Diego Maradona tuvo una relación muy cercana con el mundo del rock, a tal punto que parecía un rockstar. De Ron Wood y los hermanos Gallagher a Juanse, Los Piojos y Charly García. Historias de Diego y rockanrol. Escribe Juan Manuel D’Angelo.

Alguna vez Diego Maradona dijo que si Pelé era Beethoven, él era el Keith Richards, el Ron Wood y el Bono del fútbol. Razón no le faltaba. Como ningún jugador en la historia, Pelusa personificó todos los valores del rock. Era rebelde, contestario, irreverente, genial, apasionado y desmesurado. Con el pecho inflado, la cabeza levemente apuntando hacia arriba y la mirada desafiante, cada vez que entraba a una habitación todos sabían que ahora él era el foco de todas las miradas sin importar quien más estuviera presente.

Así lo pudieron comprobar los hermanos Gallagher, líderes de Oasis. Durante su primera visita en 1998 para presentar “Be Here Now”, su tan esperado (y sobreproducido) tercer álbum, Liam y Noel sintieron en carne propia ese magnetismo tan particular que ejercía el futbolista más grande de todos los tiempos. De buenas a primeras, la discoteca en donde los músicos ingleses eran agasajados por su compañía discográfica se revolucionó por completo cuando Diego entró con su sequito y se puso a hacer jueguitos con un corcho de champagne en el centro de la pista. Los rockeros ingleses, que por ese entonces eran dos de las estrellas más importantes del mundo y se codeaban con personalidades como el Primer Ministro Tony Blair, Bono o Paul McCartney, no pudieron resistir la tentación de pedirle una foto al astro y su intérprete tuvo que rogar prácticamente para que Diego accediera a posar con dos tipos a los que apenas junaba pero que, según le habían dicho, eran los herederos de Los Beatles. Y siempre fue así.

En 1987, la federación inglesa sucumbió  a vaya saber que tipo de síndrome de Estocolmo y lo invitó para celebrar un nuevo aniversario de la Football League. En ese viaje, que incluyó partido amistoso, encuentro con la Familia Real –el por entonces Príncipe Carlos no paraba de hablarle y Diego solo quería sacárselo de encima porque sabía que su hermano había combatido en Malvinas- y una cena de gala, el argentino terminó la noche parrandeando en la popular discoteca Trumps. En un momento determinado, su agente Guillermo Coppola fue al baño y allí se encontró a Rod Stewart, quien estaba dando rienda suelta a su nariz juguetona. Cuando el cantante se dio cuenta que no estaba solo, comenzó a insultar y amenazar a Guillote de tal manera que este se asustóy,antes de que la cosa se pusiera peor, invocó el nombre de su representado para frenar la furia del vocalista. La cara de Rod se transformó por completo. La noche terminó con todos encerrados en el baño y un extasiado Rod bajándose los pantalones para mostrar que el también tenía piernas de futbolista.

Ahora bien, es cierto que el estilo de vida licencioso del astro hizo que muchos rockeros se identificaran con él y disfrutaran de su compañía y amistad.  Esto no quiere decir que incitaran su adicción –nadie nunca le pudo decir que hacer-, sino que simplemente no lo juzgaban. Sabían que esa era la única manera en la que Diego podía sobrellevar a Maradona, ese alter ego que fue jugador de fútbol, santo patrono, general cinco estrellas y defensor de pobres y ausentes. Tipos como Charly García o Juanse entendían bien lo que significa cargar el peso de tu propia estrella. Lo mismo Luis Alberto Spinetta que reclamaba mayor comprensión para a con la más humana de las deidades: “Les gusta más la parte oscura de Maradona, que la del genio iluminado. Me tienen podrido con eso. La gente ya no sabe respetar a sus dioses” dijo el Flaco poco después de USA 94.

Pese a los lujos de emir, los calzoncillos de Versace, el agua Evian, los premios o la Camorra, para el rock, Pelusa nunca dejo de ser ese señor medio bohemio y medio truhan que, aunque vistiera de frac, siempre parecía dispuesto a matar la pelota con el pecho y asistir a un compañero. Con él siempre había una historia, una anécdota o un momento digno de ser recordado. Incluso aquellos que solo lo vieron por unos segundos, quedaban duros, aplastados al ver al gigante. Así le pasó a Gustavo Cerati, quien se lo encontró de casualidad en un pasillo del gimnasio de Guillermo Vilas, y no supo que decir cuando a la pasada Maradona le regaló un “Adiós, Maestro” y le dio un rápido apretón de manos.

En el ambiente musical, Diego era recibido de manera muy especial. No se trataba simplemente de otro personaje famoso con el que se podía tener una charla amigable (e incluso una noche de juerga) y nada más. Para todos, él era un colega, un artista por derecho propio cuya genialidad excedía el campo de juego y que podía hablar de tú a tú con cualquiera de ellos. Quizás por eso tantos le dedicaron una canción como humilde forma de agradecimiento. En la melancólica “Maradona Blues”, nacida en horas posteriores a su expulsión de la Copa del Mundo 1994, Charly García le declara su amor eterno pese a todo (No se qué droga te arenga más que yo / pero esta lluvia no pasó / Estoy llorando aquí por vos). La cruda “Maradó” de Los Piojos en cambio es el recordatorio de todos aquellos enemigos a los que alguna vez Diego les cantó las cuarenta. Andrés Calamaro eligió celebrar la amistad que lo unía con el astro, esa que nació cuando él y Fito Paéz fueron a cantarle a la concentración de la selección nacional, y Juanse de Los Ratones Paranoicos fue el encargado de musicalizar la despedida de Maradona en 2001. La Bersuit, Manu Chao, Attaque 77, Expulsados, La Guardia Hereje y Las Pastillas del Abuelo son otros de los tantos grupos o artistas del rock que también honraron al héroe caído.

Hoy, a casi dos años de su paso a la eternidad, aun cuesta creer que Diego Maradona ya no está entre nosotros para putear a los cuatro vientos por las injusticias que se acumulan en el lomo de los humildes o celebrar a viva voz cuando un argentino, por mas ignoto que sea, se destaca en cualquier campo. Al menos nos quedan testimonios su magia y la música que esta inspiró. No es poco.

Juan Manuel D’Angelo
Twitter: @futboltrotters

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