En 2008 Banfield le ganó 5 a 0 el clásico a Lanús como visitante con un intratable Darío Cvitanich que hoy se despide del fútbol profesional. Así lo vivió uno de los nuestros que en la semana previa andaba a los tumbos como su equipo para encontrar la felicidad plena un 8 de marzo bajo la lluvia. Escribe Lucas Jiménez.

Me quedan pocas cosas

Los 29 de febrero ocurren cada cuatro años. Si pasan cosas que mejor olvidarlas caen justo en una fecha fácil de meter en la papelera de reciclaje de nuestra memoria. La noche del 29 de febrero del 2008 cuando Néstor Pitana marcó el final del Banfield 1 Arsenal 3 en el Estadio Florencio Sola la popular local explotó en busca de algo que le haga entender a los jugadores lo que se venía para nuestra salud como hinchas. Había que visitar la casa de nuestro clásico rival a pocos meses de su primera vuelta olímpica en torneos del fútbol argentino. “El domingo cueste lo que cueste. El domingo tenemos que ganar”. La persona que inventó ese cantito, que solo marca una opción previa a un clásico, no cotejó que el fútbol ya no es solo cosa de los domingos.

“Horrible, horrible”, le gritaban algunos plateístas al técnico Juan Manuel Llop cuando se iba rumbo al vestuario. En la semana había sonado el teléfono de su casa para decirle a un integrante de su familia: “si no se va le pegamos un tiro”. El Chocho escuchó y tragó rabia para luego decir “nunca pensé en renunciar”. Lo cierto es que el equipo acababa de sumar su tercera derrota en 4 partidos jugados que parecían haber borrado de la memoria el tercer puesto del campeonato anterior, a solo 6 puntos del campeón.

Llop parecía ser el culpable del título de Lanús más que el protagonista de una campaña histórica del club. Los jugadores también sentían el peso del festejo ajeno y ya no exhibían las virtudes del semestre anterior. La defensa tenía graves problemas para marcar tanto en pelota parada como en movimiento, al mediocampo le faltaba juego. Tanto es así que ese día contra Arsenal Llop sacó al experimentado volante central Daniel Quinteros para poner al pibe Fabián Santana con otra dinámica hacia adelante. No alcanzó para mucho porque el equipo dirigido por Gustavo Alfaro sin algunos titulares por estar jugando la Libertadores ganó sin problemas.

La delantera de Banfield formó con Guido Di Vanni y Maximiliano Laso ante las bajas por 5 amarillas de los titulares Darío Cvitanich y Nicolás Pavlovich. Laso en realidad era volante por un costado pero cómo era rápido y encarador lo pusieron de delantero. Se destacó en la irregularidad general metiendo un gol y gambetas varias y así se ganaría estar en el clásico que se iba a disputar no el domingo que viene como rezaba la canción sino el sábado 8 de marzo a las 17.10. En los vestuarios el experimentado volante Javier Villarreal salía a dar la cara y a anunciar el futuro: “no importa cómo llegue cada uno. Hay que ganar como sea”.

Están dando los años locos

Al día siguiente con mis 19 años trataba de encontrar en el humo de la noche los parches para esconder las heridas futbolísticas. El sábado primero de marzo íbamos a salir por Quilmes a La Barra un pool que corría las mesas a un costado y se hacía bar. Al mediodía me llama un amigo de Argentinos Juniors para ver si lo acompañaba a ver al Bicho a cancha de Racing. Me ofrecía entrar gratis y de ahí ir a Quilmes. Estaba al pedo y también necesitaba ver algo de fútbol para olvidarme de los goles de Arsenal de la noche anterior entonces acepté. El partido era 19.20 y nos encontrábamos antes de las 7 en Avellaneda. Al llegar a la estación me enteré por las remeras rojas que bajaban de los trenes que en realidad Argentinos jugaba contra Independiente que hacía de local en cancha de Racing porque estaba remodelando su estadio que reinauguraría en 2009.

El partido se acercaba y mi amigo no llegaba. 19.05 apareció. Caminamos las cuadras hasta la popular visitante del Cilindro y en la caminata ya me adelantó que si la barra ya había entrado no podíamos entrar gratis. El que avisa no traiciona pero ¿y el que avisa 5 minutos antes? Ya fue, ya estaba ahí en el baile. Al llegar a la cancha afirmativamente la barra del Bicho ya había entrado. Nos quedamos ahí parados merodeando la zona y cuando no estábamos yendo para la esquina en plan retirada un tipo nos tira en voz baja “¿quieren entradas?”. Mi amigo se acerca a negociar el precio y cuando está sacando la plata para pagarle sobre mis espaldas escucho una voz gritando “policíaaaa”. Al segundo un uniformado me estaba poniendo el brazo en la nuca mientras me apoyaba con fuerza la cabeza contra la pared. Ahí entendí mis privilegios de clase por ser blanquito. Porque a mi amigo y a los 2 revendedores de entradas además de eso cada vez que les hablaban les pegaban en la cara.

Todo pasó tan rápido como los goles de Arsenal. De repente estábamos los 4 en el patrullero. De ahí arriba escuchamos el silbato del árbitro Sergio Pezzotta que dio inicio al partido entre el Independiente de Troglio y el Argentinos de Gorosito. Apenas llegamos a la comisaría nos metieron en un cuartito a indagarnos y seguir pegándonos. Aunque pegándonos me suena a manada, yo no recibí un solo golpe. Resulta que los 2 revendedores eran barras de Independiente. Uno más grande en edad y otro más guachin, casi contemporáneo nuestro. En un momento para frenar la golpiza el mayor dice el nombre del comisario con el que arregla para vender entradas en la calle. Logró el efecto inverso. Le pegaron más fuerte. Antes de la última patada en la panza escuché cómo un policía le decía “nunca delates el nombre de la persona con la que arreglas”.

Los 4 al calabozo. Encaré con la vista a un comisario para buscar un último salvataje “jefe somos pibes buenos, laburamos, trabajamos. No nos mande al calabozo por favor. Nos van a matar”. El tipo me miró con piedad y me dijo “sacate las pulseras y cadenitas, por esto adentro te comes un puntazo”. Después le ordenó a un policía que a nosotros 2 nos ponga en el pasillo previo al calabozo separados de los 2 barras del Rojo. Una noticia que parece buena a veces termina siendo negativa. Porque al estar ahí teníamos contacto visual directo con el pabellón, de ahí se acercaron un par a la reja a querer rastrearnos la ropa. Yo me escondí para que no me vean pero del fondo del calabozo el más grande de los revendedores me tiró “pasale cabida a los pibes sino les digo que les tiren agua hirviendo. Dale que están esperando para que los lleven al interior”. Se refería a las cárceles del interior de la provincia de Buenos Aires.

Mi amigo se acercó a la reja y les tiró que tenía un amigo en Olmos y lanzó un nombre. Nunca supe si era verdad o mentira pero ahí aflojó el diálogo y ya fue una charla amena sobre nuestras vidas y las suyas. Pero yo tenía una remera nueva que llamaba la atención y me la quisieron manguear. Me ofrecieron 2 remeras a cambio de la mía. Una blanca y una chomba negra. Acepté y me puse la blanca soñando que nos largaban rápido e iba a poder usar la chomba negra para salir.

Todo iba bien dentro de lo mal hasta que se escucharon gritos y ruidos de llaves. Vino un policía y nos dijo “ustedes dos atrás que traigo otro”. Mi cuerpo quedó paralizado. Nos pasaron al calabozo con los 2 barras que ya a esa altura estaban sentados sin hablar. En un momento me relajé y casi que me dormí en el piso. De repente desde un grabador me despertó una melodía que yo conocía. “Los cristales y puñales son señales, son caminos que tal vez hay que pasar. Cuando todo se atropelle, cuando la vida se calle y la muerte juegue al tiempo de disfraz, solo la sed y la ilusión van a quedar.” Mientras sonaba “Señales” de Callejeros mi mente se fue hacia otra dimensión. Pensé en mi vieja, en mi vida, en que la semana que viene jugábamos el clásico.

Ya a esa altura Independiente ganaba 2 a 0 con goles de Denis y el Rolfi Montenegro. Ortigoza se había ido expulsado y de 5 solo en el Bicho había quedado Roberto Battión que un año después sería campeón con Banfield. Mientras todo eso ocurría llegó la bendición hecha frase: “muchachos pasan por revisión médica y se van”. Se me iluminó la cara. Salimos y cuando vimos la calle para subir al patrullero disfruté el aire pegándome en la cara como nunca antes. Ya de vuelta en la comisaría fuimos a recoger nuestras pertenencias. Antes de irnos los policías nos preguntaron si habíamos escuchado el nombre del comisario que nombró el barra, con el que arreglaba. Miré la mesa, vi mis cosas, sentí la libertad cerca y me salió decir “escuché que dijo un nombre pero no recuerdo qué nombre era”. “Está bien vayan”, nos dijeron.

Salimos a la calle. Buscamos un kiosco que vendan birra para festejar la libertad. Fuimos a uno que estaba cerrado. Nos mandaron a otro. Cuando llegamos estaba abierto. Adentro estaban los 2 barras del Rojo comprando cerveza también. “¿Como andan guachos? Invitamos nosotros”, nos gritó el mayor. Compramos 2 botellas que pasamos a unas de plástico. Las tomamos en la puerta. Recordamos anécdotas de lo sucedido como si fuéramos 4 amigos. Les dijimos que nos íbamos para Quilmes. Nos mostraron donde paraba el 22, ellos siguieron caminando rumbo a la parada de un bondi que los llevaba a su barrio Villa Corina.

Llegamos a Quilmes a encontrarnos con el resto de los pibes. Teníamos las zapatillas sin cordones. Nos los habían sacado cuando entramos al calabozo por seguridad. Yo saqué mi chomba re contento. “¿Está linda no?”, solté haciéndome el cheronca “¿A cuánto tenes los plasmas?”, me boludeo uno de los pibes porque en la manga decía Panasonic. “Es horrible la chomba Lukitas, lo importante es que están bien. Vamos a tomar algo. Qué desastre ayer Banfield ¿Fuiste a la cancha?”

El corazón sobre todo

El 8 de marzo del 2008 la caravana salió después de las 3 de la tarde de Maipú y Alsina. Era todo alegría hasta que empezamos a caminar y nos dimos cuenta que estábamos yendo al festejo del campeonato de Lanús. Las paredes del paredón que bordea a la Universidad Nacional de Lanús en la avenida 29 de Septiembre estaban llenos de graffitis que la hinchada del grana había distribuido para boludearnos. El más doloroso era uno que decía “Banfield, el único Taladro que no da vueltas”. Yo con mi primo iba a adelante así que los vi todos. Atrás de todo en la caravana un grupo de pibes tenía aerosol para taparlos y escribir frases que nos dejen mejor parados.

Al llegar al estadio comprobamos que estábamos acudiendo a un recital ajeno. Un parlante hace sonar a “We are the champions” de Queen. Nosotros respondimos con un helicóptero tirando panfletos con la frase “Hijo la amargura no “C” cura con campeonatos”, en referencia al paso de Lanús por la C. Cuando sale el conjunto local se levantan miles de pancartas con el “Lanús 100% Campeón” y una bandera blanca con letras negras recordaba la frase de Maradona “En el sur somos todos de Lanús” en respuesta a las declaraciones de Gorosito que antes de un Lanús-Argentinos Juniors dijo que el 70% del sur era hincha de Banfield. Pipo había dirigido al Grana y había sufrido las puteadas feroces de la gente de Lanús. Ahí nacieron frases memorables como “padre boludo, hijo boludo” y la bandera “se fue el papa, se fue Pappo, ándate Pipo” ya que en 2005 habían fallecido el Carpo Napolitano y Juan Pablo II.

Banfield saltó a la cancha con 4 cambios con respecto al partido anterior. Volvían Cvitanich y Daniel Quinteros, entraba el Peca Galarza por Barraza y Luciano Civelli por Andrés Díaz como volante por la izquierda. Lanús presentaba la base del equipo campeón: Bossio, Seba Blanco, Pelletieri, Valeri, Sand. Pero tenía una defensa nueva. Ribonetto se había ido a Central y el 2 era Sigali pero tuvo que jugar de 4 por el desgarro de Rodolfo Graieb. La zaga central era la de la reserva Quintana-Faccioli. También faltaba el volante central Fritzler y el Laucha Acosta por un problema renal.

El partido arrancó cómo creíamos que iba a ser. Lanús avasallante y Banfield resistiendo. Al minuto de juego pivotea Sand, centro de Sigali, cabezazo de Valeri que Lucchetti saca casi de adentro. Córner, centro con olor a gol. Zafamos. En la popular lo miro a mi primo y sin hablarnos nos decimos “firmamos el empate”. La cosa sigue igual, el reemplazante de Acosta Santiago Biglieri le mete un pase en cortada a Valeri y otra vez nos salva el Laucha que a esa altura ya sostiene nuestra salud mental.

La idea de Banfield es clara. Buscar a Cvitanich que se aleja del área para recibir y encarar con pelota dominada a los centrales. Por aquellos años Darío no jugaba de 9 sino de segunda punta con otro delantero que fijara los centrales como Pavlovich. Pero para este partido Llop puso a Laso de delantero entonces Cvitanich fue el punta más adelantado. Un año antes en esa cancha y en esa posición Darío había metido un golazo de cabeza en un 1-2 contra Lanús. En los primeros minutos Faccioli lo marca bien entonces el número 20 de Banfield inteligente se corre a la izquierda a jugar por el lado de Quintana. Allí recibe un saque de arco de Lucchetti a los 20 del primer tiempo. Saca a pasear a su marcador, tira el centro atrás, Civelli abre las piernas y por atrás aparece Laso que remata. La pelota rebota en un defensor y descoloca a Bossio. 1-0. ¿Esto es real? La popular pasa a recuperar el ánimo. El fútbol lo hizo de nuevo.

Llop festeja subiendo y bajando los brazos como si estuviera levantando una mancuerna. Siente el peso del partido y recuerda las amenazas que en la previa del clásico también siguió recibiendo. En la primera llegada clara Banfield se pone en ventaja. Sin embargo Lanús sigue siendo el campeón del fútbol argentino y todavía tiene ganas de mostrarlo. Blanco encara de derecha al medio, gambeta, remate y la pelota pasa cerca. Banfield responde, Laso con la confianza del gol se agranda. Tirado atrás hace daño, Javier Villarreal acompaña los ataques y Patiño casi mete el 2-0 que llegaría a los 38 minutos.

A Daniel Quinteros cada vez que toca la pelota lo silban por haber jugado en Lanús. Sin embargo cada vez la toca más y mejor. Se saca de encima un jugador granate y lanza un pase rápido y preciso para un Cvitanich que con 2 toques hacia adelante se saca de encima a Quintana y queda mano a mano con Bossio. Patea y ataja el arquero pero le vuelve a quedar servido el rebote. La agarra y la estira para alejarse de Chiquito que ya está gateando en el piso. Define con el arco libre y es 2 a 0 señoras y señores.

Cómo explicarle a alguien que no estuvo esa tarde en la cancha por qué queremos tanto a Cvitanich. Cómo explicarle la caravana previa, el dolor de ir derecho caminando al descanso eterno, los ojos pesados y la cabeza diciendo “¿qué hago acá? Y tengo que estar” al mismo tiempo. Todo eso hasta que llegó un tipo con camiseta 20 a devolvernos la dignidad, a sacarnos la joroba y levantarnos el pecho. Ese delantero de 23 años que ahora suelta la muñeca y mueve el brazo derecho agitándolo de cara a nosotros. Los 3.500 que agotamos las entradas y fuimos creyendo en los milagros que ocurren más en el fútbol que en la vida y por eso bailamos la milonga que nos trajo acá.

Cvitanich corre al banco a dedicárselo al histórico Archu Sanguinetti que a mitad de año se retiraría del fútbol. De pasada cruza miradas con Llop lo señala como diciéndole esto también es tuyo. Para el final del festejo mira a los hinchas de Lanús con las manos arriba de las cejas haciendo techito. Fin del primer tiempo. La platea de Lanús señala culpas y busca respuestas a lo increíble. En la última jugada del primer tiempo Cvitanich hizo amonestar al lateral izquierdo Nelson Benítez. Quedó tocado y entonces precalienta Nicolás Pavlovich porque el héroe no sabe si podrá seguir. Laso antes de irse al vestuario habla con la transmisión oficial del partido. Le preguntan qué se siente convertir en un clásico. “No se puede explicar, es una alegría inmensa”, responde antes de irse del terreno de juego con remera y volver con buzo de suplente.

Pavlovich entró a jugar el segundo tiempo en su lugar. Llop decidió que ahora Darío le servía más suelto por todo el frente de ataque y que el Buitre ex Newell´s y Racing juegue en el área. A los 40 segundos el cambio le dio la razón al técnico porque de un lateral Quinteros la toca rápido para Luciano Civelli que lo encuentra a Cvitanich abierto por derecha, este lo saca a bailar a Faccioli, centro y gol del mismo Civelli llegando solo por el segundo palo porque Pavlovich arrastró las marcas al primero. 3-0.

Alguna gente de la platea local se para y de la visitante nace el “abran la puerta los pingüinos ya se van”. Los jugadores de Lanús empiezan a irse mentalmente del partido y Banfield se agranda. Civelli le tira un caño a Valeri. Saviolita Biglieri (así le decían por su parecido físico con Javier Pedro) simula una falta en el área ante un cruce del central paraguayo José Devaca y se gana una amarilla que le costaría caro porque al final del encuentro le mete un planchazo al mismo defensor y se gana la roja.

Por un momento Banfield baja el ritmo y Lanús tiene algunas chances con Sand pero el arco de Lucchetti continua en 0. El Taladro sigue ganándole cómo no lo hacía desde el 2006, aquella vez fue 2 a 0 con goles de Lujambio y el mismo José Sand. Llop nota la merma y mueve el banco. Adentro Fabián Santana por Villarreal que está amonestado. Acierta de nuevo. 9 minutos después de un despeje de un centro de Patiño, de afuera del área Santana la agarra como viene y mete el 4 a 0. Los jugadores hacen una montaña festejando. Darío saca la lengua de cara a la gente de Lanús. Al costado del campo el Chocho corre como si fuera el Tete de La Renga en un recital. “En estos momentos Juan Manuel Llop es una de las personas más felices del mundo. Corrió 50 metros el capitán Lucchetti para abrazarlo. Las dedicatorias de los jugadores son hacia el entrenador del Taladro”, describe la escena Juanjo Buscaglia en la transmisión de TyC.

Pero la fiesta sigue. A los 38 del segundo tiempo es el último baile de Cvitanich. De la popular visitante baja el “ole, ole” mientras los volantes de Banfield tocan como el mejor Barsa de Guardiola. Patiño para Santana que rompe líneas hacia adelante, la jugada llega al número 20 que marca el pase en diagonal. Recibe, desparrama a Bossio y a Sigali y mete el 5 a 0 para amarlo hasta al fin de los tiempos. En la tribuna me pongo a llorar. Ya llueve bastante así que estoy embadurnado en gotas. Al año siguiente en un barcito en San Bernardo meta chicanas con un hincha de Lanús me diría que nosotros tenemos un DVD de un partido y ellos de un campeonato. Tiro el nombre de Cvitanich y me interrumpe para reconocerme que lo compró en el Wining Eleven.

“Se pellizcan los 3.500 hinchas, los jugadores, Llop. No lo pueden creer. Banfield está vapuleando al campeón. Una goleada histórica, una tarde para guardar en un cuadrito en medio de una lluvia torrencial sobre la cancha de Lanús”, comenta Buscaglia. Cvitanich baila con Patiño. Un minuto después Llop lo reemplaza y la popular visitante se cae ante nuestro doctor que nos sacó del quirófano. “Daríooo, Daríooo”, mismo cantito que horas después en los festejos en Maipú y Alsina donde empezó todo con el micro frenado en la calle y el propio Cvitanich golpeando desde adentro las ventanas.

Termina el partido. Llop le apoya los 2 brazos en la espalda a la figura del partido que sale disparado a festejar con sus compañeros al grito de “que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán”. Chiquito Bossio como buen perdedor saluda a Llop y a Daniel Quinteros con quien fueron compañeros en Lanús. El enorme y respetable técnico de Lanús Ramón Cabrero dice “nos ganaron bien”. Cvitanich descarga broncas previas ante la cámara: “los partidos se ganan en la cancha y no en los diarios o en la semana”. Jairo Patiño aporta que “les ganamos en su propio patio” recordando que Lanús hace un año (19 partidos) no perdía como local. El capitán Lucchetti sentencia «más que nosotros, ellos no se lo van a olvidar nunca más». El Chocho Llop afirma que “necesitábamos este partido. Jugar de esta forma, ganar de esta manera. Sobre todo para la gente”. Un periodista le recuerda las amenazas sufridas en la semana y responde “el tiempo pone las cosas en su lugar y premia”. 13 años después sería el encargado de devolver a Platense a primera división después de 22 años y a la distancia nos alegraríamos por él.

Darío llega al túnel, le da su camiseta al cronista de Paso a Paso para que la sorteen en el programa. Se pone el buzo y escucha la pregunta.

-Lanús es el campeón. Banfield que le ganó 5 a 0 ¿qué es?

-El padre.

Guardado aquí dentro

La semana siguiente al clásico Banfield volvió a jugar de sábado. 19.20 contra el Tigre de Cagna. “Jugadores-cuerpo técnico gracias por el 5 a 0”, decía una bandera colgada del alambrado. El equipo exhibió una versión más parecida a la mostrada contra Arsenal. Errores defensivos por todos lados. Sale mal Lucchetti y Santiago Morero le gana a Devaca para el 1 a 0. Yo había salido el viernes. El Candombe de resacas me hizo llegar tarde y perderme ese gol. Cuando entré a la popular era un cumpleaños. Éramos más del triple que los 3.500 que habíamos estado el finde pasado en cancha de Lanús. Era tanta la fiesta que pensé que íbamos ganando hasta que el Laucha cambió por gol un penal que le hicieron a Cvitanich y me enteré que era el empate.

Tigre después metió 2 goles (Matías Giménez y Román Martínez) y erró un penal Néstor Ayala tirándola por arriba del travesaño. En realidad en un hecho insólito lo hicieron repetir por adelantamiento del arquero que lo había atajado y el jugador de Tigre había convertido de rebote. El segundo tiempo Banfield fue en busca de la heroica como una semana antes y lo logró de nuevo. Centro perfecto de Quinteros para la cabeza de Cvitanich. 2-3. Pasando los 45 minutos del segundo tiempo tiro libre a la derecha del área. Otro centro del volante esta vez para un cabezazo de Luciano Civelli que mete el empate agónico. En la tribuna sigue el after del 8 de marzo pasado. Ya son las 9 y media de la noche y mientras esperamos que salga la gente de Tigre tiro el mensaje de texto de cada fin de semana. “¿Qué hacemos hoy a la noche?”

Lucas Jiménez

Twitter: @lucasjimenez88

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