Ayer fue el último programa del año y lo abrimos con este texto. El 2020, un año de mierda, al que también le hicimos algunos goles.
Santiago Núñez
Cuando llegó el primer gol del 2020 todavía una parte importante del mundo despedía la noche del 2019. El debut en la red en la década que tiene al “2” como tercer dígito llegó en la victoria 2 a 0 del Vissel Kobe frente al Kashima Antlers en la Copa del Emperador de Japón. Lo hizo Tomoya Inukai. Ahora con un pequeño detalle: el defensor nipón es jugador del Kashima, que terminó el marcador en cero. El primer gol del 2020 fue, entonces, en contra.
Aquella situación fortuita y poco interesante de notas de relleno en la jornada resacosa del 1ro de Enero se convirtió en una desconocida metáfora del año más convulsionado de los últimos tiempos. Los días pasan mientras alguna o algunas personas dicen en cualquier parte del planeta en cientos de idiomas y dialectos que este es un año de mierda y se preguntan cuándo termina.
Es el 2020 el momento en el que parecía que todo estaba bien e incluso el Boca de Russo daba la vuelta, la Copa Libertadores había arrancado y entre San Martín de Tucumán y Atlanta se disputaban el ascenso a la primera división, etc.Y de repente todo cambió. Dejó de haber canchas, dejaron de existir tribunas, dejamos de analizar el deporte del presente para que ocupen las redes sociales y los medios de comunicación los relatos del pasado, los recuerdos imborrables, los perfiles en los que el pretérito parecía saltear una línea de tiempo porque en la realidad no había nada.
Por supuesto, y esto vale la pena decirlo, hay problemas serios que de verdad no entran en un verde césped. Más de 60 millones de afectados en términos de salud y casi un millón y medio de muertos. Miseria generada por un sistema y agravada por una pandemia que llegará, según el Banco Mundial, a 150 millones de personas en 2021. Pérdida de 34 millones de puestos de trabajo solamente en América Latina y así. En fin: un año de mierda.
La alegría, también, dejó de existir en las canchas, que se mostraban durante todos los días vacías. Los domingos no pasaba nada. No había ni toques, ni paredes, ni bengalas ni aliento. Hasta el día de hoy no hay aliento y no sabemos cuándo habrá de nuevo.
El 2020, a su vez, profundizó esa tendencia. Hubo seis meses sin fútbol. Algunos DJs y gritos de entrenamiento reemplazaron a los gritos coordinados de atrás de los arcos, a la maravillosa música que va desde el “You’ll never walk alone” de Liverpool al “AEEA yo soy Sabalero” de Colón en La Nueva Olla. En donde hubo más burbujas y zooms que alegrías. Se fue Kobe Bryant, Paolo Rossi, Bouba Diop. Nos dejaron Pachorra y el Diego.
Pero a este 2020, aunque a veces no parece, también le hicimos varios goles. Cuesta reconocerlo, cuesta recordarlo, pero fueron varias las veces en las que él esta situación de mierda la fue a buscar al fondo de la red, mientras la sonrisa festejaba con su gente en el córner.
Vimos festejar a Marcelo Bielsa. Conocimos como nunca a Michael Jordan, al “Juego de Caballeros” a partir del cual la clase obrera se adueñó del fútbol o entendimos por qué Vilas fue y será nro 1 del mundo. Nos deleitamos con Thiago Alcantara o Lewandowsky. Luchamos contra la violencia policial con Lebron o Thierry Henry. Conocimos a Podoroska. Vibramos con Schwartzman y el Master. Observamos y fuimos testigos de cómo Hamilton dio otra vuelta a la Historia. Sonreímos con Messi, Scaloni o Nico González. Festejamos y criticamos cuando hubo que hacerlo a Los Pumas subcampeones, que vencieron a los honrados All Blacks aunque ya nos hayamos olvidado.
Algunos gritaron en el Maracaná y le ganaron a su clásico rival con dos menos. Otros volvieron a su barrio. Alguno del Sur hoy sigue siendo candidato al título. Hay otros que que pelean alguna Copa. Hay un Defensa que sueña con una final Sudamericana.
Nadie va a negar, por supuesto, que este es un año de mierda. Desde nuestro lugar, en este último programa, es muy difícil dejar una enseñanza. No nos creemos gente que quiera o tenga que hacerlo.
Pero sí, si nos permiten, una recomendación. Este 2020 es un claro gol en contra. Cuando levanten la copa, insultemos. Pero siempre, si nos toca ser como Tomoya Inukai, hay que ir a sacar del medio rápido. Y mirar, siempre, al arco de enfrente.