Tras el triunfo categórico contra Nacional de Uruguay y el pasaje a las semifinales de la Copa Libertadores repasamos la historia del equipo del Muñeco. Sus cambios y mutaciones, la fortaleza mental y el trabajo importante de Sandra Rossi con la neurociencia.

Es muy difícil soltar sin antes agarrar
Cuando el 6 de junio de 2014 Marcelo Gallardo apareció en la sala de conferencias del Estadio Monumental era una incógnita qué tipo de entrenador sería. Si bien venía de tener una experiencia previa saliendo campeón en Nacional de Uruguay la expectativa por su llegada no era mayúscula. Pero en sus primeras declaraciones con los periodistas partidarios de River ya marcaría las bases del ciclo histórico que estaba por comenzar.
“Decía que había nacido para los grandes desafíos, que quería redoblar la apuesta, que nadie podía conformarse con lo que se había logrado con Ramón Díaz, que iba a tratar de que la gente creyera en su equipo y se identificara con él, que buscaría respetar la cultura del club recurriendo al convencimiento. Decía que veía golpeado a Ponzio pero que lo podía recuperar. Fuera de micrófono admitía que soñaba con tener a Pratto y a Scocco”, cuenta el periodista Ariel Cristófalo en una nota en El Canciller.

En 2015 después de ganar la Sudamericana y Libertadores, eliminando a Boca en ambos certámenes, el periodista Diego Borinsky sacó el libro “Gallardo Monumental. Vida, pensamiento y método de un líder”. Allí el Muñeco expresa quienes fueron sus 2 grandes referentes como entrenadores: “Me hubiera gustado tener a Bielsa de más grande y, aún sin compartir ciertas formas, fue el tipo del que más aprendí. Tampoco era fácil acercarse a Bielsa porque imponía una relación distante, pero cuando se acercaba a hablar, aprendías. De Sabella también aprendí y fue generoso conmigo. Desde que me hizo debutar en la Reserva de River con 15 años, noté una gran predisposición al diálogo. Si bien tampoco era muy efusivo, teníamos una empatía: siempre se acercaba y me tiraba algo para hacerme pensar. Fueron los dos mejores que tuve”.
Si bien la mayoría de los River de Gallardo se caracterizaron por su voracidad ofensiva, también hubo otros que apostaron por el repliegue y la fricción con Leonardo Ponzio como estandarte. Pero lo que sí mantuvo en los 6 años de mandato fue la confirmación de haber sido el creador de un equipo con un sello histórico en un club donde las copas de eliminación directa eran las grandes cuentas pendientes. Un equipo que se motiva ante los partidos de máxima exigencia ante clásicos o rivales en teoría superiores.

En eso el River de Gallardo es una especie de Nalbandian que podía poner en fila a Guillermo Coria, el ruso Nikolay Davydenko, el croata Ivan Ljubicic y al suizo Roger Federer (Masters de Shangai 2005) pero después perdía una semifinal con el chipriota Marcos Bagdhatis (Australia 2006). El River del Muñeco ganó series o finales contra todos los equipos grandes de Argentina, más Cruzeiro (dos veces) y Gremio definiendo en Brasil. Pero perdió contra Huracán, Lanús e Independiente del Valle y se le han complicado series contra Estudiantes de La Plata y Jorge Wilsterman.
El mes pasado después de ganarle a Godoy Cruz de visitante Marcelo Gallardo declaró en la transmisión oficial del partido «No podemos dejar que los rivales del fútbol argentino con el entusiasmo nos superen». Como si River fuera un equipo de Copa Libertadores invitado de onda para engalanar el fútbol argentino. Una declaración tan sobradora como sincera, para él a River le ganan con entusiasmo los rivales de su país. Después agregó «los partidos físicos nos generan incomodidad».
Para emparchar ese déficit el ciclo Gallardo que refundo todos los paradigmas alrededor de River también hizo que los jugadores bandera sean del bloque defensivo. Libertadores 2015: Barovero-Maidana-Ponzio. Libertadores 2018: Armani-Pinola-Enzo Pérez. A poco de ganar la primera Sudamericana fui a ver un partido del River de Gallardo. «Nadie tiene la camiseta de Carlos Sánchez en la tribuna», le dije a mi amigo Sebastián que me invitó a la cancha. No llegó a responderme que la tribuna se vino abajo porque apareció Barovero a dejar una botellita de agua al lado del palo del arco.

Lo veo todo
La parte mental es vital en la fortaleza competitiva. En el libro Gallardo superclásico del analista de fútbol Matías Navarro García el entrenador afirma: “La parte mental tiene muchísimo que ver en los estados de ánimo de los equipos. Algunos se pueden sostener por eso y a veces cuando se te empiezan a caer futbolistas, cuando los resultados no son los mismos, ahí necesitas esa entereza. Nosotros hemos jugado muy bien y después cuando bajamos pudimos sostenernos desde la cabeza.”
Para este aspecto desde sus inicios en River Gallardo tuvo como parte del cuerpo técnico a Sandra Rossi que es médica especialista en Medicina del Deporte. Estaba a cargo del Laboratorio de Entrenamiento Visual y Sensoriomotor del CENARD. Ella define su trabajo como un «entrenamiento de neuronas». “Entrenamos funciones cerebrales superiores como la atención visual, el tiempo de reacción, tratar de aumentar la consciencia de la visión periférica, prolongar los tiempos de concentración del jugador. La idea es cada entrenamiento sea tanto físico como mental”, cuenta.
“Hoy todo el mundo te dice ´qué rápidos son los jugadores de River´ y vos lo pones a Nacho Fernández a correr una carrera con cualquiera de Patronato y creo que somos más rápidos. Pero la mentalidad está mucho más rápida. Eso es lo que hace a un equipo rápido, pensar antes de recibir la pelota, estar bien ubicado, leer el juego. Para mí que River marca una diferencia y no tengo dudas que hay un trabajo de vieja data que lleva adelante Sandra”, reflexionó en Lástima a Nadie Radio el capitán de Patronato Bruno Urribarri que fue jugador de River el primer semestre de Gallardo en el club.
Muchos jugadores han marcado la importancia de este trabajo en la mejora de su rendimiento. Nicolás De La Cruz contó cómo aprendió a manejar situaciones de estrés: «Se trató todo de mucha mentalidad y constancia en el trabajo, he tenido el apoyo importante de Sandra con la neurociencia». Marcelo Barovero y Leonardo Pisculichi, hoy compañeros en el Burgos de España, en una entrevista reciente con Goal también valoraron a la médica. “Nos ayudó a potenciarnos”, afirmó el volante y “estoy agradecido porque me ha mejorado situaciones técnicas”, completó el arquero. Justamente Trapito contó en una entrevista en La Nación que los ejercicios mentales le sirvieron para la previa al penal que le atajó a Gigliotti en la Sudamericana 2014 contra Boca. “Cuando cobraron el penal me alejé de la jugada, traté de clarificar la mente, estar lúcido, empecé a tomar aire como nos había enseñado Sandra Rossi”.

Marcelo Gallardo conoció a Sandra a través de su preparador físico Pablo Dolce. “Soy bastante curioso. Busco herramientas complementarias para los jugadores. Era novedoso porque esto no se hacía. Y era un desafío sumar una mujer en un mundo tan machista como el fútbol», reconoció en una entrevista con La Nación Revista en 2015. Donde también afirmó:»Me hubiera gustado tener esa preparación como jugador, ese entrenamiento mental, visual. Los jugadores que piensan mejor y más rápido, con más herramientas para resolver, hoy hacen la diferencia. El motor es la cabeza»
Será romper o callar
El River de Gallardo nació transformándose. Pensó un equipo con Lanzini de titular y a días del inicio del torneo se fue a Emiratos Árabes. “Perdimos un gran futbolista, lo vamos a sentir”, declaró Gallardo. Así el refuerzo llegado de Argentinos Juniors Pisculichi pasó de recambio a titular. Otros que arrancaron de arranque fueron dos futbolistas que no eran tenidos en cuenta por Ramón Díaz: Carlos Sánchez y Rodrigo Mora. El equipo arrancó en el torneo local a desplegar un fútbol intenso y ofensivo a través de la presión alta y buena circulación de su volante central Matías Kranevitter. Pero el karma de las copas apareció en el primer partido por la Sudamericana.
Iban 9 minutos del segundo tiempo en Asunción cuando Germán Pezzella interrumpió con la mano un disparo de Gustavo Mencia, el árbitro peruano Víctor Carrillo sancionó penal y la historia volvía a repetirse para el visitante en copas internacionales. El visitante era River Plate que perdía 1 a 0 contra Libertad. Esa noche del 16 de octubre de 2014 cuando Hernán Rodrigo López se disponía a patear el penal y poner el partido 2 a 0 fue todo oscuridad. Las luces del estadio Nicolás Leoz se apagaron por 28 minutos. Es imposible saber qué pasó en esa espera, pero luego del corte de luz el River dirigido por Gallardo nunca volvió a ser el mismo. López erró el penal y el equipo argentino terminó ganando el partido 3 a 1 con goles de Carlos Sánchez, Driussi y Gio Simeone.

En esa Copa Sudamericana se cruzó con Boca en semifinales. Antes del partido de vuelta hipotecó el torneo local que lideraba. Puso mayoría de suplentes para ir a jugar contra el escolta Racing en el Cilindro. Perdió 1 a 0 con gol en contra del único titular que jugó esa noche: Ramiro Funes Mori. A los días eliminó a Boca con Kranevitter lesionado y Ponzio como estandarte. En la final enfrentó al Atlético Nacional de Medellín de Cardona y Armani. Otra vez volvió a aparecer la figura de Barovero en el Monumental para tapar con el pie un remate de Edwin. La pegada de Pisculichi hizo el resto, como frente a Estudiantes en los cuartos de final, tiró dos centros perfectos para las cabezas de Mercado y Pezzella. Así ganó un torneo continental después de 17 años.
En el verano de 2015 perdió por 5 a 0 por un torneo de verano contra Boca en Mendoza. Gallardo les renovó la confianza a todos los titulares de cara a la Recopa Sudamericana contra San Lorenzo. El equipo ganó las 2 finales jugando un gran fútbol. El 3, 7 y 14 de mayo de ese año jugó 3 clásicos contra Boca. “A veces pasa y no lo disfrutamos. Hay que disfrutarlo porque estos partidos no se vuelven a repetir todo el tiempo en la vida un futbolista”, reflexionó el técnico de River, Marcelo Gallardo, en la pantalla de Fox Sports antes del primer encuentro por el torneo local que perdió 2 a 0.
Ahí se dio cuenta que en el golpe por golpe Boca era más y le propuso en los partidos por los octavos de final de la Libertadores un juego cortado e incómodo. Ganó esa serie por un penal de Marín al Pity Martínez en la ida que Carlos Sánchez cambió por gol y el famoso gas pimienta de la vuelta. Eliminó a Cruzeiro en cuartos con grandes actuaciones de Ariel Rojas y Teófilo Gutiérrez que se irían luego de ese encuentro, uno con el pase libre y otro a través de una transferencia al Sporting de Lisboa. El equipo salió campeón de la Libertadores por los goles de Lucas Alario.

Alguien dibuja realidad solo pa´ vos
El 23 de enero de 2016 River le ganó a Boca por el Torneo de Verano. Mano de Tevez. Penal y gol de Pisculichi. Esa noche con la número 26 debutó un jugador con la camiseta de River: Ignacio Fernández. El ex Gimnasia fue el jugador que más tocó la pelota y lo eligieron la figura del partido. Jugó como volante por la izquierda en un medio que se completaba con Lucho González y Nicolás Domingo.
Parecía ser el año de Nacho Fernández pero sobre el cierre del libro de pases volvió al club Andrés D´alessandro para jugar la Libertadores. Nunca se complementaron. En febrero del 2017 River pierde la final de la Supercopa Argentina con Lanús por 3 a 0. Vuelve Ariel Rojas. El 15 de marzo arranca una racha de 7 triunfos seguidos después de ganarle a Independiente Medellín en Colombia con goles de Alario, Driussi y Martínez Quarta. El gol de los locales lo metió un tal Juanfer Quintero.

La ida de D´alessandro mejora a Nacho que pasa a tener más responsabilidades en la conducción. En los cuartos de final de la Libertadores el equipo pierde 3 a 0 en Bolivia contra Jorge Wilsterman. Para la vuelta Gallardo se disfraza de Bielsa. 3-3-1-3 a horas del partido. Montiel de stopper, Auzqui de wing derecho y Nacho Fernández suelto. Los goles los hizo Scocco, todo lo demás lo craneó el técnico antes.
Ante la ida de Alario a mitad de año y la falta de delanteros confiables lo prueban a Nacho de mediapunta y no funciona. Pisa poco el área. Lo echan en las semis de vuelta de la Libertadores contra Lanús. Ese partido se quedaron en el banco sin ingresar Rafael Santos Borré que era el único delantero que tenía River en el banco y Exequiel Palacios. A Fernández también lo echan a los pocos días en el superclásico contra Boca. Planchazo a Cardona que de esa falta cuelga un tiro libre del ángulo. Nacho mete un gol en la final de la Copa Argentina contra Atlético Tucumán pisando el área.
River arranca mal el 2018 por más de que en el receso mostró su chapa de millonario y reforzó el equipo con las compras de Armani y Pratto. Nacho Fernández también arranca bajo y pierde el puesto como titular. Un mes antes de la final contra Boca en Mendoza baja a jugar a Reserva contra el mismo rival para ganar minutos. Comparte equipo con pibes como Sibille, Ferreira, Rollheiser y Julián Álvarez. Enfrente estaban Weigandt, Almendra, Chicco y Vadalá. Gana River 2 a 0, Nacho juega bien y agarra confianza. Gallardo lo pone de titular en la final. Le hacen el penal para el 1 a 0 y de una corrida suya nace el segundo. El jugador de Boca que sale en la foto de los dos goles cometiéndole foul y corriéndolo sin alcanzarlo es el mismo que había sufrido un planchazo del volante ex Gimnasia pocos meses antes: Edwin Cardona.

El equipo da un salto de calidad ese año cuando pasa Enzo Pérez de 5 para jugar la vuelta contra Racing por las suspensiones de Ponzio y Zucculini. Luego en la semi con Gremio y en la final con Boca para dar vuelta el partido el técnico sacaría a Ponzio para dejar a Pérez como único volante central. La final en Madrid la empata Pratto tras una pared de Nacho Fernández con Exequiel Palacios. El resto lo hizo la expulsión de Barrios y los goles históricos de Quintero y Pity Martínez. “Nacho Fernández es el mejor jugador del fútbol argentino”, diría al poco tiempo Juan Román Riquelme.
No es nada nuevo
El 2019 fue una continuidad de este River. “Con Enzo como único cinco el funcionamiento del equipo fue otro. Con él terminaban las jugadas del rival, con él comenzaban las de su equipo. Fue el futbolista que más recuperaciones tuvo en la Copa Libertadores 2019, y a la vez, el que más pases completó”, afirma el gran analista de fútbol Gonzalo Bressan Otegui en la nota “Si es nene, ponele Enzo”.

River se transformó en un equipo más colectivo por la ida del Pity y la levantada de De la Cruz, menos individualista que el ex Huracán. Apareció Matías Suarez. De mitad de cancha en adelante Gallardo juntaba futbolistas que juegan en función de la jugada. Por eso el del 2019 fue el River más vistoso de la era, porque sin individualidades rutilantes fue el equipo del toque y la triangulación. Pero a este lucimiento le faltó gol. Los dos partidos con Cruzeiro, con Cerro Porteño y con Boca en el Monumental dejó la serie abierta y erró mucho. También con Flamengo en la final. El River campeón en Madrid ganó el partido con los cambios. Enzo, Mayada, Juanfer fueron decisivos. El de 2019 quedó con un 11 de memoria no respaldado en rendimientos por los suplentes.
El 2020 la cosa, pandemia mediante, sigue igual ¿Puede faltarle gol al equipo más goleador del país? Puede. Porque mete muchos en pocos partidos y pocos en muchos partidos. 22 de los 31 goles que hizo en esta Copa Libertadores fueron contra los mismos 2 rivales en 4 partidos. En los otros 6 partidos apenas metió 9 tantos. Así y todo el equipo se sigue reciclando encontrando respuestas en el plantel. Los refuerzos casi siempre están en casa. Ayer Pity, hoy Carrascal. El técnico le da valor a los polifuncionales. Ayer Mayada de volante a lateral, hoy Zucculini de volante central a llegador. Cocina a fuego lento a los pibes del club. Ayer Driussi, hoy Julián Álvarez. Transforma el equipo con lo que tiene. Hubo mejores y peores River bajo la gestión Gallardo. Todos competitivos. En 6 años jugó 6 Libertadores: 5 semifinales, 2 títulos y una final perdida por segundos. El equipo de los infinitos comienzos lo hizo de nuevo.
Lucas Jiménez
Twitter: @lucasjimenez88
1 Comment