En el Día del Libro traemos anécdotas e historias sobre libros y futbolistas para enfrentar el encierro. Nos interesa que leas la nota pero más nos interesa que nos cuentes qué libro te ayudó a transportar la mente hacia otro lado en esta cuarentena. De boca en boca, de mano en mano. Así funciona el ciclo del Libro. Escribe Lucas Jiménez.
El aislamiento social, preventivo y obligatorio por la pandemia del COVID-19 nos encerró en nuestras casas excepto en algunos barrios populares, donde las adecuadas condiciones alimentaria y de vivienda no están garantizadas. Allí el gobierno nacional propuso que se respete una cuarentena comunitaria, donde las personas salgan de sus casas pero no de sus barrios.
A 5 días de iniciada la cuarentena el periodista deportivo Santiago Lucía subió a su Twitter un listado de 20 fichas que nos van a caer cuando todo esto termine. Algunas eran: el acceso a una vivienda digna es crucial, el encierro parece un castigo suficiente para los delincuentes y deberíamos aprender a lidiar con nosotros mismos.
En diciembre del 2019 ante un Luna Park repleto, Wos antes de tocar Andrómeda y después de explicar las horas de insomnio que le costó sacar de adentro esa letra, lanzó una frase sin rima. No estaba haciendo rap sino catarsis. “Si tienen un demonio adentro, loco, hagan canciones, vayan a jugar al fútbol, vayan a bailar, escriban un cuento, siempre es mejor que esté afuera, adentro se hace más grande”, soltó el pibe de 21 años antes de arrancar con el “¿Qué no soy el mismo? Obvio que cambio”.
De sus recomendaciones hoy en día solo podemos escribir y le agregamos que también podemos leer, el paso previo a la escritura. Hay algunos escenarios que ya vivían en cuarentena antes de la aparición del coronavirus. Las cárceles es uno. En Uruguay existe un colectivo llamado “Nada crece a la sombra” que “busca impulsar procesos de alejamiento del mundo del delito a través de herramientas socioeducativas que estimulen el desarrollo de habilidades sociales para promover modificaciones en el comportamiento para un mejor pasaje de la cárcel a la sociedad.”
De ese programa forma parte el futbolista y poeta uruguayo Agustín Lucas que recuerda para Lástima a Nadie cómo arrancaron a laburar en las cárceles .“Lo primero que hicimos fue dar talleres de rap. Íbamos con 2 raperos el Sapo Gamboa y Santi Mustafá y con Ramiro Hernández que es bandoneonista. Cada uno con su herramienta, yo aportaba desde el rollo escrito. Ahí laburamos la creación escrita sobre todo la poética, la oralidad, la puesta en escena. Ese tipo de cosas. Después armamos un taller de fútbol y ahí sí metimos libros, cuentos, narrativas, cosas de literatura de fútbol. Llevamos Pelota de Papel y fue Papelito Fernández a presentarlo.”

En Argentina el libro de cuentos escritos por futbolistas que ya tiene 3 ediciones también fue llevado a las cárceles. En julio de 2016 el por esos años arquero de Racing Sebastián Saja presentó el primero ante chicos de entre 15 y 18 años que viven en el Instituto Carlos Ibarra (en homenaje a un pibe que mató la policía) del complejo penitenciario Villa Nueva Esperanza. Dos años después se presentó el segundo en la Unidad 40 de Lomas de Zamora ante unos 700 internos con la presencia del ex jugador y actual entrenador de las divisiones inferiores de Ferro Adrián Bianchi, la ex futbolista de All Boys, referente social de La Nuestra Fútbol Feminista de la Villa 31 y directora técnica, Mónica Santino y el periodista Juanky Jurado.
Otro escenario caracterizado por el encierro, salvando las abismales distancias con la cárcel, son las concentraciones de los equipos de fútbol. Allí los jugadores pasan largas horas y hasta a veces días encerrados. A los 25 años Leonardo Di Lorenzo dejó el fútbol argentino para ir en busca de minutos al Montreal Impact de Canadá que por esos años todavía no disputada la MLS sino la liga de su país. Su cabeza vivía para el fútbol hasta que en una concentración hizo el click. Sentados sus compañeros hablaban y se interesaban por otros temas, uno contaba que trabajaba, otro que estudiaba una carrera.
Volvió a su casa con algo sonándole como un zumbido pero siguió en la suya. Prendió la tele y se puso a jugar a la Play Station, cuando se quiso dar cuenta habían pasado 4 horas. Sacó el juego y puso la televisión de Canadá, ningún programa hablaba de fútbol. Se dio cuenta que había perdido 4 horas de su vida y entonces empezó a leer. ¿Por dónde arrancó? Con “La teoría de la evolución” de Darwin. “Tenía un compañero evangelista que me taladraba la cabeza con la religión y me puse a leer para poder discutirle con argumentos”, contó en una nota al diario Clarín.

Así arrancó una pasión por la lectura que lo acompañaría hasta hoy en todas las concentraciones. Previo a un partido encerrar a un jugador en un hotel es una manera de decirle solo podes pensar en el partido que se viene. Abstraerse de ese microclima es difícil. “Con el libro, sos vos y nadie más. Te quita presión”, recomienda el hoy jugador de Temperley. Entre sus obras favoritas ubica “Crimen y castigo” de Fiódor Dostoievski y “El extranjero y La peste” de Albert Camus. Lo que más le dejó el hecho de leer es “poder cuestionarte lo que pasa” a través de ponerte en la piel del narrador o de un personaje. “Te abre el bocho increíblemente”, reconoció en La Izquierda Diario.
De esa empatía habló la escritora Mariana Komiseroff cuando en la Revista Ruda le consultaron qué marca le gustaría que deje la lectura de su último libro “Una nena muy blanca” en les lectores. “Me gustaría que por un rato, aunque solo sea el tiempo que dure la lectura, puedan ver que detrás del índice de pobreza, detrás de los números de muertes por aborto clandestino, detrás de los números de la deserción escolar, hay personas.” En agosto de 2018 el volante del Gasolero participó de un encuentro organizado por la Coordinadora de DD HH del Fútbol Argentino previo a la votación por la ley de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. Se puso el pañuelo verde que pide por aborto legal, seguro y gratuito y habló sobre el machismo en el fútbol.
Dos años después de ese día sigue leyendo para continuar cuestionándose determinados mandatos sociales. En febrero de este año Leonardo fue invitado a un programa del Canal de la Ciudad y le pidieron que lleve los últimos libros que le impactaron. El primero que mostró fue “Las Malas” de Camila Sosa Villada. “Es una travesti que cuenta su historia y son trompadas en la cara todo el tiempo. Todos los hombres heterosexuales deberíamos leer ese libro”, completó su recomendación. También llevó “Un hombre con suerte” de James Brinkley y lo definió como “un libro de cuentos de un escritor afroamericano que habla un poco de la masculinidad, lo que es ser hombre, sostener todo el tiempo eso de que tenes que estar con todas las mujeres y ser macho”.

La pregunta recurrente que le hacen es cómo fomentar la lectura en el plantel. A lo que responde: “Trato de ir con el ejemplo. Imponer es muy difícil. Varios compañeros nos han preguntado con qué empezar. En la última pretemporada, fuimos a tomar un café a una librería y tres pibitos que hacían su primera pretemporada nos vieron y nos preguntaron. Le regalamos un libro a cada uno. Eso nos encanta.”
El volante surgido en San Lorenzo habla en plural porque compartía entrevista con su por entonces compañero en Temperley y amigo Ignacio Boggino con el que coincide en el gusto por la literatura. Juntos hicieron un programa de radio llamado “Final del juego”, en homenaje al libro de Cortázar. El hoy defensor de Brown de Adrogué en una entrevista en Tiempo Argentino contó que en su primera pretemporada en Rosario Central, llevó El lobo estepario de Herman Hesse. “Me daba vergüenza que me viesen. Hasta que vi a Ezequiel González con una novela y me tranquilicé.”

Recomendarse libros entre gente que ya tiene el hábito de la lectura es fácil. Lo difícil es acercarle uno a alguien que no es de leer. Pensar qué le puede interesar y dar en la tecla, o no. Esto último es lo que le ocurrió a Di Lorenzo con el arquero Federico Crivelli al que le regaló “Una vida demasiado corta” de Ronald Reng, la biografía del arquero alemán Robert Enke que se suicidó en 2009 envuelto en una severa depresión.
En Fútbol Permitido Crivelli contó que lo empezó a leer hasta que se dio cuenta que el libro lo estaba afectando. “Tuve dos expulsiones consecutivas, justamente en el momento que estaba leyendo, nunca en mi vida había tenido expulsiones”, y se acercó a su compañero para decirle “disculpame, pero no lo leo más el libro”. La biografía de Enke quedó a medio terminar adentro del bolso de Crivelli en una concentración previa a un partido favorable para Temperley. Desde ahí “lo tiene ahí de cábala. Lo trae todos los partidos, no lo lee nunca”, contó la anécdota Di Lorenzo en la previa de un partido contra River en el Monumental que Temperley consiguió un empate histórico.

El que sí era un especialista en eso de recomendar libros personalizados era Phil Jackson, quizás el mejor entrenador en la historia de la NBA ya que ganó 6 títulos con los Chicago Bulls y 5 con Los Ángeles Lakers. Jackson antes de la larga gira por la Costa Oeste de la temporada regular ejecutaba su programa anual de darle un libro a cada jugador. En la 92-93 por ejemplo a Michael Jordan le regaló “La canción de Salomón” de Toni Morrison, una historia familiar a medio camino entre la fantasía mítica y la cruda realidad de los guetos negros en los años sesenta sobre un hombre de negocios que ha tratado de ocultar sus orígenes para integrarse en la sociedad blanca.
En su libro de memorias Once Anillos, Phil cuenta lo qué buscaba con esta idea. “Algunos leyeron todos los libros que les propuse y otros los tiraron a la basura. De todas maneras, nunca esperé que aceptasen al cien por cien mis propuestas. El mensaje que quería transmitir era que me preocupaba lo suficiente por ellos en tanto individuos como para buscarles un libro que tuviese un significado específico para cada uno.”
En los Lakers también siguió regalando. A Adam Morrison que manifestaba abiertamente su admiración por el Che Guevara y tenía un póster suyo en su departamento le dio “Che. Una biografía gráfica” de Sid Jacobson y Ernie Colon. Con los libros como puente intentó acercar a los miembros más importantes de aquel equipo: Shaquille O’Neal y Kobe Bryant. A Shaq le regaló “Siddhartha”, el relato de ficción que Herman Hesse hace de la vida de Buda.

“Pensé que el libro lo llevaría a replantearse su adhesión a lo material. En la obra, el joven príncipe Siddharta renuncia a su vida de lujos para buscar la iluminación”, cuenta Jackson. La idea era que el pivot mire más allá de sus deseos y sea más “compasivo con sus compañeros de equipo”. Pero para O’Neal el libro “trata de un joven que tiene poder, riqueza y mujeres (como yo) y que lo deja todo para buscar una vida sagrada (nada que ver conmigo)”.
Con Kobe tampoco funcionó la cosa. “Le regalé La mandolina del Capitán Corelli novela ambientada en una pequeña isla griega que el ejército italiano ocupó durante la Segunda Guerra Mundial. En el transcurso del relato, los isleños tienen que aceptar que ya no controlan su destino, unirse y adaptarse a la nueva realidad. Al final, ganan aunque pierdan”, cuenta en Once Anillos. La idea es que Bryant lleve ese mensaje a su lucha en los Lakers pero no le interesó el libro. Pero la lectura siempre te espera y Phil Jackson cuenta que muchos años después, cuando ya no era su dirigido, Kobe lo tenía como referencia para que le recomiende libros sobre liderazgo.

En Argentina el caso más parecido a Phil Jackson en eso de acercarles libros a los jugadores es César Luis Menotti que en el mundial 78 había armado una biblioteca en una de las habitaciones de la concentración de la selección. René Houseman hacía las veces de bibliotecario y tenía una pequeña oficinita donde anotaba quién se llevaba cada libro. “Una vez fue Bertoni al mediodía a retirar uno de cómo 400 páginas. Al otro día estaba René ahí, pasa Bertoni por la habitación y lo llama al grito de “dale Gordo ¿cuando me devolvés el libro?”, nos cuenta Fernando Signorini.
El Profe era el preparador físico del cuerpo técnico del Flaco en Independiente y le copió la idea de los libros. Hoy para LANM recuerda que le regaló a Cuchu Cambiasso, Gaby Milito y a Mondragón “El hombre mediocre” de José Ingenieros. “La elección de ese libro fue porque ellos estaban en período de formación y sabía que tenían inclinaciones literarias. Ese es un libro fantástico para que ellos mismos se puedan enriquecer a través de los valores que Ingenieros transmite en ese texto. Valores ligados a la ética, al compromiso, a la amistad”, precisa sobre el porqué de la recomendación.
Pero la carrera de Signorini lo depositó ante una oportunidad histórica, hacer lo mismo que Menotti también en un mundial ya que era parte del cuerpo técnico de Maradona en Sudáfrica 2010. Ya en la previa calentó el terreno y fue por un pleno: acercar a la lectura a Carlitos Tevez, una de las figuras de aquella selección. Le regaló “Las fuerzas morales” de José Ingenieros con una dedicatoria que decía “Querido Carlitos dicen los que saben que uno al terminar de leer un buen libro ya no es el mismo sino mejor”.

Ya en territorio mundialista la selección argentina se alojó en el centro de alto rendimiento de la Universidad de Pretoria. Ahí “armamos una biblioteca con más de 30 textos para que los jugadores pudieran en los tiempos libres, para cuando dejaban de lado la Play Station, tener otro tipo de entretenimiento como es la lectura. Había libros de Eduardo Galeano, otros sobre el Chacho Peñaloza, Facundo Quiroga, de Gabriel García Márquez y Por qué no soy cristiano de Bertrand Russell”, nos cuenta el Profe.
La misma noche después al 0-4 con Alemania los jugadores se volvieron en avión a Argentina. El PF se quedó junto a Batista y los chicos que habían viajado como sparrings. “Al otro día junto a los utileros cuando fuimos a la mañana a revisar las habitaciones para ver si se habían olvidado algo, descubrí con gran alegría que no había un solo libro. Se los habían llevado todos. Así que me dije ´misión cumplida´. Esa creo que fue la medalla más importante que me traje del mundial de Sudáfrica. Son medallas que no se ven pero que realmente te producen un enorme placer”, recuerda Signorini.
Sin embargo nadie fue más lejos en la relación entre los libros y los futbolistas como el club Villa Española de Uruguay ya que tiene una biblioteca en el mismo vestuario por idea de su capitán e ídolo, Santiago “Bigote” López. “Quedó divina, pusimos pila de libros. Lo que hacíamos con Agustín Lucas, era poner ordenados los libros y si desaparecían entendíamos que se los llevaban. Estuvo tremenda la aceptación porque pila de gurises se empezaron a llevar libros, más que nada de fútbol o relacionados al deporte, que era lo primero que les atrapaba. Está buenísimo que esté la biblioteca ahí porque está cerca el objeto libro y en algún momento lo ves, algo te atrapa y lo agarras. Si no estuviera ahí no pasaría eso”, nos dice el Bigote desde el barrio de Obdulio Varela y Canario Luna. Fue tan notable el éxito de los libros en el vestuario que ya habían pensado en hacer lecturas en Villa Española pero por la pandemia quedará para más adelante.
Los libros no tienen pies para caminar, sí podemos hacerlos circular de mano en mano. No se puede en la batalla contra el encierro, la única vacuna es la imaginación. Para imaginar hay que pensar y la repetición de este verbo es lo que te puede hacer salir por un rato. Aunque sea el tiempo que dure la lectura.
Lucas Jiménez