Hoy se define uno de los partidos más importantes de los últimos tiempos. La marea verde busca meter un gol histórico.
En la esquina de Mitre y Callao la pintura le cambia márgenes a la calle, que ya no es para transitar sino para que miles de cabezas estén cantando, bailando, tocando el bombo. Y también para que se vea el partido de fútbol de una de las mejores canchitas improvisadas que se hayan visto con las líneas blancas sobre el asfalto, un grupo de gente rodeando los bordes y devolviendo la pelota si se va mientras sostienen una cuerda y son testigos del tres contra tres.
Hay dos equipos, como no podría ser de otra manera en cualquier partido. Uno tiene remera verde y el otro celeste, en una instancia que este cronista desconoce si se debe a una metáfora del momento o simplemente a que los segundos son de una agrupación que tiene a ese color como bandera. Pero, tomando la primera opción, en las calles se juega un partido. No el amistoso para divertirse de la esquina, con sonrisas y arco chico, sino un encuentro que vale más que muchas copas. Se juega en el Parlamento, pero se gana en las calles.
De un lado en el arco hay un régimen eclesiástico entero (aprovechado bastante por el Capitalismo moderno) que por los siglos de los siglos entiende que la mujer solamente tiene el rol de reproducir y cuidar la futura fuerza de trabajo o, como habitualmente se dice, ser madre. El Estado, garante de los intereses de una clase social poderosa, y esa misma clase social poderosa se han enriquecido por un sistema de saqueo que tenía tal premisa como un sostén. Cuando decimos “régimen eclesiástico”, vale aclarar, no hablamos de creencias religiosas (cualquiera puede creer en lo que considere) sino de una institución poderosa que ha utilizado sistemáticamente sus recursos para imponer su visión en la vida y por más retrógrado que suene (e incluso aunque no parezca) lo ha logrado bastante.
En la defensa hay un grupo más sutil que es gran inventor de argumentos. Son aquellos que se acuerdan de la educación solamente cuando se discute el aborto legal, pero nunca se los ha visto ni invertir ni protestar en defensa de la misma sin este debate. Sin ir más lejos, en el último año en la Argentina. Sin ir más lejos, en los primeros seis meses de este 2020 no se ejecutó ni un peso de los (magros) 81 millones destinados al “Programa de Fortalecimiento de la Educación Sexual Integral” y ni oficialistas ni opositores protestaron por eso. Cuando tal perorata no alcanza, utilizan el “las pobres no abortan, es un reclamo liberal de la burguesía” para salir, sin mucha claridad, por el lateral antes de tirar un pelotazo.

El mediocampo, como todos, combina la destreza de la recuperación con el arte de la creatividad. Es el área de los argumentos increíbles, imprevisibles que hacen quedar bien lo que, como se dijo en una frase conocida, “está mal”. Es la mitad de la cancha del “Salvemos las 2 vidas” que desde 2018 a la fecha no tuvo una sola propuesta mas que difamaciones y amparos truchos frente a las mujeres que mueren por abortos clandestinos. De enganche juega un “provida” que llevó a una movilización un Falcon Verde.
Adelante hay un puntero medio berreta que habla de la porcelana, de Gandalf o Cavenaghi en un debate de orden nacional, como si fuera una característica tirar el centro al palo incorrecto, para un nro 9 que chamuya sobre la Constitución para invocar al culto “Católico Apostólico Romano” pero que seguramente nunca leyó ni protestó en favor de quienes deben tener por el mismo texto “una vivienda digna”, algo que está en el mismo texto, sólo que un par de artículos después.
Mientras los celestes intentan mantener el resultado, tocan las verdes. Juegan y fluyen. Marcan, recuperan y pasan al ataque con una velocidad, como si cinco años de Ola Verde pudieran poner en jaque siglos enteros de opresión. Transiciones rápidas. Equipo corto, con una arquera que le poner glitter a la tristeza y una defensa que se planta gritando no solamente que estamos ante un tema de salud pública, sino que también la lucha por el deseo es la pelea por elegir al menos una parte de la vida y no ser obligadas inútilmente a reproducir un sistema. La maternidad, dicen las defensoras, será deseada. O no será.
El mediocampo recupera con presión alta en “tres cuartos”, casi sin ir al piso, y pasa la pelota con la la estética incomparable e invencible de quienes luchan por lo que es correcto. Por afuera, como si fueran Rivadavia y Callao a lo largo con una fila interminable de cabezas verdes que no van a parar de ir y venir por el andarivel pertinente hasta no tener lo que siempre fue suyo: la capacidad de decidir su destino. Por dentro, están las que distribuyen, explicando que no es “si o no” sino “legal o clandestino”. Ni claro ni oscuro: verde libertad.
Grandiosa la capitana con brazalete verde. Exquisito borde interno tiene la Nro 10 que desde los ochenta se viene plantando en la Argentina por este derecho. Dichosa la puntera que puso un centro divino para que la centro delantera haga el uno a cero a las 7 20 AM, cuando el cartel decía 131 a 117. El partido de ida es de los verdes y no hay gol de visitante. Por la sencilla razón de que ellas parecen ser locales en todas partes. Llenando canchas y plazas con movilizaciones masivas en todas las provincias. También en Polonia, Uruguay, Chile, Brasil, Estados Unidos y el mundo entero.
La vuelta, dicen, tendrá el arbolito de fondo. Sería un final divino para un 2020 extraño. Pero esto es solo una serie. Todavía quedan partidos como la implementación, la separación de la Iglesia del Estado, la pelea por el desmantelamiento de las redes de trata y muchas otras más.
Es un partido de fondo, eso es cierto. Fútbol como metáfora de la vida. Partido que están dispuestas a ganar no “como sea” pero sí “para siempre” las pibas que en 2018 pusieron en esa misma Av. Callao un cartel que decía “Acá tenés a ‘la concha de tu hermana’ y a la ‘puta que te parió’ haciendo historia”.
Foto de portada: Picado Feminista Evita Capitana