Diez situaciones o instancias que demuestran por qué el astro es nuestra bandera. El capitán del Maracaná al Maracaná. Escribe Santiago Nuñez.

I-Maracaná I

Lo primero que hace Messi cuando el sonido de un silbato le dice que no será campeón del mundo es llevarse la mano a la cara. Lo segundo es levantar la mirada y fijarla en el arco del Maracaná para darse a sí mismo un mensaje: no alcanzó, no se pudo, me quiero enterrar bajo el suelo carioca y no salir. Lo tercero ya no importa, mientras Bastian Schweinsteiger se estremece junto al piso a pocos metros del astro, para ser abrazado por Per Mertesacker, el resto de sus compañeros y la gloria eterna.

En los próximos minutos continuará dudando de todo menos de su camiseta. Buscará no llorar. Recibirá un trofeo al jugador más destacado de Brasil 2014 que no por indicar al mejor deja de ser insulso. Alternará la mirada entre el cielo que no pudo ser y el Purgatorio en el que ni él ni otros 40 millones quieren estar. Caminará. Pensará cada minuto, cada chance de gol errada, cada curso de los acontecimientos, como un dolor que lo acompañará toda su vida. Lo último que hizo en su primera final en el Maracaná fue querer salir. El Cristo Redentor lo verá volver.

Sin embargo, antes de irse lo pararán. Mario Gotze, verdugo de generaciones de millennials y centennials, arruinador de asados, suspendedor de la gloria para amistades completas, saldrá corriendo rápido de la conferencia de prensa y, con la presea dorada en el pecho, le pedirá una foto. Messi dirá que sí. Porque perder importa, pero la vida es eso que pasa mientras buscamos vencer. Y si no se puede, la frustración y el enojo no compiten. Sólo queda intentar.

II- Oro

Cara de culo. Las palabras, si son cortas y resumidas, resuenan. Su rostro veinteañero ilustra una sensación de malestar. Cara de culo.

El homenaje a Artemio Francchi finalizó. Fiorentina 1 – Barcelona 3. Messi jugó 67 minutos ese 30 de julio del 2008. El inexperimentado Pep Guardiola sabe leer mentes. También caras.

-Te querés ir, ¿no?

-Sí

La selección es lo primero. Sus compañeros entrenan en Beijing para jugar los Juegos Olímpicos y él no puede no estar. Quiere estar. Necesita estar. La presión del Barcelona no es menor: el DT es nuevo y tiene que jugar la tercera ronda de clasificación a la Champions League (instancia previa a la fase de grupos) contra el Wista Cracovia (Polonia). Pero Guardiola da el permiso. Messi viajará ese mismo día de Italia a Barcelona y, la otra noche, enfilará hacia el país de la muralla.

No será la única vez. Un año después pedirá permiso para llegar bien al partido con Brasil en las eliminatorias. Instaurará, como líder indiscutido de la selección, una idea que no abandonará jamás: estar siempre. Pasó doce de sus últimos diecinueve cumpleaños concentrado con la selección.1 Nunca faltó a un torneo. Sólo alguna excepción lo ausentó de un encuentro, amistoso u oficial.

Guardiola le dijo que traiga la medalla. Volverá feliz, veinticinco días después, a un Barcelona que en una temporada ganará el “sextete”. Pero la presea metálica, para Messi, es sólo un detalle. El verdadero oro tiene color celeste y blanco.

III. Dos abrazos

Festejo enloquecido para un gol que fue una locura. “Arco”, dijo el doctor. Maximiliano Rodríguez y el bombazo. Argentina 2 – México 1. Octavos de final. Alemania 2006. La jugada la arrancó el lateral derecho y la empezó a armar el pibe que tiene el dorsal N° 19, en su cumpleaños del mismo número. En medio del fervor, los dos se abrazan. Ambos rosarinos. Ambos Lioneles. Messi y Scaloni.

La primera vez que estuvieron juntos no conocían al otro. Messi tenía seis años. Scaloni, quince. El primero no se acuerda de nada. Al segundo se le conoce una foto con rulos y una cara entregada a las mieles de la juventud. Ambos fueron a ver lo mismo: Diego Maradona presentado como jugador del club de sus amores.

Tiempo después se volvieron a ver: un año antes del primer abrazo. 17 de agosto, clave sanmartiniana. 2005. Budapest. Messi debuta con la selección mayor y dura 47 segundos en cancha por una expulsión. El defensor protesta, como guardaespaldas de un hermano menor. En el vestuario le da ánimo, lo saluda, le dice que no pasa nada. Que ya vendrán tiempos mejores.

El tiempo los entrecruzó, pero sin mucha empatía. Algún encuentro de liga española, pero nada muy relevante. Hasta que en el 2017, el “ayudante y analista de rivales” del cuerpo técnico de Jorge Sampaoli fue el primero que festejó con Messi en una noche de Quito que le dio a Argentina la clasificación al Mundial de Rusia.

Lo demás es historia conocida. Un lustro y una década después del primer abrazo, se dieron otro. En pleno Maracaná. Con la Copa América ganada. Para la felicidad de ellos y de todo un pueblo.

IV. Extraterrestre

La línea sale del eje entre la superficie porosa. Igual la lapicera fluye y escribe: “En Barcelona a 14 de diciembre del 2000”. La calle Carrer de la Foixarda y la cafetería del Club de Tennis Pompeia eran testigos silenciosos de una bomba en el fútbol mundial. El texto sigue: “en presencia de los Sres. Minguella y Horacio, Carlos Rexach, Secretario Técnico del F.C.B.”. Se encontraban, entonces, los directivos del Fútbol Club Barcelona, el que brillaba con Rivaldo y Kluivert, con Horacio Gaggioli, representante de un chico llamado Lionel Andrés Messi. El primer contrato del joven se firma en una servilleta.

El caso se conoció varios años después. Primero, en el círculo futbolero: José Néstor Pekerman fue a trabajar al Leganés español durante el año 2003 y, luego de vistas y rumores, informó a Hugo Tocalli (seleccionador argentino de las juveniles) sobre la existencia de Lionel. Pudo haber jugado para España, de hecho se lo ofrecieron, pero desde Argentina armaron un partido en la cancha de Argentinos Juniors contra Paraguay en 2004, lo que dejó a Messi “enganchado” en la celeste y blanca.

Ya ese amistoso lo hizo conocido en las masas futboleras argentinas pero otro hecho desencadenado continuó su fama. En octubre del 2004, cuando ya Messi se preparaba para su debut oficial (16/10), en Argentina tomó vuelo el “caso Erik Lamela” (hoy en Sevilla), jugador de River, pretendido por el Barcelona a los 12 años. El hecho puso en discusión los derechos legales de los clubes y la famosa “patria potestad” de los progenitores. Esa historia trajo la de Messi a los diarios.

De la servilleta de Lionel, hoy guardada en una caja fuerte de un banco en Andorra, salió el apellido de un equipo: Barcelona – Messi. Un amor que duraría 21 años, 10 títulos de liga, 14 Copas nacionales, 4 Champions League y 3 Mundiales de Clubes. Todo a la par de su otra pasión: la Argentina, las raíces, el potrero.

El día de su primera prueba en el club catalán, Jorge, su padre, que trabajaba en la fábrica Acindar, le preguntó si estaba nervioso. Lionel, el de la categoría 87 de Newell´s, el pelusa de Rosario, lo miró confiado.

-No

-Hijo, sos un extraterrestre.

V. Movimiento popular

“Como un nene que pierde a la madre”. Así definió Elvio Paolorosso al llanto de un jugador que fue derrotado, hace horas, en su cuarta final con la Selección Argentina (tercera en años consecutivos). La bronca de no poder.

Son las dos de la mañana en New Jersey. La utilería tiene aroma de madrugada del 27 de junio del 2016. Messi, el que llora, dice que se va. Que no juega más. Que esto no es para él. ¿Para quién si?

La respuesta fue inmediata. Las plazas y los centros políticos del país. La prensa mainstream pedía la cabeza del líder argentino. Su pueblo salió a defenderlo. El Messismo fue popular antes que televisado.

“No te vayas Lío” fue la consigna. Movilizaciones, expresiones callejeras, banderas. La más conocida de ellas se dio en el obelisco, con una lluvia torrencial. Un periodista gráfico llegó a decir, con la más profunda de las sinceridades: “Te quiero así, sin mundiales ni copas”2. “Si el mundo está en tu contra, estamos contra el mundo”, llegó a poner en un pasacalles una peña de la Zona Sur. En Twitter, un ex compañero puso una foto famosa de Messi con nueve jugadores de Chile, expresando que la culpa no es individual. Era Lionel Scaloni, pidiendo que no se vaya.

Argentina’s Lionel Messi (C) vies for the ball with Uruguay’s Jose Maria Gimenez (L) and Uruguay’s Jorge Fucile (R) during the Rusia 2018 World Cup qualifier football match in Mendoza, Argentina, on September 1, 2016. / AFP / JUAN MABROMATA

El dolor, por suerte, duró poco. El 1 de septiembre ya Messi estaba jugando en la fecha 7 de las Eliminatorias. En Mendoza, contra Uruguay. Ganó Argentina 1 a 0. Gol de Messi. A Edgardo Bauza, técnico en aquel partido, le preguntaron un tiempo después por aquel partido.

-¿Cómo lo viste en su vuelta?

-Nunca se fue

VI. Todo Messi es político

“Hace diez Mundiales que te estamos buscando” dice tímido, rígido, sabiendo que la voz de los temas serios requiere el esfuerzo de que el rostro no tenga una mueca. Lionel Messi, que sostiene un cartel que tiene la consigna “resolvé tu identidad ahora”, se suma en 2014, días antes del Mundial de Brasil, a la campaña de Abuelas de Plaza de Mayo.

Las posiciones políticas de Messi nunca fueron potentes. Es difícil imaginar a un ser de sus características sin pensarlo en clave política. Seguramente es impreciso, injusto, y requiere separar sus palabras de un estereotipo mayor. Pero vale recordar algunas declaraciones interesantes.

“La desigualdad es uno de los grandes problemas de nuestra sociedad”, dijo en 2020 en diálogo con La Garganta Poderosa, entrevista en la que también contó su “orgullo” por aquellos activistas que se organizan en ollas y comedores en los barrios.

Posiblemente su acto político más conocido, además del mencionado de Abuelas, sea haber posado para la misma revista citada arriba en 2011 con la remera de Mariano Ferreyra, militante del Partido Obrero asesinado un año antes por una patota de la burocracia sindical del ferrocarril.

“Su desaparición me parece algo terrible”, dijo, también en esa nota del 2011, sobre Jorge Julio López. “En esa entrevista terminé de confirmar la clase de tipo que sos, te pusiste la camiseta de la villa”, le dijo René Houseman en una carta que le envió para su cumpleaños N° 27.

Alguna vez Messi planteó que le emocionaban las banderas del Che Guevara. En una entrevista con un diario italiano calificó al líder revolucionario como “un mito de Rosario”, aunque admitió: “No sé casi nada de él”.

En la pregunta periodística, lo interrogaban sobre algunos gustos de la argentinidad. Con un poco de pudor, la frase continuó: “Y ni siquiera me gusta el tango, si lo escucho en la radio, cambio”.

VII. Yamaha

Rosario, 1993. Están los dos, pero a uno lo miran todos y el otro sólo observa al primero. Nadie puede culpar a la gente del foco de atención: uno tiene casi 33 años y es un astro, mientras que el otro tiene solamente seis y todavía no preparó al mundo para que lo vea brillar, crecer y jugar hasta ser más o menos como el otro. Nadie distingue al pequeño Messi que mira, como decenas de personas, cómo Diego Maradona es presentado con la camiseta de Newell ‘s que dice “Yamaha”.

Buenos Aires, 2005.La televisión abierta muestra el esplendor. Fútbol-tenis en La Noche del 10. Messi juega con Diego. Maradona con Lio. Como si el fútbol pudiese subir a una expresión platónica de sí mismo.

Gelsenkirchen, 2006.El tiempo pasa. El maestro se retiró hace rato y el pibe arranca. Los roles cambian: es Diego el que está fuera y mira un astro. Messi entra y Maradona y el mundo son testigos de su primer partido (y gol) en un Mundial. Diego levanta los brazos. Y apunta al cielo.

Polokwane, 2010.Se olvidan del mundo y no se dan cuenta que el mundo, igual, los mira. Para ellos calentar, o cualquier cosa vinculada a hacer rodar una pelota, es ser felices. Tiran paredes en el centro del campo, los dos solos, antes de jugar un partido que define el grupo de un Mundial. Ante la vista de un estadio entero, Maradona y Messi hacen lo que mejor saben. ¿Jugar al fútbol? No, sonreir.

Río de Janeiro, 2014. Brilla como periodista pero esta vez es entrevistado. Es como si lo llamaran a su juego: Pelé acaba de decir que Messi “tiene estilo brasilero” en la previa inmediata del Mundial de Brasil y el astro del fútbol mundial, devenido en conductor del programa De Zurda, dice, en una entrevista con un diario argentino: “Messi es más argentino que yo”.

Sinaloa, 2018.“Pierde el sub 15 y la culpa es de Messi”. Maradona defiende lo que considera justo. Lionel lo es. Pero el técnico de Dorados va más allá, en los momentos posteriores al Mundial de Rusia.

-¿Qué le dirías a Messi?

-Que no venga más a la selección

Por suerte Lionel no le hace caso.

Barcelona, 2020.Piensa que hay que hacer algo. ¿Qué es “hacer algo”? Va al cuarto de arriba. La puerta, que siempre está cerrada, se encuentra abierta. ¿Alguien la abrió? Por el hueco se ve el homenaje perfecto para un gol el fin de semana en el Camp Nou, cuando juegue contra el Osasuna: una camiseta rosarina, negra y roja, que dice “Yamaha”.

Río de Janeiro, 2021. Los 10 segundos de jolgorio que siguen a la felicidad interminable lo ponen en el centro. Todos lo miran. Todos lo abrazan. En la tribuna falta gente y falta Diego, pero miradas sobran. Maradona está.

Bella Vista, 2019. “Messi lo único que quería era salir a la cancha y buscar el balón”. Diego explica, en una de las últimas entrevistas de su vida, la simpleza de Lionel.

-Yo no me enfrentaría con Messi jamás

-Lo querés vos -dice Matías Pellisioni, periodista de TyC Sports.

-Y si, si soy argentino.

Maradona se acuerda que lo separa un tiempo de la última vez que estuvo con Lionel. “Le quiero mandar un abrazo porque hace mucho que no lo veo”.

VIII. Mil

Las mil y una noches es un texto célebre de la literatura mundial. La historia de Aladino y la lámpara, o la de Alí Babá y sus 40 ladrones, se hicieron famosas en aquella obra, que recoge relatos del mundo árabe y persa en el, por así llamarlo, “medio oriente”. Entre otros territorios se encuentra Qatar.

Un video. La red Youtube muestra pero sobre todo sintetiza. La publicación tiene, al día de hoy, casi 10 millones de reproducciones. Fue “subido” en 2017, con el título “Por mil noches”, con la respectiva canción de la banda musical Airbag de fondo, y muestra todas las derrotas de la Selección Argentina en los últimos años: arranca con la frase “yo se que algunas veces me equivoco demasiado”, mientras muestra el penal errado de Gonzalo Higuaín en la definición de la final de la Copa América 2015.

Hay finales tristes, partidos de llanto, comparaciones de un pasado glorioso, años de mucho fútbol pero carencia de títulos. El video da en la tecla: hubo muchas noches, parecieron mil, en las que Argentina y su fútbol sufrieron. Pero hubo una que no. Y valió por todas.

IX. Maracaná II

El Cristo Redentor mira el partido desde un poco más abajo que su abuela Celia, a la que suele dedicarle los goles mirando al cielo. Ambos, parece que no, pero sonríen.

Esta vez el silbato suena y Messi solamente mira hacia abajo. Se lleva la mano a la cara pero, a diferencia de su anterior final en ese estadio, deja que el llanto fluya. Los compañeros corren y se abrazan con él.

Son unos segundos. Es una vida entera. Las derrotas, las críticas, los fracasos que por momentos parecieron interminables culminaron en un final de novela.

Argentina campeón. Maracaná. Mirá que sí. Contra ellos.

Alguna vez el periodista Sebastián Vignolo, para el programa Fox Sports Radio, le preguntó cómo hacía para, a pesar de las derrotas y las críticas, siempre volver.

  • En Barcelona estás cómodo, pero vos insistís, querés, venís.
  • Y sí. Yo quiero terminar mi carrera y quiero ganar algo con la Selección. Y, sino, haberlo intentado todas las veces posibles. No está bien quedarme con la sensación de que no se me dio y que dejé pasar oportunidades por la gente que no quería que esté. Es cuestión de levantarse y volver a intentarlo. No sólo para el fútbol sino para la vida. Porque eso es la vida. Tropezar, volver a levantarse e intentarlo otra vez. Luchar por los sueños.

Un 10 de julio, ante los ojos del mundo, lo logró.

X. Leyenda

«Tengo 22 años. Todo está pasando muy rápido y tengo que estar tranquilo», dice Messi el 23 de marzo del 2010. Viene de hacer ocho goles en una semana. Dos veces facturó por triplicado en la Liga y completó con dos goles en Champions.

En una entrevista con El Mundo (medio español) la comparación sale sola. Messi parece tocarles la puerta a la reunión de los grandes como Maradona, Pelé, Cruyff o Di Stéfano. El periodista interroga a Lionel, entonces, y le pregunta si se compara con esas figuras históricas del fútbol mundial. La respuesta no sorprende.

-Para ser una leyenda hay que ganar un Mundial.

1 Dato registrado por el periodista Lucas Jiménez, en “Que los cumplas compañero”, del libro Fuegos de Junio

2 La referencia es para Alejandro Wall, en una nota escrita en revista Anfibia el 27 de junio del 2016

Santiago Nuñez
Twitter: @santinunez

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