El jueves fue aniversario del nacimiento del escritor, un día antes del Día de la Radio en Argentina en homenaje a la primera transmisión de Los Locos de la Azotea. Cortázar falleció un 12 de febrero, un día antes del Día Mundial de la Radio, aparato que descubrió a los 9 años y que le presentaría dos integrantes de la cultura popular que lo acompañaron por el resto de su vida. Escribe Lucas Jiménez.

“El buen cuentista es un boxeador muy astuto, muchos de sus golpes iníciales pueden parecer poco eficaces cuando, en realidad, están minando las resistencias más sólidas del adversario”

Julio Cortázar

Gran parte del barrio se juntó en un solo patio. El motivo era un espectáculo deportivo.  Mientras rodaba la cerveza de mano en mano nadie sabía que estaba naciendo un ritual que continuaría hasta el día de hoy. Julio Cortázar tenía apenas 9 años cuando le “tocó asistir al nacimiento de la radio y a la muerte del box”. Su casa de Banfield era la única que tenía una radio en el barrio y el 14 de septiembre de 1923 iba a ser la primera transmisión radial deportiva en la Argentina. Dos años antes en Estados Unidos había empezado la relación entre el deporte y los medios de comunicación transmitiendo en vivo un evento. Fue el 11 de abril en el Madison Square Garden de Pittsburg en una pelea de boxeo entre 2 Johnny: Dundee y Ray.

El debut en nuestro país fue con la transmisión en directo de la pelea por el título mundial de los pesos pesados entre el campeón Jack Dempsey y el argentino Luis Ángel Firpo en el estadio Polo Grounds de Nueva York. “Miles de personas se congregaron frente a los edificios de los diarios La Nación, La Razón y Crítica en busca de noticias y atentos a las pizarras actualizadas gracias a los cables telegráficos”, cuenta el periodista Adrián Pignatelli en Ámbito. El libro «Días de radio» precisa que el relato partía del lugar de la pelea hasta Transradio Internacional, en Villa Elisa; de ahí a Radio Sudamérica y finalmente, a Radio Cultura. 2.500 personas siguieron la transmisión en el Luna Park. La entrada salía 50 centavos.

Las casas que tenían radio a galena eran un imán de gente. “Mi familia era la única del barrio que lucía una radio, caracterizada por una antena exterior realmente inmensa, cuyo cable remataba en un receptor del tamaño de una cajita de cigarros pero en el que sobresalían brillantemente la piedra de galena y mi tío, encargado de ponerse los auriculares para sintonizar con gran trabajo la emisora bonaerense que retransmitía la pelea. Buena parte del vecindario se había instalado en el patio, con visible azoramiento de mi madre, y el patriotismo y la cerveza se aliaban como siempre en esos casos para vaticinar el aplastante triunfo de aquel que los yanquis habían llamado ´el toro salvaje de las pampas´”, escribiría luego Julio Cortázar en el cuento “El noble arte” que salió publicado en el libro La vuelta al día en 80 mundos.

“La transmisión de la pelea Firpo-Dempsey, que ocurrió cuando Cortázar tenía nueve años, le presentó al mismo tiempo dos maneras de vincularse con la cultura popular. Apareció un fervor por el boxeo que iba a acompañarlo toda su vida”, nos aporta para Lástima a Nadie, Maestro el escritor Diego Tomasi autor del libro Cortázar por Buenos Aires y Buenos Aires por Cortázar. En el primer round de esa pelea Firpo lo tiró a Dempsey afuera del ring. Lo que ocurrió después lo cuenta en El Gráfico el periodista Félix Frascara en base a testimonios de Horacio Lavalle, amigo de Firpo que estaba al costado del ring.

“Firpo se dirige en el primer momento hacia el rincón por donde había caído Dempsey y el referee, tomándolo de un brazo, lo lleva hasta el extremo opuesto; vuelve a donde estaba el campeón, ¡y él mismo, el referee, lo ayuda a volver al ring, abriéndole paso entre las cuerdas! Firpo arremete para aprovechar el momento, y el referee vuelve a impedírselo. ¡Habían pasado, según los peritos, 18 segundos! Dempsey, visiblemente groggy, permanece parado al lado de la soga. Luis Ángel lo ataca de nuevo y castiga con su característico golpe de martillo, a los cuales Jack no contesta. Suena el gong dando por finalizado el primer round. Firpo oye la campana, cesa de pegar y dando la espalda a Dempsey camina a su rincón. Dempsey reacciona y, con la  sorpresa  consiguiente, lo veo precipitarse tras de Luis Ángel aplicándole golpes en la nuca. Firpo, al sentirse golpeado, se da vuelta para responder, recibiendo en un formidable cross de izquierda. Recién entonces el referee los separa y nuestro compatriota llega al rincón totalmente groggy. El minuto de descanso no es bastante para que consiga recuperar por completo su estado.”

En el segundo round el estadounidense lo noqueó al argentino. El investigador Marcos Vistalli en el diario El Liberal de Santiago del Estero cree que Firpo perdió por avaro. “Su error fue no pagarle 15 mil dólares a Jimmy de Forrest que fue su entrenador y era el mejor que había en ese momento. Lo echó y puso en el rincón a un amigo, un boxeador amateur argentino, Horacio Lavalle, que no supo imponerse en el momento que debía frenar el robo».

Fue una noche triste en la Argentina. “Yo, con mis nueve años, lloré abrazado a mi tío y a varios vecinos ultrajados en su fibra patria”, cuenta Cortázar que siempre recordaba que era tal la indignación nacional por ese momento que se pedía que se corten las relaciones con Estados Unidos.  Por esa pelea el 13 de septiembre se conmemora el Día del Boxeador Argentino. Está confirmado que esa noche nació la pasión de Cortázar por el boxeo ¿Es muy alocado pensar que el combustible de la tristeza de la derrota fue impulso al niño Cortázar a transformarse en escritor?

“No es tan seguro que esa transmisión lo decidiera a ser escritor, en particular porque Cortázar ya escribía desde al menos dos años antes de 1923, eso contó en sus cartas y lo dijo su madre, en alguna oportunidad. Pero podría pensarse que el arte de la narración (que le llegó de manera diferida, porque era un tío quien escuchaba la pelea por auriculares e iba contando qué pasaba) se metió como una cuña esa noche. La derrota de Firpo, injusta por la actuación arbitral, tenía todos los elementos para convertirse en un impulso de escritura, más por su pirueta narrativa que por su carácter de momento triste. Hasta donde sabemos, Cortázar no necesitó nunca de la tristeza o el dolor o la pérdida para escribir. Por el contrario, leyendo sus cartas podemos advertir que no hacía otra cosa que escribir, sin importar el estado de ánimo”, nos responde Diego Tomasi.

Lo que también llegó esa noche a la vida de Cortázar fue la radio que le serviría como puente musical. “La radio fue, para Cortázar, el acercamiento al jazz y al tango. Pero también fue una manera de pensar el lenguaje. El lenguaje oral, tan importante en su literatura, tenía muchas fuentes, y una de ellas era la radio. En Francia, Cortázar trabajó brevemente haciendo grabaciones radiales. Y escribió guiones de radioteatro que nunca se realizaron en vida. Según se tiene registro, la única entrevista radial que dio fue a Hugo Guerrero Marthineitz, en 1973, para el programa El show del minuto (Radio Continental). Esa grabación, perdida durante décadas, fue recuperada por Diego Guerrero, hijo de Hugo, hace unos años”, dice Tomasi.

Las cosas vividas de chico acompañaron la literatura de Cortázar hasta el final. En el cuento “Deshoras” escribe: “Un pueblo, Banfield, con sus calles de tierra y la estación del Ferrocarril Sud, sus baldíos que en verano hervían de langostas multicolores a la hora de la siesta, y que de noche se agazapaba temeroso en torno a los pocos faroles de las esquinas, con una que otra pitada de los vigilantes a caballo y el halo vertiginoso de los insectos voladores en torno al farol”. Hoy la estación donde tomaba el tren para ir a Capital al colegio Mariano Acosta, donde hizo la secundaria, tiene una imagen suya.

En el Mariano Acosta el profesor de pedagogía Jacinto Cúcaro lo marcaría no precisamente por el contenido curricular ya que después que terminaba de dar sus clases se ponía a contar anécdotas de Justo Suárez. Esas historias cautivaron al Cortázar de 16 años que empezó a seguir la carrera del Torito de Mataderos que hoy tiene un busto en la esquina de Alberdi y Murguiondo y lleva su nombre un conjunto de viviendas sociales construidas en 1974 que nacen en la avenida Lisandro de la Torre.

“Suarez era un boxeador extraordinario y de una gran simpatía. Conectaba muy fácil con la gente. Terminó de un modo trágico, abandonado por la gente después de la derrota y murió tuberculoso en un hospital de provincia en Córdoba. Para mí su muerte fue un acontecimiento importante. No me perdía una sola pelea suya. Un día, estando yo en París, en la época en que vivía todavía en la ciudad universitaria, recordé todo aquello y de golpe me senté a la máquina. En dos horas escribí el cuento, con datos muy precisos sobre sus combates, porque lo había seguido a lo largo de toda su carrera. Durante dos horas me sentí Justo Suárez y escribí como un boxeador”, dijo Cortázar que cuando publicó el cuento lo dedicó “a la memoria de don Jacinto Cúcaro”.

Los libros de Cortázar fueron traducidos a muchos idiomas y en 1966 le pidieron traducir “Torito” al francés y el escritor se negó. “En ese cuento el verdadero personaje es el lenguaje y sólo el lenguaje”, fue su justificación. Lugo dice que lo que buscó con ese cuento fue irritar a ciertos lectores argentinos que despreciaban la lengua de los suburbios, el famoso lunfardo. Cortázar utilizaba el boxeo para viajar a su juventud en la Argentina y volcarlo en la literatura. En una entrevista con Martín Caparrós le marca que muchas veces le han criticado que utilizaba un lenguaje porteño que ya no se usaba.

“Eso nace de gente resentida que busca ángulos de ataque y que encontró esa tontería, porque la acusación consiste en decir que, como yo me fui hace treinta años, cuando escribo un cuento situado en Buenos Aires con personajes que puedan usar términos de lunfardo, les hago hablar el lunfardo que conocí en mi época y que no tengo ni idea del que se habla aquí y ahora. Lo cual es absolutamente cierto: yo no puedo inventar algo que no estoy viviendo ni conozco. Pero el lunfardo no es un idioma sino una excrecencia del idioma, que cambia, que responde a las modas, y cada cinco o diez años es sustituido por otro nuevo. O sea que utilizar un habla popular de un periodo anterior no cambia nada: el periodo actual es tan efímero como el otro. Dentro de unos años, ciertas palabras, que ahora todo el mundo usa van a desaparecer.”

En el libro Un tal Lucas Cortázar dice que cuando era chico “Firpo podía mucho más que San Martín y Justo Suárez más que Sarmiento”. “En la literatura de Cortázar hay múltiples referencias al boxeo y a boxeadores, y no es ilógico, en ese sentido, que uno de sus libros más estéticamente valientes y juguetones se llame Último round”, escribió Diego Tomasi en “Libros y Pelotas”. Ultimo round fue diseñado por el pintor y amigo de Cortázar, Julio Silva que falleció en abril del año pasado en París a los 90 años.

El escritor iba a ver peleas de boxeo al Luna Park. En 1973 fue por última vez al estadio de Bouchard y Corrientes. La revista El Gráfico lo invitó a ver el combate del boxeador argentino campeón del mundo de peso superwelter en 1972 Miguel Ángel Castellini contra el estadounidense Doc Holliday.  A Julio no le había gustado la pelea y escribió un comentario para la revista titulado “Un triunfo con algunas nubes” donde afirma: “Como es lógico, el público fue a ver ganar a Castellini. Como también es lógico, Castellini ganó. La única cosa ausente en tanta lógica fue lo que justifica y da su auténtica belleza al deporte: la alegría. Fue una victoria chata, sin nada que permitiera festejarla como se esperaba. Doc Holliday fue el símbolo amenazante del futuro. Si Castellini no aprende todo lo que le falta aprender, de nada le valdrán las interminables instrucciones que le gritaba Ringo Bonavena”.

Cortázar era un amante del boxeo que nunca se puso los guantes como por ejemplo el escritor estadounidense Ernest Hemingway. El argentino Abelardo Castillo que también era escritor y un apasionado del box marca esta distinción. “Torito fue el mejor cuento de Cortázar de boxeo. No es de los mejores cuentos de él. Uno de los que más me gusta es «Cincuenta a lo grande», de Hemingway. Era un escritor que sabía de boxeo mucho más que Cortázar. Él le enseñaba a boxear a Ezra Pound (poeta estadounidense) a cambio de lecciones sobre literatura. Y también boxeaba: era un grandote destinado a que lo fajen. En su categoría, de 90 kilos, tenés que pelear muy bien. Y él no era especialmente atlético”, opinó en una entrevista con TN.

A Cortázar no le gustaba el fútbol ni los deportes colectivos sino los individuales como el boxeo donde dos destinos se batían a duelo y eras solo vos contra el oponente y contra vos mismo. Llevó el boxeo a la literatura porque cuando se sentaba a escribir se enfrentaba a sus miedos como el boxeador. Su oponente era la página en blanco. Decía que la novela debía ganar por puntos y el cuento por nocaut.

En Francia trabajó como comentarista de box. Duró poco. Lo echaron por su mala pronunciación. “Cuando vine a París en el año 51 me ganaba la vida como speaker en español de las actuality francés hasta que un día llegó una carta del concesionario de México diciendo que si no dejaban inmediatamente en la calle ese speaker, ellos se borraban de las actualidades con lo cual perdí mi primera y bastante necesaria fuente de recursos de ese momento. La culpa la tuvo además de mi mala pronunciación, el ingeniero de sonido porque yo tenía que describir un match de box y me pidió que lo hiciera con gran entusiasmo como si estuviera en el ring side. Claro a mí juego me llamaron, ya se sabe lo que es para mí el box. Entonces me entusiasmé de tal manera viendo las imágenes y el resultado fue que en México no entendieron una palabra y supongo que en la Argentina muy poco. Eso me costó el empleo”.

En la entrevista radial con Guerrero Marthineitz el locutor le contó que pasó en sus programas de radio las lecturas del escritor sobre “El torito” y que le llamó la atención alguna gente que llamó enfurecida por su acento francés. Cortázar respondió: “Es curioso: mucha gente piensa que este acento yo lo he adquirido en Francia, y eso les resulta molesto. A mí también me molestaría si fuese cierto, porque sería la prueba de que me estoy olvidando del español y que el francés influye incluso en mi paladar y cuerdas vocales. Bueno, yo hablo así desde que empecé a hablar. Por una razón muy sencilla: nací en Bélgica, como usted sabe, en Bruselas, a comienzos de la Primera Guerra Mundial. Durante cuatro años mi familia se vio obligada a quedarse en Europa ya que por razones bélicas, no se podía volver a la Argentina. Y entonces hablé mucho en francés; es decir, el primer idioma que me enseñaron las criadas; no se olvide que las familias burguesas de esa época, se desplazaban siempre con niñeras. Casi todas eran francesas y suizas; de modo que, prácticamente yo hablaba sólo francés. Luego, cuando a los cuatro años vine a la Argentina, como todo pibe me olvidé del francés en una semana y comencé a hablar español. Pero me quedó el acento: en esa época, esa ciencia maravillosa que se llama foniatría existía en un estado un poco larvario. De lo contrario, en quince días de ejercicios, un foniatra me hubiera quitado esta «r» tan incómoda; pero no me la quitaron y luego, bueno, pues yo crecí y fue prácticamente imposible eliminarla. Usted sabe que eso no es afrancesamiento. Además, ¿le parece que un afrancesado hubiera podido escribir «Torito»?”

https://youtu.be/L4v6jwgyMLM?t=3049Julio Cortázar murió el 12 de febrero de 1984, un día antes del Día Mundial de la radio declarado por la Unesco. La revista El Gráfico precisa que su amigo, el escritor Osvaldo Soriano contó que su final fue solitario, parecido al de una persona exiliada. Casi tan solo como un boxeador cuando le quitan el banquito, parafraseando al gran Oscar Ringo Bonavena. En la única nota que dio en radio contó quien lo acompañaba en las noches de soledad. “Cuando es medianoche, estoy cansado y es la hora del último trago antes de dormir, yo sé que casi siempre pongo un disco de Pichuco (Aníbal Troilo). Lo quiero mucho. Porque creo que es un gran, gran artista. El bandoneón, en manos de Pichuco, es un instrumento de posibilidades infinitas.”

Lucas Jiménez (@lucasjimenez88)

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