¿Esperas todos los martes un capítulo nuevo de El Cazador y querés saber más sobre su autor? ¿No leíste ningún capítulo? Bueno hoy, en el cumpleaños número 157 de la localidad de Bella Vista, te traemos esta entrevista con Lucas “Lucho” Bauzá sobre cómo surgió la idea de la novela que une el género policial con el fútbol de ascenso. Un poco de literatura del conurbano para acompañar este martes.

La estación Bella Vista es la decimosegunda parada del tren San Martín saliendo desde Retiro. Está pasando Hurlingham y William Morris. Bella Vista es una localidad de la zona noroeste del Gran Buenos Aires fundada el 18 de mayo de 1864 que pertenece al partido de San Miguel.

De la localidad de Bella Vista son el entrenador de fútbol e hijo del actor Guillermo Zapata, Rodolfo “Rolo” Zapata, de paso por equipos africanos; el ex futbolista e intendente de José C. Paz, Rubén Oscar Glaría; el volante surgido de San Lorenzo y actual jugador de Brown de Puerto Madryn, Axel Juárez; y el volante surgido de Boca y hoy en la Lazio de Italia, Gonzalo Escalante.

Pero también de Bella Vista es Lucas “Lucho” Bauzá, el autor de la primera novela publicada por Lástima a Nadie, Maestro llamada El Cazador que sale por capítulos todos los martes. Les dejamos la entrevista que le hicimos en nuestro programa de radio.

-Muchos de nosotros hemos pensado en algún momento en escribir una novela, pero nunca lo hemos hecho. ¿Cómo es el primer momento en el cual te sentás frente a la primera página y decís “bueno, arranco por acá”?

-Yo tenía la idea de escribir algo de fútbol desde hace rato. Tenía algo sobre un ex jugador de River que viajaba a Córdoba, un futbolista que había rozado la fama un partido y caía al pozo. Esa idea no prosperó, pero está ahí en el tintero. Y después, siempre estaba lo del policial, que también probé varias veces y fracasé una y otra vez, porque no le encontraba la vuelta, no me gustaba y sabía que no estaba bien. Pero acá, hace relativamente poco tiempo, uní la parte policial, que me gusta mucho, con el fútbol: ahí me encontré, lo empecé a disfrutar y la estoy disfrutando mientras la reescribo. La pandemia me ayudó, dentro de todo, porque tuve más tiempo para escribir, dedicarme a esto y ocupar la cabeza en otra cosa.

-Al margen de lo que ya describiste: ¿Cómo fue ese proceso de selección antes de escribir para pensar el tema al cual ibas a dedicar tu escritura, el formato, la temática?

-Lo que por ahí siempre tuve definido hace mucho es escribir una novela en primera persona, eso lo tenía claro. Con respecto al tema y la trama, la empecé a escribir en septiembre del 2019 y la terminé en febrero del 2020, fueron cinco meses, pero antes estuve dos o tres meses dándole vueltas y vueltas a la historia, hasta que se me ocurrió tratar de hacer lo que hace Valentín. Definí el universo de personajes y a quién mataban, y dije “listo, están todos estos personajes, este contexto y después nos vamos a dar cuenta a ver quién fue”. Yo arranqué escribiendo sin saber qué es lo que iba a pasar, lo fui descubriendo colgadito en las espaldas del protagonista que sale a investigar sin saber nada, porque no es un detective ni un héroe, y en la página 60 o 70, dije “uh, mirá fue este y fue por esto”, y ahí ya sabía el porqué. Después, hay una especie de Frankenstein porque me gustaba un personaje de tal novela o de otra. Un caso es el del Bola, de la parrilla, que lo tenía colgado en una novela que no iba para ningún lado, entonces lo saqué y lo puse acá.

-¿Si tuvieras que contarle a alguien que todavía no agarró la novela de qué va la historia con lo que tenemos publicado hasta ahora, qué les dirías?

-Es una novela que arranca con un asesinato. Aparece muerto Dardo Balmaceda, un hincha fanático del club ficticio Ferrocarril San Martín, y aparece Valentín, un ex jugador que era ídolo, que ve algo raro detrás del crimen y decide pegar la vuelta al barrio y ponerse a investigar. No es detective ni nada, es un docente de Historia que quedó muy prendido a su pasado, y que a su vez encuentra que en esa investigación puede estar su revancha, porque se fue del club y del barrio de una manera muy injusta.

-Es fantástica la forma en la cual se cruza muy bien la estética del policial negro, de la novela negra, con lo que es más que nada el fútbol de ascenso. Porque quizás en el fútbol de primera no hubiera quedado tan bien como queda en el fútbol de ascenso.

-La verdad es que no lo había pensado. Lo hice con lo que mayor conocimiento tenía, que es el fútbol de ascenso. El otro día escuché a Martín Kohan hablando de los héroes semi ocultos, y que por ahí a un héroe de la Primera D lo conocen trescientas personas, pero que si hace tres cuadras, y se aleja de la cancha y de ese microclima, pasa a ser uno más. Pero para esas trescientas personas es como el ídolo de River o de Boca. Ahí vi un atractivo. Yo ya estaba escribiendo la novela, pero cuando escuché eso de Martín me encantó la idea de pensar desde ahí al ídolo del ascenso, que es en este caso el protagonista, como alguien que si le sacás ese puñado de personas pasa a ser uno más.

-¿Vos jugaste en el ascenso o hiciste inferiores nada más?

-Yo hice inferiores y era fanático de Juventud Unida, acá en Muñiz. Tuve mucho tiempo sin que me ficharan, y eso en parte fue una suerte porque podía viajar con la Primera y con la Quinta. Entonces miraba el partido de Quinta, el de Reserva y el de Primera, y me volvía en el micro con los jugadores que idolatraba. En la semana, lo mismo, entrenaba con la Quinta y miraba a los de Primera. Después de casi tres o cuatro años que no me ficharon, hubo un momento en que jugué en Quinta y Cuarta, pero lo viví como un hincha, muy contento. Una charla técnica que te cagan a pedos, ponerse la camiseta por primera vez… Metí tres goles en pocos partidos, pero pasaron quince años y los tengo ahí en el recuerdo, como si hubiera pasado ayer.

-Normalmente se relaciona al escritor o al autor con su protagonista. En este caso por lo que vos contás serías más Dardo que Valentín en El Cazador.

-Creo que hay una mezcla de los dos. Hubo una etapa que era un hincha muy fanático, pero no al extremo ese de literalmente dar la vida por los colores, como hace Dardo. La parte de Valentín, en lo personal, son esas ganas de que por más que hayan pasado diez años, vuelvo siempre a tocar un tema que está prácticamente cerrado, de tener treinta años y decir “che, salgo a correr un año, dejo todo lo que estoy haciendo y veo qué onda,a ver si puedo volver a jugar”. Pero pasan esos diez minutos y digo “¿qué estas pensando?, volvé a tu casa y seguí haciendo lo que estás haciendo. Ya está, ya pasó”. Por ahí, esa partecita de repetirse a uno mismo ese “ya pasó”, es lo que puedo usar con el personaje de Valentín.

-Definí a Valentín.

-Es un cagón, básicamente, y quizás tiene miedo de hacerse cargo de lo que los demás esperan de él. Creo que es medio veleta, en ese sentido,que se junta con los suyos y le dicen “dale, vos que siempre nos dejas tirado”. Y en este momento de la novela, cuando se da el asesinato del hincha, intenta hacerse cargo. En el caso del Santo, lo tengo menos trabajado o pensado previamente porque se me escapó. No estaba en la primera escritura de la novela, y cuando aparece hace la que le pinta, así que prácticamente no corrijo las partes en las que aparece él. Se fue dando así.

-¿El Santo tiene algo que ver con el amigo del Conde en las novelas de Padura o fue casualidad?(Para quienes no leyeron la novela de Padura ni la de Lucho, en ambos casos el que vendría a ser el ayudante del detective, Conde en la de Padura, y Valentín en la de Lucho, son personajes que están en silla de ruedas y que, a través de la amistad, pero más que nada del alcohol, ayudan mucho a resolver determinadas cuestiones del misterio)

-Leí varias novelas de Padura y vi la serie Cuatro estaciones en la Habana, que es buenísima. El final del segundo capítulo de la serie, cuando termina con Creedence sonando al mango no podía creer lo que habían hecho esos personajes, lo de Padura y lo que hicieron los de la serie. Me rendí ante ese final, me pareció fascinante y creo que algo de eso me quedó ahí, dando vueltas, aunque la vi hace como tres años, y que después sí, resurgió con el personaje del Santo.

¿De las tradiciones del policial en cuáles más, consciente o inconscientemente, te asentás para escribir la novela?

-Tengo el gusto muy fácil. Me gustan mucho muchas cosas, y creo que a todos se les puede copiar, robar… Me gustan mucho Raymond Chandler, Chester Himes y obviamente Sherlock Holmes, con quien tengo una fascinación a pesar de que hablar de él hoy, en la Argentina, para el género quedó viejo. Y de acá me gustan Kike Ferrari, a quien le mando un saludo porque estoy trabajando la novela en el taller con él, Nico Ferraro y Mariano Hamilton, el periodista, del que por ahí no se habla tanto, pero tiene tres novelas, una que escribió con Alejandro Marinelli, que me gustaron mucho, mucho, con un héroe medio perdedor, ambientadas en la década del setenta. Y obviamente lo de Nicolás Ferraro, el mejor en la actualidad. Lo de él es distinto porque te hace alejarte de la página, algo que nunca me había pasado, con mucha violencia y mucha calidad.

– Valentín está muy en la línea de Chandler y de varios escritores más, donde al detective lo querés cagar a puteadas todo el tiempo, más que nada por cagón. En eso está muy bien armado. 

-Sí, me gustaría que lo puteen, es un personaje muy puteable, y la verdad es que disfruto mucho cuando Valentín se junta con los amigos, el hermano, los primos, el abuelo, y lo putean o lo acusan de pecho frío.

-El cuento “Relato de un utilero” de Fontanarrosa está tan bien contado en detalle que parece contado por un utilero de verdad. En los capítulos de El Cazador parecen vivenciales de verdad los hechos ¿En qué experiencias presenciales o vivenciales, que no viviste pero sí escuchaste, te basaste para la historia de El Cazador?

-Hay bastante de las dos. Muchas cosas las imaginé, pero muchísimas las fui escuchando de otros, y hay algunas que me pasaron a mí, pero son secundarias, y que las recuerdo como si fueran hoy. De eso que viví, lo terminé adaptando a la historia, más que nada al personaje de Valentín. Y después hay mucho de escuchar y ver vestuarios que me quedaron grabadas. Escribo desde los 12 o 13 años, y cuando estaba en los vestuarios pensaba “de acá voy a chorear, no sé para qué, pero todo lo que pasé acá me lo voy a guardar”. Primero, porque me gustaba mucho, y segundo porque sabía que había mucho material literario para contar más adelante. Y eso va saliendo. Te doy un ejemplo chico, para que se entienda: el episodio de Caruzzo (capítulo 12), en el que Valentín disputa una pelota contra Matías Caruzzo en un amistoso de Ferrocarril contra Argentinos, yo lo viví pero como jugador amateur, que me tocó enfrentarme contra un jugador de Tristán Suárez, de la Primera B, y sentí exactamente lo mismo que Valentín en esa escena, que me había arruinado. Y después hay un personaje que no le cambié ni el nombre real ni la personalidad, el Gordo Leandro, que es un amigo de mi hermano mayor Gustavo. Un crack,a él directamente lo saqué de la vida real y lo implanté en la novela.

-Por suerte hay muchos escritores y escritoras del Conurbano que están pudiendo tomar la palabra para contar sus historias, porque muchas veces se ha escrito del Conurbano pero desde el otro lado de la General Paz. Y ya hace muchos años que tenemos a César González, Juan Diego Incardona, Leonardo Oyola, Mariana Komiseroff ¿Podrías recomendar alguno o alguna?

-Me gusta mucho Pablo Ramos. Me tocó darlo en clase, por mi trabajo, donde leímos algunos fragmentos de la novela El origen de la tristeza, protagonizado por un personaje llamado Gabriel que tiene más o menos la edad de los chicos con los que trabajo. Pegó mucho y pegó muy bien, realmente les llegó. Obviamente que a su vez hay muchos Conurbanos, no puede hablar de uno solo, y ese es otro Conurbano, él está del lado de Sarandí, del Arse, y no tiene nada que ver, o poco, ni generacionalmente ni por el lugar, con lo que se vive desde este lado.

-¿Cuántos capítulos están faltando de El Cazador para la gente ansiosa que no puede esperar una semana cada capítulo y prefiere sentarse una noche a leerlo de corrido?

-Yo soy de esos, eh, me costaría mucho estar esperando semana a semana. Queda una tirada… Son cuarenta y cinco más un descuento. Cuarenta y cinco capítulos más tres.

-Lucho, te agradecemos un montón y te seguimos leyendo. Esperamos con ansias lo que se viene.

-Dale, dejame agradecerles infinitamente por la chance, me estaba preparando para un “no”, y cuando me dijeron “dale, metete”, para mí fue un lujo, un sueño. Es una alegría inmensa compartir esto con ustedes y con la gente de la página.

Bonustrack: Scaloni Conducción

-Te definís como un Scalonista, ¿es así?

-Sí, sí. Ahí estamos, bancando a Scaloni con los pibes. Tenemos un grupo de amigos que está dividido. Hay un par que no lo bancan desde el día cero, y hay un par que sí. A mí me gustaba como jugador, por la personalidad que tenía, y bueno… como técnico vi que tomó buenas decisiones. Ahí estamos, bancándolo con Lukitas Jiménez y varios de Lástima a Nadie, que se caracteriza por ser scalonista.

-Lástima a Nadie, Maestro es scalonista y nos bancamos lo que sea contra todo y contra todos. Vos decís que te gustaba como jugador, debés ser una de las pocas personas que lo recuerda como jugador. ¿Scalonista desde el mundial sub 20 de Malasia 97?

-Totalmente, y de toda la banda de Pekerman de esos mundiales. Creo que ahí tenía 9 años y ese equipo me quedó grabado. De Scaloni me gustaba el apellido, después le seguí toda la carrera. Ahora por ahí veo que si gana somos todos scalonistas, pero cuando hay un mal partido no queda nadie en el tren.

Si se quedaron con ganas les dejamos esta entrevista que le realizaron en Redacción Rosario.

Twitter: @rayuelascometas

Diseño de imagen por Lucas Vega, pueden encontrar más sobre él en Estudio Bosnia.

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