La historia del capitán de Vélez Sarsfield. Un obrero del fútbol que dejó huella en cada lugar donde estuvo en base a sacrificio y goles inolvidables. Escribe Lucas Jiménez.

Habrá una canción para el mal nacido hermano

3 de marzo del 2011. Estadio José Amalfitani. El Vélez del Tigre Gareca juega la segunda fecha del Grupo 4 de la Copa Libertadores. Viene de ganar 3-0 en el debut y llega con la confianza alta. El rival es la Universidad Católica de Chile que nunca ganó en la Argentina por la máxima copa continental a nivel clubes. A los segundos de partido el número 2 del equipo chileno recibe la pelota ingresando al área por la izquierda, la acomoda para adelante y patea. Movimientos simples y naturales. También efectivos porque el arquero Marcelo Barovero no puede contener el remate y es el 1-0. Por más que portaba el dorsal de un defensor, el autor del gol es delantero. Lucas Pratto metía su segundo tanto en la Libertadores, el primero en su tierra. Esa donde le costó hacer pie en sus primeros años como futbolista.

Vélez se recompuso de ese golpe y mostró su jerarquía. Pasó de 0-1 a 3-1, pero Católica tenía la fuerza de los que creen y descontó. Faltando dos minutos para el final del partido, Lucas recibió en el área de espalda. Parecía una jugada sin ningún tipo de peligro, pero volvió a hacer la especialidad de la casa, goles importantes de esos que no se olvidan. Otra vez un toque corto y un remate seco. Palo y red. 3-3 agónico que decantó en un 4-3 de contragolpe con gol de Francisco Pizarro. El equipo chileno logró un triunfo histórico. Pratto sin darse cuenta acababa de dejar una semilla sembrada que cosecharía en el futuro.

No se puede destruir todo el sueño sin soñarlo

Luca Pratto llegó en 2006 a las inferiores de Boca, recomendado por Martín Palermo, proveniente de Cambaceres. Lo primero que lo sorprendió cuando llegó al Xeneize fue que le dieran botines. Cuando jugaba en el club de Ensenada se los tenía que comprar él y como no tenía plata para unos de marca, su mamá Daniela se los hacía fabricar en una zapatería del barrio Los Hornos en La Plata, donde salían la mitad que los Envión, que eran los más baratos del mercado. Por 25 pesos te los hacían negros y por 5 más podías elegir un color. Pratto los pedía blancos y con la pipa Nike roja. Alguna gente en el futuro por esta elección decía que Lucas era hincha de River o Estudiantes, pero era para combinarlos con los colores de Cambaceres.

Su vida futbolística siempre se forjó a base de rechazos y constancia. Empezó jugando en Gimnasia de Los Hornos y luego se probó en Estudiantes, donde lo querían para jugar la liga de La Plata pero no los torneos AFA. Así recaló en El Rojo de Ensenada, adonde tenía una hora de viaje en colectivo para ir y otra para volver. Bondi que tomaba y lo dejaba a 20 cuadras de la casa. Volvía a la noche solo con fuerzas para comer y acostarse.

En Cambaceres jugaba de volante por derecha con llegada al área. “Estilo Maxi Rodríguez”, contó en una entrevista en 2013 en la revista El Gráfico. Allí conoció a un preparador físico que era socio de Gabriel Palermo, el hermano de Martin, y así consiguió una prueba en Boca. Apenas llegó le preguntaron de qué jugaba y respondió delantero. Sin saber que esa respuesta lo taponaría en el Xeneize para siempre, pero le daría una carrera en el fútbol profesional.

“Hice una buena práctica y me dijeron que en enero volviera, que me iban a llevar a la pretemporada y que seguiría a prueba. Yo era fanático de Boca. Cuando volví a mi casa y le conté a mi mamá, se puso a llorar. Yo no entendía nada, era raro para mí verla así”, recordó en la nota mencionada hecha por el periodista Andrés Eliceche.

El sueño de Boca duró poco. Detrás de la figura de Martín Palermo los centrodelantero del club solo podían aspirar a ser suplente del suplente, que casi siempre era un refuerzo de renombre como Bruno Marioni, en esos años. Su debut en Primera se dio en el Tigre de Diego Cagna, al que había llegado a préstamo del Xeneize. En el Matador metió su primer gol en un partido contra San Martín en San Juan en el Torneo Clausura 2008. Misma provincia donde 8 años después metería un tanto con la Selección Argentina, tras centro de Messi en un partido por Eliminatorias. La noche que confirmó que los obreros del fútbol también llegan a representarnos en las esferas más altas.

El Lyn de Noruega fue el segundo equipo a donde Boca lo cedió. Cuando volvió jugó poco y nada. Pero Pratto destaca de esa vuelta al club de la Ribera una charla con Alfio Basile, que le aconsejó que se anime a gambetear y asociarse más al juego.

Su última vez vestido como jugador de Boca en un partido fue a fines del 2009 en la última fecha contra Banfield, que daría la vuelta olímpica por más que perdió 0-2 con dos goles de Palermo. Pratto estuvo en el banco de suplentes pero no ingresó. Ya en el vestuario se le acercó un dirigente y le dijo que lo iban a dar a préstamo a Platense lo que quedaba de la temporada. Lucas le dijo que no era el momento para hablar sobre eso y que era un equipo que estaba peleando el descenso en la B Nacional.

Esa conversación fue el final del Pratto hincha de Boca, la bronca hacia algunas personas que representaban al club le hizo perder el fanatismo. Por intermedio de su representante consiguió salir a préstamo a otro equipo de la segunda categoría, Unión de Santa Fe. El Tatengue terminó en mitad de tabla, pero el delantero mostró su valía. 7 goles y 6 asistencias en 19 partidos. Platense descendió a la B Metropolitana.

Ese nuevo amor, es el nuevo amo

A mitad del 2010 ya estaba para ser titular donde sea, pero Boca lo usó como moneda de cambio para renovar el préstamo de Gary Medel con la Universidad Católica. Por el Pittbull en un año y medió Boca cedió a Damián Díaz, Leandro Díaz, Marcelo Cañete y Pratto. En Chile se produjo la explosión del Oso. Salió campeón del torneo trasandino y metió 6 goles en la Libertadores 2011.

De Chile se fue al Genoa de Italia, donde no pudo demostrar demasiado. Vélez Sarsfield no olvidaba al delantero encorvado que le había metido dos goles en Liniers en la derrota 4-3 contra el equipo chileno por la Copa. Por eso el manager del club, Christian Bassedas, lo llamó a Italia para convencerlo de venir a Vélez. Aceptó y llegó a préstamo por una temporada, el primer semestre solo podía jugar la Libertadores porque lo trajeron con el libro de pases ya cerrado. Algo que generó críticas por el elevado costo del pase para un jugador que dispute solo una competencia. Cuando llegó, su condición física fue otro de los puntos para criticar su llegada. Ya habría tiempo para acallar voces en la cancha.

Lo presentaron el 10 de febrero del 2012 y el fue el regalo de cumpleaños del presidente Miguel Calello al Tigre Gareca, que ese día cumplía 54 y lo había pedido especialmente. En la conferencia de prensa le preguntaron a Pratto si se definía como 9 de área y respondió: “No. Delantero. Ni nueve de área ni tampoco por afuera. Intento adaptarme a cómo se dé el partido y a lo que el equipo necesite. Me siento bien jugando por todo el frente y no sólo en una posición.”

Cuando le tocó el turno de hablar al manager Bassedas confirmó que lo fueron a buscar porque “lo hemos sufrido” en los partidos contra la Católica y que lo que más le gustaba de él era que “es un jugador de entusiasmo, muy potente. Es un luchador. A mí me gusta que los delanteros sean solidarios. Trabaja para el equipo”.

Lo que viene es más conocido, Pratto jugó la Libertadores 2012 con Vélez y de a poco se fue ganando un lugar. “Ricardo me enseñó mucho a estar tranquilo y a saber esperar el momento. También confió en mis condiciones y me dio la posibilidad de jugar más retrasado para asociarme con el Pocho (Insúa)”, declaró el Oso en esos tiempos. Se lesionó antes de los cuartos de final contra el Santos que marcaron la eliminación del Fortín. Pero el segundo semestre fue la gran figura del equipo campeón del Torneo Inicial 2012 y sus asistencias sacaron goleador a Facundo Ferreyra, algo que repetiría con Mauro Zárate en el Torneo Final 2014.

Pratto no es goleador pero sí es de hacer goles inolvidables para los y las hinchas. En Vélez hay dos muy especiales. El primero fue en el Torneo del 2012, a 3 fechas del final el Fortín visitaba Floresta para jugar, con clima de clásico, contra All Boys. Venía de empatar con Boca de local en un partido que el goleador del equipo, Ferreyra se erró varias chances de gol. Lanús acechaba como escolta. Vélez generaba las chances pero no podía convertir, el ex delantero de Banfield no podía sacarse la bronca del partido pasado. A los 41 minutos del segundo tiempo desbordó Agustín Allione y tiró el centro atrás para la llegada de Pratto, sin marcas. La puso abajo contra un palo y generó el festejo loco, en el piso, de Gareca abrazado con su ayudante el Turu Flores. Después el Chucky metió el 2-0 definitivo.

Si ese gol valió casi como un título, hubo otro que efectivamente significó levantar una copa. Fue en la Súper Final 2013 de campeones contra el Newell´s del Tata Martino, que lo había eliminado en los octavos de la Libertadores de ese año. Recibió en el área y sacó un zurdazo seco para el 1-0 definitivo, parecidos a aquellos goles con Católica que lo hicieron conocido en Liniers.

De a poco se fue transformando en el mejor delantero del fútbol argentino. Cada intervención suya en cancha era con un sentido, el control orientado siempre a favor de la jugada y un sacrificio digno de un trabajador del fútbol.

Entre lo que sos y lo que hay de malo sólo late tu verdad

A mediados de 2014 fue el primer refuerzo que pidió Gallardo apenas llegó a River. Estaba todo dado para la venta. Pero Vélez, que ya estaba subido al tobogán económico, decidió no venderlo, era lo único que le quedaba. Pratto se quedó jugando 6 meses en un equipo que se sostuvo solo por él, nunca fue más goleador como en ese semestre que se puso el equipo al hombro. A fin del año 2014 fue vendido al Atlético Mineiro. “Acá lo aman a Pratto”, contó Nacho Fernández, actual jugador de ese equipo, en el Libero VS de TyC Sports.

La razón es la misma de siempre. No es normal ver un delantero completamente solidario con el equipo, sacrificado y con goles valiosos. Como el que metió en la vuelta de los octavos de final de la Libertadores 2016 para eliminar a Racing. Ese año, fue su pico de rendimiento lo que le valió la convocatoria del Patón Bauza a la Selección Argentina, donde dejó un saldo de 2 goles en 5 partidos jugados (todos por Eliminatorias). A 3 días del nombrado gol a Colombia volvió a Mineiro con el pecho inflado y le metió un golazo de afuera del área a Flamengo, a quien le marcó 3 en toda su estadía en Brasil.

En febrero del 2017 Pratto era el delantero estrella del fútbol brasileño. San Pablo se lo compró al Atlético Mineiro para volver a ser aquel gigante de Brasil de la década del 90. Un año después River venía de un duro golpe tras la eliminación en semis de Libertadores contra Lanús y puso 10 millones de dólares para comprarlo.

Como una repetición de su llegada a Vélez se puso en duda que era caro, que estaba gordo, que no hacía goles. Moscas verdes para el charlatán. El tiempo acomoda todo. Efectivamente en el primer semestre metió pocos goles y llegó al final del año siendo suplente hasta que ocurrió el partido que justificó su llegada al club.

Fue en la vuelta de la semifinal de Libertadores contra Gremio, rival al que había eliminado con 2 goles en Brasil en la edición del 2011 jugando para Católica. River estaba 0-2 en el global y visiblemente sin respuestas colectivas. Pratto bajó a recibir la pelota a mitad de cancha. Asumió los roles que dejó el reemplazado Juanfer Quintero, pasó a un rival y lo tumbaron porque encaraba con pelota dominada. De ese foul y tiro libre nació el empate.

Ya con en el 1-1, el primer signo anímico de que River revivió fue una pelota que Lucas trabó en mitad de cancha, como el mejor Mascherano, después de un córner a favor de Gremio e inició una contra con Borré. La jugada terminó en lateral para River pero a Gremio ya se lo notaba afectado. Con el 2-1 lo más cerca que estuvo el Tricolor Gaúcho de forzar el empate fue un centro al segundo palo, entraba solo un brasileño, Pratto se tiró y despejó de chilena. No fue la figura de la noche, pero mostró el amor propio de los obreros del fútbol que la batallaron en todas las categorías.

Después de eso metió dos goles en la final con Boca, ambos claves anímicamente para el equipo porque sirvieron para empatar. Pratto levanta a los equipos, contagia a puro corazón. Sencillo, querible, valioso. De los grandes grupos que integró en el fútbol destaca que se quedan comiendo asados con la gente que labura en el club en mantenimiento y utilería.

Esa bomba de hoy, la que llevás entre tus manos

Rockero de La Renga, más que de Los Redondos, porque es una banda más de barrio. Corazón fugitivo y El final es en donde partí son las canciones que más usa para musicalizar momentos de su carrera. Por intermedio del Patón Guzmán en la Selección conoció un plomo de La Renga hincha de River, a quien le conseguía entradas cuando necesitaba. A cambio le pidió que quería conocer a la banda de Mataderos, pero la agenda del fútbol no le permitía coincidir. Cuando tuvo un fin de semana libre a mediados de 2018 La Renga tocaba en Rosario. Lo invitaron a Lucas por tirarse un lance, pensando que no iba a ir. Agarró el auto y viajó a ver el recital, como un fanático más.

A fin de ese año ganó la Libertadores con River, después vino un gol en la final de la Recopa Sudamericana contra Paranaense, una lesión que le sacó ritmo y afectó su rendimiento. Quedó marcado en la final del 2019 contra Flamengo por una pelota que perdió que derivó en el gol del empate de Gabriel Barbosa, quien después marcó el 2-1 para ganar la copa. Lucas se fue al Feyenoord de Holanda y se fracturó el peroné derecho. Su carrera parecía acabada. Volvió a Vélez para ser feliz. Lo esperaron y le dieron la cinta de capitán. De a poco se fue acomodando. En este 2022 sigue vigente alejado de la red. Sin embargo, en la Libertadores metió un gol en Brasil contra Bragantino y otro contra Estudiantes el día de la clasificación a octavos de final.

Eliminó a River en esa instancia y se fue ovacionado por todo el estadio Monumental. Tendrá la revancha contra Flamengo en las semifinales que arrancan esta noche. En silencio llega como el máximo goleador en actividad de la Libertadores con 29 tantos, está en el puesto 9 de la tabla histórica. Cuando volvió al club de Liniers le recordaron que tiene tatuada en la pierna la Libertadores que ganó con River y le preguntaron qué pasaba si la ganaba de nuevo. Respondió  “tengo el espacio libre en la otra pierna para tatuarme la Copa con Vélez, je. Es algo que uno sueña”.

Lucas Jiménez

Twitter: @lucasjimenez88

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