Hoy se cumplen 20 años de la Masacre de Avellaneda donde la Policía bonaerense asesinó a Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Los recordamos con algunas postales del mundial de Corea-Japón 2002 y un clima de época en nuestro país. El camino de la lucha para combatir el frío y el hambre que azotaban a los barrios populares. Escribe Federico Abbiati.

“Argentina, con un solitario gol de Batistuta, ha cumplido con su papel de favorita ante Nigeria. Le ha costado al grupo de Marcelo Bielsa, pero al final lo ha conseguido. La disposición eminentemente ofensiva de Argentina (sólo tres defensas) ha chocado en el centro del campo con el planteamiento conservador de las ‘águilas verdes’…”

“Batistuta, que igualó a Maradona al conseguir marcar en tres Mundiales consecutivos, fue uno de los más destacados. Sin embargo, la labor de Ortega, muy activo y más generoso con sus compañeros, fue fundamental en el triunfo de Argentina. El gol llegó tras un saque de esquina botado por Verón al segundo palo, pero el ‘Burrito’ fue el que más problemas creó a la zaga de Nigeria. El temido ‘grupo de la muerte’ camina por los derroteros lógicos del fútbol.”

Nunca más apropiada esta síntesis del diario español El Mundo, sobre lo que fue la presentación argentina en Corea – Japón 2002. Después de todo, ¿qué más podemos aportar sobre ese magro cotejo? Palo y los tres puntos a la bolsa. A preparar el “bélico” choque con Inglaterra.

Sin siquiera, por el más enfermante de los pesimismos, poder imaginarnos que un penal convertido por Beckham, cinco días más tarde en el Sapporo Dome, significaría el principio del fin, definitivamente nos había tocado el “grupo de la muerte”. Y Nigeria por carecer, definitivamente y por completo, de los fundamentos mínimos para derrotarnos, tampoco nos iba a allanar en nada el camino hacia el triunfo.

Argentina-Nigeria Kashima stadium, Japan June 2, 2002. (photo by Eric Renard / Onze / Icon Sport via Getty Images)

Muy probablemente, lo anecdótico de ese match, además de la expectativa del debut, estuvo dado por el horario: Domingo 2 de Junio, a las 02:30 hs. de Buenos Aires. Previa con amigos, asado, buen vino y fernet. Por ahí un rico helado para que los altos niveles de azúcar nos mantuvieran alertas; literalmente, “en la dulce espera”. Todo al resguardo del calorcito que exigía ese invierno en arribo.

¿Pero cuál era la previa que un grupo de amigos pudo haber llevado, esa madrugada del estreno albiceleste, en los tantos barrios azotados por los más crueles frescos que la desigualdad de este sistema impone? Esas barriadas en las que la consigna para cada día de vida es la misma: Apechugar y Subsistir.

Ofrecemos estas humildes líneas a dos gladiadores: Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Ellos, ¿habrán comido asado en esa previa contra Nigeria? ¿Pudieron haberse reunido en una mesa con café y medialunas, la mañana del Viernes 7 de Junio de 2002, para padecer, junto a sus respectivos amigos, la derrota con Inglaterra, aunque siempre con la alegría del amical reencuentro? ¿Y con Suecia, la angustiante madrugada del ganar o volver a casa, habrán repetido asado o tal vez un pollito al disco? 

Maxi y Darío, sin llegar a conocerse, militaban la causa que trasciende a cualquier objetivo llevado a la militancia: Una vida digna que significase esperanza y no resignación. Con 22 años, Kosteki proyectaba sus días a través de ladrillos que él mismo elaboraba voluntariamente con un horno de cerámica que le había sido donado. En el corto plazo, esos ladrillos comenzarían a reemplazar las chapas por las cuales se colaban las más deshumanizadoras temperaturas.

Santillán, nacido y criado en la barriada de Don Orione, Almirante Brown, aunque era más identificado con La Fe, barrio perteneciente a Lanús. Aquí, junto a los desposeídos en el más crudo significado de la palabra, había encontrado la libertad para su espíritu.

Con el desarrollo del mundial en lejano oriente, Darío había terminado por depositar sus expectativas en el seleccionado de Turquía, tal cual lo relata la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino, en una nota que replicamos en nuestro portal, con ocasión de un aniversario de la masacre de Avellaneda. Nunca podremos saber si esos créditos se debieron a la inmediata eliminación de Argentina o por empatía con el modo de juego de los turcos.

Si ambos no se registraban el uno al otro, o aún identificándose no eran compinches, la fecha del miércoles 26 de junio de 2002 los unió para siempre dentro de la página en la que nuestra historia preserva a sus más fieles luchadores. En lo que ciertamente podemos definir como una inhumana réplica de la explosión sistémica que fue Diciembre de 2001, esa fría mañana se llevó el progreso que representaban Maxi y Darío.

El desprecio por la vida ajena, amparado detrás de un uniforme policial, puede, a pesar de su inmundo accionar, haber sido el artífice de que la sangre de Kosteki y Santillán se fundieran en un eterno abrazo de hermandad. Así y todo, nunca habrá justificación humana para tanta aberración.

Las balas de Alfredo Franchiotti y Alejandro Acosta privaron a Darío de ver subir al podio a su Turquía. Tanto para él como para Maxi, la última mueca que les dio la blanca rodante fue ese inexpresivo triunfo inicial con Nigeria.

Como hace dos décadas, la copa del mundo volverá a ser diva en tierra asiática. Ojalá, esta vez sí, sea para la Argentina. Ojalá sea para el regocijo de Maxi y Darío.

Federico Abbiati
Twitter: @FedericoAbbiat1

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