Mediocampista de El Porvenir. Lector de Nietzsche. Lleva la cultura del barrio en la sangre. En plena cuarentena organiza ollas populares para ayudar a sus vecinos. La historia de Nicolás Mamberti por Juan Stanisci.

Un barrio distinto. Un club distinto. Un futbolista distinto. El primero parió y formó al segundo y al tercero. Los clubes son parte activa en la cultura de los barrios. Funcionan como nexo entre personas, como espacio recreativo y resistencia cultural; es el lugar donde viejos personajes se mantienen a flote y vuelven a salir captando nuevos interlocutores. Los clubes nacen en los barrios y los moldean. Y muy de vez en cuando sucede que se juntan como Zeus y Alcmena y paren un Heracles barrial que un día llegará a defender y ponerse al hombro la cultura de esas calles: el jugador de barrio. Gerli. El Porvenir. Nicolás Mamberti.

Un barrio demediado

Medardo de Terralba es el protagonista de la novela de Ítalo Calvino, El Vizconde demediado. En el comienzo de la misma, el pobre Medardo es alcanzado por una bala de cañón que lejos de matarlo, lo parte en dos. Una mitad es curada por los doctores de campaña y se convierte en Gramo, el malo. La otra es arrojada a una pila de cadáveres y encontrado por un grupo de ermitaños que lo curan con extraños ungüentos, para convertirse en Buono, el bueno.

En el sur de la provincia de Buenos Aires sucedió lo mismo en 1944. Durante el gobierno de Edelmiro Farrel, se creó el Partido de 4 de Junio, en alusión al golpe de estado de 1943, independizándose así de Avellaneda. Luego del golpe de 1955 cambió definitivamente su nombre por Partido de Lanús. A partir de este nuevo partido, el barrio de Gerli quedó como Medardo: partido en dos. Una parte pertenece a Avellaneda y la otra a Lanús.

Lo que puede sonar a mera cuestión administrativa no lo es. La vida de los habitantes de Gerli está marcada por esta separación: que la calle tiene baches porque los dos municipios se tiran la pelota; que hubo un accidente y las comisarías dicen que es del otro; que se rompió una cloaca y justo no es de Avellaneda ni de Lanús.

No pertenecer a uno ni a otro partido, fue forjando una identidad propia en el barrio. Ni de Lanús ni de Avellaneda, de Gerli. Como Ricky Espinosa, Eladia Blázquez o Pedro Saborido. En el año 2001 se formalizó el MAGE (Movimiento por la Autonomía de Gerli). Desde el 2005 está trabado en la legislatura. Pero el movimiento arrancó mucho antes. “Desde que tengo uso de razón, que Gerli se quiere independizar de Avellaneda y Lanús. El problema es que no hay una gran unión. Hay una subdivisión, porque una cosa es ser de Gerli Avellaneda y otra cosa es ser de Gerli Lanús. La gente de Avellaneda tiene un poco más de beneficios municipales, mientras los que vivimos en el lado de Lanús estamos más marginados.”, cuenta el futbolista de El Porvenir Nicolás Mamberti. La división no es solo de partidos, sino dentro de la misma unión que podría llevar a la independencia de Gerli.

El Porvenir: me vienen a convidar a que no pierda

“Antes estábamos al pedo y era: vamos a ver al Porve. Ni sabíamos contra quién jugaba. Una vez El Porve jugó contra Argentino de Rosario, en la D. Entramos a la cancha y había treinta personas. No sabíamos cuál era el otro equipo. Por allá uno decía ‘va ganando’. Me acuerdo que va a patear un córner uno del otro equipo y le preguntamos ‘¿Che de dónde son ustedes?’. ‘Argentino de Rosario’ dijo y pateó el córner. El Porve ganó dos a cero.”

Mamberti no es hincha del Porvenir, pero no hace falta, ser de Gerli es de alguna manera ser del blanco y negro. Nació y se crió a pocas cuadras de la cancha. Por eso entrar a ver al Porve era como entrar a su casa. Con el tiempo los caminos se abrieron y Mamberti terminó donde terminan casi todos los pibes que juegan a la pelota en esa parte de la Zona Sur de la Provincia de Buenos Aires: Lanús.

Viene un poco de la mano con la división política de Gerli entre Lanús y Avellaneda. Los pibes hoy son reclutados para jugar en Racing o Independiente si viven en Avellaneda y por el Granate si vienen del Partido de Lanús. El Porve no parece ser una opción para hacer las inferiores. “Quince años atrás El Porvenir tenía unas muy buenas inferiores, que competían en primera. Hoy por hoy no”, rememora Nicolás.

Lanús ejerce una suerte de imperialismo barrial. Suele ser muy criticado por los y las hinchas cuando un club europeo se lleva a una joven promesa de algún equipo argentino. Lo mismo sucede cuando uno de los denominados grandes agarra un jugador de un equipo chico. Lo que no suele mencionarse, es que este tipo de mecanismos también se da en clubes medianos o chicos para con sus pares de la zona.

“Hoy el poderío económico de Lanús es tan grande, que todo jugador que sale del barrio o de la zona es reclutado por el club. Me ha pasado a mí y sigue pasando. Creo que ahora es muchísimo peor, mejor para Lanús y peor para el resto de los clubes, porque hoy no solo va el mejorcito de cada equipo, sino que van muchos. Después Lanús los divide.”

Decía que Lanús practica una especie de imperialismo, porque genera que los clubes de la zona no se quejen por estas prácticas. Todo lo contrario, firman convenios dónde Lanús les va prestando jugadores a cambio de tener prioridad en un futuro sobre alguna futura promesa.

“Tiene convenio con Victoriano Arenas. O los mandan a Talleres de Remedios de Escalada, Los Andes, Brown de Adrogué.” Algunos de estos clubes tienen rivalidad histórica con Lanús, pero han preferido dejarla de lado por el bien de sus planteles. No es el caso de El Porvenir. El club de Gerli pone por encima de una posible mejora en su plantel, la rivalidad que tiene con Lanús. Desde algún punto de vista puede considerarse esta actitud como una necedad. ¿Para qué mantener esta postura si arreglar con aquel viejo clásico me puede traer un beneficio futbolístico?

No está mal ver la situación de ese modo. Porque siguiendo con esa lectura, Lanús parece preocuparse por la suerte de sus vecinos. Pero si se invierte la mirada, podemos decir que Lanús tiene la posición que tiene gracias a los talentos que acapara de los otros clubes de la zona. Como muchos otros asuntos de la vida, no es algo que uno pueda definir simplemente como bueno o malo. Como Medardo, el Vizconde de Calvino.

Alguien dijo que me fui de mi barrio ¿Cuándo? Si siempre estoy llegando

El Porvenir se armaba para un año difícil, el objetivo era no descender a la D. En ese contexto Mamberti decidió jugar por primera vez en blanco y negro. “Jugar en el equipo de mi barrio es raro. A veces siento que vuelvo a la infancia, cuando jugaba en Defensores de Arenas (un club de baby de Lanús este). Al fin y al cabo terminás jugando para la misma cuadra donde anduviste toda tu vida. Es jugar por el barrio. Todo lo que está ahí, todos los colores, la gente, lo que tenga algún símbolo referido a Gerli es tuyo.  De hecho a veces cuando estoy entrenando miro el puente que está a dos cuadras de mi casa. Es raro y es hermoso.”

Estar peleando el descenso en cualquier club, en cualquier categoría genera niveles de angustia que quienes no jugamos al fútbol profesionalmente no podemos imaginar. En ese contexto Mamberti intenta transmitirle el barrio a sus compañeros. Futbolistas acostumbrados a andar cambiando de club más seguido de lo que quisieran, muchas veces no saben por qué ni por quiénes están jugando. En ese sentido, Nicolás es el nexo entre los y las hinchas y los jugadores. Y eso a veces puede tener sus complicaciones.

“El que es hincha tiene derecho a expresarse como quiera. Pero hay muchos que no me pueden putear a mí. Porque después me van a cruzar. El que me putea atrás de un alambrado o me putea de lejos, después va a tener que decirlo de vuelta porque me lo cruzo en el almacén o cuando voy a visitar a mi vieja. Si es que no nos conocemos, porque es un barrio donde todos nos conocemos con todos. Es raro porque tienen que putear a uno de los suyos. Tenés que putear a alguien por las reglas que están impuestas en el fútbol, porque dio mal un pase, pero después vas al almacén y está ahí. Hay uno que vende carbón a dos cuadras de la casa de mi vieja. Nunca me bardeó, ni nada, pero una vez puso en las redes que el equipo no tenía alma. Entonces lo fui a buscar. Fui a comprar una bolsa de carbón y no me dijo nada.”

Nietzsche y ollas populares

Así como Gerli y El Porvenir son distintos a otros barrios y otros clubes, Nicolás Mamberti, hijo de Gerli y jugador de El Porvenir, es un futbolista diferente. Un volante con dinámica, de esos que ordena, hace jugar y defiende. Que cuando el equipo pierde agarra la lanza y pisa el área. Y cuando hay que sostener el resultado se embarra con los centrales. Pero no son sus características dentro de la cancha lo que lo hacen distinto.

Mamberti estudia psicología y su escritor predilecto es Frederich Nietzsche, aquel alemán que firmó el acta de defunción de un tal Dios, allá por el siglo XIX.  “Mi hermana y mi vieja son muy lectoras. Mi vieja lee una novela en un par de días. A mí me lo fueron inculcando de chico. De a poco fueron buscando la forma de ir metiéndome textos relacionados a cosas que me pueden gustar a mí. Relacionados a la música, de Los Redondos leía mucho. Una cosa fue llevando a la otra y terminás queriendo saber más de lo que te está gustando en ese momento. Es como explorar.”  Y la exploración puede llevar a lugares a los que uno no sospechaba que podía llegar.

“En un momento se me había dado por leer filosofía. Pero leía lo más básico, los libros de introducción a tal autor. Ahora ponele estoy leyendo a Marx. Y fue ahí cuando empecé a leer a Nietzsche. No me considero un tipo Nietzscheano, es más como que tengo una visión. Me quedan cosas. Yo un libro de Nietzsche tardo meses en leerlo. Porque lo empiezo a leer de nuevo o el capítulo lo leo varias veces. Siempre termino enroscado en algo que quizás ni sé bien que es lo que estoy leyendo, pero algo me queda y me hace profundizar en otras cosas. Por ejemplo tengo tatuadas dos águilas por algo que leí en un libro de Nietzsche que no recuerdo cual es, pero si me acuerdo el trasfondo del texto. También me llegó por una antipatía propia, no por la fe, sino por lo que ejerce el poder eclesiástico ante la gente. Un poco por ahí viene mi rechazo a algo y encuentro a un escritor que también tiene un rechazo firme contra esa institución y Dios.”

Los vestuarios del fútbol argentino suelen estar repletos cábalas, mitos, costumbres y creencias. La más común de todas, seguramente, es el cristianismo. En las distintas vertientes del catolicismo, los futbolistas, sean de la condición social y de clase que sean, suelen ser devotos de Dios. Vírgenes, señales de la cruz, rosarios, agua bendita son moneda corriente en los planteles del fútbol argentino. No debe ser fácil para un lector de Nietzsche adecuarse a esos espacios.

“No tengo nada en contra de la gente que cree en Dios y va a la iglesia, de hecho en el fútbol es muy común encontrar gente cristiana o católica. Que antes de un partido o durante una práctica necesitan su tiempo para predicar la palabra del señor, pero bueno yo estoy muy lejos de eso. Sí de respetarlos. Pero a veces entrar en un debate o en una charla es bastante difícil. Porque para ellos todas las respuestas son obvias. Y yo no creo que sea así, así que es mejor a veces no hablar de ciertas cosas.”

Las sucesivas extensiones del aislamiento social obligatorio acentuaron las dificultades económicas de muchas familias de la zona sur de la Provincia de Buenos Aires. Mientras se espera una definición sobre la vuelta del fútbol, Nicolás Mamberti sale todas las semanas con su compañera Julieta Carpentieri a hacer ollas populares por el barrio. Reparten platos de guiso, bolsas con alimento, ropa, té, mate cocido, bizcochuelo y artículos de limpieza. La movida es totalmente autogestiva y la pueden llevar adelante gracias al aporte de los vecinos. Comenzaron siendo dos. Hoy son cada vez más.

Nicolás Mamberti decidió relegar otras propuestas, quizás mejores ofertas económicas, para estar con los suyos y tratar de darle una mano al club de su Gerli. El advenimiento del coronavirus generó que el club se terminara salvando del descenso por la suspensión de los torneos. Hubiera preferido ganarlo en la cancha, pero de alguna manera el objetivo se cumplió. Ahora es momento de ayudar al barrio.

Juan Stanisci

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