Sergio Agüero se despide de Manchester. Se va como el máximo goleador del club y el extranjero que más goles hizo en la historia de la Premier League. Un humilde homenaje al Gran Sergio. Escribe Santiago Núñez.
Alan Shearer, máximo goleador de la historia de la Premier League, dice por la red social Twitter que es una leyenda. El jugador mexicano de Rayados, MIguel Layún, también conocido por su faceta de Gamer y Streamer, le dice: “La gente aquí te quiere ver”. Los hinchas de Independiente y hasta los de River le ruegan a no saben quién por su llegada. Varios medios españoles sueñan con tenerlo, e incluso se animan a imaginarlo en un Barcelona que no sabemos si seguirá siendo de Messi. Si “el City” y “el Kun” caminan separados, el mundo pasa a ser distinto.
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“Así termina cayendo en su propia ineptitud el city”, dice el relator mientras la pelota del córner vuela por el aire, un hincha tiene una cara de dolor insoportable y el partido que tenían que ganar está, a los 89:40, 1-2 abajo. El rival de toda la vida se lleva el triunfo ansiado. El relator se enoja porque nadie pega una patada.
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Sergio Leonel Agüero del Castillo llegó a Manchester en Agosto del 2011, para no dejarlo hasta estos días. En términos de logros colectivos su trayectoria en los “Sky Blues” es incuestionable: Ganó cuatro cuatro trofeos de Premier League, cinco Copas de la Liga, una FA Cup y en tres ocasiones levantó la “Community Shield”.
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“Si hacen el gol acá tampoco hay tiempo”, se frustra el portavoz televisivo que combina en su pantalla la tarde de Manchester con la mañana, casí mediodía, de Buenos Aires. Se viene otro córner y el reloj se pone rojo porque ya dice “90:00”.
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Desde el plano individual, cualquier debate sobre éxito y fracaso es aún más ridículo: Agüero se convirtió en el extranjero más goleador de la historia de la Liga Inglesa (181 tantos) y el cuarto en el ranking general. De los 20 mayores anotadores del torneo, solamente Harry Kane, que posiblemente en un futuro supere al Kun, está en actividad. Además es el máximo goleador histórico de la escuadra de Manchester y durante su estadía allí fue nominado seis veces al Balón de oro. Leyenda pura.
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El arquero tapa una pelota impresionante y, luego del tercer córner ejecutado seguido, se queda con el balón en sus manos. “Quedan 5 minutos. ¿2 goles? No recuerdo”, esboza el relator con un tono de voz que se encuentra en la delgada línea de lo profesional y lo sentimental, aunque no oculta sus ganas de que la historia sea diferente.
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Alguna vez Roberto Mancini catalogó a Agüero como “una copia” de Romario. Su memoria quedará edificada para siempre como su legado, con la estatua que le hará homenaje en el Etihad Stadium. Como dijo la banda de cumbia Los Leales: “Alegras a la gente con tu juego”.
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Una jugada rápida deviene en otro tiro de esquina. “Se la van a pasar tirando córners”, se queja la voz de la tele, que ya admite que no le gusta el resultado por los “jugadores sudamericanos del City” ,aunque empieza a felicitar a Antonio Valencia, del “Manchester de Ferguson”. Mientras hace todo eso, la pelota cae como un misil al área chica y Edin Dzeko mete el gol. Faltan 3 minutos y 45 segundos.
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¿Por qué no es ídolo? Una personalidad argentina tan destacada en el exterior, que jugó una final del mundo y tres partidos definitorios en el exterior, ¿cuánto menos es que Batistuta, Crespo, Caniggia? Si Messi no hubiera existido, ¿acaso Agüero no sería el mejor jugador argentino de los últimos tiempos?
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“Milagros no hay, hazañas tal vez”. La frase esperanzada se pierde rápido cuando un jugador del City deja ir una pelota afuera que claramente es lateral para el Queens Park Rangers. “Es un verde Nasri. Con jugadores así no pueden ser campeones”
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“¿Por qué Sergio Agüero no es reconocido?”, se preguntaba el periodista Michael Cox en una columna publicada en ESPN en Octubre del 2016. El escriba citó sin mucha dificultad la frase de un relator argentino que gritó al eter y los cuatro vientos “Basta, andate Agüero” Dos años después de haber jugado la final del mundo erró un penal en Córdoba contra Paraguay y se fue silbado.
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“Por esas cosas el Manchester… bue dejá, no digo nada”. “Todavía le queda al partido”, lo ayuda el comentarista. “Ojalá”, cierra el relator mientras una nueva jugada del City, a los 93:07, está empezando
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“A veces siento que soy un mal jugador” esbozó el delantero, que no lograba y no logró transmitir al floklore, al sentimiento y a la impronta popular argentina una perspectiva de idolatría o al menos de reconocimiento. Quizás, como suele ocurrir, la historia es más justa que la vida y la eternidad permite reconocer la obra de quien ya no juega. Alguna vez, el propio Kun sentenció: “Cuando no estemos nos van a extrañar”.

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El maestro recibe y parece tener la jugada más planificada de la historia cuando la desgracia de la improvisación lo acecha. Encara, gambetea y tira una pared cuando se está por alcanzar el cuarto minuto de descuento.
Entra al área con otro amague y ya, mano a mano, con su destino, la manda a guardar. El estadio rebalsa. En el estudio de televisión se escuchan golpes a la mesa detrás del grito desaforado que se tranforma en canción: “Na na na na, Na na na na , Eee, Kun Agüero”.
El mejor final no lo escribe ningún libreto. Mientras pasa esto, el maestro se saca la camiseta y empieza a correr hacia la gloria eterna. Lo demás es pura cháchara. Por eso, y no es poco, Sergio Agüero es y será ídolo.
Santiago Núñez
Twitter: @SantiNunez