Hoy cumple 42 años Fabrizio Miccoli, el fantasista. Un jugador popular y polémico, de esos queridos por las hinchadas, especialmente por los tifosi del Palermo. Un futbolista de aventuras extravagantes y guiños para el gran público. Escribe Alejandro Horacio Oviedo.

El 7 de septiembre de 1979 se jugaba la final del Mundial Juvenil sub 20 de FIFA en Japón.  Ese día Argentina derrotó a la Unión Soviética por 3 a 1 con un gol de un joven Diego Armando Maradona. Ese mismo año, apenas unos meses antes (en Junio), nacía en Nardó (Lecce) un ex futbolista que se retiró en 2015 en el Birkirkara Football Club de Malta.

Hablamos de Fabrizio Miccoli, jugador talentoso y de prolongada carrera en Italia. Miccoli vivió dos pasos no muy exitosos por la Juventus, jugó en la Fiorentina, pero su mejor momento lo vivió en el Palermo, donde hizo 74 goles y conquistó los corazones de la camiseta rosa. Tuvo una buena participación en el Benfica donde jugó por la Liga de Campeones, haciendo algunos goles importantes. El desquite fue ganar una Supercopa Portuguesa, que se suma a una Supercopa Italiana que conquistó como jugador del plantel de la Juve sin demasiada participación. Fabrizio no tiene más títulos en su palmarés, así como su paso por la selección Azurra tampoco le dio mucho reconocimiento.

Jugador popular y polémico, de esos queridos por las hinchadas, con aventuras extravagantes y guiños para el gran público, Miccoli se hizo querer especialmente por los tifosi del Palermo. Se dice, por ejemplo, que se hizo amigo de Mauro Lauricella, hijo del capo de la Kalsa, mafia Siciliana del barrio Árabe, a quién le había solicitado ayuda para cobrarse una deuda de dinero que tenía con antiguos socios comerciales en un bar de la zona. Aventura que le valió hace poco una condena de tres años y medio de prisión por delito de extorsión.

Dentro de la cancha Fabrizio era el fantasista: asistencias sin mirar al compañero, penales pateados con calidad y displicencia, tiros libres a colocar, definiciones de esas que enloquecen a cualquier hincha futbolero. Tanto así que en algún momento lo apodaron “El Maradona de Salento”, nombre que él mismo debe disfrutar ya que su hijo se llama Diego en homenaje a su ídolo, el 10 de Fiorito.

Miccoli anduvo muchos años buscando por todo el Mundo al Diego de Fiorito, porque tenía que devolverle algo que le pertenecía: un juego de aros de diamante que le fueron incautados por el fisco Italiano, en parte de pago por la histórica deuda que ya todos conocemos y que Miccoli compró en una subasta. Envió a una mujer a comprarlos por 25.000 Euros, con el solo objeto de devolverlos a su legítimo dueño.

El encuentro pudo haber sido en Nápoles, cuando Maradona estuvo de visita, pero regresó demasiado pronto a Dubai. Pudo haber sido en Alemania (2010) cuando Diego era DT de la Selección Argentina, pero Fabrizio estaba ocupado organizando el cumpleaños de su pequeña hija. Diego había agradecido públicamente el gesto de Miccoli, así como elogió su buen juego, y dijo que a cambio de sus aritos de diamante le iba a dar los que estaba usando en ese momento. Quedó pendiente el encuentro y el intercambio entre los dos fantasistas del sur Italiano.

Alejandro Horacio Oviedo

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