera a segunda y la misma cantidad de segunda a primera.

Algunos son conocidos como los “addick” en referencia a un pescado de la zona marítima del Támesis que se comía por aquellas épocas, el principal apodo del Charlton es los “Red Robins” (zorzales colorados). El origen del sobrenombre se desconoce, aunque hay quienes solamente lo atribuyen al color de la camiseta del club en sintonía con el de la mencionada ave. 

En la década del ochenta, sus hinchas construyeron una gesta histórica. En la temporada 85-86, el Charlton debió mudarse debido a que, por una profunda bancarrota económica, no podía llevar adelante las reformas correspondientes en The Valley. Fue a jugar a la cancha del Crystal Palace. Pero en 1988 un grupo de hinchas-socios se organizó para empezar a reconstruir, con sus propias manos, su estadio. Quemaron las viejas gradas de madera, la vegetación y los asientos que no servían, en pleno estadio. 

Pero cuando quisieron avanzar, el ayuntamiento no les otorgó el permiso para seguir. Lxs hinchas, entonces, formaron un partido político para competir en las elecciones locales, y la única propuesta del flamante “The Valley Party” era renovar el estadio del Charlton. NO ganaron pero hicieron una gran elección, con un 11% de los votos. El nuevo alcalde, entonces, tomó su propuesta y las refacciones sobre el estadio avanzaron. El Charlton volvería a ser local para siempre, en la cancha que sus hinchas consiguieron, construyeron y pusieron de pie.

Al calor del amor por la vuelta a The Valley, creció un niño, que luego sería adolescente y después adulto (como toda persona), que empezó a ir a la cancha fervorosamente. Seb Lewis se convertiría en el aficionado más fiel del estadio que sus antecesores en la tribuna construyeron, militaron y amaron. Llegó a los 1076 partidos, de visitante o local, yendo a la cancha en todos los encuentros de su equipo desde febrero de 1998 Contar su historia requiere contar la historia del Charlton. Porque el Charlton es Seb Lewis. Porque Seb Lewis es el Charlton. 

Su vida como aficionado fue muy frenética. Comenzó con los mejores “Red Robins” de la Historia: un año después de que Lewis empiece a construir su récord, el equipo cosechó el ascenso  a la Premier League en la temporada 99/2000. Con Alan Curbishley a la cabeza (entrenador entre 1991 y 2006), el Charlton fue campeón de una segunda división que tenía entre otros equipos al Manchester City, y logró en la parte final del certamen un récord de 12 victorias seguidas. Seb estaba ahí.

Ya en la Premier, el Charlton de inicios de siglo vivió noches de gloria, con victorias al Chelsea, al Liverpool, al Arsenal y un empate recordado como hazaña por remontar un 1-3 al Manchester United de Ferguson en pleno The Valley en los últimos 10 minutos. El equipo llegó a salir séptimo (temporada 2003/4) y a “arañar” plazas de copas europeas. Seb siempre, siempre, estaba ahí.

Pero las lunas de miel no duran para siempre. Con la partida de Curbishley, el equipo entró en una decadencia que hizo que en 2007 desciendan a segunda división y, dos años después, se vayan como un barril sin fondo a la tercera. En el 2013 consiguió el pasaje a la segunda división nuevamente, pero los problemas económicos y de gerenciamiento se hicieron mayúsculos, llevaron al equipo a un nuevo descenso. Los hinchas, fieles a su tradición, se movilizaron, con pancartas contra el avance de las restricciones, el aumento de las entradas y la privatización mayor del club. “Nuestro club no el de ustedes”, decían los carteles y gritaban. Seb Lewis siempre estaba ahí.

En 2019, lograron de nuevo el ascenso a la segunda división en la final del Play Off y a principios del 2020 el equipo peleaba por no descender. Seb Lewis no lo sabía, pero el 7 de marzo pasado, en la derrota uno a cero frente al Middlesbrough, sería la última vez que pise The Valley o, mejor dicho, sería la última vez que su templo sagrado escuche su aliento.

Con 38 años, Seb Lewis perdió la vida el jueves 19 luego de contraer Covid-19 (Coronavirus). Alentó hasta su muerte

El “Red Robin” en inglés es el zorzal colorado. Además del color, dicha ave tiene la característica de pararse en algún lugar fijo (techos, ramas de los árboles, etc.)  en los momentos previos al amanecer, y se pone a cantar. Funciona, en los hechos, como un despertador amigable para una parte de la gente.

En Greenwich, zona sureste de de Londres, más de un zorzal cantará para intentar que Seb despierte. No se darán cuenta de que, en realidad, Lewis solamente subió unos escalones para ver a su Charlton querido mejor, por encima de la tribuna de “The Valley”. Hay cosas que ni la muerte pueden separar. Y que duran para siempre.

Santiago Núñez

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