Federico Lértora es uno los referentes del plantel campeón de Colón. Surgido en Ferro, se destacó en clubes de Mendoza, Córdoba y, ahora, Santa Fe. En 2019 pasó de descender a jugar una final internacional en cinco meses. Escribe Juan Stanisci.
Abrir las canillas,
Llorar a lágrima viva – Oliverio Girondo
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.
El Gigante de Alberdi se hunde en lágrimas y reproches. Hay para todos y todas. Jugadores, dirigentes, cuerpo técnico actual y pasados. No se salva nadie. O sí. Hay uno que cuando lo miran lo aplauden y gritan su nombre. No le importa demasiado. A falta de tierra para tragarlo, se tapa la cara con la remera para ahogar el llanto. Cuando se acerca a la platea para abandonar por última vez el Estadio Julio César Villagra, se lleva la ovación más dolorosa de su vida.

Federico Eduardo Lértora nació en Mercedes, Provincia de Buenos Aires. En su casa los deportes eran parte de la educación familiar. “Me anotaba en todos los torneos bonaerenses que había: en handball, en básquet, en vóley. Después me incliné por el fútbol. Me las rebuscaba en todos los deportes”. A los cinco años su padre lo llevó a Estudiantes de Mercedes. Al principio era arquero y jugador, cuando el equipo ganaba se calzaba los guantes y cuando perdían salía a jugar. Así como alguno se enojan y putean, la relación de Lértora con el fútbol siempre estuvo marcada por las lágrimas, esa expresión corporal que brota cada vez que la emoción por la tristeza o la alegría son incontenibles. “Siempre que perdía me iba llorando, me daba mucha bronca”.
Con Estudiantes de Mercedes disputaba el torneo de la ciudad y, al mismo tiempo, uno en AFA contra los equipos suplentes de algunos clubes de la Capital como Ferro y Argentinos Juniors. En un partido contra el equipo de Caballito lo vieron y lo invitaron a probarse. Viajó a Buenos Aires más como un impulso que con la idea de llegar a primera. “Recién cuando quedé en Ferro lo empecé a ver como un sueño a cumplir y que quería ser jugador de fútbol”.
Federico Lértora no tenía destino de grandes flashes. Es un volante central de esos que no están de moda. El número de su camiseta es, quizás, el que mejor explica su forma de jugar. “Mi número favorito era el 5. Y cuando llegué a Godoy Cruz la usaba (Nicolás) Olmedo, que era un histórico del club. Ahí se me dio por pedir el 14 porque la habían usado referentes como (Diego) Simeone y (Javier) Mascherano que me gustaban mucho».

El 18 de octubre de 2008 entró al vestuario de Los Andes, en Lomas de Zamora, creyendo que iría al banco de suplentes por primera vez. “Ese día en cancha de Los Andes fue muy loco, porque no me esperaba debutar y menos de titular. Fue toda la familia de canuto a la cancha, porque no se podía ir de visitante, y también dos amigos de Mercedes”. Pero Carlos Trullet, el técnico de Ferro, sorprendió y lo mandó a la cancha de titular. Al partido siguiente, su debut como local, le tocó marcar al Burrito Ortega quién estaba jugando en Independiente Rivadavia de Mendoza. En Ferro fue parte de una gran camada de jugadores: Huevo Acuña, Gonzalo Castellani, Jonatan Schunke, Cristian Chimino, Jorge Pereyra Díaz y Julio Buffarini.
En 2011, luego de 114 partidos con la camiseta de Ferro, llegó a Godoy Cruz. La carrera de Lértora se volvió federal. Cuatro años y más de ochenta partidos en Mendoza. Un breve paso por Arsenal de Sarandí. En 2016 llegó a Belgrano de Córdoba donde estuvo tres años y se transformó en ídolo a pesar del descenso. No volvió a Buenos Aires, salvó para jugar como visitante.
No son muchos los futbolistas que tienen en su carrera un descenso y un campeonato. Si a eso le sumamos una final internacional, el número se reduce aun más. El caso de Lértora debe ser de los más particulares. En abril de 2019 descendió con su querido Belgrano de Córdoba. El 22 de julio cambió Córdoba por Santa Fe y se fue a Colón, a donde había llegado Pablo Lavallen el técnico con el que habían descendido en Belgrano. Menos de cuatro meses después Lértora y Lavallen jugaban la final de la Copa Sudamericana con Colón en Asunción contra Independiente del Valle.

Entre las derrotas y las victorias está el empate. Considerado de forma peyorativa cuando alguien lo festeja o se agarra de él, Lértora se embarcó como padrino del proyecto Empate F.C. una escuelita de fútbol gratuita en Córdoba para niños con Síndrome de Down, creada en 2017. “Buscamos el empate, buscamos igualar, buscamos un mismo resultado. Todos ganan si empatamos”, es el lema de Empate F.C.
En septiembre de 2020, con Eduardo Domínguez a la cabeza y muchos jugadores que pedían revancha de la Sudamericana, Colón volvió a los entrenamientos. Un plantel con mucho ascenso, mucha lucha y pocas luces de la capital. Los caminos de Colón y de su plantel, son la reivindicación del fútbol que se aleja del negocio y se acerca al pueblo. El primer campeón argentino que no salió de la provincia de Buenos Aires ni de Rosario, está formado por jugadores que hicieron la mayoría de su carrera lejos de la Capital Federal. Suena lógico que la final se haya jugado tan lejos de las cámaras porteñas.
Federico Lértora, Rodrigo Aliendro, Luis Miguel Rodríguez y Christian Bernardi, figuras del equipo campeón, nunca jugaron en el exterior ni en equipos de primera en Buenos Aires. Todos debutaron en el ascenso. Aliendro hizo las inferiores en Chacarita y debutó en la C con la camiseta de Ituzaingó. Christian Bernardi surgió en Instituto, tuvo que buscar minutos en Gimnasia de Concepción del Uruguay. La historia del Pulga es más conocida. Federico Lértora anduvo por la metrópoli, las montañas, las sierras y los ríos, para consagrarse en San Juan.

Las lágrimas vuelven a brotar como única respuesta a lo que ya no se puede contener. Son los viajes entre Mercedes y Caballito a los diez años, los problemas para cobrar en un Ferro quebrado, los años andinos en Godoy Cruz, el descenso y la idolatría en Barrio Alberdi, la final en Asunción, la muerte de su padre y el nacimiento de su primera hija. Es todo eso, pero también es simplemente que Lértora y Colón salieron campeones por primera vez en sus historias.
La historia recordara los golazos del Pulga Rodríguez, las gambetas de Bernardi, el hambre del pibe Farías, la voz de mando de Paolo Goltz, las manos de Burián y los planteos de Eduardo Domínguez. Y también habrá un lugar en la eternidad para las lágrimas de Federico Lértora.
Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci
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