Hoy cumple 30 años Neymar. Lo queremos mucho, si algo faltaba para confirmarlo fue aquella imagen con Messi después de la última Copa América. Riendo como dos amigos después de jugar un papi en el barrio esperando que llegue una fresca. Escribe Juan Stanisci
Lo único que les falta es una cerveza.
Uno nació en Mogi Das Cruzes, un pueblo rodeado de montañas en Sao Paulo. Tiene 29 años. Desde antes de los 17 años está acostumbrado a que hablen de él o le pongan cámaras a centímetros de la cara. También está acostumbrado a que le peguen, lo insulten, lo llamen llorón o sobrador. Pero él siempre se la banca. Se llama Neymar da Silva Santos Júnior. Le dicen Neymar Jr. O simplemente Ney.
Que alguien les lleve una cerveza.
El otro nació al sur de la ciudad de Rosario, la ciudad que vive agrietada por los colores rojo y negro y azul y amarillo. Tiene 34 años recién cumplidos y es el desempleado más cotizado del mundo. Las lágrimas le salen fácil. Creía que en su vida lo había vivido todo, pero esta noche es la primera vez que grita de esa manera. Igual que Neymar, está acostumbrado a que le peguen. No solo dentro de la cancha, en su país le han dado las peores patadas sin siquiera tocarlo. Ahora quizás no sabe, pero seguro intuye que muchas de esas personas que lo criticaban deben estar festejando y cantando por él. Se llama Lionel Andrés Messi Cuccittini. Le dicen Messi. O simplemente Leo.
La imagen es perfecta, pero les falta una cerveza entre las piernas.
Los dos están sentados en una escalera. Se ríen, se abrazan. Acaban de terminar de jugar al fútbol y parece que están esperando al amigo que fue a comprar la cerveza. Pero no. Están sentados en la escalera que une los vestuarios con la cancha de un estadio tan grande como su historia.
En otro contexto sería una botella pasando de mano en mano, pero por la pandemia deberían tener una cada uno.
Hace pocos minutos los dos estaban llorando. Por el mismo motivo aunque con distintas sensaciones. El motivo se llama Copa América y era la posibilidad para ambos de ganar su primer título importante con las selecciones mayores de sus países. Las sensaciones, en cambio, son antagónicas: Ney siente tristeza e impotencia; Lio que la felicidad no le entra en el cuerpo.

Pero eso ya pasó. Ahora están sentados en una escalerita y los dos ríen. No tímidamente. Con fuerza, con toda la cara. Con los ojos achinados y la boca bien abierta. Ney se tira sobre el brazo de Lio. Ambos tienen el pecho desnudo. En realidad Lio lo tiene casi desnudo. Hay dos cosas que no se sacó y no lo hará en toda la noche: la cinta de capitán y la medalla dorada de campeón de América.
Los dos son amigos, pero hubo un tercer muchacho que los juntó. Lio festejaba con sus compañeros en un rincón del enorme estadio, cuando uno de ellos se empezó a alejar. Leandro Paredes caminaba, celular y camiseta en mano, rumbo a los vestuarios. El capitán lo llamó. “¿A dónde vas?”, le habrá dicho. “Voy a llevarle a casaca a Ney”, respondió Leandro Paredes. “Vamos”, habrá contestado el capitán.
Ahora los tres están sentados en la escalerita. Rodeados de gente, hablan como si estuvieran solos. Sentados en una esquina de un barrio cualquiera en una ciudad cualquiera. No mencionan el partido. Los temas van cambiando. La familia, las vacaciones. Cómo vivieron los cuarenta y cinco días aislados del mundo. Entre concentraciones y partidos en estadios vacíos. Pasaron las Eliminatorias. La Copa América desde hace unos minutos es historia.

Las cámaras los enfocan. Les sacan fotos. Si la escena fuera al revés y el campeón hubiera sido Neymar en vez de los argentinos, las redes sociales argentinas se estarían llenando de críticas contra Paredes y Messi. En vez de eso el pueblo argentino se rinde ante la actitud de Neymar.
Mientras tanto, ellos tres siguen ahí. Charlando. Riendo. Esperando la cerveza.
Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci
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