El Boca de Battaglia mejoró y fue un justo campeón. La dirigencia del fútbol argentino se debe una mejora para dejar de hablar de la violencia de género en un segundo plano. Escribe Juan Stanisci.

Los que hasta hace unos minutos estaban en cancha se abrazan. Saltan. Empiezan a cantar con la tribuna. Falta para que termine el partido, pero el resultado es contundente. 3 a 0. Los juveniles Marcelo Weingandt y Gabriel Aranda se van al vestuario y vuelven con el cotillón para la fiesta. Los enviados de la Liga Profesional les dicen que todavía no pueden festejar. A nadie le importa. La escena normalmente me da ganas de pararme y cantar frente al televisor. Esta vez no. Hay algo que no encaja y hace mucho ruido. Algo que se llama Sebastián Villa.

Lo otro, lo innombrable

La recta final de La Copa de la Liga estuvo atravesada por la denuncia contra Villa por violencia de género, abuso sexual y tentativa de homicidio. El delantero colombiano jugó contra Racing y contra Tigre. Boca jamás puso en duda su continuidad futbolística. Incluso Riquelme lo bancó públicamente, aun cuando no le habían preguntado por el hecho, y el club lo felicitó por su cumpleaños.

La Copa ganada no puede tapar la denuncia. Ni ésta ni las que existieron en el pasado. Boca Juniors como institución, y el fútbol argentino en general se deben replantear su rol dentro de la sociedad y qué responsabilidades conlleva ¿Puede alguien con dos denuncias por violencia contra mujeres, en un país donde se produce un femicidio cada 23 horas, seguir desarrollando una actividad con tanto alcance público? Si ser futbolista de primera división es sinónimo de éxito. Si ganar pone a los jugadores en un lugar a imitar. Si salir campeón significa mucho más que levantar un trofeo ¿Qué refleja entonces Villa dando una vuelta olímpica? ¿Qué puede generar como espejo para quien lo mira?

A Boca lo siguen millones de personas. Para muchos niños y muchas niñas su modelo a seguir son esos once tipos adentro de la cancha. Y no solo para los que miran a través de una pantalla o van a la cancha. También hay divisiones inferiores que observan hacia arriba buscando una forma de moverse en el mundo ¿Qué genera la posición del club manteniendo a Villa hasta las últimas consecuencias?

Boca actúa en sintonía con el resto del fútbol argentino. Este caso se agrava por el hecho de ser la segunda denuncia contra el mismo jugador. Y por la incoherencia a la hora de manejarse. En agosto de 2020, cuando todavía no se jugaba al fútbol por la pandemia, Sebastián Villa fue denunciado por violencia de género por su ex pareja. En un primer momento el club decidió no hacer nada, salvo “ponerse a disposición de la víctima y la justicia”. Una semana más tarde la situación cambió. El presidente del club Jorge Amor Ameal declaró que si era encontrado culpable no debía dejar de jugar porque: “Si es culpable, hay que curarlo, esta es la historia. No se puede sobre la pena, seguir penando”. Boca finalmente separó a Villa del plantel ¿Cuál es la diferencia entre ese momento y ahora? Que en agosto del 2020 no había competencia.

Con la decisión de mantener a Villa en el plantel Boca prioriza su patrimonio. El capital por sobre lo humano. Descarta la posibilidad de utilizar al fútbol como vehículo para construir una sociedad más igualitaria, en pos de cuidar a un futbolista. Que en realidad, más que un futbolista, son los potenciales millones de dólares en los que está tazado. Algo que, de alguna manera, parece más en línea con la dirigencia anterior que con esta.

No hay que olvidar que varias agrupaciones feministas de hinchas de Boca se volcaron abiertamente por la candidatura de Ameal. Y que la dirigencia se encargó de bajar mensajes ligados a derechos humanos, igualdad, respeto a las mujeres y las diversidades y contra la violencia de género, que antes no se hacían. Pero todo queda en placas y mensajes de redes sociales. Como cada comunicado referido a las denuncias de Villa: “Boca reafirma su compromiso con los valores de la igualdad y el respeto, considerando a los clubes como un actor social determinante para dar esta pelea que tenemos como sociedad para erradicar la violencia de género, en todas sus expresiones”. Lo reafirma en las redes sociales, pero en las acciones nada.

La falta de determinación en torno a los casos de violencia de género perpetrados por futbolistas no es un problema exclusivo de Boca. Es un debate que debe darse al interior del fútbol argentino. Tanto de parte de los dirigentes, que son quienes deciden qué hacer frente a estas situaciones; como de parte de los y las hinchas que, en muchos casos, deciden mirar hacia otro lado cuando el hecho sucede en el club, o burlarse ridículamente cuando sucede en el equipo rival.  

El fútbol pretende ser una burbuja donde todo lo que sucede por fuera de la misma, es dejado de lado. Política, derechos humanos o violencia de género. Después del título, Riquelme dio una entrevista radial donde intentó rectificar lo que dijo la semana pasada: “cuando hablamos de fútbol hablamos de fútbol. Odiamos el otro tema”. Jorge Rial, el entrevistador, le repreguntó si repudiaba los hechos por los que Villa fue denunciado. “Lo otro nos da bronca, a vos, a mí, a todos”. Lo otro. La violencia de género se transforma en un innombrable. El caso Villa, y todos los otros casos de violencia de género en el fútbol argentino, tienen que ser una oportunidad para que deje de ser “lo otro”. Para que sea algo que se hable. Que se visibilice. Si el fútbol no sirve para visibilizar y ayudar a construir una sociedad mejor, se pierde gran parte de su potencia.

Y si eso no sucede. Quienes formamos parte del mundo del fútbol (hinchas, dirigentes, futbolistas, directores técnicos, periodistas) tendremos que hacernos cargo de la clase de ídolos que se construyen ahí dentro.

La montaña mágica

Hace menos de un año Boca dejaba libres a: Mauro Zárate, Emanuel Más, Franco Jara y Julio Buffarini. Además decidió no comprar el pase de Franco Soldano, vendió a Esteban Andrada y Carlos Tévez anunció que dejaba la institución aunque no se retiraba, cosa que hoy parece ya confirmada. Los medios de comunicación destacaban la jerarquía que Boca dejaba ir ¿Cómo haría el club para reemplazar a esos jugadores?

Para colmo incorporó tres jugadores y ninguno rindió: Esteban Rolón, Nicolás Orsini y Norberto Briasco. Con la competencia iniciada se sumó Juan Ramírez que, luego de un buen arranque, fue bajando su rendimiento. Se fue Miguel Ángel Russo y asumió Sebastián Battaglia. El equipo cambió su forma de jugar. Abandonó la solidez defensiva y empezó a tener más dinámica y vocación ofensiva. El Boca de Russo era un equipo al que le costaba, no digo generar situaciones de gol, sino directamente atacar. Pero, a cambio, era complejo hacerle goles. El de Battaglia, durante los primeros partidos, pareció ser todo lo contrario. Un equipo que iba al golpe por golpe. Que se dejaba atacar sabiendo que podía hacer daño.

Eso al menos hasta el partido con River del torneo pasado. Ahí aparecieron todas las dudas. Todo lo construido hasta entonces se derrumbó. Boca parecía un equipo que no sabía estar en desventaja. Y que se desesperaba con facilidad. La Copa Argentina trajo algo de tranquilidad. Pero como suele suceder en Boca, no duró mucho.

Para este año el Consejo de Fútbol armó su mejor mercado de pases: Pol Fernández, que se había ido entre ruido y una opción de compra muy alta, y volvió en silencio por menos de la mitad que valía un año antes; Darío Ismael Benedetto, el gran goleador post Martín Palermo, que retornó gracias al ingenio del inefable Christian Bragarnik; Óscar Romero, para reemplazar a Cardona; Nicolás Figal; Leandro Brey.

Tanto Benedetto como Romero llegaron casi sin ritmo futbolístico. El Pipa pudo hacer la pretemporada, el paraguayo no. Algo que se repite de los últimos mercados de pase. Marcos Rojo, Zambrano y Advíncula, por citar tres refuerzos que hoy en día son valorados, tuvieron que esperar más de seis meses para empezar a mostrar buenos rendimientos. En los tres casos el tema físico, además de adaptarse a un nuevo club, fue fundamental.

Hasta estas últimas semanas Boca parecía, en lo que respecta al fútbol masculino de primera división, un constante buen proyecto. Pero que ese proyecto nunca terminaba de concretarse. Ahora los refuerzos parecen ensamblarse con la estructura que ya estaba armada, sumada a los juveniles que vienen pidiendo pista.

Riquelme siempre marca que la mejor materia prima de un juvenil es el tiempo. Frente a la dictadura de la inmediatez y el descarte, él pide paciencia. Alan Varela puede ser el caso emblemático de esto. Un jugador que apareció jugando en primera como si lo hiciera de toda la vida. Pero que de golpe dejó de jugar. En redes sociales y programas periodísticos fue muy nombrada su ausencia. Se hablaba de una bajada de línea del Consejo de Fútbol para que no jugara. Pero cada vez que entraba Varela le daba la razón al técnico. Hasta que en la recta final del torneo recuperó la memoria. Según Platón, aprender es en realidad recordar. Alan Varela parece haber recordado todo.

De todos los juveniles surgidos durante el 2021, el elegante número cinco es el único que terminó dentro del equipo titular. No porque el resto no sean tenidos en cuenta. Todo lo contrario, van ganando rodaje sin tener toda la presión. Vázquez, Zeballos, Medina, Sández, Aranda, Weingandt, Molinas y Vega, todos tuvieron protagonismo. Boca tiene, en varios de estos juveniles, material para ahorrarse dolores de cabeza en futuros mercados de pases.

Lo que después de la final pareció algo natural en los medios de comunicación, dicho sea de paso, más indignados por el cigarrillo de Marcos Rojo que por las denuncias a Villa, hace un mes era un imposible. Anoche, sin vergüenza, el periodismo deportivo celebró a Boca como el mejor equipo de Argentina. Hace menos de un mes era una bomba a punto de explotar. Un equipo de crisis en crisis. El técnico al borde de la renuncia, el despido o todo eso junto. Jugadores que no rendían. El consejo de fútbol descripto como un grupo de totalitarios delirantes.

Es cierto que el equipo no jugaba bien. También es cierto que en dos meses perdió a su zaga central, a la suplente, y a un suplente de los suplentes. Advíncula terminó jugando de zaguero durante varios minutos. Izquierdoz volvió antes de su lesión, a riesgo de volver a lastimarse, para terminar de cubrir los huecos. En ese gesto de Izquierdoz, el gran capitán, está parte de la clave de este título. El hombre que no teme hablar sobre su corrida al Pity Martínez, es fundamental en el equipo mucho más allá de lo futbolístico. La levantada del equipo coincidió con el rearmado de su defensa. Luego de empatar con Godoy Cruz, y dejar una peor imagen que en la única derrota del torneo, y ganarle con lo justo a Central Córdoba, Boca recuperó a Zambrano y a Izquierdoz, pudiendo rearmar la defensa.

El otro movimiento clave en la levantada estuvo en el mediocampo. Luego de probar volantes durante todo el torneo (el rendimiento era tan bajo que hubo un solo gol de un mediocampista), Battaglia sacó del eje a Pol Fernández, que lo había hecho muy bien contra Estudiantes y River, y puso a Varela. Lo rodeó primero con Pol y Ramírez, dejando a Óscar Romero de enganche. Luego, a partir de los cuartos de final contra Defensa y Justicia, Romero pasó a jugar de interior por izquierda. El triangulo quedó conformado por Varela, Pol Fernández y Romero.

A partir de los cuartos de final Boca mostró toda la solidez que no había tenido en el resto del torneo. No solo en el juego, también en el resultado. Durante las primeras doce fechas le hicieron goles en nueve partidos. Justamente en los partidos más complejos, River y Estudiantes, quedó con el arco invicto. A partir de ese punto de quiebre que fue Barracas Central, no volvieron a hacerle un gol.

Contra Defensa y Justicia se vio la identidad de este equipo. Esa que repitió contra Tigre y Corinthians. Juega bien sin ser vistoso. Domina por prepotencia más que por estética. Basa su dominio en ganar las pelotas divididas y presionar con velocidad. Luego inicia largas posesiones que pueden terminar en un partido aburrido o en un golazo como contra Defensa y Justicia. Algo que no pudo repetir contra Racing, el equipo que mejor había jugado en el torneo. “Los rivales también juegan”, repetía Izquierdoz en las entrevistas después de la final.

Boca logró consolidar un estilo y una idea que, sin ser atractivo para el neutral, da resultados. A eso le sumó la contundencia y la capacidad de dominio de los últimos partidos. También parece que el plantel se fortaleció antes las críticas. Además, el equipo se está acostumbrando a jugar partidos difíciles sin tener resultados negativos. Sacando el superclásico del campeonato del año pasado, Boca no perdió ningún partido de los considerados clave: empató la serie con Mineiro, aunque quedó afuera por penales, eliminó a River por Copa Argentina, ganó la final con Talleres y en este torneo le ganó a Estudiantes, River, Defensa y Justicia, eliminó sin merecerlo pero sin perder a Racing, y venció con claridad a Tigre.

“Se hace camino al andar”, escribió Miguel Hernández. Los grandes equipos no se forman de la nada. Los forja haber pasado momentos complicados. “Primero hay que saber sufrir”, dice el tango Naranjo en flor. Y Boca aprendió eso que es fundamental para jugar la Copa Libertadores y competir hasta el final. El tiempo dirá para qué está este equipo. Esperemos que sea sin Villa en la cancha.

Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci

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1 Comment

  1. El tema de la violencia de genero en el futbol tiene, como bien decis, declaraciones pero faltan decisiones.
    Se prioriza el valoe del activo por sobre lo humano

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