La Superliga Europea es el último eslabón de una larga cadena que fue alejando el fútbol de los hinchas para acercarlo a las oficinas de negocios. La tragedia de Hillsborough, la Ley Bosman, el G-14 y los Galácticos de Florentino Pérez. Escribe Juan Stanisci.
Hace tiempo que la historiografía abandonó la idea de que los comienzos o finales puedan tener una sola causa y un único punto en la línea de tiempo imaginaria que es la historia. Ya nadie con un mínimo de seriedad intelectual puede considerar que la caída de Roma haya sido producto únicamente de una invasión bárbara y que ésta coincida con el comienzo de la Edad Media. Desde este punto de vista ¿Dónde empezó la Superliga Europea?
En todos los puntos que iremos destacando, no necesariamente son los únicos, se suele repetir una cuestión: siempre aparece un chivo expiatorio. En Hillsborough es la barbarie de los hinchas, para la liberalización del mercado es Bosman y para la Superliga el Coronavirus. El tiempo fue demostrando que eran simples excusas para favorecer los negociados.
Fin del rito popular
Ninguno de los hinchas que viajó de Liverpool a Sheffield para ver la semifinal de la FA Cup, podía intuir que estaba a punto de presenciar el final del fútbol como lo conocían. A los siete minutos de comenzado el partido entre Nottingham Forest y Liverpool, la tribuna oeste colapsó. La cantidad de hinchas reds había sobrepasado largamente la capacidad de la tribuna. La policía a cargo del operativo no había frenado el ingreso de hinchas y se había negado a abrir alguna puerta que permitiera descomprimir a los y las hinchas.

El resultado fueron centenares de personas heridas y 96 muertos. La larga lucha de los familiares permitió esclarecer las causas de la tragedia: la ya mencionada inoperancia policial. Durante más de dos décadas se había responsabilizado a los hooligans del colapso de la tribuna. La tragedia de Hillsborough fue utilizada por el gobierno de Margaret Thatcher para cambiar el perfil del fútbol británico, lo que luego se extendería al continente europeo y más adelante al mundo.
“De las consecuencias de aquel drama se deriva el perfil actual del fútbol: un espectáculo que se interpreta prioritariamente en término económicos, propulsado por las grandes compañías de televisión, gestionado por magnates y arribistas, generador de un nuevo tipo de aficionado (el espectador virtual a través de la teletaquilla), aceptado como un colosal juguete por la sociedad actual”, escribió a diez años de la tragedia Santiago Segurola. La consecuencia directa de Hillsborough fue la Premier League. Espectadores sentados y derechos de televisión como principal ingreso para los clubes. En palabras de Segurola, la mudanza del fútbol de los barrios a los despachos de negocios.
Bosman, el chivo expiatorio
Mientras la Unión Europea había levantado las barreras para trasladarse y comerciar, la UEFA mantenía viejas reglamentaciones. Un italiano en Francia ocupaba plaza de extranjero y los clubes seguían siendo dueños de los equipos aun con los contratos finalizados. Y en eso llegó Jean Marc Bosman.
Su contrato con el Standard Lieja había finalizado y tenía una oferta para irse a un club francés. Pero el equipo belga no lo dejó irse gratis, a cambio de su salida exigió el pago de una prima. El club francés se negó a pagarla y Bosman tuvo que firmar un nuevo contrato con el Standard Lieja, inferior al que tenía antes. El futbolista reclamó en la federación de su país pero no fue escuchado. Entonces decidió cometer una herejía: presentarse en la justicia ordinaria.

La Unión Europea vio la posibilidad de llevar sus medidas a la UEFA. Además de la libertad de acción, incluyeron en su dictamen que todo jugador con pasaporte comunitario no ocuparía plaza de extranjero en sus clubes. Bosman estaba a punto de retirarse cuando salió el fallo, cinco años después de iniciado el juicio.
A partir de la Ley Bosman la concentración de futbolistas en Europa aumentó exponencialmente. Cualquier futbolista medianamente prometedor, principalmente africanos y sudamericanos, fue comprado por los clubes europeos. Cinco años después de la Ley Bosman la final de la Champions League fue disputada por dos clubes españoles. De los 26 jugadores que estuvieron en cancha, solo 15 habían nacido en España. En 2019 dos equipos ingleses llegaron a la final, Liverpool y Tottenham. 28 jugadores tuvo el partido: solo 9 eran ingleses.
La concentración de futbolistas en Europa trajo como consecuencia la debilitación de las ligas locales. El centro del fútbol mundial pasó a ser el viejo continente. Si a esto se le suma la posibilidad de llevar los partidos a todos los rincones del mundo, el resultado son millones de personas en Tailandia, Argentina, Sudáfrica o Cuba con camisetas del Real Madrid, Paris Saint Germain o Barcelona.

La posibilidad de contratar jugadores sin importar su nacionalidad aumentó los sueldos de los futbolistas por encima de las capacidades de los clubes. Esto abrió las puertas a capitales extranjeros, representantes, intermediarios y un sinfín de agentes externos al juego en sí mismo. Los pasivos comenzaron a aumentar. La solución fue la apertura o consolidación de mercados lejanos a los estadios donde se jugaban los partidos. Vender derechos de televisión o camisetas, se volvió tan vital como hacer goles y ganar campeonatos. “Hasta puede ocurrir que el éxito económico ampare el fracaso deportivo. No al revés”, escribió Segurola.
G-14, el negocio es nuestro
“Ha nacido un movimiento muy importante que marcará sin duda el futuro del fútbol europeo», dice un dirigente al salir de la reunión. No es el siglo XXI, es el XX que está llegando a su fin. El 16 de noviembre de 1998 se constituyó el G-14. Un grupo de “presión relativa”, como ellos mismos indicaron, formado por los principales clubes europeos para intentar condicionar a la UEFA.
¿Quiénes integraban el G-14? Ajax, Barcelona, Bayern Munich, Borussia Dortmund, Inter, Juventus, Liverpool, Manchester United, Milan, Olympique Marsella, Oporto, París Saint Germain, PSV y Real Madrid. Siete de los doce fundadores de la Superliga. Si a ellos le sumamos la intención de contar con Bayern Munich, Borussia Dortmund y Paris Saint Germain, ya son diez de catorce vinculados al flamante y efímero nuevo torneo. El germen de la Superliga está acá.
«Somos un grupo fuerte. No hay que olvidar que entre los 14 sumamos 70 títulos y generamos la casi totalidad de los derechos que genera la televisión», dijo el presidente del Real Madrid. No era Florentino Pérez, era Lorenzo Sanz. La diferencia entre ambos puede encontrarse en un detalle: si bien Sanz utiliza como argumento la generación de ingresos televisivos, primero pone la cantidad de títulos que suman todos los clubes juntos. Hoy a Florentino no le importa que un tercio de los fundadores de la Superliga jamás haya ganado la Champions.

El G-14 fue un intento de generar un contrapeso en la UEFA. Su fundación coincidió con uno de los grandes cambios de la Champions League, cuando comenzó a ser disputada por 32 equipos. Pero el principal tema fue la sesión de jugadores a las selecciones. Cabe recordar que un año antes, Diego había fundado el sindicato de futbolistas. Éstos habían amenazado con bajarse de Francia ’98 si sus reclamos no eran oídos. Si la UEFA es el estado y los futbolistas tenían su sindicato, faltaba la “mesa de enlace” patronal. Si los futbolistas no querían jugar el mundial para “boicotear” a la FIFA de Blatter, el G-14 no quería cederlos.
Finalmente el sindicato de futbolistas no prosperó. Pero el G-14 siguió adelante. La disputa abandonó el plano dialéctico para pasar a los hechos en 2004. El “grupo de presión relativa”, había pasado, según Josep Blatter a chantajear. Ya no eran catorce, ahora eran dieciocho los que presentaron una demanda en Suiza que consideraba ilícita la obligación de ceder futbolistas.
Entre abogados, demandas y tribunales se escuchó la primera mención a la Superliga. Fue en 2006. Un año después Michel Platini llegó a la presidencia de la UEFA y como Mendieta dijo: “negociemos, Don Inodoro”. El ex crack francés logró que la FIFA, la UEFA y los clubes quiten sus demandas.
Era el año 2007, los petrodólares ya habían llegado. Cuatro años antes Román Abramóvich, un millonario ruso, había comprado el Chelsea. Para muchos fue el comienzo del fin. Un año después Abu Dhabi United Group Development and Investment, compraba el Manchester City al ex primer ministro tailandés. El fútbol ya había pasado de los barrios a los despachos de oficina. Ahora, además de utilizar saco y corbata, cotizaba en bolsa, usaba turbante y se bañaba en petróleo.
Los galácticos para todo el mundo: el choque entre fútbol y márketing
“Quiero decirle a los socios: que si yo soy presidente del Real Madrid, Luis Figo será jugador del Real Madrid”, dice en conferencia de prensa Florentino Pérez. Estamos en el año 2000 y el Real Madrid está por ganar su octava Champions League. El presidente Lorenzo Sanz adelanta las elecciones para que el envión de la Copa lo ayude a ganar las elecciones. Florentino, el empresario de la construcción más poderoso de España, da un golpe de timón. No solo promete al mejor jugador del mundo, promete quitárselo a su equipo rival. Cueste lo que cueste y caiga quien caiga.
Florentino ganó las elecciones por tres mil votos y Luis Figo fue al Real Madrid ¿Cómo convenció a un futbolista que meses antes cantaba contra el “equipo blanco”? “Él sabía que la forma de ganarse a Luis Figo, era ganarse a su representante. ¿Y hoy en día como te ganas estas voluntades? Con dinero”, explicó Toni Frieros, periodista del diario Sport.
Al día siguiente de llegar a la presidencia, Florentino le dijo al diario El País: “mi misión es evangelizar al mundo con la palabra del Madrid”. La evangelización de Florentino no tenía que ver con rezos ni plegarias, sus seguidores no serían fieles sino consumidores. “Nosotros tenemos 80 millones de gente que dice ‘yo soy del Real Madrid’. Lo que vamos a hacer es intentar juntar la mayor cantidad de dinero posible. Podemos transformar esos sentimientos también en dinero”, explicaba a otros dirigentes.
Cuando llegó al Real Madrid le dijo a Jorge Valdano, “tenemos un Rolls Royce en el garaje, cubierto de polvo”. Pero antes Florentino debía solucionar un pequeño problema: el pasivo del club era de 200 millones de euros. Para eso Pérez no recurrió a las nuevas tecnologías ni a los mercados emergentes, sino a la política. “Los contactos de Pérez con el Partido Popular del entonces presidente José María Aznar permitieron al Madrid ganar unos 500 millones de euros con la venta de los terrenos de la Ciudad Deportiva, sanear la deuda e iniciar la política de los grandes fichajes”, explicó Ezequiel Fernández Moores en una nota en La Nación. En el mismo texto, el periodista recuerda las palabras de una consejal del PSOE (el partido contrario al PP) «Me decía que en España no había mejor Ministerio de Asuntos Exteriores que el (Real) Madrid».
Los fichajes (o refuerzos) ya no se pensaban en goles sino en camisetas vendidas. Ronaldo valía 200.000 camisetas. Con 80 millones de hinchas en todo el mundo, Ronaldo era más que accesible. “Cuando José Angel Sánchez fue a negociar con el CEO del Manchester United por Beckham, no pudo creer lo barato que era. Tuvo que controlar su cara”, contó John Carlin, escritor inglés. ¿Por qué, a los ojos del Real Madrid, era tan barato David Beckham? “Manchester United vendió a Beckham al Real Madrid, valuado como un jugador en vez de su valor como marca”, explica John Carlin. “Beckham funciona como la gran esperanza de un negocio que busca desesperadamente nuevos mercados”, escribió meses antes de que se realizara la transferencia Santiago Segurola. El título de la nota era Planeta Beckham.
El nuevo proyecto madridista tuvo en contra a los hinchas de otros clubes que abucheaban al Real Madrid en cada partido y a muchos de sus propios jugadores. Los Zidane, Ronaldo, Owen, Beckham y Figo, chocaban con la visión más tradicional del Real Madrid de Fernando Hierro, Morientes o el propio Raúl. “El fútbol no es una mercancía”, decía Hierro. “¿Departamento de Marketing? ¿Eso qué es?”, se preguntaba Fernando Morientes.

Durante los primeros años de Florentino al frente del Real Madrid, el marketing era explotado mientras el fútbol seguía su rumbo. Con Figo ganaron una liga, con la llegada de Zidane la Champions y con Ronaldo otra Liga. Con Beckham obtuvieron una Supercopa de España, pero no pudieron ganar un título hasta su última temporada, cuando el Real Madrid llevaba tres años de sequía. Florentino Pérez no entendió entonces que no eran las estrellas sino los triunfos deportivos lo que vendía. “El marketing empezó a tener la misma fuerza que el fútbol. En un momento yo me sentía como el cuidador de lo que había adentro de la cancha”, contaba Valdano quien era el Director Deportivo.
Con la llegada de Beckham, las pretemporadas se trasladaron a China y Tailandia. Se parecían más a una gira de los Beatles. Para marzo los jugadores se quedaban sin piernas. Faltaban a los entrenamientos para filmar comerciales. Eran tiempos de “Zidanes y Pavones”. Para mantener a las grandes estrellas habían borrado a la clase media del plantel, esa que generaba un contrapeso y equilibrio. Con Makelele, Morientes y Hierro afuera, tenían que apostar a jugadores de la cantera que todavía no estaban preparados. Valdano fue echado. Empezó un desfile de técnicos y el proyecto deportivo se vino abajo. El marketing había triunfado, pero cuando Florentino renunció en 2006 el pasivo del Real Madrid había llegado a 500 millones de euros.
El futuro de la Superliga
Hace ya quince años que los grandes clubes europeos no pueden sostener los contratos, las transferencias y los pagos a los intermediarios. El principal argumento de la Superliga, es que no puede un club pequeño tener ganancia mientras los grandes tienen perdidas. No solo lo dice Florentino, también lo defiende Gerard Piqué, símbolo del Barcelona. No les interesa que los clubes más chicos no gasten más de lo que entra.
Hoy la excusa es la pandemia, pero el proyecto de la Superliga empezó a tomar fuerza en 2011. Los logros deportivos de la segunda gestión de Florentino Pérez le dieron el poder para plantarse contra la UEFA. Esos mismos logros deportivos que parecen no importarle a Florentino y los dueños de los otros once clubes.
La idea de la Superliga comenzó hace diez años y emergió ahora. El primer round se lo llevó el fútbol, a través de las protestas de hinchas, jugadores y técnicos. Florentino cree que tarde o temprano podrán hacerla realidad. Quizás tenga razón, los huevos de la serpiente ya están puestos hace tres décadas.
Juan Stanisci
Twitter: @JuanStanisci