En Croacia los partidos de fútbol no duran 90 minutos. Contra Dinamarca, Rusia e Inglaterra en Rusia 2018. Contra España en la Eurocopa 2020. Contra Japón en los octavos de final de Qatar. Ganar o perder pero siempre en tiempo suplementario. O, en todo caso, penales. Porque el fútbol en Croacia dura 120 minutos.

Croacia resiste cuando tiene que hacerlo. Presiona arriba cuando el partido así lo pide. Desde el minuto cero intentan sacarle ritmo al juego, no haciendo tiempo. Croacia le quita ritmo cuando tiene la pelota. Parece un equipo sin ideas, que no tiene herramientas para penetrar las defensas rivales, pero en realidad está durmiendo el partido.

En cualquier equipo esta forma de juego sería una invitación al fútbol siesta. Un reemplazo para algún medicamento para recuperar las hormonas del sueño. Pero con Luka Modric en cancha la cosa cambia. El mediocampista de 37 años ordena la presión. Se retrasa a la altura del volante central y con la cancha de frente juega y hace jugar. De repente aparece en el área. Arranca una jugada en la izquierda y a base de toques termina por derecha. Siempre con pases-puñaladas en el botín. Siempre con un amague para descolocar a una defensa entera. Siempre con un remate para que el arquero se revuelque en el pasto.

Así todo, la principal virtud de Croacia no es estrictamente futbolística. El equipo de la camiseta-mantel, no importa lo que suceda, no se cae en ningún momento. Nunca se van del partido ¿Gol en el final del primer tiempo? Siguen igual ¿Ir perdiendo 3 a 1 a falta de cinco minutos? La estrategia es la misma. La paciencia de la araña. Croacia está en partido hasta el último minuto y eso lo hace un equipo muy duro para sus rivales.

El único que equipo que pudo ganarle un mano a mano, de 2018 para acá, en los noventa minutos fue Francia. La disputa, parece, no es futbolística sino de tiempo. Porque, evidentemente, en Croacia el fútbol dura 120 minutos. Y quieren convencer al mundo de eso.

Juan Stanisci
Twitter: @juanstanisci

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