Por distintas circunstancias, en los últimos años las camisetas han sido emparchadas para tapar o agregar marcas sobre la marcha, creando una clara muestra de que publicidad y estética no van de la mano. Vélez, Banfield, Chacarita, Racing, Instituto y Los Andes, son algunos casos que repasa Federico Cavalli.

Las camisetas de los equipos del fútbol argentino contienen publicidad desde comienzos de los 80s. En aquel momento ocupaban un pequeño espacio de la tela, en camisetas que apenas contenían la marca, y algunas hasta se confeccionaban sin escudo del club.

Todo cambió con los infelices noventas. Las publicidades se repartieron en todas las camisetas de las distintas categorías y ver un equipo que no la tuviera era raro. Sin embargo, algunas se mantuvieron puras ante el avasallamiento marketinero.

En otras partes del mundo ya se rendían ante las mieles de la publicidad, que desembolsaban dulces dólares para paliar las cuentas de los clubes. Así, por ejemplo en México, más de un equipo pasó de tener camiseta a una equipación de Fórmula 1.

De la pureza al asco pasamos saltando etapas y de golpe fueron pocos equipos los que mantuvieron limpia su camiseta. El ascenso argentino vio la oportunidad de sobrevivir de esta manera, fueron muchos los que llenaron de forma impúdica y desproporcionada la camiseta del primer equipo con auspiciantes.

Algunas marcas fueron ingeniosas y otras apenas intentaron ser “friendly”, un término que no es propio de nuestro fútbol sino del cipayaje marketinero. Otras, en cambio, fueron agresivas y les importó poco tapar los colores. El ejemplo más claro de esto (y recontra conocido) es el de la empresa de seguros que casi todos los hinchas del ascenso detestan.

Pero dentro del mundo de las camisetas y sus marcas hay un asterisco que tiene varios ribetes: el tema de los parches. Cuando una marca sale y no se consigue el recambio, cuando hay que buscar una forma de llamar la atención para atraer auspiciantes, en momentos de apuro o hasta por cábala, ahí ingresan los llamativos parches.

Los parches no son más que un manotazo de ahogado en un fútbol donde el show y el marketing le gana a todo, donde la profesionalización exagerada de todas las aristas del juego hizo que el mismo juego se pierda, donde los escudos son ínfimamente más chicos que la mayoría de las publicidades. Ya no son los colores los que se defienden, los que se revolean tras un gol, los que agitan en las tribunas: son los sponsors. Y estamos jodidos.

Pero ese manotazo de ahogado de emparchar una camiseta significa un paso atrás en la boludez de profesionalizar hasta los calzones. Es un grito amateur en el medio de las luces del fútbol post mundial 94 (según muchos historiadores del futbol, el mundial que cambió el juego). Un parche puede significar un pequeño salto en el tiempo, un llamado de atención, un enchastre a la prolijidad de los nuevos tiempos.

Aquí repasaremos seis casos de parches que habitaron las canchas de fútbol en búsqueda de decir que la improvisación a veces es más afortunada que la maquinalización de todos los órdenes. Unos cuantos parches para tapar el falso progreso que tapa lo más sagrado: los colores de los clubes.

Vélez con el parche de “Rumbo al Centenario”

A principios del año 2009 la institución de Liniers decidió tapar la publicidad de la tarjeta  Shopping con un parche que hacía referencia al centenario que se empezaba a gestar (faltaba un año). Solo se utilizó en un triangular de verano que jugaron junto a Talleres y Lanús: la copa Ciudad de Córdoba, disputada íntegramente en la Boutique, estadio tallarín.

Pero el logo fue armado a las apuradas, con la única intención de tapar la publicidad, ya que tras un concurso oficial, se elegiría otro. Esto va de la mano con la desprolijidad de que la comisión del centenario se organizó en abril, cuatro meses después del triangular donde usaron el parche.

Los Andes, parche negro y ascenso

En el año 1999 el club del sur del conurbano bonaerense atravesaba el Nacional B con la intención de sumar puntos y poder zafar de descender. Su publicidad, un pequeño rectángulo de una marca de seguros, al parecer estaba excedida seis meses por un arreglo con la vieja comisión directiva.

Los dirigentes lomenses, quienes asumieron a mitad del 99, al no tener camisetas sin propaganda, decidieron tapar el rectángulo con un parche negro. Así atravesaron lo que restaba de torneo y ante la buenas presentaciones y el ingreso al reducido, quedó de cábala (dicen que el entrenador Jorge Ginarte era muy creyente de esas modalidades y ayudó a que quede así la camiseta).

La casaca emparchada pasó a ser épica por ese ascenso, al punto que muchos hinchas la recuerdan con una belleza que excede a lo que realmente fue. Antes de la llegada del covid-19 a la Argentina, la marca que sponsorea técnicamente a Los Andes armó una camiseta exclusiva por los 20 años del ascenso. Pero la primera tanda se retrasó por la contingencia.

Obviamente, viene con un parche negro. Como la original, que fue un grito de guerra.

Racing con parches con su nombre

En el 2001 el club de Avellaneda llevó su nombre en el pecho. Grande, casi ridículo, pasó a la historia por ser la camiseta que cortó la racha de 35 años sin salir campeón. Para el verano del 2009, se volvió a repetir.

Después de las elecciones de 2008, donde el club volvió a la democracia después de casi nueve años de gerenciamiento, los dirigentes encontraron todo dado vueltas. No fue nada interesante la aventura terrorífica de Blanquiceleste y hubo mucho por hacer.

Uno de los principales problemas fue el sponsor. El banco que ponía la plata para estar en el pecho de los jugadores de Racing no quiso negociar y tuvieron que solucionarlos con los queridos parches. Por lo general, cuando la idea parece maravillosa y salvadora, se aplica muy mal.

Racing salió el 10 de enero al mundialista de Mar del Plata con la camiseta celeste y blanca con un parche gris, que contenía el nombre del club y una estrella (que suponemos que sería por el campeonato del mundo de 1967). Atrás, un rectángulo en la parte superior también tapaba restos de la marca anterior. Y así le fue.

A esa derrota dolorosa le siguieron la victoria con San Lorenzo, el empate con River y una derrota con Boca. Un verano que pasó de largo como tantos otros para la gente de Racing. Como ese parche espantoso, que al primer partido del campeonato desapareció para volver a portar el sponsor renegado que tenía antes.

Chacarita con parche gigante

Todxs odiamos a ese sponsor que en ascenso habita en muchas camisetas. Pero en los últimos años llegó a primera, sin dejar obviamente de hacer de las suyas. Lo sufrió Chacarita, que en su última estadía en primera tuvo que tapar sus colores.

En este caso, la profesionalización del todo, el dejar atrás lo amateur, el detalle mínimo que no se escapa, la superliga y todos sus papelitos, se fueron al carajo. Todo se cae cuando se ve esa camiseta de Chaca, totalmente ultrajada, vilipendiada. No hay modernidad, sólo imposición.

La historia: las camisetas nuevas del club de San Martín no habían llegado y de alguna manera había que salir a jugar con Godoy Cruz con el sponsor nuevo (y dejar atrás a los anteriores). El ingenio y la dedicación no estuvieron, la gente de utilería tricolor tuvieron que meterle esa pancarta a la camiseta.

¿Dónde están los colores? ¿Nadie dijo “che, no da”? ¿Qué pasó con lo friendly? Pero hay más. Los dos sponsors de arriba también fueron emparchados con pequeños rectángulos de la marca que ingresaba. Así fue la corta historia de la Superliga en Argentina: dos gigantes, algunos que intentan ocupar un espacio cerca y muchos equipos que hacen lo que pueden. O lo que los dejan.

Pero hubo algo peor: continuó cuando Chacarita descendió.

Banfield con parche de la propia marca que lo viste

En la década del 90 no había tanto movimiento de marcas. Los sponsors vivían mucho tiempo en los pechos de los jugadores de clubes argentinos. No era costumbre el recambio. Pero siempre hay algún club que lo sufre. El pobre equipo de Banfield, que esa temporada descendió después de cuatro años en la primera división tras una campaña paupérrima, tuvo un cambio de marca.

Lo más increíble es que el modelo suplente (naranja con líneas verdes y blancas) estaba adecuado para el sponsor, que era un canal de televisión. Entonces, cuando decidieron retirarlo, hubo que emparcharlo con uno que se acomode de la misma manera.

Así fue que la marca del doble diamante que vestía al club, puso la teca y se acomodó en el pecho. Tras un laburo de utilería, el nuevo sponsor se repetía dos veces, adecuado para que ingrese exactamente de la misma manera que el anterior.

Instituto con parche para el reducido

El club cordobés descendió a la B Nacional después de estar un año en primera en el 2000, al perder la promoción contra Almagro. Duro golpe para un equipo que no había hecho las cosas tan mal, pero la primera temporada con promociones lo condenó.

En su retorno a la segunda división, con Tata Martino al mando, realizaron una campaña digna de ascenso con nombres como Brusco, Priotti, Amato, Miliki Jiménez, el Loco Cervera y Antuña. Llegaron a semifinales por el primer ascenso, donde cayeron con el Banfield de Mané Ponce y Garrafa Sánchez. De ahí al reducido.

La camiseta era inmaculada, blanquiroja limpia, con una suplente particular pero muy bonita: amarilla con cuellito polo. Incluso usaron una alternativa azul y negra, bastante común. Pero parece que al llegar al reducido los dirigentes vieron la posibilidad de sacarle unos morlacos al espacio vacío. Así, apareció un banco que puso su firma.

A pesar de ser un cartelón espantoso y completamente improvisado (donde solo aparece el nombre del banco en letras imprenta) las camisetas quedaron en la historia, incluso sin conseguir ascenso, ya que perdieron la final del reducido con Chicago y en una promoción bien picante, no pudieron con Argentinos Juniors.

A pesar del parche, esa camiseta le dio eterna juventud a Mauro Amato y siempre nos recordará los primeros pasos del Tata como DT.

Federico Cavalli

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